martes, 16 de enero de 2024

Hostos: Voy a ocuparme del porvenir

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HOSTOS:

"Voy a ocuparme del porvenir, 

                           no del presente.”

Por Marcos Reyes Dávila

“El carácter apocalíptico del tiempo que vivimos

anuncia también un despertar necesario

para enfrentar al reino de este mundo.”

Rafael Bautista,

El fenómeno Milei o la apoteosis de la inmolación nacional,

Archipiélago, núm. 122, 2023, pp. 57-61.

 

Recibí con el mayor agrado la invitación que se me hizo para ofrecer, justamente aquí, en esta tierra que lo viera nacer, algunas palabras sobre Eugenio María de Hostos a propósito de su natalicio. Son 185 velitas… de vida bien ganada, desde el 11 de enero de 1839. Hablamos de un mayagüezano que engrandece esta ciudad… y este país; que agiganta a Mayagüez… a nivel antillano, a nivel latinoamericano, a nivel iberoamericano, a nivel panamericano, e incluso, a nivel mundial. Mi esposa, que nació en Ponce, me dice que lo mejor de su pueblo natal es la salida para San Juan. Seguramente Mayagüez, que tanto ha aportado a fortalecer y engrandecer la conciencia de nuestra nacionalidad, puede decir lo mismo. Por eso, si me permiten decirlo, hacemos bien en comenzar el año recibiendo este natalicio casi como un bautismo de quien fue considerado, en vida, como un apóstol de la libertad de los pueblos, y los hombres y mujeres. Ciertamente, que a todos nos viene bien esta parrandita.

Pero todos ustedes saben eso, y por eso están presentes hoy aquí. De mod
o que no deseo hablarles de los aspectos más acostumbrados. Tan solo intentaré conversar con ustedes, y hacer unas breves reflexiones sobre unos pocos aspectos, de los incontables que conforman, como decía el maestro José Ferrer Canales, el poliedro de su obra. Antes, definemos el perímetro.

A veces nos parece que vivimos encerrados en la celda del presente. Un presente que parece que carece de raíces con el pasado. Un pasado tan difuso que parece ausente. Un pasado que parece que no conviviera con nosotros... De modo parecido ocurre con el porvenir. A veces parece para muchos que el presente se proyectara fatalmente, inalterado, es decir, sin futuros alternos, posibles, en los calendarios. No fue así para Hostos. Cuando se halló por vez primera ante la infinita pampa argentina gozó… de ver que tenía ante sí, él y el pueblo argentino, posibilidad infinitas: todo un mundo por crear.

Al hablar sobre Hostos hay que tener en cuenta varias facetas que lo distinguen y suelen señalarse, comenzando, desde luego, con el Maestro, y luego, con el revolucionario defensor de la independencia de Puerto Rico y de Cuba, el Moralista, el Sociólogo, el Jurista, el novelista, el diarista, entre otros. Todas las mencionadas son solo vertientes mayores, pues estas a su vez se dividen, una y otra vez, como las ramas de un árbol frondoso, un enjambre inmenso, que, no obstante, muestra una virtud muy especial. Y es que, a pesar de ser tan vasto enjambre o ramaje frondoso, es tan extraordinariamente coherente que cada aspecto halla su vínculo correspondiente con otro, de modo que no se trata solo de líneas de luz que se dispersan, sino de una red estrechamente entretejida. ¿De modo, que hoy, de cuál de tantas ramas puedo platicarles?  

Una breve digresión puede ayudarme a elegir el asunto a tratar hoy. Sospecho que la invitación que se me hizo para hablarles de Hostos en este natalicio obedece a la publicación de un libro sobre Hostos que publiqué hace poco menos de un año: Los días de su madrugada. Hostos, La Biografía. ¡Tanto se ha escrito sobre Hostos!, que hasta me han preguntado para qué publicar una biografía más. A decir verdad, me sorprendió un poco esa pregunta. Solo dos biografías importantes vieron la luz alrededor del centenario de su natalicio: la de Antonio S. Pedreira y la de Juan Bosch. Poco después, pero hace alrededor de 70 años, Carlos Carreras publicó una nueva. Es cierto que algunas otras obras biográficas --y entre ellas alguna importante-- se han publicado, pero no tuvieron la aspiración de acotar o pasar revista de todo, todo el hombre y su obra.

En la historia de las ideas, por otra parte, puede comprobarse que a las ideas les ocurre lo que a las aguas del río en la famosa sentencia Heráclito, el griego: no podemos bañarnos dos veces en la misma agua de un río. Como sabemos, los seres humanos somos objeto de cambio continuo, y entendemos, interpretamos, valoramos, lo que fue ayer de manera diferente hoy. Cada época cultural produce un modo de ver y entender, una perspectiva y un lenguaje crítico que se esfuerza por imponerse a todos y en todo. Al leer, estudiar y escribir mis trabajos sobre Hostos, echaba de menos contar con el apoyo de una biografía que, al menos, se hubiese escrito desde la perspectiva nuestra, es decir, contando con todo lo nuevo escrito o estudiado durante los últimos 70 años. Es decir, durante toda mi vida. ( ¡ya delaté mi edad !) ¿O es que vamos a pensar que todo lo que se ha aportado en libros, simposios y congresos, en tantos países, no ha aportado nada a la comprensión de su vida?

Sin embargo, yo no me atuve al dedillo a esta cuestión que puntualizo. Por defecto propio, tiendo a hacer mi propia lectura casi al margen del canon concurrido. Y además, para colmo, violé con premeditación y alevosía, como dice mi hermano abogado, algunas de las reglas acostumbradas, que son protocolarias del quehacer biográfico. Me refiero, principalmente, a la distancia que apadrina una pretendida y aspirada objetividad, entre el biógrafo y el biografiado, distancia que, sin embargo, en algún grado, menor o mayor, siempre se desvirtúa.

Tampoco quise hacer una biografía crítica, una biografía repleta de referencias y notas al calce que interrumpieran lo que quería que fuera casi un cuento. Decenas de estudios y ensayos, incluso dos libros, de análisis académico y crítico, llenos de esas referencias, citas y bibliografías, había publicado en mis más de 30 años de visitas a su obra.  Esta vez solo deseaba disfrutar, narrando, la historia de su vida para ofrecerla a un público amplio, y no para un grupo de académicos. Por eso quise evitar numerosas notas al calce y las referencias bibliográficas que muchas veces son como vallas que obstaculizan y distraen la lectura.

Deseaba además que, en todo lo posible, fuera el mismo Hostos quien contara su vida. Deseaba seguirlo, como a escondidas, para anotar su vida pública, declarada, y también espiar, hasta por las ventanas, sus intimidades. Por eso resultó ser una biografía escrita a dos manos, a dúo, a dos voces, más que una biografía crítica. Una biografía que quiere oírlo… y hacerlo oír al lector… sin cuestionar su testimonio. Una biografía que deseaba hacer el retrato completo, para que el lector alcanzara a percibir a Hostos de manera cercana, y como en tres dimensiones. Como un holograma que se presentase vivo ante nosotros. Un holograma es una composición de tantos puntos o tantas células que ante los ojos esos puntos y células no se distinguen. Pero esas aspiraciones nuestras tenían en parte que fracasar, porque, como hemos puntualizado, la biografía de Hostos… es interminable. No pude cumplir con el propósito de brevedad, es decir, que no pude suprimir totalmente las notas al calce, ni la bibliografía, pero sí logré minimizarlas. La biografía no cupo en el espacio de una hora de programa televisivo, porque las peripecias de su vida ¡son tantas! Y el sentido y la importancia de los acontecimientos son… tan altos y complejos, que la historia quebró la brevedad del tiesto a la que aspiré.

Eso es parte de lo que pretendí insinuar con el título del prólogo: “Esta es mi vida”. Un prólogo en el que imaginamos que alguien entrevista a Hostos por televisión y le pregunta: “¿Quién es usted?” Y entonces, él responde con el contenido del libro.

¿Y con cuáles palabras comienza en el libro Hostos a relatar su vida? De esta manera, cito:

“La Imagen que me representa … invariablemente…

no es la única que podría representarme, y quizás sea la menos certera.

Creo que fui sobre todo un libertador.

Fui tantas veces solo un empedernido y desaliñado viajero

por las calles empedradas de Mayagüez, San Juan, Juana Díaz, Madrid,

París, las montañas de Cataluña, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires, 

Caracas, Santo Domingo, La Plata, Nueva York, Washington,

mareado mil veces en barcos, empolvado a caballo por las sierras de los Andes chilenos, por las vegas dominicanas, por las sierras peruanas, por la pampa argentina,

conspirando en chinchorros, bateyes, barracones, postulando en las Cortes, tronando en asambleas, matraquillando en la prensa, aprestando señas en el aula,

arengando en favor de la libertad española, antillana, anticolonial,

antiimperialista en todas partes, sudado y con las botas sucias,

pero también hermanando y amando.

El Maestro es una de las etapas más importantes de mi vida.

Pero en cuanto Maestro, Moralista, Jurista, Sociólogo, Revolucionario, esposo y padre, 

en todas esas formas y tareas solo me alucinaba la libertad de los pueblos

y de todos los seres humanos por la que luché en todos, todos, los terrenos.

Éste soy yo.

 

Dejemos ahora de hablar del libro y tomemos un punto de partida, porque yo, por si les interesa saberlo, no llevo conmigo a Hostos –dicho sea con mil perdones— como pieza de museo, estudio de arqueólogos, exégeta de libros raros, incunables, con la mirada en la nuca, sino como compañero de viaje. Por eso titulé estas palabras, a solicitud de Millie Gil, apropiándome de una expresión del mismo Hostos que lo retrata con exactitud y de cuerpo entero: “Voy a ocuparme del porvenir”.  De modo que hoy (esta mañana) solo intentaremos esbozar un par de reflexiones que sean pertinentes para los tiempos en que vivimos.

Toda la historia de la humanidad ha logrado sobrevivir a tiempos plagados de amenazas. Algunas de ellas resultaron en diferentes catástrofes, y en diferentes puntos del planeta. A veces hasta parecía que se acercaba el apocalipsis. Nuestra época no escapa ni a amenazas, ni a calamidades, ni a plagas ni nubarrones. Por eso muchos apelan a la sabiduría de mujeres y hombres de otros tiempos, otros siglos y espacios, e incluso, de otros milenios. De modo que les propongo comenzar con un corto viaje al pasado.

En el prólogo al libro de Félix Ojeda Reyes, Peregrinos de la libertad (1992), Ramón Arbona observó que José Martí calificó en una ocasión de “arrogantes” a los más notables representantes de las luchas por la liberación de las Antillas. Con ese calificativo, explica Ramón Arbona, Martí intentaba aludir a un atributo que cubría a estos peregrinos de la libertad, como con una aureola.

Esa aureola, de arrogancia, según dice, no era sino la manifestación de una impresión sensible producida en los demás, por el reconocimiento, en ellos, de una gallardía inusual, una valentía, desenfado y buen aire, que les permitía caminar sin desfallecer, construir donde se pudiera construir, conspirar donde hubiera que conspirar, hacer acopio de fuerzas que no parecen desfallecer, y “mendigar recursos, predicar, suplicar, debatir, combatir y, si derrotados, empezar de nuevo por dónde se pudiera empezar, cómo se pudiera empezar, en un peregrinaje que solo podía tener fin el día que los alcanzara la muerte, en el triunfo o en la derrota, y a pesar del mareo, los zapatos gastados, el hambre y la pobreza.

 

Recordamos, por ejemplo, que Luis Bonafoux, al terminar su biografía del inmenso Ramón Emeterio Betances, evocó con sublime ternura, que en las últimas semanas de vida de este hombre grande, respetado y reverenciado entre los más grandes de su época, ya fuera en Puerto Rico, en Cuba, en República Dominicana, en Haití, en Francia, o en la misma España que supo tanto amar como combatir, no se avergonzaba --muy poco antes de fallecer, repito-- de vender sellos, pequeñas banderitas, botones, alfileres y souvenirs para la causa de la libertad de Cuba. Ante Hostos, también estamos frente a un hombre de dimensiones paralelas a las de Betances.

Insisto en recurrir a Félix Ojeda Reyes, recientemente fallecido, en su homenaje. Félix, afirma en el capítulo de este libro antes citado, un capítulo dedicado Hostos que titula “Profeta de la Federación Antillana”, que “sin lugar a dudas, Hostos fue el más grande de los pensadores puertorriqueños de todos los tiempos”. (84)

 

Aunque en aquel entonces Manuel Zeno Gandía, nuestro afamado novelista, no era independentista, dio el testimonio de quien fue un privilegiado testigo, de que en las entrevistas de los miembros de la Comisión Puertorriqueña que fue al Congreso y a la Casa Blanca, tras la invasión y ocupación de Puerto Rico y Cuba en el 1898, para discutir el futuro de Puerto Rico con senadores, con el Secretario de Estado y con el mismo Presidente William Mckinley, Hostos, dice, fue sencillamente “inmarcesible”, es decir, luminoso y sin mancha.

Ojeda Reyes reproduce, en el libro citado, cuatro artículos de Hostos que no están incluidos en las Obras Completas de 1939 (OC), titulados “Cuba, desde Chile”,  publicados en Santiago de Chile. El primero es de agosto de 1897. Lo siguen otros tres, sin fecha cierta, excepto el cuarto, que solo indica que es de octubre de ese mismo año. Interesa tener en cuenta que en las OC aparece una serie numerosa titulada de “Cartas Públicas acerca de Cuba”, dirigidas a su íntimo amigo, y senador de la república chilena, Guillermo Matta, cuyas fechas datan de septiembre de 1897 a diciembre de ese año. De modo que los nuevos artículos que reproduce Ojeda Reyes se insertan entre esos ya conocidos.

Siempre me pareció curioso, que la primera de las “Cartas Públicas” dirigidas al senador, en las OC del 39, comenzara con una expresión que --a todas luces --y así lo hemos señalado con anterioridad-- sugiere que se enuncia in media res, es decir, a mitad del asunto. Dice en su primera línea, como si fuera una íntima confesión: …

 “Callaba por despecho”. (¿?)

Imaginen que reciben una carta, ya sea de conocido o de desconocido, que comienza diciendo: “Callaba por despecho”. Imaginen que comienzo yo a hablarles esta mañana, aquí, diciendo, desnuda y calladamente: “Callaba por despecho”.

… Como si antes hubiera comentado algo. Es decir, ¿qué callaba? ¿cuándo? ¿dónde? ¿a quién?...

No sabemos si hay una relación directa, pero lo cierto es que Hostos redactaba artículos en defensa de Cuba desde que tuvo noticia del comienzo de la nueva sublevación iniciada por José Martí a comienzos de 1895. ¿Es suficiente para explicar una frase de introducción como esa, íntima como una confesión del alma, y huérfana de toda referencia?

En los artículos rescatados del olvido por Ojeda Reyes, Hostos hace justo al comenzar, otra de las suyas. Escribe Hostos:

“Voy a ocuparme del porvenir, no del presente”.

En todas sus andanzas y quehaceres, Hostos, o era siempre -vigía -o faro, -o se colocaba en la quilla como un mascarón de proa. Era un hombre brújula… Un horizonte que siempre es un misterio inescrutable para quién no alcanza a anticipar el destino. Y quien lidia con el horizonte incierto se convierte, él mismo, en horizonte incierto. Abundaron a lo largo de toda su vida, y en todas las latitudes, muy importantes personalidades que no lograban comprenderlo ni alcanzar la altura y complejidades de su pensamiento. Sus visiones utópicas no eran ensoñaciones. En Hostos, la utopía era una agenda de trabajo. Desde el campo militar de batalla se ponía a trabajar en su agenda de horizonte. Se batallaba en la manigua cubana y se conspiraba con armas en Cuba y República Dominicana, y el escribía todo un tratado de principios para construir sociedades libres: el “Programa de los Independientes”. Nació muy temprano, llegó a todo muy temprano, él mismo lo dice. Había visto por doquier países que alcanzaron la independencia militar, pero fracasaron en crear sociedades libres, porque los mismos hacendados, los oligarcas poderosos, siguieron despreciando, marginando, despojando, explotando, esclavizando, y abusando de la inmensa mayoría de la población. Por eso la revolución a la que Hostos aspira –y perdóneseme el verbo en tiempo presente-- es la de un hombre nuevo en una sociedad nueva, que solo podía construirse después del triunfo militar, y con las armas del libro. Era una revolución no solo del leer y aprender, sino del pensar, de asumir los deberes, y fortalecer la voluntad para ejercitar los derechos propios… y los ajenos. Una revolución en pos de seres humanos que fueran conscientes del deber de luchar, diaria y permanentemente, por la libertad y la justicia. Ese es el fundamento y el sentido de su obra capital: la “Moral social”, parte fundamental de su Tratado de Moral.

Este que les habla, mantuvo marginado de sí mismo –de mí mismo, quiero decir-- un juicio de Francisco Manrique Cabrera, primer historiador de la Literatura Puertorriqueña, que resume con esta fórmula su visión de Hostos. Escribió que Hostos era… un “vivir peregrinante en confesión”. En aquel lejano entonces, cuando leí la frase, fue para mí una idea que me olió demasiado a cirio de capilla… Pero ahora, las citas que rescató del olvido Ojeda Reyes, me hicieron oler y entender de otra manera ese juicio de Manrique Cabrera.

Yo había rondado esa misma idea, pero mirándola a través de un prisma con otros colores. Hostos, siempre, siempre, desde Bayoán mismo, su obra prima, fundacional, estuvo en pos de lo que debía venir, como señalé, después de la independencia política, para que esta no se malograse y verdaderamente nos llevase a la libertad. Eso que habría de venir era también, y es, un campo de lucha permanente que exige de seres humanos entrenados para ese combate diario. Era la revolución del “espíritu en progreso” que desarrolló con el instrumento del diario. El diario de Hostos es una milagrosa célula madre de la que germina toda su obra, comenzando con la moral y la pedagogía.

Debemos tener en cuenta que Hostos no fue un maestro al uso. Ni siquiera del ABCD y F- de FRACASADO. Su pedagogía estaba dirigida a formar hombres y mujeres que, conforme a su famosa definición del “hombre completo”, debían ser capaces de todos los heroísmos, de todos los sacrificios, de todos los grandes juicios, movidos por la voluntad y la conciencia. Era un maestro del aula y de la calle, de la acción militante.

Quisiera ahora, pasar a otro asunto que pone en evidencia cuánto se relaciona lo que venimos exponiendo con los días que vivimos. Me atengo, para justificar el recurso que usaré ahora, al hecho de que Hostos fue un amoroso y devoto padre, creador de una novedosa y audaz pedagogía para niños, y también de una literatura creada no solo sobre los niños, sino para los niños.

Atemos todo esto al personaje de tirillas cómicas llamado Mafalda. ¿Quién no conoce a Mafalda? Quino, su autor, ya desaparecido, era un humorista gráfico argentino, a quien lo caracterizaba una aguda capacidad de visión y crítica social. Fue el autor del mundo de Mafalda, una niña perspicaz, de clase media trabajadora y asalariada, contestataria, solidaria e inconformista, con aspiraciones tanto idealistas como reflexivas, y preocupada con las calamidades de este mundo enfermo. La acompañan un pequeño grupo de personajes, cada uno representante de cualidades y características sociales diferentes. Entre ellas nos interesa ahora Susanita, una amiga de Mafalda frívola, cuyo mayor deseo en la vida es asumir el rol clásico de la mujer doméstica, casarse con un hombre guapo y rico, tener hijos. Es envidiosa, rencorosa, racista, despectiva con los pobres, y muy pendiente de la imagen y la moda. Hay un par de tirillas que me gustaría recordar ahora. Tirillas sobre el mismo asunto. Escojo una por la manera breve y clara en que enfoca el asunto que deseo apuntar:

Mafalda y Susanita al llegar caminando a una esquina, ven a un hombre pobre y desvalido que pide una limosna. Mafalda le comenta a Susanita:

-- Me parte el alma ver gente pobre. Y Susanita responde:

-- A mí también.

Entonces Mafalda propone:

-Habría que dar techo, trabajo, protección y bienestar a los pobres.

Y Susanita, extrañada al oírla, le riposta:

-¿Para qué tanto? Bastaría con esconderlos…

Esta tirilla representa el debate de dos principales tendencias políticas de nuestra época. Son dos programas que se debaten de manera irreconciliable en el mundo actual, y que tienen repercusiones graves que urge tener en cuenta.

No hay respeto a los derechos humanos y civiles donde no hay igualdad social. Esa es una esencia de la moral social de Hostos. La desigualdad social, es decir, la subordinación de un grupo o una clase por otro grupo o clase requiere siempre del uso de una fuerza impositiva. Y Hostos aborreció siempre del uso de la fuerza bruta. Aborreció las conquistas y los grandes conquistadores, reyes o dictadores o emperadores de la Historia que nada construyen y todo lo destruyen. Enalteció a los pueblos; enalteció a Simón Bolívar porque adelantó la libertad de Nuestra América, y por esa misma razón a George Wáshington, y a Lincoln por adelantar la igualdad social y de los derechos. Pero no a Napoleón. No a la Inglaterra que conquistó a la India o la China, porque la libertad no es una fuerza que se impone desde fuera y desde arriba, sino un poder social que brota desde abajo, desde el seno de la familia, sube luego de la calle, luego del barrio, luego del municipio, de la región, y finalmente integra la nación. No hay ni puede haber democracia donde una parte considerable de la población está sometida o subordinada a la fuerza de la otra parte. Esto que digo debería recordarnos mucho, por decir lo menos, las realidades del mundo que hoy se vive por doquier, ejemplos de los cuales sería obvio señalar. Tenemos que luchar contra esas fuerzas o perecer. “Civilización o muerte”, fue una de las últimas consignas de Hostos.

A mi juicio, quizás difieran algunos de ustedes, vivimos en un tiempo que con violento berrinche, hasta emperrarse diríamos --conforme al diccionario--, sino fuera porque carece del olfato fino, la inteligencia y las lealtades del buen vivir de nuestros perritos hogareños. No hablo solo del cambio climático que extingue miles de especies todos los días envenenando y saturando los mares de plástico, y dispersando sobre tierra, agua y aire un aliento insalubre. No me refiero tampoco a la automatización de esa que llaman “inteligencia artificial”, que representa la acelerada deshumanización de nuestra época. Lo que deseo acusar es al llamado incesante a las armas, a la orgía de guerras que circundan el planeta, haciendo acopio de una fuerza capaz de destruir países enteros; a la masacre incontenible de vidas; al retroceso y desprecio cada vez más ostensible de los derechos humanos y civiles de los que conspiran para piratear riquezas y parecen que buscan reducirnos a la patria del esclavo, que según Hostos decía, esa patria del esclavo es su cadena. Irónicamente, los medios para terminar con la pobreza y con el hambre existen desde hace mucho.

Quino publicó en otra ocasión otra tirilla cómica que viene al caso. Mafalda dirige un coro con sus amigos que cantan la tradicional “Noche de paz. Noche de amor”. Justo ahí interrumpe Mafalda el canto y les dice que, antes de continuar desea saber… si entienden la letra. Porque en esta época que algunos denominan como la de la “posverdad” los términos, las ideas, se han desnaturalizado y las camisas se exhiben al revés. ¡Si se habla hasta de la “revolución de los colores”, de los sabores, de la moda!

Entonces, cabe preguntar, ¿qué es en realidad la verdad?

¿qué es en verdad la libertad?

¿qué es en verdad la moral?

¿qué es en verdad la justicia?

¿cuáles son los derechos humanos fundamentales que no deben ser nunca enajenados?

¿cuándo dejó de ser la vida, y todo lo que ella implica, un derecho sin el cual ningún otro derecho existe y la humanidad no puede sobrevivir?

Todo eso es parte fundamental del pensamiento que trazó Hostos a lo largo de todo su camino.

Un intelectual argentino publicó recientemente un artículo sobre los últimos acontecimientos que vive la Argentina. Dice palabras que quizás nos conciernen. Habla de “autoinmolación”. Y del “carácter apocalíptico del tiempo que vivimos.”

En un ensayo publicado en sus últimos años, “El siglo XX”, Hostos profetizó lo que temía que habría de ser el nuevo siglo que se abría. Y advirtió, conforme a su aptitud visionaria, que sería un siglo en el que la fuerza bruta que ejercerían los grandes poderes absorbería o destruiría los pueblos débiles, y correrían ríos de sangre. Ese, me parece, es un buen retrato de lo que fue el siglo pasado, y el agrio y amargo inicio de siglo que ahora tanto duele respirar.

El reino de Hostos, y no lo digo desde luego en el sentido bíblico, no es de este mundo, porque, como hemos venimos diciendo, es un mundo del porvenir, de ese horizonte que nunca se alcanza, y por el que hay que caminar, velar y trabajar todos los días. Un maestro de mi esposa Hilda –Héctor Estades-- nos explicó hace muchos, muchos años, la diferencia entre futuro y porvenir más o menos en estos términos: el futuro ha de suceder de todos modos: lo será mañana y el año próximo; pero el porvenir es aquello, desprovisto de fatalidad,  a lo que

 aspiramos e intentamos construir. Por eso Hostos no podía ver pasar un solo día, uno solo, sin sentir que había sido útil.

Hostos tantas veces enarboló como bandera de esas proezas del pensamiento que instrumentó con militancias en el aula y en la calle, en las tribunas, en la actividad del propagandista, como le gustaba identificarse, que es el profeta que vocea, pregona, aboga, por una causa. La Moral, la Pedagogía, la Sociología, la teoría jurídica de Hostos, constituyen, unidos, un tratado de libertad absolutamente embarazado de eternidad, al que debemos volver so pena de perecer. Porque abogar por la solidaridad, la libertad, la cooperación y la justicia son aspiraciones que nunca jamás caducarán .

Mientras más siniestro, oscuro y amenazante se muestra el horizonte, más tenemos que esforzarnos, decía Hostos, por prepararnos para buscar caminos de hermandad y solidaridad. Hostos vivió refutando cuanta fatalidad le salió al paso. Fatalidad de la tragedia inevitable. Hostos decía que, mientras mayor es la injusticia y la guerra, más tenemos que luchar por la justicia y la paz. Porque bien lo supo siempre aquel que siempre estuvo dispuesto --y lo intentó varias veces—morir batallando por su causa: a las maestras normalistas, en su graduación, y a todos les cuanto pudo, les enseñó, que el fin no era gozar del día luminoso del triunfo de la justicia… sino CONTRIBUIR A QUE LLEGUE EL DÍA. Y no solos y pronto, sino CON TODOS Y A TIEMPO.

La inteligencia tiene que ser guiada por la conciencia moral… o es nada. 

Esto es un museo, y Hostos descansa y se respira aquí, pero también se mueve –debe moverse-- y clama –debe clamar-- fuera este recinto. Porque vivió con la arrogancia de negarse a ser la fatalidad de una voz que clama el desierto, su lugar está en la calle, donde se pelea por la vida.

Yo brindo por la salud de Hostos todos los días. QUIZÁS, también todos, podríamos hacer ahora un brindis por su salud...

¡Salud, Hostos!  

¡Y larga vida!                  

Muchas gracias por su atención.

 

Discurso 11 de enero (HOSTOS) , Mayagüez, 2024.

 MRD


lunes, 11 de septiembre de 2023

Aniversario 50 del Golpe a Salvador Allende

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.-Hostos y Allende: 

de la derrota a la victoria

Homenaje a Salvador Allende a propósito del cincuentenario del golpe de estado de 1973. Placita Hostos, UPR, 11 de septiembre de 2023, 10:00 AM.

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Cuando recibí la invitación para hablar hoy aquí sobre Hostos y Allende me sentí inicialmente perplejo, pero enseguida hallé los rieles por dónde encaminarme. Creo que fui invitado con motivo de la publicación reciente de esta biografía mía de Hostos (la muestro). Yo siento desde niño una fascinación tan especial por el mundo andino que me alimentó el deseo de conocerlo, y eso me llevó a leer la poesía de Neruda. Es de los pocos autores de los que creo haber leído la obra completa. Cuando fui por primera vez a Chile en 1997, llegué al aeropuerto y vi carabineros con armas largas. Algo se heló en mi pecho hasta que los niños de San Felipe siguieron a los invitados extranjeros a un encuentro de escritores hasta el hotel, haciendo preguntas con evidente curiosidad. Fui invitado en otras ocasiones a otro encuentro de escritores, y en una de ellas se me pidió que ofreciera la ponencia inaugural en el Salón de Honor de la Universidad de Chile. De esa actividad surgió esta edición de la revista Exégesis dedicada a Chile, preparada en combinación con la Sociedad de Escritores (la muestro). Creo que soy de los pocos que tienen un ejemplar de la edición original de este libro de poemas de Pablo Neruda: "Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena". También se me incluyó en la edición de esta Memoria", una antología de escritores latinoamericanos preparada para conmemorar el centenario del Partyido Comunista dfe Chile. Finalmente confieso que mi llegada a México para estudiar en la UNAM, y fui testigo de la rotunda expresión de solidaridad que tuvo México con Chile. Llevé conmigo una colección de música chilena que escuchaba con tanta frecuencia que aun en 1986, cuando me mudé a mi casa, los vecinos estaban seguros de que yo era chileno. Entre esas canciones estaba la "Cueca de la Central Única de Chile": 
"Central Única de Chile, 
maciza como el acero, 
que vela por las conquistas
del trabajador chileno." 

Voy al discurso. 
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Saludos


Quiero darles las gracias a todos los presentes, y al Movimiento Independentista Nacional Hostosiano por la oportunidad que me brinda para dirigirme a ustedes

Nos han convocado hoy aquí con motivo del aniversario quincuagésimo del golpe de estado ocurrido en Chile hace 50 años y del asesinato de su entonces presidente, Salvador Allende. Por una –para mí— inesperada asociación, esta actividad se celebra justo frente al icónico busto de Eugenio María de Hostos que acaba de celebrar el 120 aniversario de su muerte. Estoy consciente de que dije celebrar porque hay vidas que no mueren mientras su recuerdo perdure, y lo que es más importante, nos hagan evocar utopías, que aunque parezcan perdidas, nunca deben dejar de ser la estrella polar que ordena un rumbo… que aunque sabemos nunca se alcanza…, ordena, clarifica y define los pasos a seguir. El rumbo es más importante que la meta, porque es en el rumbo donde se realiza y toma cuerpo, ilusión y sentido nuestra vida.

Me exigen que sea breve, y lo seré. El compañero Carlos Weber nos hablará de la trágica experiencia suya con la represión de la dictadura militar en Chile que al menos yo acabo de conocer, de modo que le cedo absolutamente la palabra en ese aspecto. Respecto a Hostos, eludiré los temas de todos conocidos, como la primera parada de Hostos en Chile en su periplo suramericano, las conferencias en defensa de la educación de la mujer, su regreso a Chile a fines de la década del 80 como rector de los liceos de Chillán, y de Luis Miguel Amunátegui. En su primera parada en Chile, Hostos hizo grandes amigos… de amigos grandes en prestigio. Entre ellos, José Victorino Lastarria, Guillermo Matta, Benjamín Vicuña Mackenna, e incluso el presidente entonces de Chile, Federico Errázuriz Zañartu, (con Errázuriz Echaurren, hijo de aquel, la historia fue muy distinta). A tal grado estuvo feliz entonces Hostos, que poco faltó para que anclara allí el resto de sus días, no solo por los grandes afectos y camaraderías, sino porque allí tuvo el primer gran amor de su vida, Carmela, una de las hijas de Lastarria. Según Bosch, en Chile disfrutó en ese entonces uno de los más plácidos periodos de su vida. Fue época de grandes triunfos intelectuales y políticos. No obstante, cosa muy distinta ocurrió a su regreso a Chile tres lustros más tarde.

Propongo tomar como orden el siguiente principio: la lucha de clases constituye el motor de la historia. En nuestros días, como en cada distinto momento de la historia… o de la geografía, la lucha de clases ha tomado formas muy diversas, formas que no anulan el concepto básico de la diferencia entre los pobres que trabajan y producen, y los ricos que se apropian del trabajo de los primeros, que son… fatalmente… muchísimos más. Como ustedes saben, los más poderosos se han enriquecido con la presente crisis económica mundial en una proporción mucho mayor que antes… a costa de nosotros.  

Es por esta vía que podemos comenzar a vincular de manera directa la experiencia del presidente Salvador Allende y la de Eugenio María de Hostos. Para muchos, Allende fue un presidente de auténtica raigambre socialista. (Verdadera raigambre en cuanto se puedan armonizar, como hemos dicho, las muy diferentes versiones de lo que llamamos socialismo.) Pues hablamos de un modo muy diferente a los de los partidos socialistas europeos que, aguando, a más no poder, lo rojo hasta el rosita tibio, han rendido o corrompido sus principios históricos. Tan verdadera fueron las raíces y los frutos de Allende, que pudieron encontrar sin dificultades mayores vínculos de fraternidad y solidaridad no sólo con el fuerte Partido Comunista de entonces, sino también con Fidel Castro.

No digo que Allende fuera comunista, o que fuera compinche de los comunistas chilenos o cubanos. Digo que supieron reconocer, no solo hallar, puntos suficientes de convergencia para no antagonizar unos con otros. Como es sabido, Pablo Neruda, el enorme poeta que iba ser el candidato a la presidencia del partido comunista chileno en 1970, pudo definir suficientes compromisos con Allende como para que el poeta cediera su candidatura en apoyo a Allende. Se aventuraron a lo que mundialmente se conoció como la vía chilena al socialismo: un experimento político novedoso que fue capaz de llegar al poder, no a través de las armas, sino de la lucha política, usando las mismas reglas fijadas tradicionalmente por la burguesía. Y usando también, y desde luego, el voto. Su gobierno promovió una nueva Constitución política, la creación de una Asamblea del Pueblo, el desarrollo de una economía planificada, la nacionalización de las riquezas básicas en manos de capitales extranjeros y monopolios internos, la creación de un Área Mixta, de un Área Privada y de un Área de Propiedad Social (APS), entre varios puntos. Degollada la alianza y la iniciativa, con el desmedido impulso del capital extranjero, Chile no ha logrado aún desprenderse totalmente de las redes pinochetistas.

¿Cuál fue el enemigo mordaz del gobierno de Allende? La oligarquía tradicional, que por conservadora tiene que por definición ser apropiadora. La derecha chilena, en asociación y dependencia con los poderes fácticos del capitalismo imperialista, hizo con éxito una tarea de sabotaje que se realiza siempre con el frío talante de los iceberg: más fríos y fuertes en lo oscuro y por lo bajo, que a la luz del día: favorecer los privilegios de la burguesía, el control y sometimiento de las organizaciones obreras, la explotación de las comunidades indígenas, hasta el litro de leche que dispuso el gobierno de Allende para cada niño chileno.  

Y Hostos, cabe dilucidar, ¿qué tiene que ver con esto? Pues ocurre que Hostos no fue, ni en su primer viaje a Chile a principio de los setenta, ni en su segundo viaje a Chile a fines de los 80, una figura inerte, de esas que no producen reacciones químico-políticas. Llegó a Chile la primera vez promoviendo no solo una revolución de independencia antillana, sino también una revolución social de la cual el triunfo y la existencia misma de la primera dependía. Hostos llegó a todos los países del sur de las américas que visitó apelando al legado de Bolívar, y puntualizando su deber de completar su agenda.

La preocupación de Hostos siempre estuvo en el día siguiente a la independencia. Eso es lo que explica la estrategia que utilizó en España, porque si usted busca, por ejemplo, cuáles diferencias existían entre los reclamos de Hostos y los de Betances, se encuentra con que las demandas expresadas por este último, incluso después del Grito de Lares, son prácticamente los mismos. Ahí están consagrados en los famosos Diez Mandamientos de los Hombres Libres. Cumplidos esos mandamientos, dice el propio Betances, pero solo si se cumplen esos mandamientos, seremos españoles, y si no se cumplen, entonces: Antillanos. (Desde luego, anoto al margen, no podemos dejar de recordar hora con pena inmensa el fallecimiento de Félix Ojeda Reyes, y digo estas palabras en su homenaje.) La diferencia entre Hostos y Betances, pues, estaba en la estrategia a seguir.  

Hostos trabajó en España no solo porque vivía en España, sino porque había establecido contactos cercanos con los que serían líderes de los movimientos y fuerzas revolucionarias antimonárquicas y republicanas. Fueron condiscípulos, fueron colegas en las redacciones de prensa, camaradas en organizaciones antiesclavistas y sociales, ateneístas. Hablaban de republicanismo, de federación, de derechos para las provincias, de derechos civiles y humanos, de autonomía e incluso soberanía para las Antillas en condiciones de federalización. Hablaban hasta de socialismo, y traducían a Proudhon. Esto es, del capital y de la clase obrera, del producto del trabajo y de la distribución de la riqueza, de igualdad, democracia, república, y derechos humanos. Tan pronto se produjeron los gritos de Lares y de Yara, Hostos defendió los motivos de las revoluciones en ambas Antillas, cara a cara con los jefes del gobierno revolucionario. Algo que pasa más o menos inadvertido, es que, si Hostos polemiza, le reclama y demanda al gobierno revolucionario español que llegó al poder con bandera antimonárquica, bandera republicana y bandera federalista, es que para Hostos, lo que ocurría no le era suficiente, o que desconfiaba del proceso revolucionario y las promesas recibidas y de sus banderas.

Cuando los españoles traicionaron sus promesas y principios, incluso los de republicanismo, Hostos rompe, como sabemos, y opta por la revolución armada. El detalle de interés es que el 2 de enero de 1870, recién llegado a NY en pos de armas y balas, Hostos fantasea una noche e imagina la estrategia que utilizaría de ganar un día suficiente dinero que le permitiera alquilar y armar vapores para conquistar la independencia con armas, dice. Y añade inmediatamente, en la misma oración, con armas… y con libros, porque solo con armas y con libros puede alcanzarse y sostenerse la independencia. Solo unos días más tarde, el 26 de enero de 1870, habla de cumplir con su deber, que es revolucionar militarmente a Puerto Rico--, para, añade inmediatamente otra vez, “ordenarla y, aplicando a su vida mis teorías, verla entrar (la primera) por la vastísima senda de un nuevo ideal político y social, ese es mi sueño”. (Oc39, I, p. 240) 

En el Programa de los Independientes que Hostos publica en 1876 en Nueva York, lo dice literal y claramente:

“Próxima ya la hora en que combatientes activos y pasivos de la Independencia han de ser llamados a una obra de razón más larga, ningún patriota de razón puede resignar la responsabilidad que ha de tocarle en la tarea de constituir en la libertad la sociedad desorganizada que dejará la guerra y deja siempre la educación mortífera del coloniaje.” Esa, justamente, era la tarea que agigantó el carácter histórico de Hostos, y la que un siglo más tarde, Salvador Allende intentó emprender.

Hostos llegó a Chile imbuido de los principios revolucionarios que sacudían a Europa. Principios de republicanismo, de democracia, de derechos humanos y civiles para todos, de una economía política que buscaba cómo articular los principios socialistas referentes al trabajo y la distribución de la riqueza. Hostos llegó a Chile armado de luchas antiesclavistas que estaban dirigidas no solo contra la esclavitud africana, sino contra la esclavitud de los pueblos originarios y de los chinos. La segunda independencia que Hostos reclamó indispensable desde entonces, iba dirigida contra el control no solo cultural, sino político y económico tanto de los países europeos como de Estados Unidos. Iba hablando de una segunda independencia, porque la primera, la independencia política formal no era suficiente, la fundamental, la verdadera.

Deseo pensar que no incomodo a alguno de los presentes si afirmo que, en rigor, Hostos no fue fundamentalmente un independentista. Su meta última era la libertad, una libertad, bien sabía, que TENÍA, TENÍA, enfatizo, que vivirse y practicarse cada día, en un ejercicio que nunca termina. Todos los países reconocidos como tales en el planeta eran independientes. Lo era Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador y el Perú, países liberados por Bolívar del control de la monarquía española. Pero, ¿vio o entendió él que eran libres esos pueblos? No. Lo que vio, y bien sabía desde su época española, era que la colonia había sobrevivido a la independencia. Por eso habló de la necesidad de luchar por una segunda independencia, como décadas después lo hizo Martí. Si luchó contra la monarquía en España fue por la misma razón. País independiente si lo era, pero no un pueblo libre. Entonces sabía que el patriotismo con el que luchaba en pro de la independencia antillana, era un derecho del pueblo puertorriqueño, del cubano, del dominicano, pero también del español. El patriotismo es un derecho de toda mujer y hombre de cada pueblo del planeta. Por eso, decía, que se esforzaba también por ser patriota como el mayor patriota colombiano, peruano, chileno, etcétera, y asimismo lo quiso ser con el patriota español.

En su segunda visita a Chile, invitado por el presidente Balmaceda, Hostos se encontró con una sociedad muy diferente. Hubo que vivir entonces con el más hondo pesar, con arrepentimiento y deseos de regresar a la República Dominicana. La derrota política del presidente Balmaceda que lo llevó al suicidio, fue a manos de un congreso dominado por una oligarquía que respondía principalmente a los intereses ingleses. Puede avistarse, en ambas épocas, cierto paralelismo entre la situación de Chile y los destinos trágicos de ambos presidentes. Los partidarios de Allende sufrieron torturas y vieron correr sangre de hermanos y hermanas. Hostos, vio, ante sí, carretillas, calles y campos repletos de cadáveres en Cuba y Santo Domingo. Pero como nunca se amilanaba, hizo cuanto pudo por llevar adelante sus ideas revolucionarias en los planos de la educación y de las ideas, sufriendo la hostilidad de la clase gobernante. Fue el inicio de la revolución cubana comandada por José Martí, y el derrotero que pudo vislumbrar que esta revolución tendría, lo que le impuso la necesidad de regresar al ruedo militante de las Antillas. La posibilidad de adelantar la libertades de las Antillas es lo que, en definitiva y última instancia, define toda su gesta histórica.

En dos tiempos históricos diferentes, separados casi por un siglo, las luchas de Allende y la de Hostos lucen a mis ojos paralelas, convergentes y hermanas: la segunda independencia. La independencia de los regímenes coloniales que impulsan imperios extranjeros con la complicidad de las oligarquías nacionales. Y ambas luchas advierten de la necesidad de tomar con cautela la adopción de modos y fines que pretendan darse el lujo de dejarse magnetizar por los guiños seductores del poder y las veredas sinuosas, y en el fondo estériles, que convierten lo rojo en rosa. Si no estamos alertas ni tenemos claridad y fuerza suficiente, una virtual independencia en Puerto Rico pudiera, lejos de resultar hostosiana, caer con facilidad en manos de los actuales líderes de los partidos coloniales, es decir, otra versión del paraíso de la explotación y la servidumbre. El armazón político, social y cultural solo puede construirse a través de una democracia radical, verdaderamente anclada en la igualdad social, que solo produce el ejercicio irrestricto, permanente y sin pausa, de los derechos civiles y humanos. Esa es la independencia hostosiana… la misma que anheló también Salvador Allende. Allende murió de un balazo. Hostos, de la agonía prolongada de beber ríos de sangre.

Ambos, Allende y Hostos, reclaman de nosotros, sus herederos, asumir como propia una herencia de libertad e igualdad… para todos… que siempre es de futuro y está por venir. No se trata de gozar de días radiantes, dijo, sino de contribuir a que esos días lleguen.

Allende nos alentó asegurando que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor". Y por su parte, Hostos, nos alentó asegurando que…

Cito: “La libertad es un modo absolutamente indispensable de vivir”;

cito: “lo importante no es disfrutar de ese día radiante, sino de contribuir a que llegue el día”;

cito: “la revolución permanente”.

Juan Antonio Corretjer, hostosiano profundo, nos alentó con esta sentencia que vale igual respecto a las experiencias de Allende y de Hostos: (cito)

“Porque hay un tiempo infinito.

El tiempo triunfador.

Tiempo Bolívar que no acaba”. Que nunca acaba.

Esa lucha, el legado invencible de una lucha permanente, es su victoria y la nuestra.

Muchas gracias.  


lunes, 9 de enero de 2023

HOSTOS, Ésta es mi vida. LA BIOGRAFÍA

 .

HOSTOS:
"esta es mi vida".

Por Marcos Reyes Dávila

Ante las innumerables coincidencias y convergencias que demarcan las vidas paralelas de Eugenio María de Hostos y de José Martí, no suele observarse cómo ambos estuvieron dispuestos y expusieron su vida en su lucha por la independencia de Cuba. Martí logró desembarcar en Cuba a principios de 1895 y murió con un arma en la mano enfrentando una tropa de soldados españoles; Hostos no lo logró. Sabemos que eso es algo que se dice como si fuera una meta buscada, pero lo cierto es que sí estuvo dispuesto dos veces a ir a la manigua cubana con armas en la mano dos décadas antes, y que lo intentó al embarcarse junto a Vicente Aguilera, vice presidente -y en la práctica presidente- de Cuba en una expedición que naufragó. Como Martí, Hostos anticipó en la víspera del viaje a Cuba que moriría allí con las armas en la mano y de cara al sol.

Así lo narramos en "HOSTOS; La Biografía" (Editorial Patria). Hemos completado una biografía amplia y detallada de Eugenio María de Hostos que no es un estudio crítico: es la historia contada paso a paso de una vida incomparable.
"Hostos, la Biografía", no estudia sus obras: narra su vida. Para hacerlo recurrimos principalmente a las infinitas referencias y alusiones que hace el propio Hostos en sus obras, comenzando desde luego con su “Diario”. Hostos fue un maestro que enseñó innumerables materias con un criterio objetivo que llamaba científico, pero lo hizo casi sin seguir libros ajenos, sino contando y explicando las diferentes materias con su propia voz y con sus propias ideas e interpretaciones. Al hacerlo así, el maestro se descubría a sí mismo, exponía su espíritu verdadero, se colocaba al lado o se sentaba de frente a un grupo a veces muy pequeño Bcuatro o cincoB de sus discípulos.
Pero antes de ser maestro de aula, Hostos fue un escritor combatiente y un combatiente escritor. En cuanto escritor y en cuanto combatiente siempre descubrió y expuso a la luz sus ideas, sus sentimientos, y sus pasiones. Casi toda la obra escrita de Hostos tiene componentes autobiográficos discernibles, y esa obra escrita dibuja los pasos que siguió por toda España, por todas las américas, desde Nueva York hasta la Patagonia, por todo el Caribe, y por Puerto Rico, desde luego. Por eso titulamos el preámbulo a la obra: "Esta es mi vida".
Nuestra biografía ilumina y amplía el conocimiento expuesto sobre su infancia y su juventud. Conocemos en ella lo que fue la casa de su familia, su padre, madre y hermanos, abuelos y tíos. Su Mayagüez, sus primeros estudios de niño. Su traslado para estudiar a España a cargo de su hermano mayor. Sus dificultades escolares. Las numerosas muertes familiares que ensombrecieron su vida. Cómo se enluta su alma en cada uno de los aniversarios de la muerte de su madre. Los esfuerzos y la manera cómo logró superar todos los escollos y caídas.
“La Biografía” se detiene a mirar cómo surgen sus primeros escritos. Qué escribe el joven Hostos. Cómo evoluciona su trabajo escrito entre 1863, 1864, 1865, y de1866 a 1869. Cómo poco a poco se ve impulsado a tomar parte en las luchas políticas contra la tiranía de la monarquía de España. Reseñamos sus novelas y sus primeros escritos literarios y políticos.
"La Biografía" se detiene a mirar en el "Diario" sus temores, sus debilidades, sus dudas y su pobreza. Y cómo su genio construye con esas piezas -"hojas podridas"- un poder asombroso. "La Biografía" demuestra cómo Hostos fue capaz de intentar luchar por la justicia y la libertad utilizando diferentes estrategias y medios. Cómo desarrolló una muy temprana conciencia anticolonial y antillanista; cómo se vinculó con los líderes antimonárquicos y republicanos en España; cómo se puso de frente contra la esclavitud en las Antillas; cómo concibió la necesidad de construir una confederación democrática basada en los derechos civiles que uniera los esfuerzos de las tres Antillas mayores. Sus ambiciones políticas surgieron de necesidades morales que formularon una agenda de trabajo, siempre -y por necesidad- de aura utópica, que se esforzó por realizar.
“La Biografía” explora sus dudas y sus desilusiones; cómo la necesidad de recursos, la pobreza, el hambre, el desprendimiento, lo llevan a vivir en Nueva York en un apartamento con la ventana rota que le hiela tanto una oreja que casi la pierde. Examinamos los discursos y los extraordinarios propósitos que luchó por promover y realizar. El canal de Panamá; el tren trasandino; los derechos y la libertad de la mujer; la descolonización cultural de los países americanos; la construcción de la Unión de la Patria Grande del sur de inspiración bolivariana; la denuncia de la esclavitud; de la explotación de los chinos, indios e inmigrantes; de la explotación de los mineros, descamisados y trabajadores por los oligarcas y los imperialistas. Lo veremos gozar con la alegría de los cholos y la hermosura de las peruanas. Lo veremos sufrir y llorar ante el deber de renunciar a un amor colombiano, a otro gran amor peruano, a otro amor chileno que lo desgarra. Sentiremos con él cómo se funde de amor al encontrar en Venezuela a la que fue su esposa, Belinda, madre de sus hijos.
Sufriremos su decepción al ver cómo termina postrada la guerra de independencia en Cuba. Aplaudiremos al ver cómo es capaz de iniciar una nueva etapa en su vida, una nueva estrategia en su lucha por la libertad a través de la enseñanza. Lo veremos levantar los cimientos de la educación a través de toda la República Dominicana; lo veremos innovando con su magisterio en los liceos y universidades de Chile. Lo veremos formulando en tratados académicos materias nuevas e innovadoras en los campos de la Sociología, la Economía Política, el Derecho, la Moral, la Geografía, la Historia, la Gramática, la Literatura, la Filosofía, entre otras. Reseñamos sus principales obras.
Apreciaremos al padre y al esposo. La dedicación desprendida y amorosa hacia su esposa, sus hijos, sus discípulos, su padre, sus amigos. Veremos cómo se desprende de toda su fortuna y sus comodidades en Chile cuando se aproxima la Guerra de 1898 y teme que Estados Unidos invada y se apodere de las que llamaba y sentía como 2sus islas". Lo veremos convertirse en el gran abogado de Puerto Rico, reclamando los derechos del país ante la Constitución de Estados Unidos. Veremos su esfuerzo titánico por construir una patria a través de todo Puerto Rico. Los reclamos y alegatos a favor del país que defiende ante la prensa de Estados Unidos, sus representantes y senadores y el mismo presidente.
Estudiaremos por qué y cómo Hostos regresa a la República Dominicana. La obra de regeneración de todo el país que formula e intenta poner en movimiento con leyes y fundando escuelas en todas partes. Lo veremos agobiarse ante los recalcitrantes representantes de las ideas retrógradas y las guerras civiles. Lo veremos languidecer mordido por una enfermedad inclemente. Lo veremos fallecer.
"Hostos, la Biografía", contiene, además del índice general, otro índice onomástico, temático y toponímico, y una bibliografía mínima utilizada. Se divide en seis capítulos:
-La infancia;
-El joven Hostos: la morfología de su ascensión;
-La primera revolución; entre España y la Confederación de las Antillas;
-La segunda revolución: el augurio imperioso de América;
-La tercera revolución: las armas en las aulas;
-La cuarta revolución: Madre Isla;
-La República Dominicana: agonía y éxtasis;
-Posdata: De la retirada de las mariposas a las espigas de trigo.
"Hostos, la Biografía", abriga y abraza una de las más grandes historias jamás contadas en la América nuestra.


(Publicado en 80 GRADOS: 

https://www.80grados.net/hostos-esta-es-mi-vida/?fbclid=IwAR38Pntml0wBfAdfqJpvq_HjpfiRwuw6lwHebQ1qs9FCgyol0ZdxOgW1dz8

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