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PRÓLOGOS
1 1. ESTUARIO
(Editorial Encrucijada, 1981)
“El presente cuaderno reúne a modo de
antología poemas de una trilogía que lleva el nombre general de ESTUARIO.
Fueron escritos durante mi estancia en México entre 1974 y 1975. Cargaban con
el peso innecesario de un prólogo expositivo titulado La realidad nunca
había existido, donde se pretendía hablar de materialismo dialéctico y
justificar el esfuerzo en palabras de tono semejante a este: ‘Mi poesía está
decidida a embarcarse en la aventura honesta de buscar, junto al pueblo, esa
cultura real latente que ha existido siempre bajo los puentes, perseguida y
escondida entre los escombros de la pobreza –la forma más extendida de
encarcelación– humillando de esta suerte a esa parte de la humanidad condenada
a no tener existencia ni a estar documentada en los textos de historia’.
En aquel entonces alentaba en mí un
afán de reconquista: intentar un arte popular como parte de un gesto amplio por
revelar –y desde luego, subvertir– la realidad en busca de una nueva sociedad.
La óptica ‘exteriorista’ entroncaba y provenía a la vez de la convicción
de que la poesía era brazo fundamental de la tarea más honradamente humana: la
forja de un destino colectivo más libre y justo. Y dentro de esta urgencia, la
poesía tenía que ser trabajo no alienado sujeto al imperativo rector de
una verdad de clase.
Con el tiempo descubrí que la poesía,
que pertenece al mundo de las cosas íntegras, se nubla cuando no canta al
hombre íntegro, su humanidad entera. Solo entonces liberé otras cosas que
llevaba amuralladas y tuvieron la fortuna de ser publicadas antes que éstas.
Acaso alguien
objete que estos versos sean publicados a destiempo. A ello podría contestarse
que aun cuando su logro conseguido pudiera en estos versos errar ligeramente,
nunca podría errar su intención ni su esencia. Además, tengo la certeza de que
la poesía, cuando es honrada y verdadera no envejece y que siempre,
parafraseando a Ernesto Cardenal, puede servir para cosas de alguna
importancia: para construir un país, corregir y crear un hombre nuevo, cambiar
la sociedad, y ayudar a hacer el futuro Puerto Rico como parte de la futura
patria grande que es la América nuestra. Por lo pronto, confío en que así sea.
Y para eso dejo aquí este testimonio, fiel al sentir, pensar y decir de otro
tiempo.
"Mar de la madrugada.
Te me entras azul
como ventana nueva.
Que al mar vamos a amar
la definitiva libertad
que venía y viene
a no acabar.
Al mar que es
la animación del suelo.
Que al despertar
le sigue siempre el sueño...
Mar de ventanas.
Ventana al mar."
……..
2. PÁJAROS DE INVIERNO (Editorial Encrucijada, 1978)
A modo de epígrafe
“¿A qué viniste?
Llegaste
como la precitación de un sueño que no quiso capitular.
Y
es ahora, precisamente ahora que has intentado irte por la niebla del silencio,
ahora que ¿has querido? hacerte la extranjera, que comprendo con toda transparencia
que viniste solamente a no acabar.
No
me di cuenta.
Iba
Con
mi lamparita de aceite
Por
la carretera.
Y
en la región elegida
Para
el amor
Eran
igualmente siderales
El
abrazo de tus ojos
Que
las estrellas.
No
me di cuenta.
La
luna
Era
una calavera.
…
3. GOYESCAS (Editorial Encrucijada, 1980)
Los papeles amarillos
…Te
quedaste en el temblor que, de azul o rojo, hizo añicos amarillos el delicado
vidrio del reló. Nos quedamos aquí, así, fijos, laminados amarillos por un
aletazo de mar. Lo que comenzó dulce luz entre el agua y la arena se disolvió
en la orilla a-penas cuando el sol laminaba al mar.
Nos
une la misma luz. Ese sol, tan buen telar, tan buen molino, que rocía siempre
los caminos con la fécula del vidrio que recoge al despertar. Nos quedamos
amarillos en la vida de los versos. Y el mar que nos unió, las orillas y
caminos, el mismo andar, el morir, el propio tiempo, el sonreír, y estas
páginas que el sol año tras año cepilla con sus manos amarillas y que, en lugar
de envejecer –¿envejece acaso la luz?— despierta más firme en lo claro, se
eterniza al fundirse en la luz.
…
4. 4. UNA
LLUVIA TAN GRANDE DE CAMPANAS (Compilación de
seis libros: los anteriores más Para un Día sin Réquiem y sin sombras; Los Códices
Secretos; Poemas del Auxilio Mutuo. Museo Casa Roig, 2002)
Para
Hilda…
A
veces reina de la noche
A
veces luna del día
Pero
siempre
Elevando
las mareas.
Retrato de arenas
Para mi más
grande prole voy:
mujer el universo.
MRD
¿Tendré
que disculpar aquí, en plena marejada posmoderna, el campanear de La Alhambra?
Embarqué
a la poesía cuando esa marejada de este fin de siglo inundaba las trincheras de
la poesía sesentista, cerraba las centrales de todas las guajanas y recogía
velas hacia adentro. El “arte revolucionario” se transformaba en revolución del
arte y derivaba hacia el arte de arte que es yugular del arte posmoderno.
parece haber
dibujado la Alhambra
que serías
finalmente,
y las
estelas de piedra mayas
que te
imaginaron
y el océano
agreste donde te encontré.
Un jardín
quebrado como los desiertos
se añora y
se adivina en sus nostalgias,
y una sed de
muerte asida a sus escarabajos
desea
todavía
las flores
prometidas
de la
estrella )cansada? de ser nueva
que creara
el mago en nuestro nombre
para
perpetuar por todo el orbe de mi vida
tu eclipse
de azucena
y el nardo
insomne de tu ausencia.
Percibo el aroma
de tu vuelo y sus almendras
como una luz
que titubea sus manzanas
en la
distancia aún sin luna
donde fuiste
amazona de mi alhambra
antes que
escaparas del sueño en tus halcones
como un sol
de limonero en la mañana
una rosa
solitaria en tu incensario
un mito de
jade maya que te encubre
y un oceáno
de palmas blancas
--naturalmente
caribe-- como tú,
que sacudes todavía
con tu olor a las sabanas.
5. 5. CUENTOS
PARA PAULA (Revista Exégesis, 2006)
No sé cómo te llamo, Paula. No sé cómo te nombro, amor.
¿Cómo puede volar un pajarito sino
cree en el viento ni en las alas?
Quien habla, o quien escribe, no
puede estar más perdido si aquél a quien le habla o le escribe no le cree una
palabra. Sólo puede enmudecer, vivir callado, como una ceiba solitaria. Yo sé
bien por qué lo digo.
Pero tu abuelita Hilda tuvo la idea
de comenzar a buscarte, antes de nacer, con estos cuentos que son puro deseo de
ti. No sé si llegue a conocerte un día. A ti y a Estela Marina, que son hoy
solo una. No sé si abuelita llegue a conocerlas un día. Pero tú podrás saber
quiénes fuimos si te contamos la historia de cómo las buscamos con amor.
La vida, a veces, es muy cruel, pero
otras veces, es excesivamente generosa. Sin mucho esfuerzo nos da hijos. Y si
éstos cooperan un poco, también nos da
nietos. Y un nieto nos permite recobrar otra vez al hijo que tuvimos, pero
relajadamente, y con más atención.
Hoy que te escribo estas palabras,
estoy perdido en un laberinto. Y pienso que ojalá y me hallaras tú. Si quieres
hallarme un día, te lo aseguro, me hallarás en estas palabras que te piensan
como la música del teclado templado de Bach.
Las palabras, en el fondo, nunca
mienten, aunque lo parezcan. Cada una de éstas salió de mi pensamiento de ti,
de mi deseo de ti, y ese pensamiento y ese deseo son míos, solamente míos, lo
que soy, lo que fui y lo que seré.
Aquí te busco, amor. Aquí te llamo.
Y aquí te encuentro a ti.
Que el amor que tallo en el papel,
palabra a palabra, está hecho sólo del aire que alienta al fuego o nos
refresca, sólo del cielo que expande la mirada que te mira, y sólo del agua de
la vida que te di. No hay tesoro más grande que un hijo. Ni la música de
Beethoven o de Bach.
Nada que perezca hay aquí para ti,
Paula del alma. Nada que puedan comer, nunca, nunca jamás, ni las polillas ni
los gusanos.
…
No
escribo para que me quieran. Escribo porque la palabra me late desde niño y el
verso me vincula entrañablemente con el mundo. Porque los candiles de la poesía
arden en mí, por sí solos, como si fuera el estado sobrecogedor de un
encantamiento de resaca. No tengo pretensiones, ni busco público. Mi taller es
involuntario y solitario, una voz de autoenvolvimiento que emana de adentro,
que a veces juega y a veces quema. Que irrumpe incandescente cuando me indigno
o cuando las pasiones crepitan. Que se arrima a las banderas de mi vida lo
mismo que a las nostalgias o al susurro de las ternuras más acariciables y
frescas. Las voces de sus letras están llenas de ecos, mas son tan mías y
verdaderas que la recopilación de estos versos, que son huellas, compone la más
autorizada biografía de los fuegos y las derrotas de mi vida.
El
presente libro sale en homenaje al Grupo Guajana, en el quincuagésimo
aniversario de esa llamarada dulce que se asienta como ceibas. Se trata de una antología que incluye la
poesía publicada desde “Una lluvia tan grande de campanas”, libro publicado en
el 2002 como una recopilación de los cinco libros de versos que tenía escritos
hasta ese entonces (“Estuario”, “Pájaros de invierno”, “Goyescas”, “Para un día
sin réquiem y sin sombras”, “Los códices secretos”), más una muestra de otro
que comenzaba a escribir (“Poemas del auxilio mutuo”).
Este
libro es, a diferencia de aquél, sólo una antología de los libros escritos
desde entonces: “Poemas del auxilio mutuo”, “Poemas de la luna nueva”, “La
llama en llamas”, “Paula” y “El puerto en el laberinto”. Aunque había
contemplado la publicación simultánea de todos ellos (“La lluvia en la
bodega”), la oferta que se me hiciera para participar en esta fiesta editorial
conmemorativa del Grupo Guajana resultó ser irresistible.
En
la presente antología personal no incluí ningún texto de “Paula”, opúsculo de
otra forma y tono, publicado íntegramente en EXÉGESIS 59. Muchos otros versos,
de antes y de después, están ausentes, muchos quizás como una sombra de bodega
que abruma la nostalgia de lo que fue y lo que no es, tanto como la nostalgia
de lo que pudo ser. Toda semilla sueña con el árbol.
He
visto el rostro infinito de los otros, el imperio de la sombra y el garrotazo
incesante de su bestia ciega. Pero conozco el poder inconmensurable del abrazo
enharinado de amor, y el secreto perenne de su llama viva.
Creo,
con Machado, que la huella de nuestros pasos se imprime sobre el agua. Creo,
con Corretjer, que “en la vida todo es ir / a lo que el tiempo deshace”. Creo
también en el kairós. Creo que, “en el reino de este mundo”, cada quien
es parte umbilical de una familia, y de una patria, cuya impronta, define
rasgos fundamentales de nuestra identidad. Creo en amar a la patria, porque es,
como dijo Hostos, “el punto de partida”. Y que ese amor, insomne, impone a
todos el deber de vivir, y dejar vivir, solidariamente, en libertad, justicia y
decoro. Creo también, con Neruda, que la poesía no debe cantar en vano.
Creo,
como dijo magistralmente Violeta Parra, que la vida es “tan frágil como un
segundo”, y que todo se dirige fatalmente a la mar. Creo en “la flor amarilla”
de Cortázar, y creo con Palés Matos, que bien vale la pena pedir, siempre, “un
minuto más”, aquí, con ella.
En
consecuencia, gracias doy a los que poblaron y llovieron sobre mi infancia, mi
juventud y mi vida adulta. A ellos debo la ermita, esta ermita de mis
devociones, mis fuegos y mis banderas, los elementos con los que construí,
sobre la caricia fugitiva del agua, mis palabras encandiladas.
Hay un fuego en la semilla
que produce ceibas.
¡Albizu seas!
MRD
…
7. EL COLIBRÍ DE PIEDRA (Muestra del libro. Colección Playa Sucia y Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, 2017)
Prólogo
Un colibrí es siempre
una sorpresa. Breve quizás, pero como un bonzai. Pura gracia, mas sin embargo,
intenso. Simple y complejo, delicado y robusto. De ese manantial brotan estos
versos generalmente breves.
En muchas culturas el
colibrí es símbolo de ritos sagrados. En la siguiente nota publicada en el
Periódico La Jornada por Mónica Mateos-Vega, anota ésta:
“Ha muerto el Señor 9
Flor. Mictlantecuhtli, de quien pende un corazón del cuello, se prepara para
recibirlo en el inframundo. Nueve hombres son degollados por el sacrificador
(quien porta su caparazón de tortuga ritual), para que acompañen al alto dignatario,
mientras dos lechuzas, mensajeras de la oscuridad, les indican el camino.
“Al frente de la
comitiva, aparece un colibrí, cuya función es hacer más dulce la transición de
la vida a la muerte”.*
De ese manantial
–repito– brotan estos versos.
(* http://www.jornada.unam.mx/2012/01/28/cultura/a04n1cul)
8. LAS CUERDAS DEL AGUACERO (Antología poética 1970-2013. Incluye como nuevos: Poemas de la Luna Nueva y La Puerta en el Laberinto. Colección Vagabunda, Paraguay, 2013.) (Sin prólogo.)
Amor,
ya por siempre
te digo:
la muerte
nunca es ajena
Va conmigo
Por eso quiero
que sepas
antes del
secuestro final
que la
eternidad
estuvo siempre
aquí
–aquí y ahora
y que todo lo
que fui
quedó saturado
de tus huellas
como una
esponja de mar
Todo mi camino
está lleno de
cuñas
letras y
palabras
que quisieron
ser puertas
o puentes
hacia ti
pues eres tú
más que nada
y más que nadie
esa palabra que fui
pespunteada
con todas las letras del camino
mi testimonio
el testimonio de mi vida
Ese camino quedará ahí
imborrable quizás
como el grano de arena de la playa
Quizás perpetuo
como un testimonio o un testigo
Pero no vale un rubro
sin tu beso
Por eso deseo
que mis cenizas llenen
la huella de tu pie
en la playa de tu infancia
Quizás entonces,
y sólo entonces
puedas contemplarme
tal como fui
o quise ser
Quizás entonces
y sólo entonces
vaciado en esa crónica de tu huella
que me rodeó de panes
repozos y estrellas
mi vida
tenga sentido.
EQUINOCCIO
es el punto más tenso del fiel de la balanza. Más que de norte y sur, más que
del día y de la noche, o de la vida dividida parte a parte, el equinoccio acusa
la presencia de fuerzas que intentan mantener un equilibrio entre las fuerzas
contrarias que transforman la vida y definen el rumbo del porvenir. Los poemas
de EQUINOCCIO trazan la incertidumbre entre las coordenadas de un punto de
partida y otro de encuentro que definen nuestra identidad.
Toda
palabra es eco de una voz, y en cuanto tal, susceptible a la nostalgia del
tiempo que fue y del otro que aun no llega. El autor va en busca de una ciudad
que es solo un ansia de puerto. EQUINOCCIO rememoras la crónica de un viaje de
pasos vacilantes en la que late el mapa de una utopía ubicada en la tierra
siempre ignota del fin del mundo que solo puede articular la libertad. Allí
quedará la huella que permanece y el corazón del amor que siempre fue estrella del
norte y que nunca tuvo jaula ni límites precisos.
Palabra previa
El exordio apurado en las líneas previas
no pretende olvidar aquello que en realidad es más importante en el fluido
tránsito que con algo de fortuna e de infortunio titulamos vida. Me refiero a
las innumerables raíces compartidas, al laberinto de amores y desamores de esta
colmena que nos arroja al estrago o nos atiza a la redención imperiosa de lo
justo, y aun sublime. Aunque parezca inasible, cierto es: el mundo de las
utopías compartidas no solo es posible. Es necesario. En el mar de banderas que
retan sus vientos asolados, la poesía es uno de los mascarones más recios de la
vida. Bien lo tengo soñado, es decir, casi visto.
El presente cuaderno se imaginó hace años
con otro nombre: La lluvia en la bodega. Reúne poemas de libros
más soñados que escritos: Poemas del auxilio mutuo –representado en
parte en la lluvia de campanas–; Poemas de la luna nueva; La llama en
llamas (retitulado Los peces de tu cielo, ahora publicado aparte);
Paula en el rocío –viñetas escritas para imaginarios nietos; El
puerto en el laberinto y El colibrí en la piedra (publicado
parcialmente), y Equinoccio, publicado también aparte. Muchos de estos
poemas se publicaron en libros y revistas como Exégesis.
El título puede sugerir diversas cosas.
Pero cualquier idea debe partir de la que representó mi quehacer poético no
solo con su olor, sino con esa alma colorida que se trasluce en su piel de
múltiples tonos, y esa verticalidad que lucha por representar desde lo alto
banderas de vida compartida y de amor. Esa utopía de libertad, igualdad y
solidaridad que no se rinde. Por eso recorren estos prados alientos muy
diversos. Quizás habitamos la latitud 18 norte, pero los vientos y las voces,
la solidaridad peregrina, los pájaros y los piratas de cuello blanco, llegan
desde los 360 grados de la brújula. Así la vida. Así la poesía fraguada en la
palabra que despertamos para construir de nuevo el mundo.
El eucalipto predica una incierta impronta
de porvenir en la que, no obstante todo, quedan también enarboladas las
presencias arraigadas. “Agenda” porque quedan grabadas en estas páginas, como
en las arenas antillanas, el tránsito aturdido que se expande en las
coordenadas que arman, en tiempos y espacios, lo que fuimos y quisimos ser. En
palabras de Borges: “ese Proteo”. El después acaso lo dirá, si lo vislumbra, un
mascarón de proa hecho con palabra de eucalipto en los colores nuevos del alba
y los ocasos. ¿Sería muy extraño imaginar que ese mascarón de proa, que conduce
lentamente las huellas de los días al mar, sea en verdad un colibrí dado al
retozo? Detrás de él, de un modo u otro, va mi corazón, amando a pie. Siempre
el afán de huella es solo un pie sobre la arena.
Por otra parte, no deja de ser cierto
aquello que anoté en mi "Bonzai para una ceiba" (inédito, de El
colibrí de piedra):
No está todo
en la semilla que reposa
en la mano.
La semilla
sueña con el árbol.
Así, y a pesar de remembranzas y de
estragos, no olvidamos lo que anoté al final del prólogo de "Del fuego
sobre el agua":
Hay un fuego en la
semilla
que produce ceibas.
¡Albizu seas!
…
Dijo lo más temprano,
hágase la luz,
y allí estabas
como la huella en la arena.
Como salida del agua.
Como salida del alba.
Para Hilda
a los monumentos y a los objetos de la
Antigüedad”...
(Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española, 2001)
En su Tratado del
alma, Aristóteles propuso la existencia de una “razón poética”, o
“intelecto agente”, que transforma en acto lo que está en potencia. En ello
justamente radica la esencia concreta del quehacer humano que, antes de
fabricar, idea, movido por una facultad imaginativa y creadora: la poesía. La
poesía es la fuerza creadora que, como dijo Martí, le “pone alas a la ostra”.
Nacido en una isla
del Caribe, y pieza de un archipiélago “colocado en el mismo trayecto del sol”,
como lo expresó Pedro Mir, esa lluvia verde, tenue o torrencial, y el viento
verde que se mueve entre las hojas, le infunden al vivir ese haz cromático que
nace flores de lo verde y lanza a todo dar lo mismo plumas de quetzal que de
zorzal, o el pecho rojo del turpial. Podía ser, y fue. Era potencia y fue acto
de amor. Los poemas y los versos de este libro son miembros de ese archipiélago
verde que teje por todo lo extenso de los días la fuerza primaria e
incontenible del amor.
Si no fuera verde mi
recuerdo, no sería. Si no fuera verde el aliento que consumo y me consume,
tampoco serías. Por mí fuiste y yo fui por ti. Para recuperarme y para
celebrarte yace desde siempre la verdad grabada en la piedra de esta ciudad
secreta, oculta al que ve. Al que escribió lo que oyó el que lo dijo en su
recuerdo, anegado en la antigüedad del agua.
La arqueología es
raigambre arcana, lo perenne, lo que está desde el inicio, lo que brota del
recuerdo, el respeto –y aun el asombro– ante lo que fue y es arte que surgió
del hueso y vive en el hueso. Monumento a los ritos del miedo o al deseo que
secuestra, a la ira blanca o a la bandera deshojada. Ante lo que fue y es, por
eso mismo, ancla, origen, epifanía y destino. La arqueología sigue el rastro de
su paso, tan mío que tiene que ser tu paso para mí. La arqueología busca su
origen, es decir, tu origen, esa historia enterrada en la arena, la arcilla, la
madera, el agua, la piedra, que mana como agua viva, florida, de la arena, de
la arcilla, de la madera y aun de la piedra que habla. Por ella sé cómo
llegaste, y dónde y cuándo se posó tu pie cuando mirabas, y cuándo, dónde y
cómo sentí, sin pretenderlo ni preverlo, la mejilla de tus alas.
Lo solo, desde luego, no existe. Es búsqueda eterna. El eco devuelve
invariablemente su vasta mirada aunque provenga de la aparente mudez de la
piedra. Y ante lo que fue el cielo sembrado de los días nuestros, el día de los
días que tuvimos como un mosaico vivo cuyos colores se reacomodan como los
granos de arena, contemplamos atónitos esa eternidad que camina, y que es, sin
embargo y ante todo, mudanza perenne.
El presente cuaderno recoge parte
sustantiva de los poemas escritos desde Una lluvia tan grande de campanas,
de 2002. Son poemas que inicialmente se contemplaron para libros soñados:
Poemas del auxilio mutuo, La puerta en el laberinto, La llama en llamas, Poemas
de la luna nueva, Paula, El colibrí de piedra y El ungido.
Empero, hemos optado por reacomodar los
textos, de manera que casi todos los vinculados con el amor de pareja se
acomodan en el presente cuaderno, a excepción de los incluidos ya en El
colibrí de piedra, publicado de manera sucinta hace poco. Agenda de
eucaliptos, contiene poemas de estos mismos años, también tomados de los
libros antes mencionados. Equinoccio, por otra parte, es un libro
escrito hace pocos meses. En ambos pueden hallarse poemas de la misma sangre y
luz que los del presente cuaderno.
Algunos de los poemas incluidos en Arqueología
Del verde de tu nombre se publicaron en Del fuego sobre el agua (Los
Libros de la Iguana, 2012), y en la antología general Las cuerdas del
aguacero, publicado en Paraguay (Colección Vagabunda, 2013), pero es
importante señalar que muchos de los presentes poemas incluidos en los libros
antes mencionados, han sido reescritos para esta edición, algunos ampliamente.
Todos ellos caminaron y caminan por el verde su nombre.
…
PALABRA PREVIA
A pesar de su unidad
inobjetable, los poemas de este cuaderno se
escribieron a lo largo de
muchos años. El “Memorial de Chile”
corresponde a nuestra
primera visita del 1997. “Mascarón de
proa” lo escribimos con motivo
del centenario del natalicio de
Pablo Neruda, en el 2004.
“Relámpagos de Machu Pichu”, tras
nuestra visita a Cusco y a
la famosa ciudad sobre los Andes en el
2005. “Los peces de tu
cielo”, por otra parte, es una versión
abreviada de “Mascarón”
escrita para “Voces de la memoria”, una
antología de textos
publicada a propósito del bicentenario de la
independencia de Chile y
el centenario del Partido Comunista de
Chile, publicado en el
2012.
Cuando recopilé mi primera
colección de poemas en el 1972
como parte de una tesina
para optar por el grado de Bachiller de la
Universidad de Puerto
Rico, Francisco Matos Paoli observó en
ellos, entre otras cosas,
la influencia de Pablo Neruda. En aquel
entonces, recordemos,
todavía vivía Neruda y acababa de recibir
el Premio Nóbel de
Literatura. Para quien escribe, Neruda es uno
de los más importantes
poetas del siglo.
No obstante, además de
Neruda, Gabriela Mistral, Violeta
Parra y de otros poetas y
cantautores chilenos, Chile, en sí mismo,
era objeto de mi
fascinación, quizás por los Andes y su música.
Aun no había escrito, sin
embargo, los poemas recogidos en este
cuaderno. Antes tuve que
pasar por la ardiente experiencia del
golpe de estado contra
Allende. Tomé noticia del mismo apenas
pisé tierra mexicana para
realizar allí mis estudios posgraduados
en la UNAM. En México el
golpe se vivió de manera muy intensa.
Las grabaciones, videos y
fotos de la agresión contra el gobierno
popular inundaban el día y
la noche por radio, televisión y prensa.
Días más tarde, como se
sabe, ocurre la muerte inesperada de
Neruda.
Aun pasaron muchos años
antes de que se me invitara en el
1977 a un encuentro de
poetas en San Felipe y La Ligua. Ya
entonces vivía mi íntima
relación con Hostos, incluida, desde luego,
su presencia prolongada en
Chile. Ese año visité por primera vez
la residencia de Isla
Negra.
En una segunda visita, en
el 2002, planté pies y corazón
también en Valparaíso y
conocí La Chascona en Santiago. En esa
ocasión ofrecí en la Sala
de Honor de la Universidad de Chile, en
el mismo podio donde
Neruda hablara en varias ocasiones, la
conferencia inaugural de
un encuentro de escritores organizado
por la Sociedad de
Escritores de Chile (SECH) .
La visita a Cusco fue, por
su parte, posterior –2005. Viví allí
y entonces la prolongada y
enigmática repercusión de su misterio
y espíritu vivo que musita
al oído y nos toca. Otro tanto ocurrió
con la deslumbrante visita
a Machu Pichu, motivo de un poema
que comenzó a gestarse de
inmediato. Las alusiones a “Alturas de
Machu Pichu” de Pablo
Neruda eran inevitables. La imagen del
tren trasandino, cuya
creación estaba muy estrechamente
vinculada con Hostos,
estaba allí palpitante.
Creo que se comprende que
el centenario de la muerte de
Neruda me tomara después
por un lugar muy vulnerable de mi
psiquis. “Los peces de tu
cielo” salieron con facilidad una vez me
cursaron una invitación
desde Santiago para participar en ese
homenaje continental
recogido en “Voces de la memoria”, antes
mencionado.
Empero, el libro solo
tiene de nerudeano y chileno el tema, y
frecuentes alusiones a la
obra del poeta chileno. Mas la ilusión,
amor y fascinación de su
urdimbre son cosas de un puertorriqueño
nacido en la segunda mitad
del siglo XX que reconoce beber de
raíces ancestrales andinas
que nos son propias y del fervor por la
poesía de uno de los
poetas más latinoamericanos y revolucionarios
de la historia
contemporánea. Solo eso.
MRD