Ganó la UPR;
perdió Ygrí RiveraFue necesaria la intervención de los demás miembros de la Junta de Síndicos para derrotar la actitud intransigente de su presidenta, Ygrí Rivera, y del presidente de la UPR, José Ramón de la Torre. Particularmente sobresalió en esta virazón de la Junta de Síndicos, según parece, el ex presidente de la UPR, Norman Maldonado, cuyo término en la presidencia se destacó precisamente por el diálogo franco, diálogo verdadero y respetuoso, todo lo contrario de lo que vimos en estos días de huelga.
El resultado demuestra que la huelga prolongada fue innecesaria. El terrible sufrimiento que Ygrí y De la Torre le impusieron, no sólo a la comunidad universitaria, sino a todo al pueblo de Puerto Rico, que ha resultado en desprestigio para la UPR, pudo haberse evitado de haber estado dispuestos ambos a llegar a un acuerdo desde el principio.
Las pérdidas de la huelga no pueden ser adjudicadas a los estudiantes, pues
ellos no tenían la responsabilidad de mantener la universidad en operación, sino a las autoridades universitarias. Mucha gente ha olvidado que fue la Junta de Síndicos quien cerró el Recinto de Río Piedras. Los estudiantes, con inteligencia y verdadera voluntad de buscar soluciones, estuvieron siempre dispuestos a hallarlas. Las autoridades universitarias, totalmente sordas durante casi dos meses, fallaron reiteradamente en llegar a un acuerdo ante una comunidad universitaria que no podía ser vencida por el carácter unánime de una protesta que involucró a los estudiantes, y a los empleados docentes y no docentes. Sólo la soberbia, la prepotencia, la irracionalidad de quien es ajena a la vida y formas universitarias, como lo es la carlosromerobarceló Ygrí Rivera, pudo hacer posible este absurdo, cada día más torpe por ciego, por su absoluta incapacidad para comprender la realidad.
El análisis y la reflexión de lo acontecido durará muchos años. El carácter histórico de la huelga resultó una verdad evidente desde las primeras semanas. La novedad, la capacidad creadora, de extraordinaria frescura e inteligencia, se puso de manifiesto desde el principio. También la madurez estudiantil. Todo el mundo vio la cátedra estudiantil en funcionamiento, excepto Ygrí Rivera y De la Torre. Esta mujer se condujo guiada por el resentimiento y el odio, concretado de manera irrefutable en su expresión de desprecio a los valores universitarios de mayor categoría que florecieron en los recientes actos de graduación. Nada ni nadie más ajeno a la UPR que Ygrí Rivera, José Ramón de la Torre, y la absurda y alocada rectora interina de Río Piedras.
El análisis y la reflexión de lo acontecido durará muchos años. El carácter histórico de la huelga resultó una verdad evidente desde las primeras semanas. La novedad, la capacidad creadora, de extraordinaria frescura e inteligencia, se puso de manifiesto desde el principio. También la madurez estudiantil. Todo el mundo vio la cátedra estudiantil en funcionamiento, excepto Ygrí Rivera y De la Torre. Esta mujer se condujo guiada por el resentimiento y el odio, concretado de manera irrefutable en su expresión de desprecio a los valores universitarios de mayor categoría que florecieron en los recientes actos de graduación. Nada ni nadie más ajeno a la UPR que Ygrí Rivera, José Ramón de la Torre, y la absurda y alocada rectora interina de Río Piedras.
Más que los estudiantes, ganó la UPR con este acuerdo. La UPR no es ni la representan Ygrí Rivera y De la Torre. La UPR son los estudiantes, los profesores, los empleados no docentes todos. Ganó, porque volver a las tareas interrumpidas es devolverle la vida al quehacer universitario, que era la misión y la obligación ministerial de la administración, misión y obligación que se negó reiteradamente a cumplir.
Ganó la razón y perdió la sinrazón y el absurdo de la intolerancia y la intransigencia. La intransigencia es negación del diálogo y de la inteligencia misma. La gran perdedora, y ella misma lo reconoce al votar en contra del acuerdo, es Ygrí Rivera. Creemos que ya no tendrá retroceso la conquista que contiene la consigna “Once recintos, Una UPR”.
Si tuvieran aún un poco de decencia y respeto por sí mismos y por el país, Ygrí Rivera y José Ramón de la Torre, absolutamente rechazados y despreciados por toda la comunidad universitaria, deberían renunciar.
Ganó la razón y perdió la sinrazón y el absurdo de la intolerancia y la intransigencia. La intransigencia es negación del diálogo y de la inteligencia misma. La gran perdedora, y ella misma lo reconoce al votar en contra del acuerdo, es Ygrí Rivera. Creemos que ya no tendrá retroceso la conquista que contiene la consigna “Once recintos, Una UPR”.
Si tuvieran aún un poco de decencia y respeto por sí mismos y por el país, Ygrí Rivera y José Ramón de la Torre, absolutamente rechazados y despreciados por toda la comunidad universitaria, deberían renunciar.
La lección más importante de la huelga
Muchísimas lecciones se desprenden de esta prolongada lucha. No obstante, la lección, a mi juicio, más importante de la huelga en el sistema universitario carece de novedad. Es un principio antiguo, milenario, que afirma que en la unidad está la fuerza.
La unidad en este proceso huelgario entre los estudiantes, los profesores y los empleados no docentes, así como la unidad de todos los recintos, constituyó una fuerza imbatible. En ese sentido, la lección de la huelga es la misma que la de la lucha contra la Marina de Guerra Norteamericana en favor del pueblo de Vieques. Y sería del mismo modo si se lograra aplicar a la descolonización de Puerto Rico.
No en todos los recintos se abrieron heridas inmensas como ocurrió en Río Piedras y en otros recintos. En Humacao, por ejemplo, estudiantes y profesores se sentaron a dialogar con un rector dispuesto a buscar soluciones, y las hallamos hace tiempo. Si UPR-Humacao permaneció en huelga, fue porque era una necesidad estratégica de una lucha sistémica, y porque una Junta de Síndicos triunfante podría cancelar los acuerdos logrados.
Ello fue posible en Humacao porque el rector interino, Ángel Gierbolini, no se colocó de frente a estudiantes, profesores y empleados, sino al lado. No asumió una posición ajena, gerencial, sino la de un viejo colega y compañero. El poder --¿cuál poder?-- no le subió a la cabeza los desdenes torpes como ocurrió con la rectora de Río Piedras. La alta administración universitaria puso en evidencia su incapacidad para identificarse o entrar en empatía con la comunidad universitaria. En la vida universitaria son gérmenes extraños, verdaderos patógenos.
Una administración universitaria llevada a cabo por colegas y compañeros, como debe ser, queda desnaturalizada cuando se nombra una Junta de Síndicos cuya composición no responde a los universitarios sino a la de una oficina de la Fortaleza. Allí nace la incomprensión, la desconfianza, la imposición, la soberbia y la fuerza, la actitud de enfrentamiento y no de cooperación. La imposición y la fuerza son los recursos de quien carece de la razón o de la inteligencia necesaria para prevalecer con argumentos. Esta idea resume toda la gestión de Ygrí Rivera y de José Ramón de la Torre.
No obstante, la consigna “Once recintos, una UPR” da cuenta de una realidad relativamente nueva, pues requirió de una toma de conciencia que a su vez fue fruto de una necesidad.
Esperemos que el futuro de la universidad pueda pueda desarrollarse con este motor poderoso de la unidad.
Muchísimas lecciones se desprenden de esta prolongada lucha. No obstante, la lección, a mi juicio, más importante de la huelga en el sistema universitario carece de novedad. Es un principio antiguo, milenario, que afirma que en la unidad está la fuerza.
La unidad en este proceso huelgario entre los estudiantes, los profesores y los empleados no docentes, así como la unidad de todos los recintos, constituyó una fuerza imbatible. En ese sentido, la lección de la huelga es la misma que la de la lucha contra la Marina de Guerra Norteamericana en favor del pueblo de Vieques. Y sería del mismo modo si se lograra aplicar a la descolonización de Puerto Rico.
No en todos los recintos se abrieron heridas inmensas como ocurrió en Río Piedras y en otros recintos. En Humacao, por ejemplo, estudiantes y profesores se sentaron a dialogar con un rector dispuesto a buscar soluciones, y las hallamos hace tiempo. Si UPR-Humacao permaneció en huelga, fue porque era una necesidad estratégica de una lucha sistémica, y porque una Junta de Síndicos triunfante podría cancelar los acuerdos logrados.
Ello fue posible en Humacao porque el rector interino, Ángel Gierbolini, no se colocó de frente a estudiantes, profesores y empleados, sino al lado. No asumió una posición ajena, gerencial, sino la de un viejo colega y compañero. El poder --¿cuál poder?-- no le subió a la cabeza los desdenes torpes como ocurrió con la rectora de Río Piedras. La alta administración universitaria puso en evidencia su incapacidad para identificarse o entrar en empatía con la comunidad universitaria. En la vida universitaria son gérmenes extraños, verdaderos patógenos.
Una administración universitaria llevada a cabo por colegas y compañeros, como debe ser, queda desnaturalizada cuando se nombra una Junta de Síndicos cuya composición no responde a los universitarios sino a la de una oficina de la Fortaleza. Allí nace la incomprensión, la desconfianza, la imposición, la soberbia y la fuerza, la actitud de enfrentamiento y no de cooperación. La imposición y la fuerza son los recursos de quien carece de la razón o de la inteligencia necesaria para prevalecer con argumentos. Esta idea resume toda la gestión de Ygrí Rivera y de José Ramón de la Torre.
No obstante, la consigna “Once recintos, una UPR” da cuenta de una realidad relativamente nueva, pues requirió de una toma de conciencia que a su vez fue fruto de una necesidad.
Esperemos que el futuro de la universidad pueda pueda desarrollarse con este motor poderoso de la unidad.
Marcos
Reyes
Dávila
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