jueves, 30 de agosto de 2012

Don Juan Sereno

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Don Juan Sereno

                    
En memoria de don Juan Mari Brás

 
Don Juan
qué sereno tu paso por la vega!
Encausaste
y encauzaste
todas las aguas del río
para buscar la ruta
en la tormenta
para anunciar un día posible
    entre nosotros
para forjar entre las llamas
el nombre encrespado de la patria

Todo tu río pasaste
por el molino de piedra
Tu vida fue tu jornada
la ofrenda diaria de un corazón
presto a bogar albizus
en la palabra y en la galera

Héroe de los tiempos
que aún no han sido

héroe del hierro hecho flor
anunciabas el día claro
y abogabas por la hora
en el grafito turbio de la calle   
con esa luz serena
que llevabas
por la secreta escala disfrazada
como una bandera

Decía aquel otro don Juan
    sabe el hombre dónde nace
y no dónde va a morir

Pero eso no fue contigo
Sabías muy bien

     –ajeno al miedo
             y zahorí
       como una torre
a dónde te llevaba el río del porvenir
Tu paradero
      con su aspa de herrero
            y bandera de alba
es tu posada...

Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
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jueves, 23 de agosto de 2012

El rebrote del Fascismo en Puerto Rico

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El rebrote del 
Fascismo 
en Puerto Rico

 
Cuando hablamos de Fascismo, el pensamiento deriva instintivamente hacia la Alemania nazi y Adolfo Hitler. No muchos recuerdan que se expandió por otras regiones de Europa, como Italia y España, e incluso Asia. Quizás hayamos oído hablar de fascismo en la época de algunas dictaduras latinoamericanas como Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Argentina, entre otras. Casi seguramente se asociará el término con el exterminio de los judíos en los famosos campos de concentración.    

    Pero el fascismo es un fenómeno mucho mayor que todo ello, y que no quedó aplastado por la historia. Vive, rebrota, de diversas modos, en muchas partes del planeta. Pocos sabrán que existen grupos fascistas en países occidentales como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, entre otros.
    Sigo para escribir estas líneas el valioso libro de Carlos Rama, La ideología fascista, publicado en España en el 1979 por la Biblioteca Júcar (222 páginas), producto final de numerosos trabajos sobre el tema que Rama publicó desde 1954.

    En el libro Rama hace el registro de un fenómeno complejo y variado que brotó a lo largo del siglo XX en numerosas latitudes por todo el planeta. De modo que, aunque las reflexiones parten principalmente de la época nazi en Alemania, y del fascismo italiano de Mussolini, no escapan a su juicio las diversas manifestaciones que se presentaron en muchas otras partes y ocasiones, incluido, como es natural, el fenómeno en la América Latina. 

    La definición del fascismo, tomado todo lo anterior en cuenta, no es fácil. Con cautela, Rama lo intenta del siguiente modo: 

    “Es un régimen político de masas fundado sobre el sistema del partido único y de la milicia de partido, realizado por métodos policiales y el control de todas las fuerzas de información y propaganda” (171). Se basa –añade– en una ideología irracionalista y anti-intelectualista; en la demagogia política, el ultranacionalismo y el belicismo; en la apelación a la violencia sistemática, la concepción totalitarista del Estado, la acción eficazmente procapitalista y ultrareaccionaria, y en la destrucción del movimiento obrero y social de izquierda (18).  Sobrevive, el fascismo, “en todos los países donde las minorías tengan un precario control de sus privilegios, y vastos sectores de la población sean mantenidos en forma compulsiva en la explotación y la ignorancia” (159).  

    El fascismo comienza por enfrentar en la calle, violentamente, a las fuerzas de la izquierda política que la prensa burguesa califica de amenazadoras, como los sindicatos, los partidos de izquierda, los intelectuales progresistas. Más tarde populariza esa violencia y atemoriza a las masas (161), se alimenta del terror y la impotencia que genera en las comunidades. 

    Como se ve, la hostilidad del fascismo hacia la cultura es notoria (162). Se forjó en países con un gran desarrollo capitalista para enfrentar y aplastar los movimientos de reivindicación obrera que estuvieron a punto de tomar el poder para crear estados socialistas. El enemigo principal de los nazis fue la Unión Soviética, el primer estado socialista producto de la revolución de 1917, país que pagó el precio más alto de víctimas en la Segunda Guerra Mundial. En los países de la periferia capitalista, como en el mundo latinoamericano y asiático, se trata de un “fascismo colonial” que se presenta como una fuerza de choque al servicio de las grandes corporaciones internacionales (181).

Es el mismo que desbarata países enteros como intentaron hacer con Viet Nam, con Palestina, con Irak, con Libia, Afganistán y ahora con Siria y el Líbano. Una invasión hecha con mercenarios y un torrente de armas, seguida de bombardeo y de invasión formal, seguida de otro ejército de mercenarios, aún más costoso que el ejército formal, que se encarga de todo lo sucio y de beber sangre a diario, como los vampiros. 

El fascismo colonial en Puerto Rico

    Puerto Rico es una colonia norteamericana. Se trata de un país concebido en el marco de la colonización, por España, de gran parte de América, y que no alcanzó a forjar su libertad en los años bolivarianos. Tuvo que luchar por esa libertad durante el resto del siglo XIX, hermanado a Cuba.

    La guerra de intervención norteamericana (1898) en la guerra antillana que inició Martí en el 1895, le permitió a Estados Unidos tomar a Puerto Rico como botín de guerra. La persecución se inició desde el principio en la forma de “partidas sediciosas”, de “turbas republicanas” que quemaban las sedes de periódicos y obligaron a huir incluso a próceres como Luis Muñoz Rivera, sino terminaban en las cárceles, como otros. Hostos denunciaba al imperialismo de los “bárbaros” que permitían un uso de la violencia en Puerto Rico dirigido al “exterminio” de los puertorriqueños. 

    Al día de hoy, 114 años después, Estados Unidos no solo no ha consultado la voluntad soberana del pueblo de Puerto Rico –violando su propia constitución, sus principios republicanos, toda noción de libertad, de derechos humanos y civiles, para convertirse en un imperio–  sino que la ha reprimido con el uso letal de la fuerza del estado. Esa fuerza policiaca, militar y la acción encubierta de inteligencia, se vio obligada ante la pujanza del nacionalismo de Albizu Campos, a usar aviones y unidades militares contra el pueblo de Puerto Rico. Más efectivo para ellos, a la larga, fue crear en el país una situación de extrema dependencia con una masiva asistencia de cupones de alimentos, la válvula económica de escape de inscribirse en las fuerzas armadas para obtener ingresos, y un intenso trasiego de drogas. La impunidad de los atropellos efectuados a diario por el FBI y otras agencias coloniales debió instruir y envalentonar a las fuerzas del “orden” puertorriqueñas. Las bandas policiacas asesinas no se hicieron esperar.

    El dominio colonial clásico, en el mundo contemporáneo, tiene una estructura fascista, puesto que se trata de la explotación de un país en el que se aplastan las fuerzas propias y se impone una visión, un modo de vida, un orden, una economía dependiente de explotación. El gobierno en Puerto Rico que llaman muchos “federal” –pero que no lo es, puesto que Puerto Rico no es miembro de esa federación–, es en realidad un gobierno colonial que agobiado por las repetidas embestidas del nacionalismo optó en el 1952 por una fórmula de autonomía que llamaron Estado Libre Asociado constituida, como siempre ocurre, por mayordomos del imperio, que se impuso con la utilización de símbolos nacionales –como la bandera– y de algunos reclamos del nacionalismo –“pan, tierra y libertad”– , pero aplicando simultáneamente leyes de mordaza que encarcelaron a los líderes del nacionalismo. Y en el caso de Pedro Albizu Campos, casi casi hasta su muerte. Se redactó una constitución con un orden republicano de gobierno, en apariencia, puesto que los poderes fundamentales no residen en la soberanía del pueblo de Puerto Rico sino en el Congreso de Estados Unidos. Vivimos desde entonces un espectáculo de apariencias que elige un gobernador cada cuatro años,
alcaldes y cámaras legislativas.
    



El gobierno del Partido Nuevo Progresista,
 fascismo de autoservicio
 
    Desde su creación en el 1968, el Partido Nuevo Progresista (PNP) coqueteó con las armas más rudas del fascismo tradicional y del neofascismo. (Hacemos abstracción del gobierno del otro partido hegemónico que fundó el ELA, y que bajo su amparo el gobierno colonial norteamericano estableció todos sus programas de carpeteo policiaco, vigilancia y las acciones encubiertas de sabotaje y desestabilización que incluyeron acciones letales.) El gobierno de Luis A. Ferré (1969-1973), fundador del PNP, se caracterizó por los abusos contra el movimiento sindical, las invasiones policiacas a la Universidad de Puerto Rico, y los ataques armados, a pleno sol, de comunidades y organizaciones de izquierda, como hicieron, bajo el mando de algunos senadores y la abstención policiaca, en la plaza pública de Río Piedras. El gobierno de Carlos Romero Barceló (1977-1984) estableció en complicidad con el FBI un programa de acecho y entrampamiento, con agentes encubiertos provocadores, persecución, ataques a bala y bombas. Bajo su mandato se produjeron las muertes a sangre fría de dos jóvenes totalmente inocentes en el Cerro Maravilla, acontecimiento de tal impacto que Hollywood lo llevó al cine (A show of force). Bajo Pedro Rosselló (1993-2000) se privatizaron numerosas corporaciones públicas como la Telefónica y todo el sistema de salud. De la mano de la privatización, se estableció un pacto monumental de corrupción entre el gobierno y los empresaurios que ha dominado la escena política desde entonces y nos trae directamente a los dramáticamente tristes desarrollos del gobierno actual de Luis Fortuño (2009-2012). 

    Fortuño comenzó a implementar una política neoliberal ultraconservadora que anuló las leyes laborales y los beneficios adquiridos, incluida la permanencia en el empleo. El “Profesor Distinguido” de la Universidad de Puerto Rico, Samuel Silva Gotay, ha hecho una relación más detallada de lo que sigue en un artículo titulado, significativamente, “Hacia una explicación de la destrucción del Estado en Puerto Rico a manos de la dirección del PNP por vía de una política neoliberal” (EXÉGESIS 69).

    Apenas asumió el poder, Fortuño declaró una emergencia fiscal, nunca demostrada, para asumir poderes extraordinarios, y despidió de un solo golpe más de 30 mil empleados públicos, a la vez que autorizó la creación de centenares de contratos multimillonarios con empresas creadas de la noche a la mañana y con amigos políticos. Intentó destruir el Colegio de Abogados de Puerto Rico anulando la ley de colegiación compulsoria. Tomó todas las instituciones fundamentales enmendando las leyes o aumentando las juntas de síndicos o directivas. También aumentó los miembros del Tribunal Supremo para crear en el mismo un caucus de mayordomos del partido. Lo mismo hizo con la Universidad de Puerto Rico. 

    El país vivió durante dos largos años periodos de huelgas estudiantiles en las once unidades universitarias contra las cuales el gobierno lanzó, cada día, todo el poder de la fuerza de choque policiaca y la policía montada violando repetidamente los derechos civiles. El escándalo de esas violaciones creó un cuadro parecido al Guernica de Picasso con monjas gritando a mitad de la calle, mujeres desesperadas en llanto tiradas a la calle, gases lacrimógenos, macanazos y cabezas ensangrentadas de estudiantes. Ello, que fue repetidamente denunciado en el pleno del Congreso norteamericano, obligó al Departamento de Justicia de Estados Unidos a intervenir.

    El gobierno del PNP se ha instrumentado a fuerza de decretos, de legislación que se produce sin vistas públicas ni consultas, de manera privada, pues las puertas del Capitolio se cierran incluso para la prensa. En todas las instrumentalidades gobierna un caucus –comité– del partido que se ha abrogado todos los poderes propios de un estado autoritario. El saqueo de los fondos públicos es la orden del día. Durante años se han vetado los aumentos salariales –excepto para sus asociados y amigos–, se ha aumentado dramáticamente la deuda pública, la población emigra desesperadamente, se devaluó la propiedad inmueble, la criminalidad y los asesinatos rompen récords sucesivamente, se le pone mordaza a la expresión de la oposición, se desmantela la universidad y los servicios de salud, se entregan las instrumentalidades públicas a empresas privadas, la mayoría del Tribunal Supremo consulta con el gobernador o con el presidente del Senado sus decisiones, que de ese modo, se pronuncian en cosa de pocas horas.

    Recientemente se enmendó el Código Penal para eliminar la discreción judicial y aumentar y fijar las penas, y para crear nuevos delitos que criminalizan, incluso, las protestas y la libertad de expresión. Recientemente, un “contralor electoral” ha impedido a la oposición colocar anuncios contra enmiendas propuestas a la constitución, y la policía le impide a los opositores la colocación de anuncios de campaña en las vías públicas. Los sindicatos han estado, todo el cuatrenio, inusualmente tranquilos:  ¿enmudecidos o temerosos?

    No solo este servidor, abogados, ex presidentes del Colegio de Abogados, ex
presidentes del principal partido de oposición, ex presidentes del Senado de Puerto Rico, también, y muchas otras voces, denuncian la instrumentación de un estado fascista en Puerto Rico, y bajo la presidencia de Barack Obama.
    
En conclusión

    En los países fascistas por excelencia no sufrió todo el mundo el impacto directo de la intolerancia. Pero sentían la crisis, supieron de los atropellos a otros, vieron reducir paso a paso el margen de libertad social y de tranquilidad. Los fascistas se instalaron poco a poco, aplastando primero a unos aquí, luego a otros allá, para ocupar paso a paso todos los espacios del poder desplazando a la oposición, e invalidando las garantías de los derechos civiles. Todos supieron que no era aceptable apoyar a medias al sistema. A callar y a mirar al otro lado. Sobrevivir. Naturalmente, dado nuestro carácter colonial, y dadas nuestra pobreza y pequeñez, hay manifestaciones del fascismo europeo que no se pueden dar en Puerto Rico.

    Aunque el gobierno colonial de Estados Unidos en Puerto Rico tenga un carácter fascista inmanente, la vida política en Estados Unidos mantiene un margen de juego político que nominalmente, al menos, permite reclamar los derechos constitucionales en el plano personal. Esa posibilidad, de la esfera judicial, es un freno al juego hostil del fascismo puertorriqueño. Pero esa garantía ya no existe en los tribunales de Puerto Rico.

    No es posible predecir hasta dónde podrá llegar la práctica del fascismo en la élite del poder político en Puerto Rico. Pero la bestia está viva, “azota” y muerde donde y cuando puede. El temor de vivir se incrementa, y el acorralamiento. Y la calidad de vida se asfixia. Este es el mundo que construimos y heredamos a nuestros hijos.

Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!

sábado, 18 de agosto de 2012

GUAJANA en su Voz













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lunes, 6 de agosto de 2012

Historias de Caín



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Historias 
              de Caín

                                  
Génesis 4:9
 
Las ramas toman el alma
de la tierra y del agua
y la ofrecen despierta
a la transparencia del cielo
Raíz
y luego flor
delinearon la puerta
en la cocina de un cogito
que acogió descalzo al colibrí

Nada hay en ello
de la turbia soledad de muladar
del que roe
su propio escupitajo

Acaso soy yo el custodio de mi hermano

preguntó Caín aquella tarde
sin saber que sí lo era
que sí lo somos
inexcusable
e inexorablemente.

Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas! 
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viernes, 3 de agosto de 2012

Recuerdos de un revolucionario: Hostos y Betances

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Recuerdos de un revolucionario,
a propósito de la 
alegada rivalidad 
entre Betances y Hostos

               
                                 Para Carlos Gallisá

I. Una sombra efímera


Eugenio María de Hostos murió un once de agosto, hace 105 años. [Este trabajo se publicó en CLARIDAD en el 2008.] Así como esta ocasión nos permite recordar que la Universidad de Puerto Rico aún no restaura la integridad de la obra escultórica de Victorino Macho –instalada en homenaje a Hostos en el Recinto Río Piedras– a la cual se le amputaron las partes que contenían las palabras “Patria” y “Sociología”, recordamos también que uno de los fenómenos nuestros que más nos asombran, desde hace muchos años, es el persistente empeño por enemistar, rivalizar, o enfrentar a Ramón Emeterio Betances y a Eugenio María de Hostos. Aquí y allá hemos tenido la desventura de oír durante décadas, incluso en el seno de organizaciones patrióticas, las voces que alegan con celo destemplado e irracional que uno de ellos es primero o superior al otro. Sabemos, porque lo señala el propio Federico Henríquez y Carvajal, que Manuel Guzmán Rodríguez –editor de Betances– andaba ya en ésas en 1926, cuando aquél –Henríquez y Carvajal– le sale al paso con la autoridad indiscutible de su conocimiento extenso, cercano e íntimo de ambos próceres. 

La controversia, sin embargo, tiene una raíz mucho más larga. El propio Hostos alega que en la emigración neoyorkina los enemistaron innecesariamente cuando se encontró con Betances en el 1869. Tal parece que los chismes malintencionados que brotaron hace casi 140 años reproducen sus ecos con persistencia insana hasta el día de hoy.

Carlos Rama (1972) desecha el tema de la alegada “rivalidad” entre Hostos y Betances en el estudio preliminar a la recopilación de los textos de Betances que titula Las antillas para los antillanos (Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1975, XLIX-LIII). Allí observa que la discrepancia entre ellos ocurrió en esa sola ocasión, a la llegada de Hostos a Nueva York en 1869, y en torno a un “tema preciso”: el modo de libertar a las Antillas (pág. XLIX). Recuerda Rama que Hostos le cede el espacio a Betances al emprender su viaje al sur ya en el 1870, y que a su regreso en 1874 culmina, junto a Betances, lo que Andrés Ramos Mattei llamó el “ciclo revolucionario antillano”, ciclo que completa en el 1875. Recuerda Rama, además, como, en 1898, Betances confía en Hostos más que en el Directorio de Nueva York, y le traspasa a Hostos, en vísperas de su muerte, su “legado” y su “bandera”. Recuerda Rama, finalmente, que sus contemporáneos, no sólo Henríquez y Carvajal, sino Sotero Figueroa, y el mismo Martí, unieron los nombres de ambos sin vacilar (pág. L).
 
Las cartas de Betances publicadas por Rama ponen a descubierto la colaboración franca que existía entre ambos antillanos desde el 1870 (249), y cómo crece la admiración de Betances hacia Hostos con el paso de los años. Que la “sombra de verano”, “leve y efímera”, de esa rivalidad, que a juicio de Henríquez y Carvajal parece que nunca existió, desapareció pronto, lo constata éste en el tratamiento efusivo y mutuo entre ellos que tuvo ocasión de ver tanto en su encuentro de Puerto Plata en 1875, como durante la estancia de Betances en Santo Domingo de 1881 a 1883, época de la Escuela Normal de Hostos (265-268).

II. Hostos, apóstol de la libertad

Es un hecho histórico que el joven Hostos vivía y estudiaba en España en el momento de su despertar político. Fue por lo tanto desde España, y de frente a los españoles, que Hostos fraguó las premisas y maneras de sus primeras urgencias políticas. En primer término, intentó persuadir a los españoles con su novela, La peregrinación de Bayoán, de 1863. Es ésta una novela de denuncia política que contempla ya la hermandad antillana que predicará Hostos toda su vida. Luego buscó cómo denunciar ante los españoles la mala política española en las Antillas y cómo hacerles comprender las inequidades de su política a través de una avalancha de artículos publicados en numerosos medios. Ideó, además, una forma de soberanía para “sus islas” a través de una confederación entre las provincias peninsulares y las Antillas, soberanía que requería antes de una revolución en la península que diera al traste con su régimen monárquico e instaurara una república federal, de modo que vemos a Hostos integrándose en las organizaciones políticas españolas y conspirando contra la monarquía. Finalmente, defendió a brazo partido los derechos de las Antillas, incluso tras los gritos de Lares y de Yara de 1868, alegando con todo valor que en las islas se prohibía celebrar la victoria del nuevo régimen español republicano encerrando las islas en el antiguo régimen monárquico depuesto en septiembre de ese año. Cuando constató que la nueva república española no reconocería la soberanía ni la libertad de Cuba ni de Puerto Rico, optó por buscarlas desde 1869 a través de las armas. 

En Nueva York, Hostos intentó acoplarse con la emigración antillana organizada en clubes, pero desistió cuando vio que ésta estaba dominada por el afán de buscar la anexión a Estados Unidos, tras la independencia de España. Hostos siempre ambicionó la Confederación de las Antillas: ésa es su idea matriz, la médula solar de su lucha y su pensamiento. Para contrarrestar el peso de esa emigración anexionista, y atajar el peligro de la anexión, viaja a buscar apoyo por los países de la América nuestra reclamando en cada parada la necesidad apremiante de completar la tarea del Libertador, la obra de Ayacucho. De paso, en Panamá (1870), Hostos advierte sobre la tendencia expansionista de los Estados Unidos y el peligro que corre Panamá con las inclinaciones “imperialistas” norteamericanas. 

Ya en 1898, Hostos, al igual que Betances, se percata de que es inútil pretender resistir por las armas en Puerto Rico a las tropas norteamericanas, de modo que idea, como Catedrático de Derecho que era, una nueva forma de lucha política, despertando el poder de la “sociedad civil” y reclamando el derecho a plebiscito que nos garantizaba no sólo la Constitución de Estados Unidos, sino el derecho natural y el derecho internacional. El presidente Mackinley, en persona, había acordado con Julio Henna realizar este plebiscito, a cambio de la cooperación del Directorio y de sus planes de invasión de Puerto Rico, mas, sin embargo, faltó a su compromiso. Hostos, por su parte, vio que no podía depender tampoco de los partidos políticos puertorriqueños cegados por el colonialismo servil, incluyendo a Muñoz Rivera, y apeló directamente al pueblo. 

Aunque se mostró dispuesto a aceptar el resultado del plebiscito, cualquiera que éste fuera, Hostos sabía que el derecho a la independencia era el destino final, inevitable e irrenunciable de los puertorriqueños. Y aunque habló de “americanizar” a los puertorriqueños, no quiso decir con esa palabra que buscaba la asimiliación y la entrega a los conquistadores, cosa que censuró siempre, y de lo cual habló con toda transparencia en su Moral social. Lo que quiso significar con eso de “americanizar” –y lo dice en blanco y negro– era que había que educar al pueblo de Puerto Rico en los modos de vida republicana, educarlo para la vida independiente y soberana. Ése era el propósito, justamente, de la Liga de Patriotas, proyecto suyo completamente acorde con El programa de los independientes de 1875 que elogió José Martí. Sobre antillanismo y política de la libertad, Hostos se le adelantó a Martí por décadas.

III. Recuerdos de Betances: la ofrenda
  En las Obras completas de Hostos encontramos un texto que, a modo de ofrenda fúnebre, escribió en fecha incierta para Ramón Emeterio Betances. Se titula “Recuerdos de Betances”, y parece estar íntegro y sin errores en la edición de 1969, tomo XIV, páginas 69-72. (En la edición crítica del 2001, páginas 283-285, hay frases omitidas que hacen incomprensibles algunos pasajes.)

El homenaje fúnebre de Hostos comienza desde el título mismo. “Recuerdos de Betances” alude sin decirlo a un texto de Betances escrito en febrero de 1898, con el título de “Recuerdos de un revolucionario” (Rama, Op. cit., 150-155). Este texto es un homenaje a José Martí, muerto en combate hacía, en ese entonces, tres años. En el mismo, Betances resume en tres fragmentos toda su lucha anticolonial, y lo que llama sus “bodas de diamante con la revolución”. Esto es, según puede inferirse, un largo trajinar de 50 años, los que van desde el 24 de febrero de 1848, día de la “revuelta” de París, en la que participó Betances [que, como se ve, también se involucró en las luchas políticas de la metrópoli donde estudiaba], que depuso la monarquía borbónica e instauró la Segunda República Francesa, hasta el 24 de febrero de 1898. En 1895, un 24 de febrero, se dio el Grito de Baire, grito que reinició la guerra de independencia en Cuba a cargo del Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí. 

Hostos evoca, por su parte, a Betances, con evidente emoción, en algún momento cercano a su muerte ocurrida el 18 de septiembre de 1898, a sólo cinco días del trigésimo aniversario del Grito de Lares, y casi dos meses después de la invasión norteamericana de Puerto Rico. Recuerda que conoció a Betances a los 23 años, cuando ambos coincidieron en Puerto Rico. Anota la “atracción” que ejercía la figura de Betances entre los enemigos de la esclavitud y los del coloniaje. Revela que recibió con sorpresa en Madrid, un año después –esto debe ser en 1863–, una carta de Betances desde París, escrita a propósito del más antiguo texto de Hostos que conocemos: su novela La peregrinación de Bayóan. Hostos confiesa que su novela fue “un grito sofocado de independencia” pues creía entonces posible, según lo señalamos antes, alcanzar la soberanía antillana a través de la constitución de una república federal en España. Recuerda no volver a saber de Betances hasta encontrarlo en Nueva York en el 1869. Entonces se refiere al famoso episodio de esa desavenencia entre ambos que atribuye a su desesperación por apurar el inicio de la lucha armada en Puerto Rico. En ese momento, intentó hacer de “jefe de bando”, cosa que lamentó más tarde. 

En defensa de Hostos hay que señalar que Betances admite haber recelado de él pues al que conocía era al joven Hostos de la época española, de modo que, en su recelo, ocultó a Hostos sus planes y lo dejó al margen. La emigración trabajaba mano a mano con los cubanos, que eran más, y entre los cuales dominaba la ambición de buscar la anexión a Estados Unidos. Hostos rechazaba esta pretensión entre los cubanos y no pudo articular su lucha y prédica con ellos en ese entonces. Es por eso que opta, como ya señalamos, por intentar otro camino con su viaje al sur.

Finalmente, se refiere Hostos a la época siguiente, que se inicia a su regreso del viaje en el 1974, y a partir de la cual fueron por completo hermanos del “ideal”. “Recuerdos de Betances” es, de esta suerte, un réquiem estremecedor inolvidable.
 
No los enemistemos más. Unámonos.

Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!
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