lunes, 21 de junio de 2010

Tres poemas a papá

En Primero de Reyes,
     Nunca terminan los besos




No sé de dónde vienen, papá
Ni sé por qué son tantos

¿Recuerdas que te decía que tenía
un número imposible de besos para ti?
A veces los querías
Y a veces no los querías

Vienen desde entonces como las hojas
que caen en temporada en las arboledas
Como en la película de Zhivago
vienen con música de mandolinas.
Vienen como esas bandadas de pájaros
en el mar del cabo rojo
en la neblina de los campos
o en el viejo lago de Cidra
Vienen como el largo tren 
de ese viento que no termina

¿Y por qué no terminan mis besos para ti?
te pregunté
Te preguntaba
Empezaron aquella mañana 
en que te vi tirado sobre el piso
sin poder levantarte
y con ojos de niño asustado me miraste

Empezaron como un soplido de viento 
a llegarme los besos
no sé de dónde
ni sé por qué son tantos
No sé si vienen de Martí y Betances
o de la calle de caña de la palma
No sé si germinan por los papeles de tu escritorio
o bajo las sillas del bufete donde buceaba
si llegan con las migas del pan de agua
si saltan como peces de las brazadas
que me enseñaste
del cariño de tu silbo
de la paz imperturbable de tus siestas
o de tu trajinar
como unicornio en camiseta por la casa

Los besos que me llegan para ti
son acoginados y verdes
como el horizonte de tu paz
Son amapola anaranjada
puñaditos de lluvia
juguetitos de nubes
tornillitos de algodón,
clavitos de menta
Magos como aquellas pelotitas de azogue
como canicas de hule

Vienen de atrás
pasan por mí
y te persiguen
como una manada de caballitos de feria
te rodean como un gusano mecánico
porque fuiste siempre mi rey
mi mandarín

Los besos que yo tengo para ti papá
vienen de tan lejos
tan lejos como siglos

Pasaron por todos los caminos de Santiago,
por tu Jerusalem,
y por tu Meca,
Vienen lo mismo de Abraham
que desde el camino del Inca,
y la ruta de la seda
Son pedazos de coral
de la peña serrana
del tabacal de Carlos
la risa de Sinda
la tienda de dulces de Julio
o de las flores amarillas de José Arcadio
Algunos tienen pedacitos de fresa
otros escarcha de limón
otros traen una franja roja de arcoiris
un unicornio azul
una rosa amarilla
una casa verde
y llegan para ti como una lluvia de salvavidas
no sé si para salvarte
o si son para salvarme

No fuiste ni león
ni trapecista
ni payaso
pero abrías y abres las carpas de los circos

Fuiste el tanteo y la cautela
pero en tu pecho se erguía inexpugnable
la certeza y placidez de los abrazos
Eras y eres seguro y constante

como la hora del reló
y como los astros del cielo

Brillabas en el cielo de mi infancia
como brillas ahora
en el cinturón de aquel orión
Estrella de reyes que eres
que siempre fuiste, papá
¡El primero de mis reyes magos!


***

La Isla del Tesoro

Cuando éramos niños
papá y mamá
solían llevarnos
más allá de aguas buenas
hasta el lago que esconde la neblina
en la luna de sus mieles
y la Isla del Tesoro.
A la vista del lago
el restorán abierto hacia las aguas
se llenaba de reinitas
que buscaban
restos de azúcar en cada mesa.

A siete meses de perderte
en la puerta mayor de tu templo
llegan otra vez
en el junio de tus natalicios
un enjambre de reinitas amarillas
y pienso si eras tú
o lo fui yo
un personaje de Julio Verne
que encontrara un oso en los urales rusos
recorriera el mundo en globo
y el mar en submarino
o viviera en un instante
un siglo de mariposas azules y rojas
de diecisiete palomas blancas
sobre las rosas amarillas

Nunca hallé el tesoro
al final del arcoiris
ni alcancé la luna
El tesoro del lago
estuvo siempre escondido en la neblina
y a tu nombre, papá.

Eras tú!

 

***

Dónde estabas, papá

 
Algunos te verán
rondando los libros de leyes
en la oficina,
otros bailando a brinquitos con mamá,
buscando un tornillito
quizás
en camiseta sin mangas,
otros te verán en el supermercado,
en la sala de un tribunal,
cargando un nieto,
durmiendo la siesta,
bajando la temperatura de la estufa
o saboreando un hueso en la mesa.

Yo te recuerdo hoy con una cámara...

Miro un álbum de fotos de infancia
y no te hallo.
Allí estamos con mamá,
de vaqueritos,
allá cantando ante un bizcocho de cumpleaños,
en la playa
o la casa de la abuela Amparo
o en la casa del campo...
Se te diría el gran ausente
y sin embargo eres tú quien nunca está ausente
pues eres tú el ojo que nos ve
y, por la foto,
tú y yo somos uno en lo que vemos.
Somos tu mirada grabada en un papel,
la contemplación en blanco y negro
de lo que anida en tu deseo y en tu pecho,
pues, ya sabemos, papá, que sólo se ve
lo que quiere el corazón.

¡Y tú...
siempresiempre
mirándonos!
Hoy, y aunque te has ido,
somos uno, tú y yo
– y gracias a tu amor–  en la mirada!




Marcos 
Reyes Dávila

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