domingo, 1 de diciembre de 2019
Hostos: un anarcosocialista puertorriqueño del siglo XIX
Archipiélago
Eugenio María de Hostos:
un anarcosocialista puertorriqueño
del siglo XIX
Marcos Reyes Dávila
"Hostos y la Teología de la liberación"
A
propósito de un libro de Samuel Silva Gotay
HOSTOS y
contra el canon
de otro mito biensonante
Por Marcos
Reyes Dávila
Conozco la Teología de la Liberación desde 1971 a
través de Samuel Silva Gotay, uno de los más prestigiosos estudiosos de esa
corriente religiosa, política y revolucionaria. No se aprovecha de este tema,
pues, un neófito que se sirve de un libro reciente suyo (El pensamiento
cristiano revolucionario en América Latina y El Caribe), ni de un conocedor
que ha hecho una lectura célere del mismo. Silva fue mi maestro
desde mis años de estudiante universitario, y compartió conmigo en los años en
que él escribía en México la tesis que dio base a su libro La Teología
de la Liberación: implicaciones para la Iglesia y para el Marxismo, y para
el libro recién reeditado. De modo que, con ese conocimiento sólidamente
convertido en acervo propio, acompañado del estudio de las obras de Eugenio
María de Hostos que he mantenido de manera ininterrumpida durante cuarenta
años, puedo señalar hoy, no sin algo de audacia acaso temeraria de la que estoy
consciente, que podemos hallar en Hostos una cierta convergencia con esa
teología revolucionaria capaz de cohabitar amable y fraternalmente, como
sabemos, con propuestas del socialismo marxista.
Estas ideas que sostenemos contravienen una parte del
canon sagrado que ha configurado otro tipo, muy diferente, del “mito
biensonante” predicado por la escuela hostosiana mayagüezana que tanto hemos
combatido desde que se articuló. Este otro canon es tan difundido, tenaz y
sordo, que ni siquiera puede diferir con indiferencia contra nuestra tesis,
porque no solo se niega a discutirla, sino incluso a oírla. La hemos expuesto
oralmente ante un público discreto a lo largo de este 2019 en Cuba, República
Dominicana y Mayagüez, y por escrito en las páginas de 80 Grados y ahora
en Archipiélago, de México. Solo hemos recibido un muy limitado eco. Mas
es importante establecer que no se trata de una breve intuición nuestra, como
la hemos expuesto en los casos antes mencionados, sino el producto de un
estudio y análisis amplio que esperamos publicar en un libro.
En cuanto a Hostos, pareciera que le ocurre aun
aquello que lo persiguió, y de lo que se quejó, su vida entera: la incomprensión
de sus contemporáneos, tantas veces plasmada en circunstancias muy diferentes,
como cuando la encumbrada clase política puertorriqueña se negó a oírlo y
discutirlo a su regreso a Puerto Rico en 1898. Todo el que se vuelve contra un
canon se ve condenado al ostracismo. No obstante, reconocidos autores que gozan
del aprecio de la élite intelectual sobre Hostos, han sostenido, por ejemplo,
que se pueden señalar importantes aspectos de las ideas económicas de Hostos que no
coinciden con el capitalismo (por ejemplo, J. C. López, y C. Rojas Osorio);
o que Hostos compartió innegables puntos de vista con el socialismo anarquista
de Proudhon (por ejemplo, W. Samot, Luisa Navarro); o que Hostos demostró a las
claras sus simpatías con los revolucionarios franceses que defendieron sus
posiciones de clase obrera, temprano en la década de 1870 (por ejemplo, C.
Vázquez, F. Córdova Iturregui).
Nuestra tesis parte de la interpretación, que desde
hace muchos años sostenemos, sobre la política desarrollada por el que hemos
llamado “joven Hostos”, es decir, el de la época española. Hemos sostenido como
parte de ese desarrollo, que no solo cabe apuntar, como lo hace Germán Delgado
Pasapera, cuán diferente era para él --Delgado Pasapera-- el mal alegado
reformismo autonomista del joven Hostos, que, a su juicio, tenía “un
tono distinto” y un “estilo” diferente al de “los tímidos pronunciamientos de
otros reformistas”, sino que esa etiqueta, afirmamos por nuestra cuenta, nunca
le ciñó al punto, porque era parte del vestuario colonialista que a Hostos siempre
le repugnó. Que “no tenía Hostos los complejos coloniales de otros políticos
puertorriqueños”, se apura a decir Delgado Pasapera del joven estudiante en
Madrid. Nada apartó a Hostos, y nunca se apartó, de sostener la necesidad
de la libertad de Puerto Rico y Cuba. La libertad para todos los pueblos era
una condición sine qua non de la misma existencia. Para ganar la independencia de Puerto Rico,
Hostos reservaba su propia vida. Mas ese Hostos, antimonárquico y republicano,
absorbió además, aquellas ideas claramente vinculadas con la revolución
proletaria propuesta por la Primera Internacional de los Trabajadores, haciéndolas
suyas desde su juventud, al menos desde 1868.
Esos prolegómenos no fueron ideas pasajeras como las
del socialismo del joven Unamuno, pues nunca lo abandonaron. Aunque Hostos no
llegó a extenderse en ellas en ningún texto o tratado, sí las introdujo como
pieza de su visión de mundo, y se sirvió de ellas, y lo expresó de manera
intermitente pero constante, hasta su muerte. Por eso pudo, repetidamente,
buscar en bases materiales fundamentos de la libertad, y de una audaz vida
democrática inopinadamente vinculada con los derechos inalienables del
individuo que es la base social. Por eso también pudo aconsejarle a José M. Mestre
en 1870 --representante de Cuba en Nueva York-- fundar la aspiración a la
independencia y a la libertad de Cuba, en las bases materiales que gestionó con
ese fin durante su estadía en Colombia en 1870, centrando en ellas “el futuro
de la independencia”. Así lo reconoce el historiador cubano Emilio Godínez
Sosa.
El vínculo que atrevidamente establezco entre Hostos y
la Teología de Liberación se basa en la naturaleza moral y materialista en
que Hostos enraíza su doctrina revolucionaria para el proletariado y los
oprimidos. Es decir, Hostos señala algunos fundamentos, al respecto de la
necesidad de esa revolución, inferidos de una economía política que no le fue
ajena. Empero, su fundamento más original, lo formula a partir de los
corolarios ineludibles del profundo y complejo desarrollo que hizo de la “moral
social”. Es eso lo que lo distingue y aparta de la teoría socialista --marxista-leninista--
que conocemos. Y es, precisamente, por los imperativos inducidos de su moral
social, no por los religiosos --de los que se mantuvo al margen, pero no ajeno--,
que Hostos entronca con esa teología de la liberación que predicó la justicia y
el socialismo humanista, en “el reino de este mundo”.
A fin de cuentas, la defensa de los oprimidos y
explotados, los descamisados y pobres de la tierra, de “la mujer, de los
indios, de los chinos, de los huasos, los rotos, los cholos y los gauchos,
otros tantos esclavos de la desigualdad social” (Obras completas, II, p.
121), es parte fundamental de esa teología, como lo fue de Hostos. En la
defensa de esas reivindicaciones, abnegada hasta el martirio, estriba en parte
la actualidad y el valor revolucionario de Hostos. Mas esa agenda social de
libertad, Hostos la reservó, como tenía que hacerlo, para activarla tras la
independencia. Esa, precisamente, es la doctrina que predicó en el “Programa de
los Independientes” de 1876.
El “mito biensonante” del Hostos autonomista, adherido
al capitalismo clásico, tiene, temprano o tarde, que insertar y conciliar, en
su lectura canónica, textos que no desaparecerán de sus Obras completas.
Albizu seas
Marcos Reyes Dávila
(Publicado en "80 GRADOS" el 6 de diciembre de 2019. )
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