OBRA POÉTICA (1970-2004)


MARCOS REYES DÁVILA

OBRA  POÉTICA
1970-2004

UNA LLUVIA TAN GRANDE DE CAMPANAS
1970-2002
    



PRIMEROS POEMAS
1970-72

           (Embiste! De Diego)
Filtrada
por la luz de oro seco
pasas a mi encuentro,
cotorra dominguera.
Huérfana
de todo
y como todos
echas,
acorralada,
desde tu pecho intervenido y soledoso,
sobre la renuncia del medio,
tu embestida.

 
Algunos pájaros
de alas ablandadas
picotean erráticos
–como yo–
en la mansedumbre del aire
la hoja de otoño que
–como tú–
cae en primavera.

 
ESTUARIO
1973-1975

Liminar

Los sueños no se reconcilian con el polvo tataraviejo de los caminos.

El licor turbio y quieto de la tierra no descifra las reflexiones de la luz abierta.

En la ribera, se escurre el sol también, como las aguas, entre las ancladas piedras y se recluye
en el hocicar transparente del mar,
en su cubierta alada y tataranueva,
en la canción desanclada y clandestina del mar.

 

Vida desatada
y vida abierta
hacen los telares
de la vereda.
   

 
Yo te buscaré
    al amanecer...

Será la hora de la disolución
siendo la hora del vuelo.
Del hablar
por fin oído del mar
para la integración y
los encuentros.
Y nos dejaremos ir
sin precaución y en confianza
por la marea del mar
y el amar de la revolución
--que es paz--
hacia el nuevo suelo.

Hemos de ser
comadronas
siendo sepultureros...

    Yo te buscaré,
    ¡amor, al amanecer!
¡Vámonos con lo que viene,
que tengo sueños!


 
El viento
está aquí.
Detenido aquí y
detenido.
Sobre el moho y
el cristal,
muerto, detenido y
muerto:
¡detenido!


 
Puerto Rico:
desayuno de mar.
En esta orillita
de tierra
todo el horizonte
es mar.


Puerto de San Juan:
mejilla de tierra,
mejilla de mar.
Ni una ni otra.
Mitad y mitad.
Ya no hay qué esperar.
Hay que disentir,
preguntar, reñir
y porfiar
para abrir
la concha de la luz.
Ya no hay que esperar.
La orilla
ya aorillará.

 

Quejío
    A León Felipe

Lamparita de aceite:
hoy hay luz.
Apenas luz,
apenas ascua,
apenas cera trasmutándose
en aire de penas.
Apenas penas.

Una copla va huyendo
de la soga muerta
por la carretera.
Y no es eco,
que es voz
que se ahoga en horca
por el camino ciego.

Lamparita de aceite...
Hay un espectro
en tu ascua de aceite!


 

¡Si sólo siempre quisiera.
Y sin desalientos
ni reposos de dioses pequeños
siguiera al paso el andar...
Y andar más
        y más allá!
Si sólo siempre quisiera
quisiera siempre llegar!


 
Liminar
           
Partir a la mañana
es partir
hacia una maraña de cosas intrincadas.

Es rehusar recintos manoseados
y tibios,
es rehusar la luz almacenada
para sembrar con pértigas
y postes de sol
el hosco polvo del sendero.

¡Ah, hermoso es partir
al mar de las mañanas
y deportarme,
romper las amarras del puerto
para derrocar por fin
todos los cementerios.


 Poesía: mar: amor:
carita
que sorprende el sol
acaracolada en la arena.
¿Es tu amor  verdadero, irresidual,
como esta luz urgente
del sol mío,
esta luz abierta
con que te escribo,
esta luz de amor urgente,
como un sol?


Mar de la madrugada.
Te me entras azul
como ventana nueva.
Que al mar vamos a amar
la definitiva libertad
que venía y viene
a no acabar.
Al mar que es
la animación del suelo.
Que al despertar
le sigue siempre el sueño...

Mar de ventanas.
Ventana al mar!

PÁJAROS DE INVIERNO
1978
   
Dedicatoria a modo de epígrafe
                           
    ¿A qué viniste?
    Llegaste como la precipitación de su sueño que no quiso capitular. Y es ahora, precisamente ahora que has intentado irte por la neblina del silencio, ahora que
¿has querido?
hacerte la extranjera, que comprendo con toda transparencia
que viniste solamente a no acabar.
    Dime: ¿son realidad los sueños? Yo no sé si todo lo pasado fue pasado verdadero, si todo ¿tu sueño o mi sueño? fue real
–¿sabes tú qué es lo real?–, si fue un repliegue en el tiempo,
un fenómeno de luz y espejo o reconstrucción de una soledad descascarada que no quiso continuar. Pero he aquí, que aún y
a pesar de la invernación de ¿mi? sueño, y aunque tal vez no exististe nunca, continúas en el ir y venir del mar como cuando fuimos entre pájaros sorprendentes por el mar, por la luna,
por el sueño.
    Y te estás quedando agua entre las manos,
te estás quedando en la quebradiza red de estas palabras que no son mías, que de tanto intentarte te están atrapando sueño
entre los dedos. ¿Lo estás mirando, amor? ¿No estás tú
en la forma de tu ida? Dime: ¿no eras tú, acaso,
el litoral de tu huella, el aserrín que abandonó el impulso sideral que me dejaste, que vino sólo para ser cantado,
que vino sólo a no acabar!?
    Y estás aquí, sí, estás aquí! Como una flor
que nunca pierde su olor, que nunca duerme!


MAR HECHICERO

Mar hechicero,
mediador de las voces del sol,
predicador costero.
Tomo un poco de ti
sobre mis manos
y tienes la pupila vacía,
el mundo remoto y cansado.

Cansado de resortes
y etiquetas
vengo de la loma
a tu balcón,
anacoreta entero.
La lejanía me secó la canción
que te traía,
hecha al beso
de campanitas rojas,
de puentes para ascensos
y del fragor lacerante
del recuerdo.

¡Otra vez aquí, mar!
En tus pies pedregosos
de sorpresas,
tu retoño perdido.
Acógeme hoy que vuelvo
pedacito a pedacito,
astillado, de otoño!


SIDERALES

No me di cuenta.

Iba
con mi lamparita de aceite
por la carretera.
Y en la región elegida
para el amor
eran igualmente siderales
el abrazo de tus ojos
que las estrellas.

No me di cuenta.

La luna
era una calavera.

GOYESCAS
1978-79

LA ESTRELLA DE BELÉN

Vengo de cantar
la inagotable,
el parto conseguido
entre tus ojos,
la historia de un temblor
que en noche de Goya
trajera en su rasguño
de aerolito
el mito de la luz
y las sirenas.

Vuelvo a cantar
la historia del translúcido,
la historia del encuentro sorprendente,
la historia de una esfera
de otro mundo
que en el oscuro desván
de esta mina desierta
revelara su propósito de lumbre,
el alcance inabarcable
de su órbita segura,
el alumbramiento, en fin,
de las esferas,
cuando yo,
ciego de medianía
y horizonte,
entumecido de soledad
sobre el magen estrecho del camino,
seguí el sendero del amanecer
que me llevó al encuentro
de tu estrella.

Vuelvo a cantar
la inagotable,
la historia de la luz
y las cerezas,
la historia de un canal
entre dos mundos,
la integración
del tiempo y las distancias,
¡y el tenue resplandor,
el tenue resplandor sobre mi rostro
que ya nunca jamás me dejaría,
que ya por siempre
calzaría mis pasos!...


OBITUARIO  I

...Fue muy triste.
Fue muy triste
el estertor final del sueño.

No pudo mantener el aire
al puente.
Y tu estrella
--¿mi estrella?---
vino a estrellarse
al río de la huida
y a ahorcarme, a mí,
en el vacío...

¡Tenía hambre la pena!


OBITUARIO  II

No me mires así,
que ya estás muerta.
Te hundiste
en un mar de ceniza
que nunca te devolvió,
mucho más allá del puente
que evaporó la niebla.
Tú ya no existes.
Tu muerte
raspó una estrella.
Y aunque nunca
te devolvió la niebla,
tus ojos,
la dulce luz de tus ojos,
lucha el mejor lugar en ella.

    ¿Es que no fue suficiente
verte perderme en la niebla?
    ¿Te tragó la noche,
    dime,
o querías tú
que me perdiera?


Noche de Goya

Es el eclipse mayor...

Por aquí
trasnocha Goya
sus rostros de viejas
y sus arpías siniestras.

Y no me asusto.

Yo me refugio
en tu rasguño
como decir A Laura
en medio de una noche de múcaros.
Y me sostengo
a fuerza de tus ojos,
a fuerza de tu luz,
a fuerza de tu estrella.



ESTÁS QUE  TE ESTARÁS

Para entender
el sol en las arenas
cubro por hoy
la frente con la mar...
    Ya estás
como estuviste.
    Ya estás
como estarás.
Brazos que se tienden
como puentes,
puente sombra huella
en el cantar.
Ya no serás
lo que no fuiste
al prolongar
el prólogo de la cubierta.
Ni tu mejilla
quedará tendida
roja pupila de las aguas
sobre la luna hielo de la pena.

Ya no serás desembarco,
chiquillada de arena,
mirada
que se pierde en el mirar.
Estás que te estarás,
como un llegar,
como un venir,
paso que te estás pasando
y herida que se inunda de energía
--¡eso mismo!--
al comenzar!


LOS  PAPELES
AMARILLOS

                (Notas para después.)

    ...Te quedaste en el temblor que,
de azul o rojo, hizo añicos amarillos
el delicado vidrio del reló.
Nos quedamos aquí, así, fijos, laminados
amarillos por un aletazo de mar.
Lo que comenzó dulce luz entre el agua
y la arena se disolvió en la orilla
a-penas cuando el sol laminaba al mar.

    Nos une la misma luz.
Ese sol, tan buen telar, tan buen molino,
que rocía siempre los caminos
con la fécula del vidrio que recoge
al despertar. Nos quedamos amarillos
en la vida de los versos. Y el mar
que nos unió, las orillas y caminos,
el mismo andar, el morir, el propio
tiempo, el sonreír, y estas páginas que
el sol año tras año cepilla con sus
manos amarillas y que, en lugar
de envejecer --¿envejece acaso
la luz?--, despierta más firme en lo
claro, se eterniza al fundirse en la luz.

    ¡Sí!... Lo sabías tú.

PARA UN DÍA SIN RÉQUIEM Y SIN SOMBRAS
1988

DIÁLOGO CON UN CORAZÓN SOLAR

                    Zumbel  tú, yo  peonza.
                        L. Palés Matos

                                                            A Lolita Lebrón,
                                                            que lo hizo suyo.
      
    ERES UNA INMENSA INMENSA
                   Fragmento Primero       
           
    Eres una inmensa inmensa,
una inmensa luz también,
una luminosa inmensidad
tendida agua mar desde esta orilla arena
que se asoma a ti aventurera.
Me he asomado a verte, poesía.
A darle palabra de intercambio, código,
a tu cuerpo desasido.
¿Con qué palabra describir
tu luz ímpetu visible o invisible,
cómo herir tu corazón sin freno,
cómo descifrar tu dulce sal?
La palabra tenía que ser más que una palabra.
Tenía que ser agua como tú,
luz como tú,
ola lucha encuentro como tú.
Y tenía que estar yo amanecido.
    He querido darle forma nuestra a tu inmenso
inaprensible estar. Cuando me he visto más cerca
te he visto esfumarte espejismo,
luna nueva,
dejándome apenas --¿penas?--
esta hojarasca que no puedes ser tú,
porque le falta tu aliento mágico,
tu salto impredecible,
tu mítico semblante.
    Has estado aquí
conmigo y con el hombre siempre.
Cuando la voz artesanal de Nuestra América
sentenció:
        Si se calla el cantor
        calla la vida
sabía que vida y canto están unidas
por un vínculo íntimo,
discernible e indisoluble a un tiempo,
como dos amantes
que confunden sus cuerpos entre abrazos.
    Tú, poesía, eres perpetuo crear.
Y en la historia, presencia eterna.
La dialéctica materialista
me dice que no tienes tú historia.
Has sido, eres, corazón de todo tiempo,
sol de todo espacio.
Has sido y eres más útil --no sólo
más hermosa-- que ciencia e industria,
pues tú las sostienes,
habilitas de futuro nuestra vida mejor
que aquéllas,
a tu deuda quedan todas las cosechas
pasadas, todas las cosechas
presentes, todas las cosechas.
León Felipe le advirtió a Franco,
el matador:
        Tú te quedas con todo
        y me dejas desnudo y errante por el mundo...
        mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!
          ¿Y cómo vas a recoger el trigo
          y alimentar el fuego
          si yo me llevo la canción?

 


Estuve en ella

Como el zumbel
a la peonza
me lanzas
    a una inmensa inmensa
    a un sol amanecido
en la impaciencia
    a la mano
de un alfarero pertinaz,
como las brumas.
    No sé si me picoteó
la hojarasca de las iras,
un sarampión de amor
–ardiente y salpullido–
o el viento que aplaudía
la libertad de mi bandera...
Pero sí sé que estuve en ella!


 
UNA FLOR DE ROBLE CORRETJER
            Réquiem

Ha roto el corazón,
tu corazón océano,
su aljibe,
tu represa.
Los días contados del Orinoco
eran los tuyos y los suyos.
Pero el tiempo bolívar que no acaba
--¿dónde queda?
Porque más acá
muy cerca aquí
del semillero pitirre de tus cantos
y de la erguida frente
que en Frontón de Ciales te conserva,
tu desembarco tan tranquilo
intenta afearme el corazón
por un momento.

Pero yo que te he visto
fundación de sol
sé que ya no habrá más para mí
--para nosotros--
cuándo dónde hermano, dónde cuándo.
Que la isla que quisiste
entre consuelo y desconsuelos
es hoy por ti
más sol naciente
que el sol trunco de Marqués
Y de barlovento la esperanza,
y a sotavento la justicia.
Y tu reír intenso siempre.
Y siempre la honradez
como una antorcha y yerbabruja,
 y humano humano humano,
eres ermita de los vientos
hacia el oeste,
eres el rescoldo mayor
de nuestras velas.
Fuiste ala y
fuiste el nervio,
el recio aliento vertebrado.
Y en la consagración de cada primavera
un leño interminable
para el fuego de los justos,
y la flor de roble
para el sueño que no acaba.

 

HISTORIAS DEL VIENTO

        A León Felipe

   ¿Y se mueren los ángeles?,
preguntaste un día henchido de amor
por los jorobaditos que incuban alas
entre sus miserias.
Ésa era tu voz tremolosa,
tu voz verdadera.
Aquel grito profético de barro,
aquel ronco tronar,
era la voz deformada en la distancia
que no te comprendiera.
Tuyo fue el relámpago,
y el abrigo de tus manos.
En ellas tomaste el agua de la justicia
que no supo escurrirse nunca de tus dedos.
Y en tu abrazo
el cuento de un belén
que aún no llega,
y la advertencia acalorada
de no mirar hacia atrás para no repetir
como las estatuas de sal
los cuentos de la noria.
Porque si aquello es lo que será
mejor es regresar al polvo
y no continuar la escena del ciervo herido,
el hombre y su escopeta.

Pero tú has vuelto hoy
--recuerdo, sí, dijiste que volverías--
y te has levantado con tu zurrón de piedras
a azurrar lobos y goliats
y a dirigirnos al reino libre
donde abunda el pan
y la luz
para todos.
Y volveremos a nacer,
como querías,
volveremos a terminarnos en el horno.
Y con la ayuda del viento
y de la historia,
y con la ayuda de tus señales de fuego
entre la niebla
llegaremos todos juntos,
ángeles ya,
hombres nuevos,
como querías,
y a tiempo!



RÉQUIEM POR UN OBRERO DEL SUR
En memoria de
don Mariano Rodríguez Oliveras

                1
    No. No eres tú este sol señorial
que se desploma plomizo por los campos.
No eres tú este erizo amargo que se unta al cuerpo del trabajador,
ni esta sedienta sal del cañaveral,
ni este vegigante fantasmal que huye siempre en sus caminos.
Pero está aquí,
donde asombra la sombra proscrita de esta tierra
que todo lo absorbe y lo diseca...
    La tierra ya no espera por ti.
        Por nosotros espera...


 
EL LLAMADO
                                            A Marcos Ariel, hijo

            1
En el principio
--hijo--
ya estabas tú.
Llegabas
galeón indescifrable
de más allá del mar.
De su confín.
De su primer encuentro con el sol,
ese sol,
bronco caribe.
Y en medio de ese hartazgo
de las aguas encendidas
eras tú la magia filtrada de estos verbos
   eras tú el ímpetu saltador de los leales,
       eras tú resolana desarmada del amor.
Y para serte, hijo,
para ser por ti lealtad,
ternura incandescente,
para ser por ti libertad,
contigo para todos,
para amarte más
con este amor mejor
y sin decirlo,
para llevarte rienda de mis alas,
raíz como una garra de constancia,
cabeza pedestal para tu vuelo,
a soplo o torrente quedé
erguido corazón de las labranzas,
aerolito lanzado
de un arar inagotable,
centinela insobornado en la herramienta
de todos los empeños,
en la llave clandestina
de estas primaveras necesarias
de los hombres militantes,
de esos hombres que son hijos
y azadones de una agricultura tórrida,
dolorida a Bolívar y a sinsabores,
aceites, frutas, metralletas,
para esos que desarman vidas,
arman la opresión
y encastillan la violencia...
¿Nacías tú, dime?
    ¿Nacía yo?
Nació contigo
el lento despertar de los inviernos.

    2
    Cómo me llamas!, hijo.
     Cómo me enllamas!
Tu llamada es llamarada
de trigos,
desatado fulgor sobre la tierra.
    Cómo me llamas,hijo,
      cómo me enllamas!
A tu luz
mi luz,
este corazón armado en las cenizas,
es sólo tu sombra,
casi humo.
    Yo sé que has de vencer,
que has de quedar venciendo
paso a paso en el fin
como al principio.
Que me llamas papá
como antes me has armado el amor,
y a tu voz
que huella sin sombra,
a tu voz papá me vas llameando.
A tu nombrar me quemas
corazón alerta entre tus manos
donde fui desde el principio
la ternura que seré,
la verdad toda,
toda libertad,
la bondad toda,
toda poesía,
todo tú son azul
escandaloso --y sin espinas.
Cómo no habrías de pasar,
vencer todo el deber
de amor,
este amor que se desangra en siembras, hijo,
si eres tú
el verdadero despertar,
si en mi principio estabas fin,
si en el final, también,
inmenso inmenso --como dije antes--
estabas tú.

LOS CÓDICES SECRETOS
1986-1995

YA SÉ QUE ESTÁS AHÍ

    Ya sé que estás ahí,
mar.
Tan cerca del sentir
que te abrazara.
    Vienes
golpe que se hiciera asombro,
pena tan cercana
a los abrazos
que no tuvieras nombre
entre tus aguas...


EL MAR DE MI CABEZA

Te encuentro ya
hecha mar
de mi cabeza.
El mar es hoy por ti
mucho más
que agua de esperas.
Eres agua y más.
Mar que te encontró.
Magia que te encuentra.
Y hombre que me hicieras.
    Que me hicieras tú,
que me has hecho, mar,
dulce mar
de mi cabeza!



PARA SENTIRTE AGUAS

Para sentirte aguas
habría que andar arenas.
Tomar la sal
a descubierto.
Hincarse de aires.
Salpicar de penas.

Para sentirte aguas
habría que andar arenas...

Este es el mar,
el mar
el mar
de tu mejilla.
Te me has entrado
--¿cómo?--
a fuerza de pupila
y pupilazos.

No quisiste dorarme al sol...
¡Pero me quemas!


EL SONETO PERFECTO

Has vuelto a recoger
los pianos de tu mano,
a retirar el pan
como indecisa,
a levantar el ancla
de tus pechos
y a recobrar tu aliento
desbocado,
las aguas de tu empeño,
tu marea.

Retomas aquel huir de hurí,
como palomas,
como aquella actriz
para el teatro absurdo
de mi amor absurdo,
que no olvida la perla aladina
de su pena persa,
el escuálido conejo
de una luna azteca,
la soledad sin lagos
de tu raza de sol,
el olvido y desatino de tu piel y sus promesas.
Has dejado como emblema de tu ausencia
el medallón plata del mar que no te olvida
la unción aérea que registró la medida
exacta de tu aliento,
y el soneto perfecto de tu pecho.

 

CORAL


Si tú, amor,
con los alicates de tu magia
eres ya, por siempre,
la médula de los océanos,
el mágico océano diario
de la solidaridad

MRD


COMO UN OUBAO MOIN
EN LAS SABANAS

        “Del dulce pie tu caminar tranquilo”.
V. Rodríguez Nietzsche

Si te llamase flor,
¿florecerías?
Es que leyendo estos versos
me confundí rodríguez
¿o es que, garita al mar,
para llamarte amante
deletreé margaritas?
Y pétalo por pétalo
como cuerda por cuerda
era arpa tu aroma,
repasar la música de cisne
de tu talle,
del tallo de tus vértebras
Y saltarlas una a una,
ondular el mar de abrigo
de tu espalda
que sin querer
tan suavemente
me hunde, traga y desordena,
era ya andarte y desandarte
para acompañar tus pasos donde estabas
para acompañarte hoy a donde iremos
para acompañarme del color coral
de tus olores.

Del dulce pie tu caminar  candil
ya ahoga
    detiene
        melodiza incandescente
mi caminar agudo y torturado,
frugal y deslumbrado...
Si te llamase Sol, ¿comprenderías?
Del dulce pie tu caminar  hurí
como un Oubao Moin en las sabanas.
Se morirá mi muerte
en los pucheros de tu huipil
iridiscente
como un himno de luz
que anega un campanario.
Se morirá mi muerte:
    te he besado!


UN OCÉANO MAYA PARA TUS ALHAMBRAS
UN NARDO EN LAS SABANAS

    Una misma uña furiosa
parece haber dibujado La Alhambra
que serías finalmente,
y las estelas de piedra mayas
que te imaginaron
y el oceáno agreste donde te encontré.
Un jardín quebrado como los desiertos
se añora y se adivina en sus nostalgias,
y una sed de muerte asida a sus escarabajos
desea todavía
las flores prometidas
de la estrella ¿cansada? de ser nueva
que creara el mago en nuestro nombre
para perpetuar por todo el orbe de mi vida
tu eclipse de azucena
y el nardo insomne de tu ausencia.
Percibo el aroma de tu vuelo y sus almendras
como una luz que titubea sus manzanas
en la distancia aún sin luna
donde fuiste amazona de mi alhambra
antes que escaparas del sueño en tus halcones
como un sol de limonero en la mañana
una rosa solitaria en tu incensario
un mito de jade maya que te encubre
y un oceáno de palmas blancas
--naturalmente caribe-- como tú,
que sacudes todavía con tu olor a las sabanas.


COMO MOISÉS, UN DÍA DE ALADINOS

Subo a los cerros y contemplo la tierra de canaán.
Ya sé que moriré tras vivir todos tus espejos
y todos tus inciensos,
de cara a cara contigo
y a tus ojos
con unas pocas flores rosadas de almendro
en las ramas de mis barbas.
Desde aquí te miro huir hurí
ahora como antes
en tu canoa de tatuana guatemala,
intocada siempre y siempre virginal
como una escultura de niebla en la mañana,
un arcoiris fraguado de un deseo encendido
que se filtra entre tus aguas,
un mar en tránsito,
una catedral que se hace y se deshace enarenada
para esconder de mí el lago de tu rostro de esmeraldas.
Todo caduca en ti
como los aguaceros
cuando la eternidad y la esperanza
se definen como una burbuja quebradiza de jabón
justo en medio del agua de la vida que te nutre
y el agua de la pena que me das.
Por eso desde el fondo del pozo en que me dejas
abro al tiempo con palés una puerta sostenida
para abolir el nombre
de este sueño enarenado ungido entre las aguas
y para dar testimonio de tu vida inaprensible
antes de desaparecer sepultado con miguel
--muerta la palabra, mudo el aliento--
en los ladrillos de esta ciudad sagrada
abandonada de futuro
construida para que viva tu recuerdo
como los mayas de tikal.
Y en ella quedaré
como moisés cuando impedido de sus pasos
añoró el día que llamó al dios de sus augurios
y aquel día de aladinos
cuando abrió las llamaradas de tu océano
para vivirte día a día y sin reposo
en la labor y en el ocio de las imprentas,
entre las tramoyas y los aparejos,
y en la almohada de piedra
que te esculpe y te acaricia
como un sueño obstinado y pertinaz
presente por su ausencia en el principio
presente por su ausencia en el final.


ALHAMAR

1. Los dioses nunca me dijeron
del eclipse en las estrellas.
No hubo augurio.
Vinieron en sus potros sigilosos
por la misma mar oceáno
que nos dio los peces de la vida.
Y como carabelas enojadas por el viento
para deshacer el mundo
desde el Yunque al Titicaca
ennegrecieron la altura y las quebradas
ennegrecieron los ojos
dentro de una bóveda muda y seca
y nos lanzaron al desierto
como un puño de arena deshojada
para morirnos lentamente
entre los siglos mudos de nostalgia
del rocío recostado
sobre el lomo infinito de la yerba
como estrellas seducidas entre el nardo
y el agua fresca de los ríos.

¿Qué temían los dioses
de tu incienso y de tus aguas?


5. Eran las eras del maíz y la cebada
era la luz
y dentro de ella
el agua brotaba soles y azucenas
Era el trigo entre los dedos
y la avena se escurría
por tu piel almohadada
como una alondra
y el ruiseñor enramaba
cielos y destinos
y del Yunque al Titicaca
cundía un paraná frugal y apasionado
Allí en Machu Pichu
te amé verde y aterido
con la fuerza de sus muros
de piedras enyuntadas
fuimos tan perfectamente uno
uno en amor
uno en destino
uno en el tiempo irrepetible
y evocado entre los siglos
uno en el espacio de esa altura
donde los dioses
comen yerbabruja
y se lanzan
desde el pino de un suspiro
Allí te quise
porque quise tu cielo y tu neblina
y el agua inagotable
entre las piedras
que te amaban
porque eras aliento entre los cóndores
y me remontabas por los Andes
donde fuiste las alas de la fuente
que me amó
Allí grabé sobre las piedras dulces
mi consagración sin tiempo
a la memoria
de los lirios de tus manos
tus luces perfumadas
y tus aguas aladas
Y ahora que no estás
ahora que los dioses
celosos de tus manos
que reverdecen mundos
con un sólo gesto de amor
ahogaron todo
con tu eclipse que no cesa
escribo esta memoria que no muere
a la orilla del mar muerto
y del desierto
que sabrá esperar otro tiempo
y otro viento
otras estrellas de avenida
cuando el beso de tus manos
que ¿eran tuyas?
descienda otra vez su llama por la tierra
y despierte otra vez
la lámpara palabra que te llama
y la semilla perdurable de tu nombre
    --agua florida.


POEMAS DEL AUXILIO MUTUO
1997-2005


ERES EL VIENTO QUE ERAS, BARLOVENTO
                                           
                    A mi Velita.

Has llegado siempre
–y diré que dije siempre–
a este lugar en que habitan
mis costumbres más mapuches
porque habita aquí mi memoria gastada
y mis medidas más exactas
y cada una de las líneas de mi mano
con su sueño torcido de ónix
y su desvelo todavía suspirando
    la sombra de mis luces
    de casi medio siglo
la acuarela de las piedras
    que recogí al pie de tu pirámide
la cítara y los arcos
    de la mezquita de Córdoba...

Has llegado siempre
como dije que diré
sin residuo ni migaja
y como siempre te encontré
reinita o quetzal
que igual cantabas en lo alto
de las ruinas de Misiones
aquel atardecer de nuevo cielo
que rondaba el río Paraná.

Porque vuelves
como la línea que se cierra casi
en herradura
y porque vengo a ti
por la suerte que me das
somos la aguja en el tejido
que rebota y retoza en los minutos
como un colibrí de fuego que no quemas
una fugacidad que no termina
una intermitencia repetida al infinito
un ritmo de alabanza
    para ellos y para su patria
una red de pentagramas de agua
que enreda y teje la ternura

Subí a tramos breves
y a tragos hondos por esa pira
de tu cuerpo en que me quemas
y supe allí, en ti,
en lo alto de tu Pirámide del Sol
que el horizonte era un punto recogido de tus pechos
el horizonte era el punto de lo alto donde estabas
Teotihuacan era la altura enardecida de tu pecho
y que todos los vientos venían hacia ti,
del páramo abierto del norte
del páramo abierto del sur
del este persiguiendo los oestes
del oeste que se escurre hacia el sol que nace.
Decir que vivo en ti y a barlovento
y que llegas siempre
como el viento que desordena los papeles
fluida, ágil, impenitente
algo que derrama el agua en la mesa
algo que se mueve, se inclina, encarrila
y se descubre en la sorpresa
Siempre llegaste a mi vida,
barlovento,
como ahora
    ahora mismo
estás llegando
Un surco que se abre
una pendiente que arrastra
y ese viento, viento fuerte
que hincha las velas que me llevan
y muestran mi rumbo    a sotavento               
sobre la mano abierta del océano
y enardece mi bandera
que me recoge el cuerpo debajo del abrigo
o me revuelve, se me escurre
y me lame bajo las ropas mis erizos.
Siempre llegas a mi vida
como el viento aquel de Teotihuacan
un poco entre el susto y la sorpresa
el viento que apaga a veces y a veces enciende
la vela en la tormenta
la vela en las iglesias
la vela de los sustos
la vela de aquel lecho
    y tantas noches
la vela de la mañana aquélla
    y de mis pasos
la vela de nuestros sábados de gloria
la vela grande de mi vida
de mi vida en pie
que en ti, viento, y por ti, Velita,
encuentra su sentido.   


POEMAS DEL AUXILIO MUTUO

               
Si fuera un ave que emigra
cada estación
haría mi nido en tu seno.
Que vuelo a ti
como paloma,
como guaraguao
circulo sobre tu aire,
como colibrí
picoteo todas tus flores.
Porque tú me has dado
sólo alas
para tocarte
y porque sólo
al acurrucarme en tu abrazo
estoy completo,
soy el que seré
ya siempre
hundido en el río de tus pájaros.


De las cuatro heridas
en tu costado
y en tu vientre
soy tu enfermero solícito
el guardián de tu ceño
y el faro
de tus perturbaciones.
He tostado para ti
cada grano del café
que alimenta tus ojos
y corre las cortinas
de tu boca
porque nuestro auxilio
es mutuo
y porque sólo por ti despierto
y se reconfortan
las mañanas.


He montado guardia
como mi ángel de niño
para evitar
que te secuestren las tormentas
y retroceda
el día de mañana
y que tus pieles
me dejen huérfano
del frío que te evoca
y te provoca.
Te miro y
eres mi espejo
y mi persona.
Y tu nariz me apunta
a un calendario nuevo.



Me pregunto
por qué la palabra
me viene al hospital
si la conocí
en la azotea de mi casa
abierta y sin rescoldos
ni paredes
en el espacio abierto
de un mar
de rumbo y rumbo.
La palabra
era una torre
para abrir espacios
era un faro
para romper la noche
y los recelos
era un viento fuerte
de campana
para despertar mis pelícanos
era un rescoldo
henchido de aire
como velas
era el sueño
de una atalaya
árabe y maestra
un hospital de sensitivos
que nutrió mi sangre clementina.
Conocí después
a este clemente Klemente
en una playa,
pero no sé cómo
ni cuándo
ya estabas dentro
del vaticinio que te canta
como un suero
–intravenosa
     curandera
         auxiliadora.


He visitado tu sueño
largamente
y cada plato de disculpa
se me cae
en la cerrada curva
de esas culpas
que me disputan
sin descanso
mientras me hostigan
las esquinas
y me con funden
los pronombres posesivos.
Y ya sin tuyo
y ya sin mío
como en las galerías
de Machado
me pierdo
–o me encuentro–
en nuestro propio
y nuestro
laberinto de espejos.


Porque me encumbras
donde quiera
y como quiera que estés
eres como una torre
en un bosque.
Pero hoy espero firme
a tu lado
como un guardián
de la torre
de Londres.


ERES EL VIENTO QUE ERAS, BARLOVENTO
                                           
                    A mi Velita.

Has llegado siempre
–y diré que dije siempre–
a este lugar en que habitan
mis costumbres más mapuches
porque habita aquí mi memoria gastada
y mis medidas más exactas
y cada una de las líneas de mi mano
con su sueño torcido de ónix
y su desvelo todavía suspirando
    la sombra de mis luces
    de casi medio siglo
la acuarela de las piedras
    que recogí al pie de tu pirámide
la cítara y los arcos
    de la mezquita de Córdoba...

Has llegado siempre
como dije que diré
sin residuo ni migaja
y como siempre te encontré
reinita o quetzal
que igual cantabas en lo alto
de las ruinas de Misiones
aquel atardecer de nuevo cielo
que rondaba el río Paraná.

Porque vuelves
como la línea que se cierra casi
en herradura
y porque vengo a ti
por la suerte que me das
somos la aguja en el tejido
que rebota y retoza en los minutos
como un colibrí de fuego que no quemas
una fugacidad que no termina
una intermitencia repetida al infinito
un ritmo de alabanza
    para ellos y para su patria
una red de pentagramas de agua
que enreda y teje la ternura

Subí a tramos breves
y a tragos hondos por esa pira
de tu cuerpo en que me quemas
y supe allí, en ti,
en lo alto de tu Pirámide del Sol
que el horizonte era un punto recogido de tus pechos
el horizonte era el punto de lo alto donde estabas
Teotihuacan era la altura enardecida de tu pecho
y que todos los vientos venían hacia ti,
del páramo abierto del norte
del páramo abierto del sur
del este persiguiendo los oestes
del oeste que se escurre hacia el sol que nace.
Decir que vivo en ti y a barlovento
y que llegas siempre
como el viento que desordena los papeles
fluida, ágil, impenitente
algo que derrama el agua en la mesa
algo que se mueve, se inclina, encarrila
y se descubre en la sorpresa
Siempre llegaste a mi vida,
barlovento,
como ahora
    ahora mismo
estás llegando
Un surco que se abre
una pendiente que arrastra
y ese viento, viento fuerte
que hincha las velas que me llevan
y muestran mi rumbo    a sotavento                               
sobre la mano abierta del océano
y enardece mi bandera
que me recoge el cuerpo debajo del abrigo
o me revuelve, se me escurre
y me lame bajo las ropas mis erizos.
Siempre llegas a mi vida
como el viento aquel de Teotihuacan
un poco entre el susto y la sorpresa
el viento que apaga a veces y a veces enciende
la vela en la tormenta
la vela en las iglesias
la vela de los sustos
la vela de aquel lecho
    y tantas noches
la vela de la mañana aquélla
    y de mis pasos
la vela de nuestros sábados de gloria
la vela grande de mi vida
de mi vida en pie
que en ti, viento, y por ti, Velita,
encuentra su sentido.
                               
       


TIEMPO DE HAMOR

Déjame mirarte siempre
como nunca me has creído
y te molesta
como a la puerta de Alcalá
como te miro
desde hace siglos
y tantas veces
sin reposo
déjame mirarte
dormida o despierta
que es lo mismo
que ya no busco
ni siquiera una canción
para tejerte un puente
porque ahora todo pasa
como un río
que marcha desde antaño
a donde hogaño
hecho hogar
para posar las fuentes
o un garaje
para eternizar un transo
de cristal ajardinado

Todo es pan
ahora
en este tiempo
de refugio
que ladrillo a ladrillo
construimos
de espalda a la furia
que se desorienta
por oriente
y por la historia
Todo es vino
que se escurre
en las copas
y los higos
de tus recónditos
más dulces
donde pacen
como hamacas olvidadas
los ajoros
y ese rasguñito de sol
de tus resquicios
justo en medio
y justo al margen
de las horas

Así
inventariada
lo convencional se escurre por el grifo
y me pregunto
detenido en la contemplación
de tus hermosos...
cómo puedes ser
a la vez
llana y abierta
como las praderas
y repleta escondrijos
donde se esconde el agua de la luz
cuando los ojos se te vuelven chicos
y sonríes acojinada como siempre
para el descanso que eres
    –cuando no irrumpes desbocada
sólo para mirarte un siglo
     –otro siglo más
quiero decir–
pues estamos ahora
en un tiempo sin puertas
distendido como un espacio de mar
lo que fue herrumbe
de un fuego que fue
lo que es el código secreto
del auxilio mutuo que es
y lo que será luminiscencia
del recuerdo sin fecha
que será
perentorio perenne
para enmendar el diccionario
si mi amor
este amor para mi tanto
es ahora tan suave
y silencioso
como los paraísos
preside las palabras
todo el día
y se escribe con hache
la misma hache del hacer
que hicimos
la misma hache de la historia,
Hilda.


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