miércoles, 31 de marzo de 2010

Silvio Rodríguez contesta

Preguntas de un trovador que sueña


SILVIO RODRÍGUEZ
a Bertold Brecht, por sus Preguntas de un obrero que lee

Si el flautista de Hamelín partiera con todos nuestros
hijos ¿comprenderíamos que se nos va el futuro?

Si ese futuro que se nos va supiera adónde lo lleva el
flautista de Hamelín ¿partiría con él?

Si un huelguista de hambre exigiera que Obama levantara
el bloqueo ¿lo apoyaría el Grupo Prisa?

Si los miles de cubanos que perdimos familia en atentados de la CIA hiciéramos una carta de denuncia,
¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?

Si algunas firmas meditaran antes de condenar las
cárceles ajenas ¿resultarían incólumes las propias?

Si un líder del norte es un líder ¿por qué es caudillo el que nació en el sur?

Si la política imperial es responsable de algunas de
nuestras desgracias ¿no deberíamos liberarnos también
de esa parte de la política imperial?

Si condenamos la guerra fría ¿nos referimos a toda
o sólo a la porción ajena?

Si este gobierno ha sido tan malo ¿de dónde ha salido este pueblo tan bueno?

Aborto (marque con una cruz): asesinato, hedonismo, piedad

Homosexuales (marque con una cruz): Elton John advierte que Cristo era gay

¿Quién le importa al PP? (marque con una cruz):
¿Zapata o Zapatero?

Si la Casa Blanca devolviera Guantánamo y acabara el
embargo ¿qué posición (común) adoptaría el Kama-Sutra europeo?

Si el que hoy maldice ayer bendijo
¿con quién pasó la noche?

Si de veras nos haría tanto daño una amnistía
¿por qué no me lo explican?

Si la suma de ambas intransigencias nos extingue y la
nada baldía nos arrastra al pasado ¿nuestros hijos
tendrán lo que merecen?

¿Qué pasa con los negros? ¿Qué pasa con los amarillos?
¿Qué pasa con los blancos? ¿Qué pasa con los rojos, con
los azules e incluso con los hombrecillos verdes?

Si alguien roba comida y después resulta que no da la vida
¿qué hacer?

Si otro Martí naciera entre nosotros ¿podría ser emigrante, rapero, cuentapropista, ciudadano provincial en una chabola periférica?

Patria, Universo, Vida, respeto al semejante y todos Venceremos un poquito

Silvio Rodríguez
21 de marzo de 2010

Réplica a mi defensa de Cuba


Honrando a Mario Benedetti, a Marcha y a Brecha

UN PROFESOR DE HISTORIA
de URUGUAY
REPLICA MI DEFENSA DE CUBA ANTE ESPAÑA


Un profesor de Historia y Literatura en Montevideo, replica con acritud mi artículo de protesta por la campaña mediática injusta contra Cuba a propósito de los derechos humanos y los presos políticos, justo cuando Google y Blogger le aplicaron el “fusilamiento mediático” a Enrique Ubieta, el conocido filósofo y ensayista cubano. Dice el profesor:

Hola, me parece lamentable que justifiques la existencia de gente presa sólo por sus ideas. Dejate de joder con España, el problema es Cuba y no hables de otra cosa. Una dictadura es siempre una dictadura, sea de la ideología que sea y la violación de los derechos humanos es una atrocidad en cualquier lugar del mundo, sea en el país que sea. Saludos desde Uruguay.

¿Quisiera saber dónde o cuándo justifiqué la existencia de gente presa por sus ideas?
¿Quisiera saber quiénes son los presos por sus ideas en Cuba, como no sea en Guantánamo, secuestrados, no acusados, sin abogado, sin derecho a juicio ni a enfrentar a un acusador que, en varios casos, ha resultado ser anónimo, mientras son torturados y violados, o asesinados, indefinidamente, por años y años?

Esos sí los conoce el mundo entero, que no acaba de indignarse lo suficiente como para acabar con ese refinamiento de la barbarie que han hecho y hacen norteamericanos y judíos nazis todos los días. No hablemos, por favor, de los Valladares, como aquel que se fingió invalido durante años, salió en silla de ruedas, pero se levantó y siguió caminando ante los ojos atónitos --burlados-- de los periodistas.

En Puerto Rico hubo una ley que se conoció con el nombre de “mordaza”. Era delito hablar en público de libertad y de patria.

Francisco Matos Paoli, uno de los más grandes poetas puertorriqueños de todos los tiempos, fue condenado a prisión por cinco discursos, y sufrió prisión hasta enloquecer. Miles fueron perseguidos, asesinados, despedidos de empleo, hostigados, encarcelados, por tener banderas de Puerto Rico, ir a entierros de independentistas, defender la libertad política en un pueblo condenado a la esclavitud colonial eterna, tomado como cosa, como posesión, nunca consultado por el Congreso norteamericano en 112 años de dominio colonial, mientras se tomó posesión militar de la tierra, se practicó y bombardeó parte de la isla durante décadas, con armas convencionales, químicas y radioactivas. El asesinato tomó formas horribles, como asesinar a un adolescente, hijo de un líder político independentista, o a jóvenes inocentes de todo, a sangre fría, a la vista de un
pelotón de policías y agentes del FBI, que encubrieron el crimen durante años. Caso tan horrible que produjo incluso una película de Hollywood titulada “A show of force”.

Me pregunto si este profesor de historia, que tuvo que haber vivido la dictadura en su propio país, sabe de lo que habla, si sabe algo de Puerto Rico para responderme así, o ha ido a Cuba alguna vez. Si conoce algo de los presos políticos puertorriqueños. O si conoce de los presos políticos cubanos: presos en Estados Unidos, naturalmente.


¿Habrá oído hablar el profesor alguna vez de "historia oficial", o de cómo el poder, desde siempre --desde el Imperio Romano, la Reina Isabel, la Alemania Nazi, el Stalinismo, el Imperialismo Norteamericano-- invierte enormes recursos en campañas culturales, en dirigismo mediático, en medios como El País, dedicado en cuerpo y alma a desvirtuar la imagen de Cuba y Venezuela, de los que defienden el socialismo y la creación de un nuevo mundo posible, del mismo modo que lo hacen en muchísimos medios del mundo?

O creemos en la necesidad y el deber de repartir la riqueza del mundo "con todos y por el bien de todos", como decía Martí, o creemos en la privatización capitalista del mundo, y en los nuevos señores feudales de este neofeudalismo actual que maneja a los gerentes políticos de las naciones occidentales y su remedo risible de democracia.

Yo estoy, ayer, hoy y siempre, con los que defiendan a los desamparados y los desposeídos contra los poderosos, usurpadores y explotadores. Esa es mi brújula. Ella me dice quien dice la verdad y quien miente.


Vea el video en Youtube y medite un poco antes:
http://www.kaosenlared.net/noticia/preguntas-trovador-que-suena
 


Marcos 
Reyes 
Dávila

lunes, 29 de marzo de 2010

Obra Poética

En Página aparte incluimos una selección a modo de muestra de la  
OBRA POÉTICA publicada en los seis libros que se incluyen en
"Una lluvia tan grande de campanas" de 2002.


Éstos son:


Primeros poemas.
Estuario
Pájaros de invierno
Goyescas
Para un día sin réquiem y sin sombras
Los códices secretos
Poemas del auxilio mutuo

Entrevista con José Saramago

Entrevista con José Saramago

YO ESCRIBO PARA COMPRENDER

(Julio de 2005)


Por: Omar Valiño

Omar Valiño: José, en su obra convive una vitalidad hija de la experiencia cotidiana con, a su vez, una gran profusión de conceptos, ideas, experiencias de pensamiento, pero, ¿José Saramago se considera más hijo del camino que de la filosofía y la experiencia libresca?

José Saramago: Bueno, yo creo que esas cosas no se pueden decir, porque uno no tiene la posibilidad de medir a lo largo de una vida, y de una vida larga como la mía, en qué porcentaje influyeron las lecturas y en qué porcentaje las experiencias vitales, no hay ninguna posibilidad. El hecho de que con veinticuatro o treinta y dos o cuarenta y siete años yo haya leído a un determinado autor o filósofo o ensayista o novelista o lo que fuere y que pensara o pudiera pensar que en ese momento algo había cambiado, en el sentido de que eso había tomado un lugar importante para todo lo que viniera después, en lo que se refiere no solo a la vida, sino también al trabajo mío, yo creo que no se puede determinar. Esto es una amalgama, es decir, todo esto está unido, fundido, y uno se orienta en esa especie de bloque donde hay de todo, cosas que se han vivido, cosas que se han imaginado, experiencias auténticas, experiencias, digamos, imaginadas, aunque una experiencia imaginada no es una experiencia, evidentemente. Las lecturas, los sentimientos, todo eso, los sueños, ilusiones, frustraciones, todo lo que ocurra a lo largo de una vida se va uniendo en lo que yo podría quizás llamar una especie de núcleo duro o, al contrario, maleable, plástico de la personalidad de cada uno y cuando llegue la hora de expresar algo, de intentar narrar una historia o algo así, uno se encuentra. En el fondo es como quien entra en un archivo enorme con muchos cajones y todo eso, y va buscando lo que le interesa, con la diferencia de que, en este caso, como tú ves, tiene que ver con la memoria, normalmente uno no necesita buscar, buscar en un sentido activo de buscar. Cuando lo necesita, si la memoria funciona como tiene que funcionar, la memoria lo presenta, si es que lo tiene, claro. Pero después hay que encajar todo eso en una obra que tiene que ser coherente y que no puede ser, digamos, el caos, ¿no?

O.V.: Yo diría que esas experiencias, esa búsqueda encuentra muchos personajes, sin duda, de una gran elaboración literaria, pero cuyos referentes pudieran estar en una realidad que, a su vez, es muy coherente con la expresión de su pensamiento fuera de la literatura. ¿Le parecería que es así?

J.S.: Eso es cierto, porque en el mundo, por ejemplo, si miramos los títulos no de todas mis novelas, pero sí de algunas de ellas, nos encontramos con eso, con títulos que, en principio, no parecen de novelas y que muestran muy claramente que hay una tendencia del autor que se manifiesta ahí, que se manifestará después en la obra que se propone escribir. Hay una tendencia, digamos, reflexiva, casi didáctica, como si en el fondo yo fuera un maestro frustrado, que no ha llegado a serlo por cantidad de razones, y que a la hora de escribir una obra literaria hay, digamos, una intención; no es que yo esté intentando siempre introducir la moraleja de las cosas, que yo esté intentando dar lecciones éticas al lector, porque no se trata de eso, por otra parte todo se equilibra o reequilibra con el uso permanente de la ironía, digamos del humor, y, por lo tanto, aunque yo hable de una didáctica, eso no quiere decir que yo soy un señor muy aburrido que está ahí para dar lecciones al lector. Lo que pasa es que hay realmente en mí una tendencia reflexiva.

A la hora de escribir una novela, que en principio no es más que una historia que uno está contando para distraer al lector, yo no solo tengo que reflexionar sobre lo que estoy contando, sino también sobre la forma en que lo estoy contando. Y si vamos a los títulos, mire que yo tengo una novela que se llama Manual de pintura y caligrafía, tengo otra que se llama Memorial del convento, hay algo aquí siempre como anterior a la novela o coincidiendo con el nacimiento de la idea que ya lleva esa novela, como que yo imaginara algo que es una forma, digamos, desde un punto de vista didáctico, una forma expositiva. Y tienes la Historia del cerco de Lisboa, que es un título para un libro de historia, no para una novela. Sin hablar de El evangelio según Jesucristo, y después tienes dos obras más, que asumen así claramente la intención ensayística, de ese propósito reflexivo, como son Ensayo sobre la ceguera, o, más recientemente, Ensayo sobre la lucidez. No quiere decir que yo sea un filósofo, bueno, que no lo soy, hay que decir, tengo bastante claro la diferencia que hay entre lo que soy y el filósofo que me gustaría ser. Pero de todas maneras yo creo que todo ser humano puede ser un filósofo si lo quiere, es decir, si usa su capacidad de pensar, de razonar, de entender las cosas y mirar lo que está por detrás de aquello que parece. Todo tiene una fachada y todo tiene el otro lado, y en el fondo filosofar es intentar ver lo que pasa del otro lado. Y para eso no se necesita ser un filósofo, un creador de un sistema de explicación del universo, para intentarlo al menos. Y por eso es que yo digo que cualquiera, todo ser humano es un filósofo, todo ser humano piensa. Y, si no piensa, me parece que sería mejor que pensara.

O.V.: Suele usted afirmar, sin embargo, que la responsabilidad, la tarea del escritor no termina cuando coloca la última palabra o el último punto de una narración o de un texto cualquiera. ¿Cómo ve, a lo largo del tiempo, la responsabilidad del escritor, y si le parece que esa responsabilidad es la misma o es otra en el mundo de hoy?

J.S.: Mire, yo no creo que el escritor, como escritor, tenga una responsabilidad particular por el hecho de que sea un poeta o un dramaturgo o un novelista. La responsabilidad de la que estamos hablando es otra, y es común al novelista, al dramaturgo y al poeta, común a él y a los ciudadanos normales, corrientes, que no son ni poetas ni dramaturgos. Entonces, yo prefiero decir que mi responsabilidad y mi actividad fuera de la acción estrictamente literaria, es la responsabilidad del ciudadano que yo soy. Porque, desde mi punto de vista, no hay modo de separar al autor del ciudadano que es. No es para decir, aquí acaba la responsabilidad del autor y empieza la del ciudadano o al revés, aquí acaba la responsabilidad del ciudadano y empieza la responsabilidad del autor. Es que a donde va uno, el otro está, el otro va. Cuando tú dices que pones el último punto final, qué es lo que pasa, yo diría que no pasa nada, esa obra es un momento de mi vida, es un momento de mi trabajo y responde, digamos, a un determinado momento de mis preocupaciones políticas, sociales, ideológicas, filosóficas, si quieres, para usar esta palabra, y en esa obra se va a reflejar mi postura en relación a ellas. Insisto, no para dar lecciones al lector, sino, sencillamente, para entender en mí mismo por qué. A veces preguntan, ¿y tú por qué escribes?, y García Márquez decía, yo escribo porque quiero que la gente me quiera bien. Bueno, esa es una respuesta como otra cualquiera. Y luego hay otra respuesta mucho más ambiciosa, que uno escribe porque en el fondo no se quiere morir y tienes esa ilusión, esa idea de que con la escritura, con lo que queda, de alguna forma seguirás vivo, por lo menos en la curiosidad y el interés de los lectores. Pero, claro, esto tampoco durará mucho, entonces yo prefiero decir que yo escribo para comprender, sencillamente. Yo escribo para comprender. Y, si me preguntan, bueno y usted escribe un libro, ¿y ha comprendido? Algunas cosas sí, otras no, algunas cosas yo las había entendido de una manera determinada, hoy las entiendo de otra forma, y como no podemos llegar nunca a comprender totalmente esto, y cuando digo esto, es todo, pues cada obra es un intento de acercarse al conocimiento y de alguna forma si la obra intenta contestar algo, lo que ocurre invariablemente es que la obra añade a lo que teníamos que entender su propia parte, es decir, la obra misma que intenta comprender va a complicar lo que se quiere entender porque es una visión determinada que antes no existía y, por tanto, como no existía no se pensaba en ella, pero a la hora de existir, pues encaja en todos los conjuntos de esa maraña, en la red de preguntas que nos rodea y de la que, a la vez, intentaba ser respuesta, acaba por convertirse en otra pregunta.

O.V.: Y si yo le diera una vuelta de tuerca a esto último que me decía, ¿se trataría de comprender qué, de entender qué?

J.S.: Bueno, mire, el preguntar es lo mismo, que es la cosa más difícil que hay, porque a la vez que nosotros sabemos quiénes somos, es muy fácil decir sí, sabemos quiénes somos, tenemos un nombre, hemos nacido en una fecha determinada, tenemos una actividad personal, tenemos ideas políticas, ideológicas y todo eso, nos gusta la carne y nos gusta el pescado, o al revés, y todo eso construye una identidad, una identidad un poco a lo Frankestein, en trocitos, nosotros estamos hechos de trocitos, esa idea de una identidad: YO. ¿Pero quién soy yo? ¿Y cuándo es que yo he sido yo? Porque la vida se alarga y se alarga, y ¿hay un momento en esa vida en la que el yo queda definido para siempre, no hay más cambios?, ¿o la vida es cambio constante? Entonces el yo no existe, yo no puedo decir nada de mí que sea una cosa perentoria, que esté ahí, aquí en bloque, esa piedra, incluso esa piedra está sujeta a romperse, a fragmentarse, todo eso. Esto no es incompatible con la búsqueda de una coherencia personal, y eso en el fondo es la única cosa que nosotros podemos más o menos acercar a la idea de un yo. Si yo soy coherente, pero tampoco se es coherente en todo, no se puede mantener uno en la misma línea, bien, pero en el fondo uno va en la misma línea, tal vez una línea ondulante, la línea recta no existe en la naturaleza y tampoco existe en el ser humano. Por tanto, si tú me preguntas, ¿comprender qué?, te diría en primer lugar: intentar comprenderse a sí mismo en cada momento, no para tener de sí mismo una imagen fija, que se queda ahí, y que tú en cada momento de tu vida digas este soy yo. Puede haber pasado cuarenta años sobre esa imagen, yo no estoy hablando de una foto, hablo de la imagen que tú tienes de ti mismo. Este soy yo. No, no puedes. Puedes decir, este era yo. Hoy no eres así, no porque te salgan unas canas o por esto o por aquello. Es que dentro de ti hay un proceso continuo de cambio. Si tú cambias dentro de lo que más o menos imaginas ser, pues entonces has obtenido una coherencia que te permite identificarte a ti mismo en cada momento. Pero si estamos bien de mente y se vuelve loco, qué es lo que se ha roto allí. Es la misma persona, tiene el mismo nombre, qué es lo que se ha roto.

O.V.: Sin embargo, la identidad es un concepto trabajado a lo largo de su obra, si pienso, por ejemplo…

J.S.: Sí, pero para cuestionarlo. Para cuestionar, no para decir ahora ya lo tengo claro.

O.V.: Por ejemplo, si pienso en Todos los nombres o en El hombre duplicado, asocio ese pensamiento en torno a la identidad, en términos también críticos, en cuanto la identidad del hombre de hoy se pierde en un mundo homogeneizador y homogeneizado. ¿Tienen que ver también esas reflexiones con esa perspectiva?

J.S.: Sí, creo que está bastante claro y no solo en lo que está escrito allí, sino también en la forma; porque, mira, cuando, por ejemplo, en el Ensayo sobre la ceguera no hay nombres, los personajes no tienen nombre, eso no resulta de un capricho del autor, que ha pensado que así sería original. No, es sencillamente la expresión de esa tendencia al anonimato en la que nos estamos convirtiendo, y que tiene distintas expresiones, vamos a ver, los nombres se repiten, me puedo llamar Fulanito, puede tener el nombre que yo tengo, y aun así no somos la misma persona, pero se pueden confundir cuando estamos en un lugar los dos y te llaman por el nombre, tenemos que mirar si te están llamando a ti o si me están llamando a mí, pero si me llaman por el nombre de la tarjeta de crédito, te aseguro que solo uno de nosotros puede contestar, porque lo que realmente identifica hoy, por lo menos, en una cierta parte, digamos, de lo que es el mundo, lo que nos identifica es la tarjeta de crédito, porque eso no se repite, la única cosa que no se repite. En la penúltima de mis novelas escritas, que es el Ensayo sobre la lucidez, y mucho más en la última, que todavía no está publicada y que se llama Las intermitencias de la muerte, incluyo los nombres de las personas no alfabetizadas con letras minúsculas, porque cuando nosotros abrimos un libro y miramos, encontramos que hay una escala gráfica, digamos de valores, los personajes aparecen con su nombre en letra mayúscula y, por tanto, con una identidad, aún no ha dicho nada, no ha hecho nada, pero ya tiene derecho a la mayúscula y por tanto ahí tú sabes que está un personaje, una persona. Pero si la tendencia actual es a que se diluya cada vez más en un espejo de invisibilidad y acabamos, vamos acabando todos, por tornarnos más o menos invisibles, entonces puede que haya otras formas, digamos, de expresar algo como eso, pero yo he elegido una, es decir el nombre no se escribe con mayúscula. El señor Wagner, por ejemplo, si yo hablo de él pues aparece con letra minúscula la inicial y esto, digamos, porque en el fondo, a la vez, yo creo que no se reflexionaría tanto sobre la identidad si la tuviéramos segura, definida, es precisamente porque la identidad se está perdiendo, nos estamos diluyendo, hay algo típico que se nos está yendo de las manos.

Y luego si salimos de la identidad personal y pasamos a la identidad colectiva, eso se complica mucho más, porque cuando se habla, por ejemplo, de la identidad de un pueblo, no se está hablando de nada, porque si eso fuera cierto significaría que la identidad es algo permanente. Pero no, no es así. Entonces yo prefiero sustituir el concepto de identidad por el concepto de generación, generaciones capaces de luchar, de trabajar, de tener proyectos, ideas.

Hablar de la identidad de un pueblo es lo mismo que hablar de la identidad de las nubes, unas veces tienen una forma, otras tienen otra, otra vez están ausentes, otra se deshacen en agua. Es decir, a dónde lleva esto, a un escepticismo radical. No, no, no, aunque a veces dicen que soy no solo un pesimista, sino un escéptico radical. No, es sencillamente mirar el mundo como es, o como a mí me parece que es. Y cómo los hechos, por lo menos si yo no me equivoco en la interpretación de estos hechos, me dan la razón todos los días. Digamos, el mundo existe, en este momento, y siempre, se convirtió en algo impenetrable, incluso impenetrable a la propia reflexión. Es decir, el mundo no se detiene, el mundo, la sociedad mundial, todo eso que ocurre. Nada se detiene. También es cierto que antes tampoco se detenía. No el paso del tiempo que siempre pasa igual, pero los cambios, las transformaciones sociales, eran lentísimos y tú tenías tiempo para llegar a la mitad de la vida estudiando algo que en el fondo no había cambiado mucho. Pues ahora, en veinticuatro horas tú te das cuenta de que el objeto de tu atención, de tu estudio, se convirtió en algo que ya no es, entonces el mundo exige una atención fija, continua y nosotros no tenemos los medios para unir quizá dos ideas, o dos informaciones que a lo mejor aclararían muchas cosas, pero a veces no hay ni la posibilidad, ni el tiempo.

O.V.: Pero yo diría que en su caso se han cumplido dos privilegios para observar ese proceso histórico que, se puede decir así rápidamente, ha sido, incluso, temporalmente, el siglo XX, una larga vida y una perspectiva crítica muy aguda con respecto a esos procesos. No sé si se atrevería a intentar contestarme dónde hallaría claves de cómo el mundo, cómo los procesos históricos, fundamentalmente del capitalismo, han logrado esa situación que me describía usted hace un momento.

J.S.: Bueno, vamos a ver. En el caso concreto –las coordenadas son idénticas para todo el mundo–, en el caso concreto de mi propio país, casi se puede decir que el siglo xix entró en el siglo xx hasta 1950 o algo así. De alguna forma, nosotros hemos vivido ciento cincuenta años en el siglo xix. Y se podría decir lo mismo en relación con el siglo xx, digamos que más o menos haciendo una no coincidencia entre el tiempo que pasa y los hechos que se supone que tendrían que pasar, a la luz de lo que ha ocurrido en este país y en otros. Si tú me haces esa pregunta, no me es fácil contestar fuera de lo que soy, un portugués, porque un inglés o un alemán o un ruso y también un cubano, lo verían de una forma distinta. Pero como de todos modos uno siempre hace ese esfuerzo para comprender lo que pasa alrededor nuestro, yo creo que en este momento no hay muchas ideas que nos permitan no solo entender lo que pasa, cómo imaginar, tener de alguna forma una previsión de lo que puede pasar.

Esencialmente, creo que faltan ideas, faltan ideas nuevas y tenemos la tendencia, porque eso nos tranquiliza, de usar ideas que no es que hayan perdido vigencia, sino que ya no tienen suficiente aplicación sobre los hechos de la actualidad. No es que la actualidad no pueda ser leída a la luz, digamos, de esas ideas, lo que pasa es que las ideas están ahí, pero de alguna forma han perdido en gran parte su capacidad transformadora. Están ahí como construcciones mentales que aplicadas a un tiempo podrían dar una idea justa, precisa, de lo que pasaba entonces, pero ahora hay una incoincidencia entre lo que esas ideas descifraban en la realidad de entonces, no digo que hay una incoincidencia total, pero hay una incoincidencia en relación con la realidad. Y nosotros no hemos generado ideas nuevas, ya ahora hablo sobre todo de la izquierda, porque, como a veces digo, la derecha para gobernar no necesita ideas, no las tiene, solo la confundiría, mientras que la izquierda para gobernar, para hacer lo que quiera, lo que sea, necesita ideas y no las tenemos, en la izquierda se multiplican lo que yo llamo las operaciones de cosmética, donde cualquiera está diciendo, mira, mira, seguimos siendo izquierda, pero ya no lo somos como éramos antes, somos como hay que ser ahora y ser izquierda, ahora, acaba con no saber en qué consiste. Como sabemos, todos dicen que hay que hacer una política de centro y es algo sencillo, porque en el centro están los votos que quieren captarse, nada más. De alguna forma yo creo que estamos cruzando un cerco, en lo que tiene que ver con las ideas.

Estamos masticando y remasticando ideas, muchas de ellas generosas, capaces de transformar el mundo desde entonces, pero que ahora no se presentan con mucha capacidad. Y porque se ha introducido en nuestras mentes esa idea nueva de que si no consumes no eres nada, si no consumes tú, no eres nadie. Y eres tanto más, cuanto más eres capaz de consumir. A partir del momento en que el ser humano se mira a sí mismo como un consumidor, todas, todas sus capacidades disminuyen, porque todas van a ser puestas al servicio de una mayor posibilidad de consumir. Esto es igual en todo el mundo. Aquí a lo mejor no lo notáis tanto, pero esta es la característica. Eso es lo que me ha llevado a escribir una novela que todavía no está publicada aquí, que se llama La caverna, y cuyo protagonista central es un shopping center. Yo te recuerdo un hecho: una mujer hace unos años, en España, dejó como expresión de su última voluntad que sus cenizas fueran esparcidas en un centro comercial, en un shopping center porque, según ella, allí es donde había vivido las horas más felices de su vida. Cuando un ser humano, cuando la alienación, la enajenación de un ser humano puede llegar a considerar que dentro de un centro comercial se han vivido las horas más felices de una vida humana, ¿a dónde hemos llegado, no? ¿A dónde estamos siendo todos empujados por la televisión? Acabaremos viviendo todos dentro de un shopping center.

O.V.: No, eso es lo que dice en La caverna. Considero que podríamos hablar, por separado, de tres novelas suyas, las últimas, que cada una es una metáfora o una penetración del mundo en que vivimos, con respecto a los mismos problemas, pero centrándolo en uno más que en otro. Ensayo sobre la ceguera yo pensaría que es una metáfora sobre la sinrazón humana actual; La caverna, sobre el mercado y Ensayo sobre la lucidez, sobre el mito de la democracia. Le propongo hablar de cada una de ellas, repito, por separado. Lo podríamos hacer en su orden. En Ensayo sobre la ceguera, en esa ciudad, excepto una mujer, todos quedan sin la posibilidad de ver, como decía es una metáfora sobre la condición irracional o la sinrazón de este planeta de hoy. ¿Por qué?

J.S.: Hombre, digamos, la vida está organizada toda ella, no exclusivamente, claro, pero está organizada toda ella en función del sentido de la visión. Todo, todo está hecho, en gran parte, porque los otros sentidos tienen su lugar, el oído y todo eso, pero fundamentalmente la vida está organizada en función de que podemos ver, esto es lo obvio, y algo no tan obvio, aunque fácilmente demostrable, se supone que la vida está organizada en función del hecho de que somos seres racionales. Y eso no significa que todo lo que hacemos sea racional, o sea, razonable. Pero, bueno, sin la razón el mundo no sería lo que es, si siguiéramos siendo monos, aunque un poquito evolucionados, no pasaría nada, no estaríamos aquí con esa cámara, nada de eso. Lo que pasa es que la pérdida de la visión en Ensayo sobre la ceguera, como has dicho, es una metáfora. No vale la pena discutir si las personas están o no están ciegas, sencillamente ellas no pudieron ver, no pudieron ver ahora, pero puedo decir que no están más ciegas ahora de lo que estábamos antes; la posibilidad de comprender el mundo en que estábamos viviendo, queda reducida, muy reducida, por una cantidad de motivos conocidos, por el modo como está organizada la sociedad, los medios de información, todo, todo nos lleva a una visión deformada o por lo menos incompleta de la realidad, que por otra parte no tiene una sola imagen.

Entonces cuando pierden la visión, en el fondo, aunque no lo digo, pero por todo lo que hacen, la conclusión es obviamente esa: que esa racionalidad que nos había llevado a vivir en una ciudad organizada como normalmente se organizan las sociedades humanas hoy, era a la vez producto de la razón y de la sinrazón, y eso es el retrato mismo de la sociedad en que vivimos. Aparentemente organizada porque somos seres racionales, conocemos lo que conviene, lo que no conviene y todo eso. Parece que eso sería suficiente para una vida equilibrada, digamos. No quiero ahora, digamos, hablar de palabras mayores, como fraternidad, solidaridad, todas esas cosas que son muy hermosas, pero si estamos hablando de esto, es mejor no confundir las cosas. Lo que pasa en Ensayo sobre la ceguera, en el fondo, es una experiencia debida no a la casualidad. Posiblemente ocurrió que en un momento determinado todo el mundo se volvió ciego, se puede decir que ya lo estaban, pero ahora van a vivir en directo, por decirlo así, la experiencia de no entender, de no ver y preguntarse a sí mismos cómo es que hemos llegado a esto. Resultado: como yo no soy el escritor que todo lo termina con una moraleja, con una experiencia para el mundo, la única cosa que está allí es que cuando la mujer del médico al final recupera la visión, y mira al cielo y lo ve blanco y piensa que después, justo cuando todos están recuperando la visión, ella la va a perder, baja los ojos y la última frase de la novela es que la ciudad todavía estaba allí. Es decir, es como si la ciudad les estuviera preguntando: ¿habéis aprendido con la lección?, ¿vamos a repetir lo mismo, infinitamente?, ¿somos incapaces, en el fondo, somos incapaces de vivir juntos? Porque lo más importante es que el ser humano es un animal gregario, tenemos que vivir juntos, pero no hemos aprendido a vivir juntos, por un lado no podemos vivir si no vivimos juntos, y por otro lado no sabemos cómo vivir juntos. En el fondo, un trazo así muy general, aunque no será explícito, pero es lo que Ensayo sobre la ceguera quiere decir. Si lo ha logrado, ya es otra cosa.

O.V.: Sin duda lo logró, muy en profundidad. Siguiendo esa misma perspectiva, la idea de La caverna sería que esa caverna platónica que se va a descubrir bajo el gran shopping center, querría decir que de la escisión propuesta por Platón entre alma y cuerpo, este mundo de hoy ha promovido la complacencia en uno de los dos sentidos, en una de las dos vías de ese hombre cortado por el hacha platónica.

J.S.: Para la metáfora de La caverna, Platón solo me ha servido, objetivamente; no es que yo no sepa qué es lo que ha pretendido realmente Platón con esa metáfora, pero a mí me sirvió el hecho concreto, con independencia de qué es la realidad, la realidad exterior, esto o aquello. Apartándome de todo eso, a mí lo que me interesó fue una coincidencia extraña o no tan extraña –por lo menos Platón no podía haber pensado en ella–, que es la importancia de la imagen en nuestra civilización. Lo que Platón dice es que esas personas que estaban allí confundieron las sombras que pasaban al fondo de la caverna con la realidad, creían que esa era la única realidad; en el caso de mi novela, cuando se encuentra, cuando se descubre que debajo del shopping center está la caverna de Platón, esa caverna que Platón imaginó con las personas sentadas, atadas, mirando la pared del fondo, donde normalmente ya no estaban pasando imágenes, es muy similar, se parece mucho a la situación en que nos encontramos delante de la pantalla de un televisor, es igual, con la diferencia de que –son siempre complicadas las cosas–, la imagen de la televisión tiene una función doble, la primera función es, aparentemente, enseñarte algo, pero la segunda función es ocultar lo que te ha enseñado. La misma imagen que está diciendo, mira lo que ocurrió, tú lo recibes nada más que como un mensaje, pero esa imagen que muestra la realidad también la borra, la diluye, por el hecho de que inmediatamente te pondrá una otra imagen que no tenga nada que ver con aquella, que te agrede en el sentido de que tú quisieras seguir tú mismo reflexionando o pensando, o simplemente sintiendo la emoción, lo que sea, que esa primera imagen en el teatro no te permita ni la ilusión ni la reflexión, porque te la tiran inmediatamente con otra imagen que no tiene nada que ver, que muchísimas veces es su contrario y tú eres bombardeado a lo largo de un día por una casi infinita secuencia de imágenes y, al final de tu día, no sabes qué es lo que has visto, es decir la misma imagen que te enseña la realidad borra la realidad, porque todo se convierte en imagen, en imágenes que se van anulando unas a las otras. Eso es lo que yo pretendo.

Cuando yo hace un rato dije que acabaríamos viviendo todos en un shopping center, yo no tengo ninguna duda de ello, no tengo ninguna duda. Mira, el shopping center es hoy el único lugar seguro que hay en la Tierra, limpio, iluminado, odorífero, todo lo que está allí es hermoso, agradable, te invita, estás en el paraíso, sencillamente. El shopping center es la imagen del paraíso, aunque tú no puedas comprar nada porque no tienes dinero, a ellos les da igual, lo importante es que tú entres, porque si hoy no tienes, mañana tendrás quizá y algo acabarás comprando. Aquí en el mundo, plagado de enormes shopping center, porque date cuenta en el fondo que no hay una diferencia, no existe una gran diferencia entre un shopping center y una calle con comercios de esto y de lo otro, porque en un lugar se compra y en el otro también se compra, pero hay una diferencia total: mientras que en la calle tú eres una persona entre tantas otras, en el shopping center cada uno de los que se encuentra allí solo se mira a sí mismo, los que pasan, los que compran no tienen nada que ver con él, porque las reglas cambiaron, es el mundo del individualismo total. Entonces fuera del shopping center está todo, la violencia, la basura, todo, la contaminación, y dentro, el aire filtrado, la tranquilidad, la seguridad casi invisible pero presente, si a alguien se le ocurre robar, se lo llevan con la misma sutileza con que se llevan un cadáver de un hotel, nadie se da cuenta nunca que salió el cadáver de un huésped y que se murió, desaparece sin que te des cuenta. Es un mundo que se rige por otra razón, pero también por algunas otras razones que podemos entender como cómicas, grotescas, hay mucho de grotesco en el mundo de hoy. Umberto Eco decía, y yo estoy muy de acuerdo con él, que vendrá un ser humano nuevo, que tendrá muy poco que ver con nosotros por su mentalidad, sobre todo, luego por todo lo que se supone que vendrá seguramente, seres que están hechos por ingeniería genética, pero sobre todo por la mentalidad, porque, y esto lo digo yo –no recuerdo que Eco lo haya dicho–, nosotros somos los últimos descendientes de la Revolución Francesa, de la Enciclopedia, del Iluminismo, hemos intentado desde entonces, en poco más de dos siglos y hemos fracasado –porque a esta altura hemos fracasado–, construir un mundo sobre la razón, que no excluya las emociones, los sentimientos, pero que esté fundamentalmente asentado en la razón, y hemos fracasado.

O.V.: José, y sin ese mundo dominado por el shopping center, que no es solo una proyección, en buena medida es ya un mundo real, esa otra novela, la última conocida suya, que es Ensayo sobre la lucidez, de alguna manera propone una particular protesta contra el mito de la democracia. En Ensayo sobre la lucidez frente a unas elecciones en las que –como apuntaba ahorita– izquierda y derecha se juntan en el centro, la gente decide votar en blanco. ¿Le parecería esa la solución?

J.S.: Bueno, si yo tuviera realmente una solución y si pudiera convencer a la gente, a toda la gente, o a una mayoría, de que mi solución es la buena, pues yo entraría en la historia, tendrían que inventar otro Premio Nobel, no de Literatura, no sé de qué. Mira, para mí lo tengo muy claro, es decir esa protesta, yo en la novela casi la llamo rebelión, pero una rebelión distinta, no hay una célula organizadora, no hay un aparato, no hay agentes, no hay consignas, no hay nada de lo que normalmente se supone indispensable en un movimiento, en un gran movimiento de masas. Definitivamente, la gente un día, llamada a votar, y sin ponerse de acuerdo, como si simultáneamente estuviera harta de lo que había pasado hasta entonces, durante generaciones, va y vota en una primera votación setenta y no sé cuánto por ciento de los votos en blanco, y en la segunda votación aparece un ochenta y tres por ciento en blanco. En todos los países esto lo reconocen, el voto en blanco, se toma como un voto nulo, incluso en el caso de que haya un grupo que defienda el voto en blanco, se considera fuera de partido, se toma como algo un poco caprichoso por parte de los electores, en una palabra no se toma en serio, pero no se toma en serio porque normalmente es un uno por ciento, un dos por ciento de votos en blanco, y bueno ya está. Pero si mañana llegara en Europa al ochenta y tres por ciento de mi ficción, si mañana aparece el quince o el veinte por ciento de votos en blanco, el sistema no tendrá más remedio que cambiar, porque sería una revolución, una auténtica revolución. Porque el sistema llamado democrático tiene una dependencia directa del voto, sin voto no hay realmente sistema democrático, será otra cosa, pero si mañana me encuentro con un porcentaje alto, relativamente alto, todo el sistema democrático queda puesto en tela de juicio, porque el voto en blanco no es una abstención. Para la abstención hay cantidad de explicaciones, está lloviendo y la gente no salió a votar porque estaba lloviendo, o no estaba lloviendo y la gente se fue a la playa, estamos hartos de escuchar explicaciones, que los políticos las tienen todas, y las usan según los momentos y las circunstancias. Para el voto en blanco no hay ninguna justificación que no sea la única: que la gente salió para ir a votar, ha ido a votar y ha dicho, sin palabras, esto no me sirve, esto no me gusta. Punto, nada más.

El problema central de nuestro tiempo es el problema de la democracia, en el sentido muy claro, rotundo, de que esta democracia no es una democracia, porque los ciudadanos no pueden hacer más que quitar un gobierno y poner otro en su lugar, no pueden realmente influir en lo que influye verdaderamente en sus vidas, que es el poder económico, las instituciones que determinan nuestras vidas como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y todo eso, que no son instituciones democráticas porque no las hemos votado, vivimos en una situación casi esquizofrénica. Tenemos una participación democrática en la vida del país, que consiste en votar, en quitar un gobierno y poner otro, y todo se queda ahí y lo que es absurdo es que el ciudadano no puede llegar a los auténticos centros de poder, porque los gobiernos se transformaron todos en comisarios políticos del poder económico. Si esto no encuentra una solución, si la democracia no tiene ningún instrumento para controlar el poder económico, sus abusos y sus crímenes, por qué tenemos que seguir llamando a esto una democracia, es una plutocracia, gobierno de los ricos y que tiene a su servicio todo, incluso a los gobiernos. Bush es un títere, no es más que un títere y la equivocación está –y todo se hace para que aceptemos esa falsa conclusión–, en pensar que el poder lo tiene el pueblo y que el fin del mundo está en manos del señor Bush. Pero no está, al señor Bush le dicen lo que tiene que hacer en cada momento y no es la Condolezza Rice, tampoco es el señor Cheney, es mucho más, mucho más arriba. Entonces, somos manipulados, somos engañados todos los días y seguimos como corderitos inocentes hablando de democracia como si fuera una realidad, en las instituciones sí, no tengo duda, están ahí, tribunal, parlamento, todo eso, pero tenemos que preguntarnos para qué sirve eso.

O.V.: José, por último, en su obra hay una gran reflexión sobre el lenguaje, sobre el lenguaje mismo, en primera instancia, literario, pero lo asocio ahora a que su justísimo Premio Nobel del 98 le catapultó definitivamente a ser una figura mediática, que es escuchada en el mundo. Desde esa perspectiva, digamos, ética o moral, ¿cómo usa ese poder que tiene en las manos?

J.S.: Mira, entre un señor que estaba en el mundo antes del Premio Nobel, yo, y el señor que sigue afortunadamente, que está en el mundo después del Premio Nobel, no hay ninguna diferencia, ninguna diferencia. Que me hayan convertido a mí en personaje mediático, yo para eso no he hecho nada. Y cuando digo que no hay ninguna diferencia, es que en el fondo lo que yo estaba haciendo y estaba diciendo antes era mutatis mutandis, es lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo ahora. Lo que pasa es obvio, ¿no? Si tú estás diciendo algo que llega a algunas personas que están más cercanas o un medio que tiene una cierta difusión, pues es así y tienes que contentarte, que darte por satisfecho. Pero si llega un día en que te conviertes en Premio Nobel y, a partir de ahí, no solo es el hecho de que te conviertas en Premio Nobel, porque hay Premios Nobel, escritores importantísimos de los que no se habla, y no se habla de ellos porque no participan, no intervienen, pero algunos sí, algunos sí, efectivamente. Estoy pensando ahora, por ejemplo, digamos en Soyinka, por ejemplo, y hay otros, pero eso ocurre porque antes tampoco intervenían y no era por el hecho de que le habían atribuido el Premio Nobel, y decían, ahora hay que cambiar, no, van a seguir igual. No quiere decir que por el hecho del Nobel uno pueda decir una tontería, la más rematada tontería del mundo, yo, por ejemplo, y que dé la vuelta al mundo en diez segundos, ya está, se acabó, todo el mundo sabe que el señor José Saramago ha dicho una tontería, pero a veces algunas cosas que dice no son tonterías o por lo menos piensa que no lo son. Y esa es la diferencia. No es por el Nobel, el Nobel no torna activista a una persona que, por temperamento, o por lo que sea, no nació para eso. Tú no podías pedir a Fernando Pessoa, por ejemplo, suponiendo que le daban el Nobel, que se transformara en el apóstol de esto o de aquello. No, seguiría siendo él, seguiría siendo así con su Ricardo Reis, con su Alberto Caeiro, todo ese mundo que había creado. Ahora, en el caso mío, si yo intervenía antes, si yo he participado en Portugal en la vida política y en la clandestinidad, si soy, todavía sigo siendo, militante de un partido revolucionario, qué es lo que no podía ocurrir, que gane el Premio Nobel y yo, por prudencia, diga el pasado, pasado está y ahora tranquilo, no, no valía la pena. Y no es por decir que no quiero avergonzarme de mí mismo, es que sencillamente no puedo. Es decir, la lluvia cae porque no tiene otro remedio, la lluvia no sube, cae, no tiene otro remedio. Uno es como es, aunque vuelvo a decir esto, plantearía el problema de la identidad, si uno se reconoce en esos cambios, en esa línea ondulante que es la vida. Si uno reconoce en sí mismo una coherencia, pues eso es como un bastón en el que puedes apoyarte hasta que no tengas más remedio, porque ya no tienes más fuerza que dejar caer el bastón e irte al otro barrio.

O.V.: Yo creo que hay que agradecerle a José Saramago haber usado ese poder en favor de las causas más justas de este mundo que tanto le preocupa. Muchas gracias por esta entrevista, por haber conversado con nosotros.



Julio de 2005



JOSÉ SARAMAGO (Portugal, 1922).
Escritor. Premio Nobel de Literatura 1998. Militante del Partido Comunista de Portugal. Entre sus obras se encuentran, entre otras: Memorial del Convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), El evangelio según Jesucristo (1991), Ensayo sobre la ceguera (1995).

OMAR VALIÑO (Santa Clara, Cuba, 1968).
Crítico teatral y ensayista. Ha publicado los libros La aventura del Escambray (1993, Premio Pinos Nuevos), Notas sobre teatro y sociedad (1994) y Trazados en el agua. Un mapa del archipiélago teatral cubano de los 90 (1999). Recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural en 1998.

viernes, 26 de marzo de 2010

Tiempo de luchas y solidaridad

Tiempo de luchas y solidaridad


Tal parece que los tiempos 
que para muchos pudieron justificar la complacencia, 
han llegado a su fin.  
Las cosas pintan muy feo cada día. 
Nadie sobrevive a estas agresiones sólo, 
enfrentándolas de manera aislada. 
Es necesario fortalecer los instrumentos de solidaridad y de grupo, antes de que se haga tarde y sea todo luto y lamento.

Un detalle interesante y fundamental 
del famoso "Día antes" de Juan Antonio Corretjer, 
ese hermosísimo poema que contempla la recreación del mundo desde el punto de vista de lo que parecen dioses míticos 
al modo de los grecorromanos, con aquello de

"Jugábamos a recrear el mundo.

Hacíamos pichinchas, illimanis, aconcaguas,
paranás, moctezumas, incas, caupolicanes...
"



 


es el paraíso que se pierde, 
otra vez, según apunta, 
por un colectivo no identificado que nos lo roba y, 
de ese modo, sugiere su identidad. 

Mas lo que en verdad asombra del poema es 
que, tras observar que a ese paraíso creado por los dioses 
le "falta su habitante verdadero", 
exhorta a defenderlo y a recrearlo en el "combate" y la "guerra" 
que son, simultáneamente, espanto y gloria. 
El paraíso verdadero, pues, 
no será el que construyan dioses, 
sino el que construirán los que luchan.

Todo lo que vale es, de hecho, 
fruto del amor y de la solidaridad.

EXÉGESIS publicó recientemente el poema 
en una separata, ilustrado por Ángel Vega. 
Llegó el momento de ponerlo ante nuestra vista cada día.

Marcos 
Reyes 
Dávila

jueves, 25 de marzo de 2010

Eternidades

ETERNIDADES
                   (Eternidades. Juan Ramón Jiménez)


Martí en la arena

Dije en un instante eterno
Yo soy un hombre sincero

Mas soy en verdad
como la arena de un desierto
capturado en un reló de arena


 

Eternidades
         (Jorge Manrique)

Nuestras vidas
son arenas
suspendidas
al azar.
Son como un mosaico
de la eternidad.
  

 

Sueños

No está todo
en la semilla que reposa

en la mano.
La semilla
sueña con el árbol.

  

Como los árboles

Como los árboles:
raíces profundas
y alto el follaje!



 


Viento

Vivo en el viento
Todo fluye
y pasa de largo


 

En las arterias del sueño

En las arterias del sueño
una oleada de pájaros
se desliza en el deseo.

Levanto la mano izquierda,

alto
el puño como una bandera
Es un corazón que vuela


 

Claroscuro

Sé que fuiste luz
Tu legado
es la sombra.



 
Quizás

Quizás ya sea hora
de apagar el sol
sobre la playa.


Marcos
Reyes 
Dávila

viernes, 19 de marzo de 2010

Yo acuso a España


Yo acuso a España:
camisa blanca ensangrentada

                       

    Confieso que me sorprendió la noticia, publicada en El País, que daba cuenta de que Víctor Manuel y Ana Belén se sumaban a la lista encabezada por Mario Vargas Llosa que suscribió una proclama titulada “Yo acuso al gobierno de Cuba” de violar los derechos humanos. Desde hace más de 35 años admiro la carrera musical de Víctor Manuel, y desde hace mucho sigo también la de Ana Belén. El talento artístico y el entendimiento político no tienen que ser parejos, como ocurre en este caso. Y me apena. No me gustaría verme al lado de Vargas. Ni me gusta verme obligado a ripostar con el desagradable título de estas líneas que se expresan con la intención de que se vea lo desagradable --insisto--, injusto y falso de esas maneras. Pues, ¿cómo puede nadie en su sano juicio pretender que Cuba se gobierne y en Cuba se viva como en España? ¡Ay, Martí de "Nuestra América", cuán poco te han oído algunos!
      La acusación sobre la violación de los derechos humanos en Cuba se hace muchas veces
obviando factores de vital consideración, como lo es, por ejemplo, el carácter revolucionario del
gobierno cubano. ¿Terminó la revolución en Cuba? ¿Terminó acaso el día que las fuerzas
rebeldes derrocaron a Batista y entraron en La Habana? ¿Terminó acaso el día que Fidel Castro
asumió el poder político? ¿Terminó
acaso el día que se declaró el carácter socialista de la
revolución? No: la revolución empezaba entonces.
      La revolución tenía como objetivos fundamentales la defensa los derechos nacionales del pueblo de Cuba de la explotación y el domino norteamericano, y la defensa, además, de los derechos de los trabajadores y campesinos de la explotación capitalista.  Toda la gesta bicentenaria por la independencia de Nuestra América da cuenta del primer objetivo: defender los derechos nacionales de nuestrospueblos. Defender los derechos de los trabajadores y de los campesinos dependió de una nueva visión política capaz de entender el engaño oculto detrás de la “igualdad” que proclamaron las revoluciones francesa y estadounidense. La “igualdad” allí no incluía a los esclavos, ni a los indios americanos, ni a los pobres, ni a las mujeres. La burguesía logró el poder en ambas revoluciones, y procedió a la explotación de los trabajadores en todo el planeta. Fue necesario esperar por Lenin para que el proletariado y el campesinado tuvieran por fin la oportunidad de proclamar una igualdad verdadera. Sabemos que ese intento fracasó. Pero el principio sigue siendo válido y deseable.     
      La revolución cubana se desarrolló a pocas millas del imperio que la bloquea, y se planteó, como en su momento le ocurrió a la Revolución Rusa, la posibilidad de desarrollarla en un solo país, esto es, en una situación de aislamiento, sin el apoyo industrial de países con previo desarrollo capitalista. Esa situación se le manifiestó plenamente a Cuba tras la caída del bloque soviético, pero el bloqueo occidental y la agresión perpetua eran hechos patentes desde el comienzo mismo de la revolución. Por esa razón pudo Cuba ser aislada de la comunidad latinoamericana a la que pertenecía por derecho propio.
       La Revolución Cubana ha logrado permanecer por medio siglo a pesar de las infinitas agresiones del imperio y de sus aliados. Entre esos aliados están, de manera destacada y protagónica, los países europeos que  forjaron su riqueza en la colonización y explotación del planeta al calor de imperios de mayor y de menor envergadura. Pena particular da España, “madre” de veinte países del hemisferio americano, y en la que siempre prevaleció, ya fuera bajo Franco, bajo la derecha
política, o el socialismo “light”, el guille imperial a la relación filial. A nadie debe extrañarle el
caso, por más que duela. Porque el imperialismo no duerme: todo lo compra, todo lo corrompe o
todo lo aplasta. Cuba vive en una situación constante de “guerra fría”. Si Cuba baja la guardia,
¿tendrá una oportunidad en un millón de escapar al destino de Manuel Zelaya en Honduras? Si
Cuba se abre a lo que ellos llaman libertad de prensa, ¿tendrá alguna oportunidad de escapar del monopolio de las multinacionales de la comunicación, defensoras del
neocapitalismo? ¿Ignora alguien que la prensa, la televisión, o las noticias, son industrias como, desgraciadamente, y en abierta violación a los derechos humanos, es también industria el negocio de la salud en el mundo capitalista?
    Ahora defienden, contra el gobierno de Cuba, a un grupo de esposas de presos arrestados
por conspirar contra el estado y en favor del imperialismo norteamericano. Defienden contra
Cuba, pero no hablan de los cinco cubanos presos en Estados Unidos por denunciar ante las
autoridades la conspiración terrorista contra Cuba que se organizaba en suelo norteamericano.
Tampoco hablan de la tortura y la violación de todos los derechos humanos, todos, cometidos contra los detenidos en la base de Guantánamo por parte de las autoridades norteamericanas, en algunos casos por meras sospechas o por denuncias anónimas hechas por desconocidos.
    ¿Cómo podrá compararse, me pregunto, a un señor en huelga de hambre y a unas señoras
vestidas de blanco por los yanquis, con la labor revolucionaria desarrollada por medio siglo en
Cuba? Porque la aportación de los Castro y de la pequeña Cuba es gigantesca en la historia de la
humanidad. Nadie puede ignorar la singularidad extraordinaria del caso cubano en el siglo XX y
la manera como esta pequeña antilla, sin grandes recursos económicos, ha impactado sin
embargo la vida y el destino de millones de seres humanos en decenas de países y en varios
continentes. Nadie puede ignorar ese millón de manifestantes que una y otra vez convoca la
revolución en su apoyo y que desfila por el malecón, cara a cara, ante los Castro. Yo lo vi con mis ojos en el 2005.

Prensa de hoy:

Exportan equipo para electrocutar y torturar

04:32 p.m. Fábricas en Europa venden los artículos a países como Venezuela y México...

    Seguir hoy en día a la Yoani fabricada por los medios en el extranjero, a las diez señoras
en camisas blancas, a los presos en huelga de hambre, a Mario Vargas Llosa, a El País, es una
vergüenza, comparable a elogiar a Israel, un estado nazi y terrorista. Nada es más evidentemente propaganda mediática orquestada que ese asunto de las "damas de blanco". Quizás sólo lo supere, como propaganda política el burdo y desagradable "Yo acuso a Cuba" que orquesta el imperio desde medios burgueses como El País. Precisamente hoy, como para fortalecer mi argumento, acaba de hacerse pública la noticia de que "alrededor de 150 empresas europeas, con base en países como España, Italia, Francia, Alemania, Hungría y la República Checa, fabrican y venden instrumentos de tortura".  España tiene raíces que parecieran fascistas y que van mucho más allá de la guerra civil y del franquismo. Allá, perdido entre los eventos de fines del siglo XV con la creación de la Santa Inquisición y la conquista y colonización de América, está la persecución de judíos, de musulmanes y de indios americanos que vieron arder sus centros ceremoniales, sus códices y sus ciudades producto de la intolerancia del celo religioso y del ejercicio crudo de un poder rapaz. A Puerto Rico, España lo abandonó a su suerte en el 1898, y lo sigue abandonando hoy. A Irak lo atacó argumentando mentiras y contra la voluntad manifiesta del pueblo español.
    ¿Cuántos millones de vidas tienen en su cuenta tus gobiernos, España?  Tu camisa blanca debe estar manchada de sangre. No lo olvides antes de condenar –¡otra vez!–  a Cuba, hermana nuestra.


Comparemos a Cuba con Estados Unidos. ¿Les parece?

Tómese la siguiente nota de prensa a modo de ejemplo:

Familias de presos de Guantánamo quieren la verdad sobre “suicidios”
WASHINGTON, 18 de marzo.— Las familias de dos hombres muertos en el 2006 en la prisión de la ilegal Base Naval de Guantánamo —en lo que el Ejército estadounidense presentó como suicidios— pidieron a la justicia que reconsidere su demanda a la luz de nuevos testimonios de militares, que estaban allí cuando ocurrieron los hechos, constató la AFP este jueves.
En su solicitud al tribunal federal de Washington, una copia de la cual obtuvo la agencia de prensa francesa, los familiares afirman que se descubrieron "hechos excepcionales y desconcertantes" en relación con las muertes de sus hijos Yasser al-Zahrani (saudita, de 22 años) y Salah al-Salami (yemenita, de 33 años).
Su demanda se basa en las declaraciones de cuatro militares, entre ellos uno de alto rango, Joe Hickman, quien estaba de guardia en el mirador del campo de detención, donde se encontraban las celdas de los dos hombres la noche del 9 al 10 de junio del 2006.
Hickman narró que había visto el traslado de tres hombres desde sus celdas a otro campo, y luego vio cómo regresaba el furgón que descargó algo directamente en la enfermería.
Cuando tres minutos más tarde el campo se encontraba en plena efervescencia, Joe Hickman pidió los detalles de lo ocurrido a uno de los enfermeros, y este respondió, según él, que "tres prisioneros habían sido llevados a la enfermería, ya muertos por as-fixia, porque tenían trapos metidos a la fuerza en sus gargantas". Uno de ellos presentaba marcas de golpes.


O miremos lo que dice la prensa española un par de días después:

"Como cada domingo desde hace siete años, las Damas asistieron primero a una misa en la iglesia de Santa Rita, en el barrio habanero de Miramar. Diplomáticos de una decena de países, incluidos Alemania, Suecia, Italia, Reino Unido, República Checa, Polonia, Hungría, EE UU y el consejero político de la embajada española, Carlos Pérez-Desoy, estuvieron en el oficio religioso, aunque no acompañaron a las mujeres en su marcha posterior por la Quinta Avenida"...

¡Ah, Dios mío! ¡Qué transparente eres!
Marcos
Reyes 
Dávila

miércoles, 17 de marzo de 2010


En la tumba de 
Eugenio María de Hostos
                             
                             

                              




A José Ferrer Canales
         
                                      Los momentos pasan; pasan por ellos los hombres; 
pero siempre llega el día de la victoria para la justicia. 
Que no lo vea el que por  ella ha sucumbido, eso ¿qué importa? 
El fin no es gozar de ese día radiante; 
el fin es contribuir  a que llegue el día.   
E.M. de Hostos




1. Por encima del ciclón, tu nombre ronco
 

    Para verte bahía,
océano,
yunque de sol;
para verte coronaria incandescente, formidable farallón contra toda ventisca y torbellino turbión, me interné por las antiguas galerías de la pena,
retorné al inagotable arrecife de tu huella,
te busqué en los arenales de Quisqueya.
Y más acá de Mayagüez, donde trepan tantos riachuelos y poco a poco se puebla un mundo de troncos sufrientes, hojas caídas, temblor de cielos...
Este es el Otoao.
A millares de días de tus días resuena aún en la región caribe
tu nombre ronco
como un campanar de quejas y enjutas esperanzas,
una oda,
un llamado,
un residuo prolongar romances viejos.
    Te he sentido vagar por estos rumbos.
Tus ojos,
de ascua azul,
escondieron sus aguas
por el corazón de cueva de estas tierras cuando se irguió el ciclón que te abatiera, el mismo ciclón rival que te espiara al nacer, el mismo ciclón cerrero que te antagonizara el vivir,
el mismo ciclón...             

2. Los preteridos
 

    Estoy en la tierra madre
de tu patria esfuerzo.
Y este mar embravecido que circunda no está aquí, ni su furia distingue ni separa esta tierra de la otra.
Uno es el ciclón que las advierte y las revierte,
y uno es el amor que las pretende y las enciende.
    Dígame Martí;
        Betances, usted;
    diga Luperón.
Nómbrenme este mar --caribe mar-- de las Antillas.
Desde Ayacucho, tronar anunciador del fin de un exterminio,
la historia de los huasos y los quechuas,
la historia de los gauchos y los indios,
dejó sobre el tejado la negrada mambí,
los preteridos.
Ellos me dicen que, por estos caminos de tierra quemada y estéril,
claréase un cementerio.
Y ellos, ellos,
los que mejor conocen tus restos,
ahora me dicen que pregunte por ti
a los sepultureros.


3. De sueños aterrados
 

    Hostos!   ¡Hostos!
Quien pregunta por ti,
¿por quién pregunta?
El antillano, nos dijiste, es un hombre malogrado.
Busquémosle entre los huesos ya tostados
la sonrisa de café.
¿Cuál sonríe mejor? ¿Cuál sonríe?
Miro hacia allá, y acá.
La patria se te escurre casi arenas, como antes,
mucho antes,
te desterró la tierra.
¿No ha sido todo un errar, una traición,
un sol tronchado?
Y ese siempre sibilino silbo del tiburón procaz,
el águila temible,
ora buitre de oro, ora rapiña de sal.
Nunca dolió más cronometrar su mundo enfermo.
Nunca fue más inconmovible la charca.
Nunca más estúpido y brutal su clínico recuento.
    Sudario colonial --decías.
      Vivir es un naufragio --diremos.
Y mordidos,
y arrugados, y ciegos,
mendigando penurias, enmudeciendo por cálculos.
Más allá, caracoles fueran con la casa a cuestas. Una oscura y obtusa vecindad. Un desahuciar. Un desterrar. Un enterrar de sueños aterrados por imperios cosmonautas.
Que ya le ponen sitio a Villanueva --más allá de la muerte la persiguen --en Villa sin miedo. Que ya nos desocupan de los sueldos. Que guillotinan la Universidad descabezados.
Y encarcelan el pan,
la tierra, la libertad, aquellos que se alegran diariamente
de tener una patria que vender. Y todo es cercenar, todo es enturbiar o legislar la ley o la ceniza, el fraude o el derecho.
Y como irnos de asombro
en los puños van callando los índices,
van cayendo,
va quedando sola la queja negra haití
                             haití  haití  haití
como un tronar lejano.
Haití que fuera el sueño primero de un mundo nuestro,
la bicentenaria ilusión de un sol mulato que abrigara nuestros pueblos trigueños, la ímproba constancia de aquellos sueños chimborazos, sueños de Ayacucho, que se forjan del dolor
e inopinadamente se disipan en las garras de unas alambradas.
¡Qué Haití, Haití, Haití,
en Puerto Rico.
¡Y Puerto Rico tieso,
escarnecido!


4. ¿Dónde, Hostos? ¿Cuándo?
 

    Hostos...          
Para esos negros remordidos
por ese monstruoso cuco blanco en el Caribe,
para los jornaleros timados, los hombres perseguidos de todos nuestros países, fue la voz de antillano de tu deber de iluso,
tu sangre forjadora,
tu fuego saneador.
Hostos. ¡Hostos! ¿En dónde donde,
dónde estás?
¿Dónde allá se confederan los quebrantos?
¿Dónde quiebra Quisqueya su dolor tan suyo, su dolor tan nuestro?
Tras tu largo predicar peregrinante llegaste, ya encanecido, llevando dentro, contigo, muy dentro de tus ojos búhos,
la patria deshilvanada que no quiso ser,
que no pudo ser,
que no fue,
allá por 1903.
    Hostos. ¿Dónde te resguardas, que escucho sólo el ciclón ciclón descarrilando ferrocarriles trasandinos, el ciclón ciclón
que detuvo tus pies locomotoras que buscaban océanos futuros,
el ciclón ciclón,
ese ciclón que está donde no estás,
con su humo y su sombra,
su ceniza sobre tu voz de sol incorruptible.
Tiesas tus piernas
--ya recuerdo--,
muda tu voz:
un aletazo.
Y un refugio remoto en algún rincón de tu sueño,
de tu sueño cuándo cuando,
cuándo América Nuestra,
cuándo!


5. Ese sol, que no ceja
 

   Yo ya sé, ya sé,
cuán poco valen los elogios de los hombres que dijeras;
cómo, apagado el sol,
los pájaros se pierden,
la queja cunde
y se funde canto.
Ya sé, tú decías, cómo la tiranía mayor
hace mayores líricos los pueblos,
y en su cantar sangrante dormir es sólo un pozo cerrado y anegante porque España está aún entre nosotros como tromba voraz y victimante.
    Yo he querido buscarte con palabras tuyas que fuesen un poco --sólo un poco-- poesía honrada. La ética, para ti, era fulgor sin fuego, el fuego sin mancha de tus ¿versos?
Dime, ¿no era éste
el mágico ademán para llamarte?
¿No es así,
            así, como despiertas?
¿No llevabas la justicia como un sol,
ese sol,
que no ceja entre las cejas?





 

6. Despertaremos tu lámpara en la tierra
 

    Ya sé que tienes que venir,
que vienes ya,
que estás llegando.
Perdido Merlín entre los bosques,
perdido guanín entre las aguas,
volverás espada o fusil
para decir:
    Con hojas podridas se hace una isla.
Y la harás.
Y se te volverá a oír insistir:
    Con verdades se hace un pueblo.
      Ni mares, ni sirtes, ni ventisqueros,
         ni caos, ni torbellinos
         os arreden;
         más allá de la tempestad está la calma:
         con hojas se hacen tierras,
         con verdades se hacen mundos.

Y los harás.
Aquel fastidio habrá sido sólo una pausa en el deber de tus deberes y tu cabeza vendrá otra vez timón doliente. Te basta con saber que debe hacerse para no dejarte caer en una fosa, para no dejar pasar hora tras hora, para no permitir el exterminio entre cansancios de la utopía patria que hiciste, de tu verdad prematura que nos hace.
    Y para descolonizar el jornal,
el taller,
la patria estrangulada;
para terminar de una vez con los cazadores del ciervo perseguido,
la justicia desarmada y sangrante como una marejada;
para señalar la complicidad
de los que consienten y toleran;
para que cada valle y montaña
sea un rincón de piedras;
y por el miedo y la huelga,
la furia y la pena,
te llevaré aliento,
esfuerzo de pincel y de cincel.
Te cargaré --¡ay Patria,
que no llegas!--
tus sacos.
Modelaré tus platos y tus radios.
Y más allá de la resina y el polvo,
de la insurrección y de la huelga,
de la sangre fértil de un pueblo,
te coseré,
te levantaré un taller,
una escuela,
un compañero.
Y para no olvidar
que no tuviste otra cosecha
que tu propia siembra y tu aliento,
despertaremos tu lámpara en la tierra
como una lluvia tan grande de campanas
y alas
y fuegos
y amor
y marejadas.
Con un poco de pan entre las manos
despertarás ya Patria como un sol,
un sol caribe para estos días densos.
             ¡Y no será la tarde
otra vez
sobre la tierra tierra!


Marcos
Reyes 
Dávila

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