jueves, 20 de marzo de 2025

Marcos Reyes / Poesía / LOS PRÓLOGOS

 .



PRÓLOGOS

1 1. ESTUARIO (Editorial Encrucijada, 1981)

“El presente cuaderno reúne a modo de antología poemas de una trilogía que lleva el nombre general de ESTUARIO. Fueron escritos durante mi estancia en México entre 1974 y 1975. Cargaban con el peso innecesario de un prólogo expositivo titulado La realidad nunca había existido, donde se pretendía hablar de materialismo dialéctico y justificar el esfuerzo en palabras de tono semejante a este: ‘Mi poesía está decidida a embarcarse en la aventura honesta de buscar, junto al pueblo, esa cultura real latente que ha existido siempre bajo los puentes, perseguida y escondida entre los escombros de la pobreza –la forma más extendida de encarcelación– humillando de esta suerte a esa parte de la humanidad condenada a no tener existencia ni a estar documentada en los textos de historia’.

En aquel entonces alentaba en mí un afán de reconquista: intentar un arte popular como parte de un gesto amplio por revelar –y desde luego, subvertir– la realidad en busca de una nueva sociedad. La óptica ‘exteriorista’ entroncaba y provenía a la vez de la convicción de que la poesía era brazo fundamental de la tarea más honradamente humana: la forja de un destino colectivo más libre y justo. Y dentro de esta urgencia, la poesía tenía que ser trabajo no alienado sujeto al imperativo rector de una verdad de clase.

Con el tiempo descubrí que la poesía, que pertenece al mundo de las cosas íntegras, se nubla cuando no canta al hombre íntegro, su humanidad entera. Solo entonces liberé otras cosas que llevaba amuralladas y tuvieron la fortuna de ser publicadas antes que éstas.

Acaso alguien objete que estos versos sean publicados a destiempo. A ello podría contestarse que aun cuando su logro conseguido pudiera en estos versos errar ligeramente, nunca podría errar su intención ni su esencia. Además, tengo la certeza de que la poesía, cuando es honrada y verdadera no envejece y que siempre, parafraseando a Ernesto Cardenal, puede servir para cosas de alguna importancia: para construir un país, corregir y crear un hombre nuevo, cambiar la sociedad, y ayudar a hacer el futuro Puerto Rico como parte de la futura patria grande que es la América nuestra. Por lo pronto, confío en que así sea. Y para eso dejo aquí este testimonio, fiel al sentir, pensar y decir de otro tiempo.

"Mar de la madrugada.

Te me entras azul

como ventana nueva.

Que al mar vamos a amar

la definitiva libertad

que venía y viene

a no acabar.

Al mar que es

la animación del suelo.

Que al despertar

le sigue siempre el sueño...

Mar de ventanas.

Ventana al mar."

 

……..

2PÁJAROS DE INVIERNO (Editorial Encrucijada, 1978)

A modo de epígrafe

“¿A qué viniste?

Llegaste como la precitación de un sueño que no quiso capitular.

Y es ahora, precisamente ahora que has intentado irte por la niebla del silencio, ahora que ¿has querido? hacerte la extranjera, que comprendo con toda transparencia que viniste solamente a no acabar.

 Dime: ¿son realidad los sueños? Yo no sé si todo lo pasado fue pasado verdadero, si todo ¿tu sueño o mi sueño? fue real –¿sabes tú que es lo real?–, si fue un repliegue en el tiempo, un fenómeno de luz y espejo o reconstrucción de una soledad descascarada que no quiso continuar. Pero he aquí, que aun y a pesar de la invernación de ¿mi? Sueño, y aunque tal vez no exististe nunca, continúas en el ir y venir del mar como cuando fuimos entre pájaros sorprendentes por el mar, por la luna, por el sueño.

 Y te estás quedando agua entre las manos, te estás quedando en la quebradiza red de estas palabras que no son mías, que de tanto intentarte te están atrapando sueño entre los dedos. ¿Lo estás mirando, amor? ¿No estás tú en la forma de tu huida? Dime: ¿no eres tú, acaso, el litoral de tu huella, el aserrín que abandonó el impulso sideral que me dejaste, que vino solamente a ser cantado, que vino solo a no acabar!?

 Y estás aquí, sí, estás aquí! Como una flor que nunca pierde su olor, que nunca duerme!

       Siderales

No me di cuenta.

Iba

Con mi lamparita de aceite

Por la carretera.

Y en la región elegida

Para el amor

Eran igualmente siderales

El abrazo de tus ojos

Que las estrellas.

No me di cuenta.

La luna

Era una calavera.

 

3. GOYESCAS (Editorial Encrucijada, 1980)

Los papeles amarillos

…Te quedaste en el temblor que, de azul o rojo, hizo añicos amarillos el delicado vidrio del reló. Nos quedamos aquí, así, fijos, laminados amarillos por un aletazo de mar. Lo que comenzó dulce luz entre el agua y la arena se disolvió en la orilla a-penas cuando el sol laminaba al mar.

Nos une la misma luz. Ese sol, tan buen telar, tan buen molino, que rocía siempre los caminos con la fécula del vidrio que recoge al despertar. Nos quedamos amarillos en la vida de los versos. Y el mar que nos unió, las orillas y caminos, el mismo andar, el morir, el propio tiempo, el sonreír, y estas páginas que el sol año tras año cepilla con sus manos amarillas y que, en lugar de envejecer –¿envejece acaso la luz?— despierta más firme en lo claro, se eterniza al fundirse en la luz.

 ¡Sí!... Lo sabías tú.

 

4.   4. UNA LLUVIA TAN GRANDE DE CAMPANAS (Compilación de seis libros: los anteriores más Para un Día sin Réquiem y sin sombras; Los Códices Secretos; Poemas del Auxilio Mutuo. Museo Casa Roig, 2002)

 

Para Hilda…

A veces reina de la noche

A veces luna del día

Pero siempre

Elevando las mareas.

 

Retrato de arenas

              Para mi más grande prole voy:

                                    mujer el universo.

                                           MRD

 

¿Tendré que disculpar aquí, en plena marejada posmoderna, el campanear de La Alhambra?

Embarqué a la poesía cuando esa marejada de este fin de siglo inundaba las trincheras de la poesía sesentista, cerraba las centrales de todas las guajanas y recogía velas hacia adentro. El “arte revolucionario” se transformaba en revolución del arte y derivaba hacia el arte de arte que es yugular del arte posmoderno.

 La cifra de mi nacimiento me había dado aliento de frontera. Flujo y reflujo de horizonte, sincretismo y mestizaje de estuario, ebriedad de hibridismo de un puerto. Así, yo, un pie militante en los sesenta de bandera y utopía, y otro pie presto sobre el arabesco de un letrar de arenas sin dueño.

 Juan Ramón Jiménez pensó al tomar un manojo de arena que asía el cuerpo de Rabindranath Tagore. Anclado sobre la arena de mi río de enero, retrato mi letrar como un mosaico de café sobre un mundo de azulejos, mosaico con un poco de la sangre estupefacta de Lares, un manuscrito atravesado en la garganta, un Hostos desamparado bajo la lluvia de sus penas, un grito viequense de un Albizu de lumbre, un trocito del campanario testigo de la torre de Ciales, un poco de la sangre perpleja de Moctezuma, un viaje contigo sobre las pirámides de Tenochtitlán, un poco del Morro sin hambre de Santiago y del río que abrazó la ternura sin tiempo de Martí, una pira de libros libres en La Habana y la brújula sin ira de Fidel, un celaje de la altura misteriosa de Machu Pichu y de los cuatro vientos perdidos de Tikal, la piedra cansada del Inca, una tumba llameante de esperanzas en Bolivia, un arpa que rescatara del cielo la gloria de Bolívar, una pasión emplumada de Amazonas y Orinocos, un salto del Iguazú jubiloso que se pierde y se encuentra entre Corrientes y el Paraná, un telar de trilce y noche sin llanto de Chichicastenango, la ardiente paciencia de los Andes erguidos, un vino de amor sin pausa en isla negra, un hijo como un barco con proa a barlovento, una llama que baila en la soledad verde de los bosques de Canadá, un viñedo de sangre irlandesa y palestina, una tecla olvidada de la casa de Beethoven y un madero del escritorio donde Fausto sorprendió a Goethe amanecido, un poco de la brisa sin timón de la estepa rusa que se requeda en el cristal de sus trenes fríos, un monasterio de justicia en el Kremlin de Lenin, un amigo en cada uva, el tabacal de los abuelos y el cielito lindo del hogar, hilos del manto de Turín, mármol de un puente de Venecia, un trozo de piedra que tirara Miguel Ángel, vértigo del acantilado griego sobre tus pechos, polvo de las sandalias de Jesús y un poco de la nostalgia de Moisés, cenizas del cuerpo de Mahatma Gandhi y de los judíos de Aushwitz, incienso de los templos budistas de Angkor que te soñaron verde, uñas del Gran Kahn y dientes del dragón del río Li, un trozo de lienzo con un haikú y un bonzai florido de Viet Nam, moho angustiado de un carimbo que nunca te probó de espalda, un hueso de homínido pariente, un sendero con los pasos perdidos de Colón, una lámpara ladina en Bagdad, un mar de banderas de protesta sobre un adoquinar de poesía, la visión irredimible de los muros de Ávila, el aspa de un molino de La Mancha, mi hija sobre un muro de plata de Taxco, una fuente que no duerme en la tumba segoviana de San Juan, un amor ahogado en la tinta de una imprenta, un requiebro de viernesanto sevillano, el pouporrí encendido de los ojos que quiero, el cantejondo de un amor de brisa abierta como el tuyo, y un cielo de macárabes y la lacería de La Alhambras que fueran nidos de esa lluvia de campanas invisibles que te cuento y señal de muchas otras cosas imposibles que no tienen término.

            Un nardo en las sabanas

 Una misma uña furiosa

parece haber dibujado la Alhambra

que serías finalmente,

y las estelas de piedra mayas

que te imaginaron

y el océano agreste donde te encontré.

Un jardín quebrado como los desiertos

se añora y se adivina en sus nostalgias,

y una sed de muerte asida a sus escarabajos

desea todavía

las flores prometidas

de la estrella )cansada? de ser nueva

que creara el mago en nuestro nombre

para perpetuar por todo el orbe de mi vida

tu eclipse de azucena

y el nardo insomne de tu ausencia.

Percibo el aroma de tu vuelo y sus almendras

como una luz que titubea sus manzanas

en la distancia aún sin luna

donde fuiste amazona de mi alhambra

antes que escaparas del sueño en tus halcones

como un sol de limonero en la mañana

una rosa solitaria en tu incensario

un mito de jade maya que te encubre

y un oceáno de palmas blancas

--naturalmente caribe-- como tú,

que sacudes todavía con tu olor a las sabanas.

 

 

5.   5. CUENTOS PARA PAULA (Revista Exégesis, 2006)

                                                                                    The well tempered clavier, Bach

           No sé cómo te llamo, Paula. No sé cómo te nombro, amor.

            ¿Cómo puede volar un pajarito sino cree en el viento ni en las alas?

            Quien habla, o quien escribe, no puede estar más perdido si aquél a quien le habla o le escribe no le cree una palabra. Sólo puede enmudecer, vivir callado, como una ceiba solitaria. Yo sé bien por qué lo digo.

            Pero tu abuelita Hilda tuvo la idea de comenzar a buscarte, antes de nacer, con estos cuentos que son puro deseo de ti. No sé si llegue a conocerte un día. A ti y a Estela Marina, que son hoy solo una. No sé si abuelita llegue a conocerlas un día. Pero tú podrás saber quiénes fuimos si te contamos la historia de cómo las buscamos con amor. 

            La vida, a veces, es muy cruel, pero otras veces, es excesivamente generosa. Sin mucho esfuerzo nos da hijos. Y si éstos cooperan un poco,  también nos da nietos. Y un nieto nos permite recobrar otra vez al hijo que tuvimos, pero relajadamente, y con más atención.

            Hoy que te escribo estas palabras, estoy perdido en un laberinto. Y pienso que ojalá y me hallaras tú. Si quieres hallarme un día, te lo aseguro, me hallarás en estas palabras que te piensan como la música del teclado templado de Bach.

            Las palabras, en el fondo, nunca mienten, aunque lo parezcan. Cada una de éstas salió de mi pensamiento de ti, de mi deseo de ti, y ese pensamiento y ese deseo son míos, solamente míos, lo que soy, lo que fui y lo que seré.

            Aquí te busco, amor. Aquí te llamo. Y aquí te encuentro a ti.

            Que el amor que tallo en el papel, palabra a palabra, está hecho sólo del aire que alienta al fuego o nos refresca, sólo del cielo que expande la mirada que te mira, y sólo del agua de la vida que te di. No hay tesoro más grande que un hijo. Ni la música de Beethoven o de Bach.

            Nada que perezca hay aquí para ti, Paula del alma. Nada que puedan comer, nunca, nunca jamás, ni las polillas ni los gusanos.

 

6DEL FUEGO SOBRE EL AGUA (“Antojología” de los libros publicados desde Una lluvia tan grande de campanas: Abanderado del Fuego; Del verde de tu nombre; Códice del Agua. Los libros de la Iguana, 2012)

     Prólogo: Las voces de la ermita                 

            No escribo para que me quieran. Escribo porque la palabra me late desde niño y el verso me vincula entrañablemente con el mundo. Porque los candiles de la poesía arden en mí, por sí solos, como si fuera el estado sobrecogedor de un encantamiento de resaca. No tengo pretensiones, ni busco público. Mi taller es involuntario y solitario, una voz de autoenvolvimiento que emana de adentro, que a veces juega y a veces quema. Que irrumpe incandescente cuando me indigno o cuando las pasiones crepitan. Que se arrima a las banderas de mi vida lo mismo que a las nostalgias o al susurro de las ternuras más acariciables y frescas. Las voces de sus letras están llenas de ecos, mas son tan mías y verdaderas que la recopilación de estos versos, que son huellas, compone la más autorizada biografía de los fuegos y las derrotas de mi vida.             

            El presente libro sale en homenaje al Grupo Guajana, en el quincuagésimo aniversario de esa llamarada dulce que se asienta como ceibas.  Se trata de una antología que incluye la poesía publicada desde “Una lluvia tan grande de campanas”, libro publicado en el 2002 como una recopilación de los cinco libros de versos que tenía escritos hasta ese entonces (“Estuario”, “Pájaros de invierno”, “Goyescas”, “Para un día sin réquiem y sin sombras”, “Los códices secretos”), más una muestra de otro que comenzaba a escribir (“Poemas del auxilio mutuo”).

            Este libro es, a diferencia de aquél, sólo una antología de los libros escritos desde entonces: “Poemas del auxilio mutuo”, “Poemas de la luna nueva”, “La llama en llamas”, “Paula” y “El puerto en el laberinto”. Aunque había contemplado la publicación simultánea de todos ellos (“La lluvia en la bodega”), la oferta que se me hiciera para participar en esta fiesta editorial conmemorativa del Grupo Guajana resultó ser irresistible.

            En la presente antología personal no incluí ningún texto de “Paula”, opúsculo de otra forma y tono, publicado íntegramente en EXÉGESIS 59. Muchos otros versos, de antes y de después, están ausentes, muchos quizás como una sombra de bodega que abruma la nostalgia de lo que fue y lo que no es, tanto como la nostalgia de lo que pudo ser. Toda semilla sueña con el árbol.

            He visto el rostro infinito de los otros, el imperio de la sombra y el garrotazo incesante de su bestia ciega. Pero conozco el poder inconmensurable del abrazo enharinado de amor, y el secreto perenne de su llama viva.

            Creo, con Machado, que la huella de nuestros pasos se imprime sobre el agua. Creo, con Corretjer, que “en la vida todo es ir / a lo que el tiempo deshace”. Creo también en el kairós. Creo que, “en el reino de este mundo”, cada quien es parte umbilical de una familia, y de una patria, cuya impronta, define rasgos fundamentales de nuestra identidad. Creo en amar a la patria, porque es, como dijo Hostos, “el punto de partida”. Y que ese amor, insomne, impone a todos el deber de vivir, y dejar vivir, solidariamente, en libertad, justicia y decoro. Creo también, con Neruda, que la poesía no debe cantar en vano.

            Creo, como dijo magistralmente Violeta Parra, que la vida es “tan frágil como un segundo”, y que todo se dirige fatalmente a la mar. Creo en “la flor amarilla” de Cortázar, y creo con Palés Matos, que bien vale la pena pedir, siempre, “un minuto más”, aquí, con ella.

            En consecuencia, gracias doy a los que poblaron y llovieron sobre mi infancia, mi juventud y mi vida adulta. A ellos debo la ermita, esta ermita de mis devociones, mis fuegos y mis banderas, los elementos con los que construí, sobre la caricia fugitiva del agua, mis palabras encandiladas.

   Hay un fuego en la semilla 

que produce ceibas. 

¡Albizu seas!                                                                           

                                                                                                        MRD

7.  EL COLIBRÍ DE PIEDRA (Muestra del libro. Colección Playa Sucia y Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, 2017)

 Para vivir de cielos

Prólogo

             “Los que viven del cielo comen muy poco de la tierra”, dijo Martí. Y a pesar de las apetencias de la tierra, no puedo decir que me sea ajeno el afán perenne del vuelo.

            Un colibrí es siempre una sorpresa. Breve quizás, pero como un bonzai. Pura gracia, mas sin embargo, intenso. Simple y complejo, delicado y robusto. De ese manantial brotan estos versos generalmente breves.

            En muchas culturas el colibrí es símbolo de ritos sagrados. En la siguiente nota publicada en el Periódico La Jornada por Mónica Mateos-Vega, anota ésta:

            “Ha muerto el Señor 9 Flor. Mictlantecuhtli, de quien pende un corazón del cuello, se prepara para recibirlo en el inframundo. Nueve hombres son degollados por el sacrificador (quien porta su caparazón de tortuga ritual), para que acompañen al alto dignatario, mientras dos lechuzas, mensajeras de la oscuridad, les indican el camino.

            “Al frente de la comitiva, aparece un colibrí, cuya función es hacer más dulce la transición de la vida a la muerte”.*

            De ese manantial –repito– brotan estos versos.

                                                          (*  http://www.jornada.unam.mx/2012/01/28/cultura/a04n1cul)

 

8. LAS CUERDAS DEL AGUACERO (Antología poética 1970-2013. Incluye como nuevos: Poemas de la Luna Nueva y La Puerta en el Laberinto. Colección Vagabunda, Paraguay, 2013.)  (Sin prólogo.)

 Testamento

       Amor,                                                

ya por siempre te digo:                    

la muerte nunca es ajena

Va conmigo

 

Por eso quiero que sepas

antes del secuestro final

que la eternidad

estuvo siempre aquí

    –aquí y ahora

y que todo lo que fui

quedó saturado de tus huellas

como una esponja de mar

 

Todo mi camino

está lleno de cuñas

letras y palabras

que quisieron ser puertas

o puentes                                                           

hacia ti

pues eres tú

más que nada

y más que nadie

esa palabra que fui

pespunteada

con todas las letras del camino

mi testimonio

el testimonio de mi vida

 

Ese camino quedará ahí

imborrable quizás

como el grano de arena de la playa

Quizás perpetuo

como un testimonio o un testigo

Pero no vale un rubro

sin tu beso

 

Por eso deseo

que mis cenizas llenen

la huella de tu pie

en la playa de tu infancia

                                                                       

Quizás entonces,

y sólo entonces

puedas contemplarme

tal como fui                                                                                       

o quise ser

 

Quizás entonces

y sólo entonces

vaciado en esa crónica de tu huella

que me rodeó de panes

repozos y estrellas

mi vida

tenga sentido.

 

 

  9. EQUINOCCIO (Editorial Antillanía, 2017)

 (Nota de contratapa.)

EQUINOCCIO es el punto más tenso del fiel de la balanza. Más que de norte y sur, más que del día y de la noche, o de la vida dividida parte a parte, el equinoccio acusa la presencia de fuerzas que intentan mantener un equilibrio entre las fuerzas contrarias que transforman la vida y definen el rumbo del porvenir. Los poemas de EQUINOCCIO trazan la incertidumbre entre las coordenadas de un punto de partida y otro de encuentro que definen nuestra identidad.

Toda palabra es eco de una voz, y en cuanto tal, susceptible a la nostalgia del tiempo que fue y del otro que aun no llega. El autor va en busca de una ciudad que es solo un ansia de puerto. EQUINOCCIO rememoras la crónica de un viaje de pasos vacilantes en la que late el mapa de una utopía ubicada en la tierra siempre ignota del fin del mundo que solo puede articular la libertad. Allí quedará la huella que permanece y el corazón del amor que siempre fue estrella del norte y que nunca tuvo jaula ni límites precisos.

 

 ...

 10. AGENDA DE EUCALIPTOS (Editorial Antillanía,)

             Soñado, es decir, casi visto.

            Palabra previa

 Dice Jorge Luis Borges, con un hálito de resignación y nostalgia ante el inevitable destino de las cosas: “Soy el que habré de ser cuando esté muerto”. Corretjer expresó por su parte, con similar y estremecedora resignación: “En la vida todo es ir / a lo que el tiempo deshace”. Nunca somos, de hecho y de deshecho, suma de pasado y de futuro. En cambio, quizás pueda repetirse desde la trinchera del consuelo, que somos un árbol que se deshoja y luego reverdece. Si bien la vida es un instante regido por una oportunidad inapelable, acaso solo la poesía alcance a iluminar sus caminos oscuros y secretos. La lluvia no cae solo sobre la mariposa, sino también sobre eucaliptos y rascacielos.

      El exordio apurado en las líneas previas no pretende olvidar aquello que en realidad es más importante en el fluido tránsito que con algo de fortuna e de infortunio titulamos vida. Me refiero a las innumerables raíces compartidas, al laberinto de amores y desamores de esta colmena que nos arroja al estrago o nos atiza a la redención imperiosa de lo justo, y aun sublime. Aunque parezca inasible, cierto es: el mundo de las utopías compartidas no solo es posible. Es necesario. En el mar de banderas que retan sus vientos asolados, la poesía es uno de los mascarones más recios de la vida. Bien lo tengo soñado, es decir, casi visto.

      El presente cuaderno se imaginó hace años con otro nombre: La lluvia en la bodega. Reúne poemas de libros más soñados que escritos: Poemas del auxilio mutuo –representado en parte en la lluvia de campanas–; Poemas de la luna nueva; La llama en llamas (retitulado Los peces de tu cielo, ahora publicado aparte); Paula en el rocío –viñetas escritas para imaginarios nietos; El puerto en el laberinto y El colibrí en la piedra (publicado parcialmente), y Equinoccio, publicado también aparte. Muchos de estos poemas se publicaron en libros y revistas como Exégesis.

      El título puede sugerir diversas cosas. Pero cualquier idea debe partir de la que representó mi quehacer poético no solo con su olor, sino con esa alma colorida que se trasluce en su piel de múltiples tonos, y esa verticalidad que lucha por representar desde lo alto banderas de vida compartida y de amor. Esa utopía de libertad, igualdad y solidaridad que no se rinde. Por eso recorren estos prados alientos muy diversos. Quizás habitamos la latitud 18 norte, pero los vientos y las voces, la solidaridad peregrina, los pájaros y los piratas de cuello blanco, llegan desde los 360 grados de la brújula. Así la vida. Así la poesía fraguada en la palabra que despertamos para construir de nuevo el mundo.

      El eucalipto predica una incierta impronta de porvenir en la que, no obstante todo, quedan también enarboladas las presencias arraigadas. “Agenda” porque quedan grabadas en estas páginas, como en las arenas antillanas, el tránsito aturdido que se expande en las coordenadas que arman, en tiempos y espacios, lo que fuimos y quisimos ser. En palabras de Borges: “ese Proteo”. El después acaso lo dirá, si lo vislumbra, un mascarón de proa hecho con palabra de eucalipto en los colores nuevos del alba y los ocasos. ¿Sería muy extraño imaginar que ese mascarón de proa, que conduce lentamente las huellas de los días al mar, sea en verdad un colibrí dado al retozo? Detrás de él, de un modo u otro, va mi corazón, amando a pie. Siempre el afán de huella es solo un pie sobre la arena.

      Por otra parte, no deja de ser cierto aquello que anoté en mi "Bonzai para una ceiba" (inédito, de El colibrí de piedra):

                        No está todo

                        en la semilla que reposa

                        en la mano.

                        La semilla

                        sueña con el árbol.

      Así, y a pesar de remembranzas y de estragos, no olvidamos lo que anoté al final del prólogo de "Del fuego sobre el agua":                           

                        Hay un fuego en la semilla

                        que produce ceibas.  

            ¡Albizu seas!

 

  11. ARQUEOLOGÍA DEL VERDE DE SU NOMBRE (Editorial Antillanía, 2017)

 

Dijo lo más temprano,

hágase la luz,

y allí estabas

como la huella en la arena.                            

Como salida del agua.

Como salida del alba.

 

Para Hilda

 Arqueología del verde de su nombre

                                                                             Arqueología: “Ciencia que estudia lo que se refiere a las artes,

a los monumentos y a los objetos de la Antigüedad”...

(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 2001)

 Sobre el tejado y detrás de las ventanas de mi casa, cae con persistencia sobrecogedora la lluvia verde. Un verde tenue o torrencial que se estremece oculto entre las hojas. El viento, también verde, sacude sus luces y parece que crepita sobre la tierra verde cuando el sol se obstina.

            En su Tratado del alma, Aristóteles propuso la existencia de una “razón poética”, o “intelecto agente”, que transforma en acto lo que está en potencia. En ello justamente radica la esencia concreta del quehacer humano que, antes de fabricar, idea, movido por una facultad imaginativa y creadora: la poesía. La poesía es la fuerza creadora que, como dijo Martí, le “pone alas a la ostra”.

            Nacido en una isla del Caribe, y pieza de un archipiélago “colocado en el mismo trayecto del sol”, como lo expresó Pedro Mir, esa lluvia verde, tenue o torrencial, y el viento verde que se mueve entre las hojas, le infunden al vivir ese haz cromático que nace flores de lo verde y lanza a todo dar lo mismo plumas de quetzal que de zorzal, o el pecho rojo del turpial. Podía ser, y fue. Era potencia y fue acto de amor. Los poemas y los versos de este libro son miembros de ese archipiélago verde que teje por todo lo extenso de los días la fuerza primaria e incontenible del amor.

            Si no fuera verde mi recuerdo, no sería. Si no fuera verde el aliento que consumo y me consume, tampoco serías. Por mí fuiste y yo fui por ti. Para recuperarme y para celebrarte yace desde siempre la verdad grabada en la piedra de esta ciudad secreta, oculta al que ve. Al que escribió lo que oyó el que lo dijo en su recuerdo, anegado en la antigüedad del agua. 

            La arqueología es raigambre arcana, lo perenne, lo que está desde el inicio, lo que brota del recuerdo, el respeto –y aun el asombro– ante lo que fue y es arte que surgió del hueso y vive en el hueso. Monumento a los ritos del miedo o al deseo que secuestra, a la ira blanca o a la bandera deshojada. Ante lo que fue y es, por eso mismo, ancla, origen, epifanía y destino. La arqueología sigue el rastro de su paso, tan mío que tiene que ser tu paso para mí. La arqueología busca su origen, es decir, tu origen, esa historia enterrada en la arena, la arcilla, la madera, el agua, la piedra, que mana como agua viva, florida, de la arena, de la arcilla, de la madera y aun de la piedra que habla. Por ella sé cómo llegaste, y dónde y cuándo se posó tu pie cuando mirabas, y cuándo, dónde y cómo sentí, sin pretenderlo ni preverlo, la mejilla de tus alas.

            Lo solo, desde luego, no existe. Es búsqueda eterna. El eco devuelve invariablemente su vasta mirada aunque provenga de la aparente mudez de la piedra. Y ante lo que fue el cielo sembrado de los días nuestros, el día de los días que tuvimos como un mosaico vivo cuyos colores se reacomodan como los granos de arena, contemplamos atónitos esa eternidad que camina, y que es, sin embargo y ante todo, mudanza perenne.  

            El presente cuaderno recoge parte sustantiva de los poemas escritos desde Una lluvia tan grande de campanas, de 2002. Son poemas que inicialmente se contemplaron para libros soñados: Poemas del auxilio mutuo, La puerta en el laberinto, La llama en llamas, Poemas de la luna nueva, Paula, El colibrí de piedra y El ungido.

            Empero, hemos optado por reacomodar los textos, de manera que casi todos los vinculados con el amor de pareja se acomodan en el presente cuaderno, a excepción de los incluidos ya en El colibrí de piedra, publicado de manera sucinta hace poco. Agenda de eucaliptos, contiene poemas de estos mismos años, también tomados de los libros antes mencionados. Equinoccio, por otra parte, es un libro escrito hace pocos meses. En ambos pueden hallarse poemas de la misma sangre y luz que los del presente cuaderno.

            Algunos de los poemas incluidos en Arqueología Del verde de tu nombre se publicaron en Del fuego sobre el agua (Los Libros de la Iguana, 2012), y en la antología general Las cuerdas del aguacero, publicado en Paraguay (Colección Vagabunda, 2013), pero es importante señalar que muchos de los presentes poemas incluidos en los libros antes mencionados, han sido reescritos para esta edición, algunos ampliamente. Todos ellos caminaron y caminan por el verde su nombre.

  

 12.  LOS PECES DE TU CIELO (Editorial Antillanía, 2018)

 

PALABRA PREVIA

A pesar de su unidad inobjetable, los poemas de este cuaderno se

escribieron a lo largo de muchos años. El “Memorial de Chile”

corresponde a nuestra primera visita del 1997. “Mascarón de

proa” lo escribimos con motivo del centenario del natalicio de

Pablo Neruda, en el 2004. “Relámpagos de Machu Pichu”, tras

nuestra visita a Cusco y a la famosa ciudad sobre los Andes en el

2005. “Los peces de tu cielo”, por otra parte, es una versión

abreviada de “Mascarón” escrita para “Voces de la memoria”, una

antología de textos publicada a propósito del bicentenario de la

independencia de Chile y el centenario del Partido Comunista de

Chile, publicado en el 2012.

Cuando recopilé mi primera colección de poemas en el 1972

como parte de una tesina para optar por el grado de Bachiller de la

Universidad de Puerto Rico, Francisco Matos Paoli observó en

ellos, entre otras cosas, la influencia de Pablo Neruda. En aquel

entonces, recordemos, todavía vivía Neruda y acababa de recibir

el Premio Nóbel de Literatura. Para quien escribe, Neruda es uno

de los más importantes poetas del siglo.

No obstante, además de Neruda, Gabriela Mistral, Violeta

Parra y de otros poetas y cantautores chilenos, Chile, en sí mismo,

era objeto de mi fascinación, quizás por los Andes y su música.

Aun no había escrito, sin embargo, los poemas recogidos en este

cuaderno. Antes tuve que pasar por la ardiente experiencia del

golpe de estado contra Allende. Tomé noticia del mismo apenas

pisé tierra mexicana para realizar allí mis estudios posgraduados

en la UNAM. En México el golpe se vivió de manera muy intensa.

Las grabaciones, videos y fotos de la agresión contra el gobierno

popular inundaban el día y la noche por radio, televisión y prensa.

Días más tarde, como se sabe, ocurre la muerte inesperada de

Neruda.

Aun pasaron muchos años antes de que se me invitara en el

1977 a un encuentro de poetas en San Felipe y La Ligua. Ya

entonces vivía mi íntima relación con Hostos, incluida, desde luego,

su presencia prolongada en Chile. Ese año visité por primera vez

la residencia de Isla Negra.

En una segunda visita, en el 2002, planté pies y corazón

también en Valparaíso y conocí La Chascona en Santiago. En esa

ocasión ofrecí en la Sala de Honor de la Universidad de Chile, en

el mismo podio donde Neruda hablara en varias ocasiones, la

conferencia inaugural de un encuentro de escritores organizado

por la Sociedad de Escritores de Chile (SECH) .

La visita a Cusco fue, por su parte, posterior –2005. Viví allí

y entonces la prolongada y enigmática repercusión de su misterio

y espíritu vivo que musita al oído y nos toca. Otro tanto ocurrió

con la deslumbrante visita a Machu Pichu, motivo de un poema

que comenzó a gestarse de inmediato. Las alusiones a “Alturas de

Machu Pichu” de Pablo Neruda eran inevitables. La imagen del

tren trasandino, cuya creación estaba muy estrechamente

vinculada con Hostos, estaba allí palpitante.

Creo que se comprende que el centenario de la muerte de

Neruda me tomara después por un lugar muy vulnerable de mi

psiquis. “Los peces de tu cielo” salieron con facilidad una vez me

cursaron una invitación desde Santiago para participar en ese

homenaje continental recogido en “Voces de la memoria”, antes

mencionado.

Empero, el libro solo tiene de nerudeano y chileno el tema, y

frecuentes alusiones a la obra del poeta chileno. Mas la ilusión,

amor y fascinación de su urdimbre son cosas de un puertorriqueño

nacido en la segunda mitad del siglo XX que reconoce beber de

raíces ancestrales andinas que nos son propias y del fervor por la

poesía de uno de los poetas más latinoamericanos y revolucionarios

de la historia contemporánea. Solo eso.

MRD

 

 



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