La profecía cumplida
de Eugenio María de Hostos
(En esta ocasión no hablaremos de muchas de las profecías, algunas contenidas en su célebre ensayo El siglo XX, escrito justamente, al abrir el siglo, formuladas por Eugenio María de Hostos [1839-1903].)
Me llamó en estos días Vicente Rodríguez Nietzsche, capitán de lo
s poetas del sesenta agrupados en la legendaria revista Guajana, para recordarme que se acerca el cincuentenario de su fundación. Recordé entonces que al prologar la antología que hice con motivo del aniversario 30 [Hasta el final del fuego, 1992] me pareció vislumbrar una estructura en el eje del siglo derivada de la observación que hace Juan Sáez Burgos al vincular los sesenta con el treinta, la generación cultural de la época política del nacionalismo en Puerto Rico. “Treinta años después del treinta”, dice el poeta, y, ensillándome sobre ese caballo, anticipé –como flor de mis deseos– la posibilidad de un rebrote del mismo impulso vital y libertario en los 90.
Quedéme mustio durante años pensando que ese rebrote no se manifestaba a pesar del modo como se agudizaba la crisis del gobierno colonial. De súbito, ante la llamada de Nietzsche, concebí con certidumbre mi error. Más aún, se me ocurrió que estos rebrotes nacen quizás desde principios del siglo XIX, desde aquella erupción magnífica que gestó con afán de fundación y leyenda un maremoto de libertad en nuestros pueblos tras hombres como Simón Bolívar, San Martín, Hidalgo, y el puertorriqueño Antonio Valero, general del libertador caraqueño.
Sabido es, aunque sombrío permanece, que los intentos libertarios pergeñaron periódicamente reincidentes como lo hace una campana a lo largo del siglo. Hubo eclosión a fines de los sesenta justamente, en los tiempos de Betances y de Hostos, eclosión que halló en los tiempos de José Martí y de Máximo Gómez, treinta años más tarde, derrotero definitivo con la libertad de Cuba. Entonces Hostos intentó su muy novedosa gesta libertaria con la Liga de Patriotas. Al ver fracasar su esfuerzo contempló que se abría un periodo de latencias que pudiera durar alrededor de 25 años, según lo estimó entonces. Y en efecto, Pedro Albizu Campos tomó la bandera de Lares en esos años. Los años de la Generación del treinta.
Pasada la generación del sesenta que lidereó Guajana, se abrió nuevamente un periodo de latencias, de reflujo, de bajamar, bajo la consigna de la profesionalización del escritor que se difundió desde la Zona de descargas de Rosario Ferré. Vimos una reinternación de la óptica, una cotidianidad, un acomodo íntimo en los suburbios, los modos y las maneras del vivir que luchó y desató represiones en los campos de la moralidad individual y pública, como ocurrió con las luchas de género y de preferencias sexuales alternas. Mas me quedé esperando ese rebroté de lo más sustantivo en el campo de la libertad: la del pueblo, la de la colonia, la del sujeto nacional. Entonces vi mi equivocación.
Ante mis ojos, estaban en Fiel a la Vega los avatares de Roy Brown y El Topo. Pensaba en Hostos, pero no lo veía en el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano, ni en el Congreso Nacional Hostosiano fundado en el 1994, por más que vi, y lo señalé en Chile yo mismo poco después, que Hostos renacía en la lucha contra la Marina de Guerra Norteamericana y en favor del pueblo boricua en Vieques.
En ese momento contemplé con claridad cómo se detuvo la plaga posmoderna antinacional en los 90 hasta convertirse en una pieza enmohecida del museo ideológico puertorriqueño que más que hablar chirría como un abanico envejecido. Vi cómo la crisis puertorriqueña de esta primera década del siglo XXI clama a través del movimiento estudiantil, a través de la indignación generalizada ante la corrupción, a través de la denuncia unánime del régimen colonial, en todos los campos de la cultura, el arte, la palabra, la acción política de la sociedad civil, el testimonio, y hoy, de frente a la dictadura y al fascismo que en el patio del Tío Sam y en los meros tiempos de la esperanza liberal Obama, tan devaluada y venida a menos, y alimentado por la jauría de esos lobos coloniales que erróneamente llaman federales, pululan como plaga del mal en Puerto Rico.
La Libertad, lo dijo Hostos con mayúscula en su famoso texto El programa de los Independientes, es, de todos los principios el más vital, inalienable. “La Libertad es un modo absolutamente indispensable de vivir”, apuntó. Un modo que no puede ser marginado, olvidado, sustraído, sepultado. Renace cada dos generaciones: rebrota, repuja, reembiste siempre, como la esperanza.
Ahí está, cerca, esperando nuevamente por nosotros.
Marcos
Reyes
Dávila
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