A propósito de un Terremoto  llamado FORTUÑO
En la Brecha
Anoche,  un terremoto de 5.8 grados con  epicentro en el mar del oeste, sacudió al país. Causó susto, pánico,  incluso algunos destrozos. En un mundo sacudido por frecuentes fenómenos  de esta clase de alta magnitud, no puede extrañarnos lo ocurrido ni  puede descansar nuestro temor de que un evento catastrófico de esta  naturaleza ocurra en un futuro cercano. Lo que no sé, y lo digo en  serio, es si un terremoto como el de Chile pudiera causar en Puerto Rico  más daño que  el gobierno de Luis Fortuño.
      
En gratitud y homenaje a Eduardo Galeano, editor de Brecha, de nuestros muchachos estudiantes, y de todo el que lucha y defiende sus principios, recuerdo aquí, como consigna, los versos finales del famoso soneto de De Diego:
 
Que la Junta de Síndicos diga que ha tenido que obtener un  préstamo para pagar la nómina de la UPR de este segundo semestre, o que  adeuda varios meses del pago del plan médico de los empleados, tampoco  extraña. No extraña la anunciada privatización de la administración del  Hospital Pediátrico Universitario, único en su clase del Caribe y  orgullo del país, ni las nuevas oleadas en despidos que suman muchas  decenas de miles. Parece que en la sinrazón de Fortuño, el trabajo de  esos trabajadores no produce riqueza ni bienestar sino que lo consume. 
¿Cómo se concilía la aparente contradicción de un gobierno que  gasta cientos de miles de dólares en el Festival de la Palabra, mientras  estrangula al Instituto de Cultura, al  Departamento de Educación, a la Universidad de Puerto Rico, a la clase  artística y teatral, al vernáculo, las bibliotecas, las publicaciones,  la Escuela de Artes Plásticas y de Música, la investigación y todo lo  que huela a creatividad? La respuesta es muy sencilla: con el Festival,  Fortuño hizo turismo y relaciones públicas. No sueñen que en su mente  había otra cosa, porque estoy totalmente seguro que no sabía que  Gioconda Belli estuvo vinculada al sandinismo, ni quién era Luis  Sepúlveda o Sergio Ramírez.
Por otra parte, en una reunión de líderes sindicales realizada  con el propósito  de “apoyar” la huelga universitaria, un líder sindical señaló en  sus  reflexiones que el movimiento sindical del país pocas veces  ha estado realmente unido como cuando la huelga por “Nuestra  Telefónica” –orgullo del país, ¿recuerdan?– o la lucha contra la Marina  de Guerra y por Vieques. 
Da pena, incluso  vergüenza, tener que darle la razón al  compañero. Da pena, incluso vergüenza tener que admitir la propensión  caníbal y la reducida capacidad para la acción concertada y solidaria de  los puertorriqueños. Eso, claro está, es uno de los efectos de la vida colonial, buscado con  toda intención y propósito . El caso de la lucha por  Vieques es paradigmático, pues en esa lucha convergieron casi todos los  factores de fuerza del país.  
Incluso el gobernador Rosselló, aunque después se arrepintiera, apoyó la causa de Vieques que le dio lustre hasta a Norma Burgos, la desobediente civil. La Marina de Guerra era para casi todo el país una fuerza “extranjera” que abusaba de pobres viequenses. En ese sentido, es cierto que esa unanimidad no se da en el caso de la Universidad ni contra el gobierno de Fortuño.
Incluso el gobernador Rosselló, aunque después se arrepintiera, apoyó la causa de Vieques que le dio lustre hasta a Norma Burgos, la desobediente civil. La Marina de Guerra era para casi todo el país una fuerza “extranjera” que abusaba de pobres viequenses. En ese sentido, es cierto que esa unanimidad no se da en el caso de la Universidad ni contra el gobierno de Fortuño.
Mas sería buscar un milagro de cielo, y además una temeridad  suicida, sentarse a esperar por la unanimidad del país para actuar otra  vez o promover una huelga general. Por más verdad que sea la desunión  entre nosotros y la excepcionalidad del caso de Vieques,  lo cierto es  que el pasado  enseña pero no predice el porvenir. La historia, como las estrellas de  Segismundo, inclinan el albedrío y permiten proyectar los modos del  comportamiento del porvenir,  pero no lo fuerzan ni lo determinan. Sí así fuera, tendríamos que dar el  mundo como museo, como reino de los cielos. En el reino de este mundo  la voluntad de los que estamos cuenta y hace una diferencia. Esa  tendencia histórica de desunión  hay que superarla. Es necesario crecer. Es necesario fortalecer la  unidad en la diversidad. Hay que pujar para que nazca el país que  deseamos.
No. No se trata de apoyar a los estudiantes. La lucha de los  estudiantes es la lucha de casi todo el país contra la Ley 7, contra la  política neoliberal que restaura el capitalismo salvaje en todas partes a  costa de las conquistas laborales, de los sindicatos, de todos los  trabajadores, de los recursos naturales del país, de la paz social, del  bienestar asesinado, de los desprotegidos y los desamparados, de la  clase artística y cultural, de los universitarios. Lo que ocurre en la  Universidad es consecuencia de esa Ley y de la misma política que golpea  a los trabajadores y desarticula, subyuga, avasalla, al país. Es la  misma fuerza enemiga de casi todos. 
Los sindicatos No tienen que apoyar a los estudiantes ni a los  universitarios: tienen que luchar en esa guerra porque es allí donde se  está fraguando la lucha de los trabajadores. La Universidad es el frente  de batalla abierto de todos nosotros. Y en ese frente de batalla se  está sacrificando, en el frente, a los jóvenes más talentosos del país,  muchos de ellos menores de edad.
¿Qué? ¿Los sindicatos permitirán que se aplaste con la bota y la  macana a sus menores, hijos e hijas, sobrinos y sobrinas?
Eduardo Galeano,  figura cultural de  importancia mundial, nos dice desde Uruguay que la comunidad  internacional observa con interés esta lucha estudiantil, y, con  palabras que evocan a José de Diego, añade que “los estudiantes no están  atrincherados en el campus por puro capricho”, sino porque “ellos son  el corazón, la llama viva de la universidad”.
En el célebre poema que tituló En la brecha,  José de  Diego exhortó al país, a principios del siglo pasado, a resistir.  “Resurge, alienta, grita, anda, combate”, dijo. 
En gratitud y homenaje a Eduardo Galeano, editor de Brecha, de nuestros muchachos estudiantes, y de todo el que lucha y defiende sus principios, recuerdo aquí, como consigna, los versos finales del famoso soneto de De Diego:
                       “Haz como el  toro acorralado: ¡muge! 
                       O  como el toro  que no muge: ¡embiste!”
 




 
 

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