lunes, 7 de junio de 2010

La huelga en UPR y las cucarachas



De la huelga en UPR 
y de las cucarachas


La administración universitaria, siguiendo instrucciones del gobernador, parece determinada a descalabrar la Universidad de Puerto Rico. La prolongación de la huelga ha sido consecuencia de un proceso de negociación estancado con el liderato estudiantil de los once recintos. 

Sólo dos razones impiden llegar a un acuerdo final. Por un lado, la insistencia de la administración en sancionar estudiantes y criminalizar la huelga. Por otro lado, la insistencia, formulada a última hora por la administración universitaria, de imponer el pago de una cuota especial de alrededor de 1,200 dólares.

A todas luces, el gobierno no desea que termine la huelga, ya que estas medidas son obviamente inaceptables. Lo que esconde el gobierno es su deseo de ver la universidad disminuida, desarticulada y sumisa ante la política del estado. 

La disminución y la desarticulación van de la mano con la Ley 7 que, con el pretexto de una crisis fiscal y presupuestaria cuyos números se ha negado a ofrecer durante dos años, aprobó con el propósito de retrotraer toda la legislación laboral, los derechos de los trabajadores, los convenios colectivos, amputando de un plumazo y sin contemplaciones la permanencia de los empleados de gobierno y todos los derechos adquiridos tras décadas de lucha laboral y sindical. Ello va seguido de la privatización. En el alegado reempleo de los trabajadores a manos del sector privado, se pierden infinitos derechos y beneficios adquiridos, condiciones de empleo y sueldo. El trabajador queda desamparado y a merced de los reyes del capitalismo salvaje. Este vínculo definitivo con la Ley 7, que despojó además a la UPR de parte de sus ingresos naturales, coloca la crisis universitaria en convergencia directa con la crisis laboral que afecta todo el país, y reclama como una necesidad imperiosa de una huelga general.

El "capitalismo salvaje" de mercaderes avaros necesita para prevalecer, en esa política pirata de despojo, del poder y la violencia. Necesita además eliminar la oposición y la duda que cuestiona. Cuando se elimina la duda, la crítica, la oposición, mayoritaria o minoritaria, se crea el fascismo intolerante.

Aplicar esta política a la universidad requerirá de una nueva ley universitaria. Al estado no lo desvela la pérdida en calidad y excelencia educativa. Circula por internet el discurso ofrecido por un célebre escritor, historiador y cineasta paquistaní en el que señala que los mercaderes en el gobierno británico buscan también  una educación del mismo tipo que el producto que ofrece Kentucky Fried Chicken: barato, rápido, fácil de tragar y digerir. 

Aquello de la búsqueda de la verdad, los asusta. Aquello del pensamiento crítico que se estimulaba en grandes congresos internacionales, aborrece. Aquél reconocimiento a las luces del conocimiento los espanta. Como eso del ocio creador no produce rendimientos económicos inmediatos, va a la basura. No quieren profesores que sean candidatos a un premio nóbel, ni en matemáticas ni el literatura, mucho menos de la paz. Huyen de la luz como el diablo a la cruz.

Uno se pregunta si cabe pretender una destrucción tan vasta; si no temen perder las próximas elecciones con una campaña en favor del servicio público que ellos aplastan y aborrecen, y de la restitución de los derechos de los trabajadores. Y parece que no temen. 

Van minando y destrozando una a una las instituciones y los sindicatos. De esa manera eluden darle al proceso un carácter generalizado que pueda provocar la temida huelga general. Sin embargo, el primer golpe, el de la Ley 7 que instrumenta todos estos despojos, sí tiene un carácter generalizador.

Ellos deben sentirse seguros, por otra parte, de que los seres vivos que han perdurado más tiempo huyen de la luz del conocimiento que se reparte como un bien humano, como ellos huyen. Y aunque esos seres milenarios se esconden debajo de las piedras, detrás de los muros y en las alcantarillas, salen en la oscuridad a devorarlo todo. Están sólo dispuestos a ofrecer a cambio la cabeza del bautista y del que piensa.

Pero olvidan que es imposible extinguir el deseo de conocer, la necesidad de aprender, el amor a los demás. Y la compasión irresistible ante el que sufre. 

La solidaridad y la inteligencia triunfarán. De otro modo, será barrida la humanidad.

Marcos 
Reyes 
Dávila


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