domingo, 6 de diciembre de 2020

Hostos: la fragua interminable

 

 

 

Hostos: 

La Fragua Interminable. Antillanía e Idea de América

 

La victoria abrumadora del Movimiento Al Socialismo (MAS) que dirigió en Bolivia durante una década Evo Morales pone de regreso, otra vez, el persistente propósito por alcanzar la libertad y el bienestar de los pueblos de Nuestra América.

 

No fueron distintos los pasos precursores de Eugenio María de Hostos que sembraron de luces el camino. Incluyendo, en ese persistente propósito, el factor fundamental que es la lucha de clases en toda gestión libertadora, factor constreñido, desde hace siglos, como ariete. Dando cuenta de ello, y de otros temas vinculados, acaba de salir publicado por la Editorial Patria nuestro estudio titulado Hostos, la fragua interminable. Antillanía e Idea de América.  Como lo indica el título, se trata de la exégesis de la que quizás sea, precisamente, la raíz fundamental del puertorriqueño de mayor estatura universal: aquella que retrata su quehacer como una fragua interminable. Es decir, con rumbo definido, mas sin meta última, porque Hostos no termina.

 

La magnitud de la obra de Hostos ha sido reconocida en todas partes de América, y aun en varios países europeos. No fue un educador a secas ni un mero filósofo de biblioteca. Hostos trazó, y también instrumentó, a manga descubierta y manos callosas, rumbos y rutas, sobre el camino andado por todas las Américas, y más allá o más acá de las academias. Por eso no puede ser para nosotros un simple objeto de la curiosidad y los museos. En su estudio sobre Plácido, había anotado, muy temprano en su vida, apenas iniciado la década del setenta, que “la eternidad hace bien en ser paciente”, pues el fin no era –ni es– gozar el día radiante de la victoria para la justicia: “el fin es contribuir a que llegue el día”. (OC, IX, 109) A ese día lo incitó –y debe incitarlo siempre– una utopía, en cuanto afán de mejorar la vida, y un deber de corregir y armonizar, conforme a una infraestructura de justicia, cuanto es dado y cuanto es posible crear. Por eso Hostos dice que “siempre es lejano el porvenir”: nunca termina.  Que “el porvenir se dilata y se aleja a cada adelanto del presente en él”. (OC, VI, 268) De ahí que Hostos sentencie, como anticipando la novela de Carpentier, El reino de este mundo, que “nacer americano es recibir al nacer un beneficio”, pues está todo por crear. (Ibid, 242)

 

La “fragua interminable” es la concepción de que la obra toda de Hostos, desde su temprana juventud hasta su muerte, se encarrila de manera coherente, y avanza como un tren conducido por una locomotora que nunca se detiene. Su combustible principal consiste, desde su temprana juventud hasta su muerte, en el deber de darlo todo para crear una patria que fuera parte de una confederación antillana, y que por ella fuera, además, el fiel de la balanza de ambos continentes americanos. Esa es la carta de presentación de su concepto de antillanía, y la médula de su idea de América.

 

Contra lo que pueda afirmar alguno, en la vida de Hostos las Antillas siempre, siempre, estuvieron lo primero. Insertas, desde luego, en el crisol de los pueblos de Nuestra América. Lo que animó su gestión revolucionaria de juventud no estuvo reducida nunca a una autonomía liberal en cuanto ésta aboga por un lazo permanente entre la colonia y la metrópoli. El joven Hostos tuvo muy claro siempre que la Libertad es una condición indispensable para vida, y que, por eso mismo, ha de alcanzarse, pero no de manera abrupta e irreflexiva, pues es necesario crear las condiciones que le permitieran evadir una Libertad prematura, defectiva y corrompida. No obstante, abogó durante más de un lustro por el uso de la fuerza y de las armas. Peregrinó una parte considerable de los países americanos, desde Nueva York hasta la Patagonia, los países del Océano Pacífico y los del Atlántico. Y a la vez, mientras constataba por todas partes la independencia malograda y la libertad corrupta, aleccionaba y proponía soluciones. De ahí que Hostos buscara entonces, tal como lo hizo siempre, avenidas y estrategias que pudieran prevenir tiranías y miserias y garantizar sus frutos. Con ese propósito, se aplicó, como no lo había hecho nadie, a formular los principios que debían regir el desarrollo de países libres. Formuló su base en los derechos civiles y en una democracia radical descentralizada, instrumentada a partir de de abajo para arriba, de los municipios al estado, y de la más absoluta igualdad civil. Martí consideró esos principios como un “catecismo de la democracia”.

Uno de los capítulos más notables de este libro es el que titulamos “La década refulgente y El siglo XX”. En éste demostramos paso a paso la presencia sostenida, en Hostos, de las ideas finiseculares más radicales, vale decir, las del socialismo y el anarquismo. Entre las disciplinas trabajadas por Hostos estuvo también la “economía política”. Pero no necesitó esperar a los años setenta para el estudio de ella en cuanto ciencia, pues la practicaba desde su juventud española. Hostos fue capaz de arribar a esas doctrinas desde varias disciplinas, incluyendo la Moral.

Resumiendo, con el auxilio del texto recogido en la contraportada interior de este libro, el valor que puede tener éste para el lector interesado:

“Eugenio María de Hostos (Puerto Rico, 1839-1903) es una de las figuras más notables en los esfuerzos transformadores de mayor envergadura practicados en Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XIX. Adelantado de José Martí, la vida de Hostos transcurre a lo largo del periodo de los profundos conflictos que siguen a la culminación de las guerras de independencia. Sus incesantes jornadas no se desenfocaron de su aspiración a una libertad plena de individuos y de pueblos, que, partiendo del archipiélago de las Antillas como fiel de la balanza, abarcó todo el continente. Convencido de la necesidad de reactivar el legado bolivariano a favor de la Cuba en armas contra el despotismo español, emprendió un viaje a través del continente que le permitió articular, cuanto menos, una sustentada y plausible idea de América, mientras contribuía a diligenciar por doquier sus diferentes urgencias. “Con hojas podridas se hace una isla”, aseveró, instrumentando la asunción de América con revoluciones educativas de las que brotaron los frutos notables de sus sistemas educativos, constitucionalistas, sociológicos, y sobre todo, de la moral social. Los derechos civiles y la libertad, fueron los fundamentos de una obra presidida con abnegado sentido del deber.  Aunque refugiado en el exilio, hizo patria donde pudiera contribuir a la fragua de sociedades libres y la independencia de la herencia colonial. Bien puede afirmarse que ningún hispanoamericano aportó tanto como el mayagüezano a la independencia de Cuba, y que tuvo su asiento fundamental en Chile y en la República Dominicana, donde sus restos descansan en el panteón de héroes. Mas, aunque tuviera por patria toda la América nuestra, nunca apocó su devoción por la patria natal.

El libro que tiene el lector en sus manos es un esfuerzo por redefinir su inmensa figura política, ya sea frente a España, las Antillas, América o Estados Unidos. Su gesta fue una utopía armada, sembrada a caballo en la pelea. Despejamos el lastre de interpretaciones de una faena que solo enarbolan paradojas; depuramos el verdadero carácter de su actividad política en el exilio, presidido siempre por un antillanismo inclaudicable; recorremos los proyectos reivindicativos que le permitieron fraguar con luces, y con arado sobre tierra, una América nueva; y finalmente, demostramos que toda su vida mantuvo una visión clara a favor de los trabajadores y los descamisados, convergente con las aspiraciones sociales que revolucionaron los principales derroteros del siglo XX.” Aspiraciones que aún los revolucionan.

 

sábado, 10 de octubre de 2020

Hostos victorioso en el "plebiscito" de 1903


 

 

Hostos 

       victorioso  

                  en el “plebiscito” de 1903

Muchos tendrán la idea errónea de que la prédica de Eugenio María de Hostos en pro de una confederación de las Antillas era producto de la fiebre y de elucubraciones enajenadas de la realidad. No obstante, sabrán esos muchos que personalidades del mayor rango, de las tres Antillas mayores, abogaron por lo mismo. Por ejemplo, Betances, Luperón y Maceo, José Martí. Ninguno de ellos lo hizo, sin embargo, con la vehemencia, la profundidad y la constancia de Eugenio María de Hostos. La moral social, su sentido de justicia y su indispensable vocación por la Libertad, lo llevaron inexorablemente a ese derrotero. Aún lo llevan.

Si bien es cierto que Hostos, como Betances, vio perdida, al finalizar el siglo, la oportunidad de alcanzar la meta mayor de sus esfuerzos, también es cierto que se ilusionó, no sin motivos, con la idea de que la confederación ya estaba izada al aire, sobre el tapete, con la independencia de Cuba y el fin del dominio español sobre Puerto Rico.

Sabido es que Hostos regresa a su patria en 1898 con el propósito de evitar que Puerto Rico fuera tomado como botín de guerra y anexado a Estados Unidos, y para difundir su ideal de la confederación antillana. Sabemos que se sintió derrotado dos años más tarde, tras una intensa campaña de educación política, y que para obedecer a su sentido del deber y de utilidad, se regresó a servir al corazón de la confederación en la República Dominicana, para volver a crear los “auxiliares” que requería su proyecto. Se ha planteado la idea de que, tras un nuevo levantamiento allí, murió abatido pensando derrotado su proyecto.

Sin embargo, en 1903, el periódico “La Correspondencia” auspició un “plebiscito” sobre las preferencias políticas de los puertorriqueños.  Votaron durante 60 días un total de 54,338 personas. Las opciones eran: Independencia, Gobierno Temporal, Confederación Antillana, Territorio y Colonia. Menos de cuatro meses antes de la muerte de Hostos, el 29 de abril de 1903, se publicaron los resultados. Según la “encuesta” solo un 17% prefirió la anexión a EEUU. Por el Territorio votaron 14,414, y por la “Colonia” un ínfimo 62. En cambio, un sólido 73% votó en contra: por la Independencia, 17,025; por el Gobierno Temporal 15,186; por la Confederación Antillana, 7,651. Ganó la Independencia. La palabra “colonia” era estimada claramente como una aberración. En Puerto Rico todos lo dicen --penepés, independfentistas y muchísimos populares--, el ELA es la colonia.

La votación de 1903 a favor de la Confederación Anti


llana significa que, solo en apariencia, el proyecto de Hostos era compartido por un 14%, porcentaje nada despreciable. Es evidente que era conocida y que había calado en una parte numerosa de la población. Pero si se tiene en cuenta que el proyecto de la confederación era la meta última, la aspiración final de Hostos, y si se tiene en cuenta que la confederación tenía que pasar a través de la Independencia, y si se tiene en cuenta, además, que para Hostos era necesario que se llegara a esta última a través de un Gobierno Temporal que preparara al país para alcanzar el destino justo y necesario de los pueblos sin caer en el caos, eludiendo los vicios de la educación colonial y superando la catástrofe económica y social en que la colonia española y la guerra habían hundido el país, el proyecto de Hostos, así consolidado, contaba antes de su muerte, en abril de 1903, con el apoyo de un sólido 73% de los votantes.

¿Fue ilusión afiebrada o estaba muerta su aspiración a la Confederación de las Antillas? Aun cuando pueda alegarse que ese resultado fuese respaldado solo por los simpatizantes de ese periódico, probablemente el más importante de entonces, no puede negarse que el resultado indica la tendencia más certera.

El “plebiscito” de 2020, como el de 1903, no es sino una “encuesta”. Aunque Hostos abogó con insistencia ante el Congreso de EEUU por la celebración de un plebiscito, éste no podía celebrarse sino con los requisitos de una educación política previa. Requería que antes se aceptase que el pueblo puertorriqueño tenía el derecho natural de decidir su propio destino, es decir, que gozaba de su soberanía. Desde 1868 sabía Hostos que las determinaciones no se toman a ciegas, irresponsablemente, y por eso le requirió al gobierno republicano español que no se lanzase a consulta entre república y monarquía sin educar adecuadamente al pueblo de España sobre el significado de sus opciones. El pueblo de Puerto Rico no goza para la “encuesta” de este 2020 de esos requisitos.

Los motivos de Hostos para abogar por la confederación de las Antillas siguen vivos. Esa sigue siendo la opción que aun demanda nuestra coyuntura política. La fragua de Hostos, estaba viva en 1903, lo está en el 2020, y es interminable. Veremos que nos dice la “encuesta” de 2020.

 

lunes, 28 de septiembre de 2020

Querido Marcos





jueves, 3 de septiembre de 2020

Hostos inédito: el ideal de América, su tierra patria


 

 Hostos inédito:

El ideal de América: su tierra patria

 

Hostos es un paradigma lleno de sorpresas. No acudimos a él con el herraje del antropólogo de la historia o la arqueología de este monumento que es su obra. Volvemos a Hostos porque nos urge, porque es pieza clave del futuro nuestro.

La peregrinación de Bayoán de Eugenio María de Hostos es, conforme a la información prevaleciente y la bibliografía conocida citada, la primera de sus obras publicadas. Sale a la luz en noviembre de 1863. Conforme a la información prevaleciente al uso, el próximo texto de Hostos se publica el 25 de enero de 1865. Así lo puntualiza la recopilación hecha por Eugenio Carlos de Hostos en el volumen publicado en 1954 titulado España y América, en el que se rescatan, tras una extensa investigación, innumerables textos publicados por el joven Hostos en la prensa periódica española, no recogidos en las Obras completas de 1939. Conforme a esta recopilación, todo el 1864 se ubica entre silencio y ausencia.

Ya hemos señalado en otra parte que, ese primer texto publicado de 1865, no es uno que carezca de interés en la comprensión del que hemos llamado repetidamente “joven Hostos”. Se titula “La estadística criminal en Puerto Rico”, y confirma tanto la atención que entonces le merecen los asuntos de su patria, como su dedicación al estudio del Derecho. El novelista virtió en este artículo su rumbo en nuevo surco: el del ensayo sociológico. Veremos que ello no implica en modo alguno que el interés por el arte literario haya quedado atrás.

Una publicación de febrero de 1864, hasta donde sabemos no reproducida en parte alguna, y por tanto inédito en la práctica, nos sale al paso. Este trabajo es para nosotros de mucha importancia, porque se publica solo tres meses después de la novela, sugiere la existencia de otros textos que no conocemos publicados ese año, y arroja muchísima luz sobre el carácter, tanto del autor como de la obra, de este inquietante y controvertido joven escritor.

Con una narración intensamente lírica, el autor se vuelca, en un sueño, en persecución de un ángel de mujer que, aunque encarna el bello ideal romántico del arte, convierte el sueño en una pesadilla. Es la lucha tormentosa de una antinomia, una trabazón dialéctica que se concreta en varios niveles o espacios y que arroja al perseguidor de la cima colosal a la sima tenebrosa. Y es que ese ideal aspirado es un imposible.

Las categorías literarias de lo bello, lo bueno y lo verdadero que caracterizan su teoría del arte comprometido, desarrollado en textos muy posteriores, están presentes aquí. Hay un factor moral que constituye ya el ancla de un hito infranqueable. La lucha por alcanzar el angélico ideal preconcebido, más recuerdo que encuentro, faro de luz en medio de las tinieblas, se dramatiza en esta persecución que es la alegoría de lo inalcanzable.

El tema del ideal huidizo es intrínsecamente romántico. Hegel trata ese ideal de lo bello, transitado por Goethe, Byron y tantos otros. En España, Bécquer troquela el tema en varias rimas. Recordemos, nada más por lo cercano, aquella danza de Ángel Mislán titulada “Tú y yo”, compuesta con la letra de su rima XV: “Cendal flotante, de leve bruma”, que termina con estos inolvidables versos: “yo, que incansable corro demente / tras una sombra, tras la hija ardiente /
de una visión!” Tal como lo modela Bécquer lo discurre Hostos.

Este importante texto de es evidencia de las cuitas del joven Hostos que deambulan a lo largo de las páginas de su diario, esa indecisión afincada en su interioridad, esa confusión del sentimiento que pretende anular continuamente su voluntad, para arrojarlo, del ideal de una carrera literaria a la que aspira, en pos de ideales políticos libertarios. La ambición por el arte literario, nutrido desde su intimidad, se contraviene contra el compromiso político que ya lo apremia. Hostos vive este conflicto como una “tempestad”, como una “pesadilla” de reminiscencia calderoniana. A lo largo de los textos primerizos publicados en la prensa periódica se puede constatar este reflujo de intereses contrarios que batallan en su espíritu, pero también se evidencia cómo lo domina la moral de los imperativos políticos.

Hay otros dos elementos en este trabajo de la mayor importancia para nosotros. Uno de ellos es el vínculo que se establece entre el ideal y las bienandanzas de la infancia. Un elemento autobiográfico que si bien edeniza su vida familiar en Mayagüez, también permite vincular el anverso de sueño-pesadilla con las muertes recientes de dos de sus hermanos, y, sobre todo, de su señora madre, a quien nunca olvidará evocar en cada aniversario su muerte.

El otro factor de gran importancia se reporta al final de este trabajo. Hostos ha interrumpido en un par de ocasiones el discurso narrativo de la persecución de este ideal fugitivo, de esa “visión”, para hacer alguna breve reflexión digresiva, tal como lo hace Bayoán, y al final, para hacer irrumpir, inesperadamente, en medio de los prados y lagos de su alegoría, “una tarde de América” que “ahuyenta las sombras del Oriente”. En efecto, Hostos ha hecho un salto súbito sobre el océano, se aleja de España y se ubica ahora en “la desdichada América”. El viaje a España, en La peregrinación de Bayoán, tuvo aquí el trueque de una vuelta. En la tierra de su infancia, y evocando sus recuerdos, se ha alejado la pesadilla, aunque reaparece como varias otras veces a lo largo de la narración. Pero, esta vez, el ideal lo ha contrastado, no con prados y lagos imaginarios e idealizados, sino con su “miserable” tierra. Le ha arrancado “el velo”, y así descubierto, el ideal ha huido nuevamente. El trabajo, termina, pues, con el “aviso” que su “sueño encierra”. ¿Cuál? Alguna lectura pudiera deducir que ese “ideal” estuvo presente para él desde la cuna de su infancia. “América”, dice: su tierra patria.

 Marcos Reyes Dávila

¡Albizu seas! 

Publicado en 80 GRADOS el 4 de Septiembre de 2020.

 

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