domingo, 19 de diciembre de 2010

UPR: Torre de Arena


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UPR: 
torre de arena

        "La primera verdad es que la libertad de una democracia no está a salvo si la gente  tolera el crecimiento del poder en manos privadas hasta el punto de que se convierte en algo más fuerte que el propio estado democrático. Eso, en esencia, es el fascismo: la propiedad del estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder privado."                 Franklin Delano Roosevelt



Justo hoy mismo, domingo 19 de diciembre, Luis Rafael Sánchez nos reclama, con un dejo de ironía que permea aún, y de manera inevitable, su repaso del país:

    “Por eso, amado y engreído paisito  borinqueño,  a decirle adiós al histórico mojoneo colonial y a enfrentar la adultez y sus consecuencias. Las que sean. Así  de elemental y silvestre. Así de saludable y necesario.”

    Justísimas estas expresiones de mi amado Maestro de la palabra, el mejor que siempre tuve.

    Las peripecias que han derivado a este callejón sin salida en la Universidad sólo permiten un diagnóstico:

    Cuenta sólo el poder, la fuerza, en este gobierno.
    Donde no crece ni hierba democrática –y mira que es democrática la hierba– solo es eficaz el uso de la fuerza.

    Al claustro docente, los intelectuales y escritores, “engreídos”, como dice Sánchez, por la alegada fuerza de la palabra, acostumbrados a gozar de su propia retórica, se les hace muy difícil la acción concertada, unida, y mucho más la militancia.

    Es muy difícil organizar un sindicato docente, porque un claustro es por lo común un reperpero, un revolú, una burundanga, a quien le late muy azul la vena de la anarquía.

    Los intelectuales de mayor clase han vivido durante milenios al amparo de mecenas y coqueteándole al poder. Pocos han tenido la entereza necesaria para enfrentarlo como hizo Quevedo en un instante de gloria inusitada:

        “No he de callar por más que con el dedo,
        ya tocando la boca o ya la frente,
        silencio avises o amenaces miedo” .

Pero en Puerto Rico, más que una torre de marfil, parece erguirse en nuestra universidad un palacio de arena, con una hermosa torre de arena, justo en medio del cubículo de nuestros juegos de niños encanecidos y arrugados.

    Le hemos entregado a los estudiantes todo el protagonismo y los vemos lidiar, desde las gradas del coliseo romano del país, su lucha contra las bestias antiuniversitarias, dictatoriales y fascistas. Nos han rasgado las vestiduras, pero nos esperan aún más latigazos y muchos despojos no anunciados aún.

    Gritamos desde nuestros asientos cómodos para no oír lo que Luis Rafael Sánchez nos dice ni el sufrimiento de nuestros propios estudiantes. Lloramos al margen de todo.

    Mas no sé si lloramos por ellos o por nuestra propia impotencia.

mrd


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