miércoles, 21 de abril de 2010

Epifanía de Miguel Hernández en UPR-Humacao

Una lección de plenitud de Danny Rivera

Epifanía de 
MIGUEL HERNÁNDEZ
en UPR-Humacao

Llamo epifanía a la aparición de una gracia sublime. Es la manera justa de calificar el resultado del concierto auspiciado por la Revista EXÉGESIS en homenaje a Miguel Hernández, en el centenario de su natalicio que se celebró el 20 de abril de 2010 en el teatro de la Universidad de Puerto Rico en Humacao, con motivo de la Semana de la Lengua.

En primer lugar, los estudiantes del recinto habían convocado una asamblea que se acordó realizar al finalizar el concierto. El estudiantado de Humacao tuvo la madurez y la sabiduría necesarias para respetar este concierto en homenaje a un poeta que dedicó su vida a la defensa del amor, de su pueblo, de la libertad, de los niños explotados, y en contra del fascismo. El director de la revista EXÉGESIS aplaudió, antes que a nadie, a los estudiantes, por esta razón.

Ante una sala repleta de público los artistas ofrecieron un espectáculo a cuatro voces sencillamente espléndido. Se trataba del espectáculo educativo, y sin fines de lucro, organizado por el Comité Año Hernandiano de Puerto Rico, presidido por Luz Nereida Pérez, para celebrar el centenario del natalicio del poeta español.

La declamación de Luis Enrique Romero abrió el concierto con una selección de poemas que suspendió sobre el aire la tensión de las pasiones del poeta de Orihuela, y la sonoridad y el efecto lírico vibrante de sus versos. Le siguió la voz depurada de Chabela Rodríguez, que acompañada por sólo dos músicos, dio lección de una gracia y una pureza destiladas. Eduardo Villanueva apareció tras un danza instrumental marcada por un cuatro que desplazó el concierto hacia los géneros tradicionales del país. Villanueva cantó versos del poeta y versos sobre el poeta fundiendo los ritmos de la tradición con aires nuevos.

Apareció finalmente Danny Rivera, cantando a Miguel Hernández con el vigor y júbilo del ritmo brasileño. Poco a poco los temas sucesivos se fueron desplazando hacia temas más líricos, eróticos, epicolíricos, hasta desembocar en las ausencias de la época carcelaria final del poeta, y su muerte. Los arreglos musicales, renovados en relación con la grabación de libro/disco, o quizás la dirección musical de Rickie Martínez, le dieron, a todos los números, una transparencia mayor, efecto en el que debió participar, sin duda, la apreciación en vivo. Con la venta del libro-disco y del espectáculo, el Comité recoge los fondos necesarios para llevar a fines de año este espectáculo a Orihuela, como aportación del pueblo de Puerto Rico al homenaje que la comunidad internacional le rinde al poeta.

Impresionó en la ejecución de Danny su pleno dominio de la escena, de manera que sus gestos controlaron la fluidez musical de todos los intérpretes presentes. A ojos cerrados, subido y bajado por las notas musicales como una pompa de jabón, Danny se entregó danzando a la música y dio cátedra de una voz que descascara y desnuda hasta tocar lo tierno con la palpitación de una caricia. Vimos entonces cómo se concreta aquella lección aprendida en nuestra juventud en Goethe y en otros autores clásicos, y que exhortaba a darlo todo entero y tal cual es. Es decir, a vivir cada momento con plenitud, dando todo el ser en cada acto de la vida. Danny Rivera se dio por entero hasta irradiar la plenitud de la belleza.

El número final, el de las cartas, es sencillamente apoteósico.
Sacude el alma, conmueve el espinazo y destila en todo el público la pureza de lágrimas espontáneas. El público aplaudió de pie la epifanía. No podía ser de otra manera. 


Marcos 
Reyes 
Dávila

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