¿Oficina Claustral
o Sindicato?Una de las mociones presentadas durante la asamblea de todo el
claustro universitario celebrada en Cayey propuso la creación de una “Oficina de Asuntos Claustrales” que tuviera la encomienda de dar seguimiento a las muchas mociones aprobadas en esa reunión. La moción fue derrotada. Pero se aprobó, en su lugar, otra moción para crear un comité compuesto por todos los recintos. Alguien propuso que estuviera constituido por el mismo grupo que citó a la asamblea, pero no se aprobó. La manera como se constituirá este comité quedó en el aire. A la salida, creí oír al presidente de la CONAPU decir que debía estar compuesto por los presidentes de las asociaciones de profesores de cada unidad. Veremos muy pronto, lo supongo, cómo se resuelve.
La idea de la oficina claustral no podía ser aprobada. La frase nominal sugiere una oficina administrativa, burocrática, parte del sistema, que obtiene de las mismas autoridades universitarias la autoridad para ser, y por lo tanto, parte del mismo sistema administrativo. Eso, en situaciones de conflicto intenso como lo es el que vivimos, no tendría sentido. El informe del representante claustral José Sotero, presentado al comienzo de la asamblea y aplaudido a rabiar, terminaba afirmando precisamente que la participación claustral en los organismos oficiales, incluidos la Junta de Síndicos y la Junta Universitaria, son virtualmente inútiles. En la UPR el poder está centralizado y emana, en realidad, del gobierno, es decir, de Fortaleza.
Reclamar más participación, democracia o una nueva ley universitaria que le dé verdadera autonomía es una ingenuidad que cae, hoy por hoy, en lo ridículo. La posibilidad de una nueva ley universitaria escrita por Fortuño, Rodríguez Pujada, Jennifer González y Tomás Rivera me da un escalofrío que raya en el pánico.
La oficina o el organismo que sabemos hace falta para dar seguimiento a las demandas docentes tiene, necesariamente, que ser constituido por los docentes y responder a los docentes. Si esa oficina u organismo tiene como objetivo defender ante la administración las causas de los docentes, el instrumento tiene un nombre acuñado en el diccionario: sindicato.
Hacia un sindicato de profesores de todos los recintos vamos.
La idea de la oficina claustral no podía ser aprobada. La frase nominal sugiere una oficina administrativa, burocrática, parte del sistema, que obtiene de las mismas autoridades universitarias la autoridad para ser, y por lo tanto, parte del mismo sistema administrativo. Eso, en situaciones de conflicto intenso como lo es el que vivimos, no tendría sentido. El informe del representante claustral José Sotero, presentado al comienzo de la asamblea y aplaudido a rabiar, terminaba afirmando precisamente que la participación claustral en los organismos oficiales, incluidos la Junta de Síndicos y la Junta Universitaria, son virtualmente inútiles. En la UPR el poder está centralizado y emana, en realidad, del gobierno, es decir, de Fortaleza.
Reclamar más participación, democracia o una nueva ley universitaria que le dé verdadera autonomía es una ingenuidad que cae, hoy por hoy, en lo ridículo. La posibilidad de una nueva ley universitaria escrita por Fortuño, Rodríguez Pujada, Jennifer González y Tomás Rivera me da un escalofrío que raya en el pánico.
La oficina o el organismo que sabemos hace falta para dar seguimiento a las demandas docentes tiene, necesariamente, que ser constituido por los docentes y responder a los docentes. Si esa oficina u organismo tiene como objetivo defender ante la administración las causas de los docentes, el instrumento tiene un nombre acuñado en el diccionario: sindicato.
Hacia un sindicato de profesores de todos los recintos vamos.
Marcos
Reyes
Dávila
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