jueves, 13 de mayo de 2010

Lecciones de democracia y rebelión

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Algunas Lecciones sobre
Democracia y Rebelión



Lecciones de democracia vivimos en Puerto Rico cada día.

Negativas: el gobierno opera por decreto, aplastando las "minorías", aplastando al pueblo cuyos intereses se supone representan.

Positivas: la huelga estudiantil. Dicen los estudiantes por radio, a preguntas de Inés Quiles, que aprendieron a defender sus derechos y principios en su casa. El liderato se aprende en casa. Por eso, cuando el gobernador  trata de apelar al interés individual de graduarse no logra obtener eco de estudiantes que ponen por encima el interés del grupo, de la universidad del pueblo, del país. Extraordinario.
 
Mas, ¿qué es la democracia?
Cómo no queremos hacer esnobismo académico ni filosófico, y porque no deja de ser compatible con los académicos la definición que ofrece la Real Academia de la Lengua en su diccionario, lo consultamos.
Dice allí: "predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado".
La famosa definición del presidente Abraham Lincoln, en Gettysburg, era que democracia era el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
 
Consideremos esa definición en el caso de Cuba, de España, de Estados Unidos, de Puerto Rico. ¿Dónde se vive más la democracia?
 
Nelson Mandela dijo en 1998 que "si no hay comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan parlamento." 
 
Y es que no hay democracia donde impera la desigualdad social. La democracia parte de la premisa de la igualdad del voto, pero de un voto que es mucho más que el ejercicio inútil de cada cuatro o seis años, pues en verdad significa que las decisiones públicas siguen lo que dispone la mayoría. Ocurre que el voto del presidente del Banco Popular no vale lo mismo que el voto de mi vecina ni que el mío. Mi vecina, y yo, somos buenos para mirar desde la verja el "banquete de los ricos" que tan elocuentemente dibujó Llorens Torres en un poema.
 
No. La democracia no existe donde impera la desigualdad social. Esto es un teorema universal, como lo es también el teorema que asegura que la desigualdad social lesiona la dignidad humana.
Otro aspecto de la definición clásica presupone que ese pueblo es soberano. Es decir, que ese pueblo tiene la capacidad, el poder, para tomar decisiones sobre los aspectos fundamentales de su vida.
 
En las colonias, que no son del siglo XIX, como dice tan erróneamente la profesora Margarita Ostolaza, no puede haber, por definición, democracia. La señora Ostolaza debía saber que el siglo de la descolonización del planeta no fue el siglo XIX sino el siglo XX, años después, pero secuela, de la Segunda Guerra Mundial. Cierto es que la soberanía y la independencia de los países no dependen totalmente de la formalidad de una república constituida, pero eso es así porque la desigualdad entre las naciones crea unas distorsiones y unos patrones de fuerza que ejercen los poderosos contra los más débiles. Los imperios niegan, donde quiera que ponen la planta del pie, la democracia y la soberanía de los pueblos. Ese es el caso de Puerto Rico. La democracia, como la libertad, es algo por la que hay que luchar cada día. Hostos siempre vio con preocupación esas desigualdades entre los estados grandes y chicos, y también dentro de las comunidades. Lo que está "passé", señora Ostolaza, no es hablar hoy de colonialismo, sino defenderlo, y más aún contra su propia patria, como hace usted.
 
Mas, la democracia implica además una cultura de respeto hacia las decisiones de la mayoría. Y en este país, esa cultura de respeto brilla por su ausencia. No se enseña ni se practica en este país a respetar la decisión de la mayoría, y debería enseñarse. Debería, si no interviniera aquí el factor antes señalado: el de que el ejercicio de la democracia presupone la igualdad de participación y de oportunidades, como presupone el juego limpio, y no el uso de la fuerza, del chantaje, del soborno, de la corrupción. Donde existen esos fenómenos la democracia se corrompe. Entonces es que cabe hacer el uso, democrático, de la rebelión --democrática. Hostos y Martí, con el respaldo de su inmensa forjadura ética, y desde el "catecismo democrático" que promovieron toda su vida, respaldan esa rebelión.
 
Más que en la democracia que ofrece el ejercicio del voto en sociedades de grandes desigualdades y monopolios y oligarquías, como ocurre en los Estados Unidos de Obama y de Arizona, en la España de Almodóvar y de Ana Belén, en el Perú de Vargas Llosa o en este Puerto Rico que ni siquiera es de Fortuño sino del Congreso norteamericano, creo en la democracia de un pueblo que desfila repetidamente por millones por el malecón de La Habana, incontenible, y ante la cara feliz de los líderes de una revolución que lucha, y lucha, la soberanía y la libertad cada día. 

Saramago dobló en Brasil campanas de advertencia sobre este problema hace algunos años.
 

Marcos Reyes Dávila 

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