domingo, 18 de abril de 2010

Gabriel García Márquez

GGM

(No, no es General Motors. Es algo aún más grande.
Es Gabriel García Márquez.) 

Pongo la mano sobre Gabriel García Márquez: Una vida, y juro. Quizás exagero un poco, pero la hipérbole es mágicorrealista y le viene bien al tema de la reciente biografía del Gabo escrita por Gerald Martin (Vintage Español, 2009). Martin es profesor emérito de la Universidad de Pittsburgh y, además, profesor de la Universidad London Metropolitan. La biografía de 762 páginas es en realidad un compendio de una obra que en algún momento alcanzó a tener dos mil folios y seis mil notas al calce.  En ese sentido, Martin parece haber seguido al maestro biografiado que en varias ocasiones, como ocurrió incluso con Cien años de soledad, ha dado a la imprenta una versión reducida a más de la mitad de la obra original. A las 626 páginas del texto biográfico final publicado, se añaden 76 páginas de notas al calce y el resto de índices, mapas, árboles genealógicos, bibliografía, y páginas no numeradas de fotos.
    La obra de Martin, en general, secuestra al lector por alucinante, no sólo por el delirio mágico que ha sido Gabriel García Márquez (GGM) para inmensas muchedumbres del planeta y por más de 40 años, es decir, a partir de la publicación de Cien años de soledad, sino por el tono y el talento en la narración y exposición que utiliza sabiamente el autor, rica y minuciosamente documentadas. Quizás se beben sus páginas con más fruición aún que la propia autobiografía de García Márquez, Vivir para contarla, lo que es mucho decir.
    Y es que en esta obra se aúna al talento del autor la riqueza verbal y la jocosidad incorregible de un escritor inaudito que, a todas luces, será un hito imprescindible en la historia de la literatura de los siglos por venir. Además, el exhaustivo recorrido a lo largo de la vida aventurera de GGM deja satisfecho al lector más exigente. Martin ha explorado todos los espacios imprescindibles y ha profundizado en cada detalle de la vida de este autor caribeño de manera que nunca decae una narración que mantiene un ritmo ágil, veloz, con revelaciones sucesivas interminables y un tránsito que oscila consistentemente entre el asombro y la risa.
    En primer lugar, el lector tiene ante sí una imagen amplia de la infancia del autor en la que nada parece faltar. Explora su mundo particular dentro del entorno familiar que le tocó vivir en relativa orfandad aunque de la mano de su abuelo coronel. Están aquí las figuras principales de su infancia que resultaron en la formación de su visión de mundo, ya se trate del Coronel o de Úrsula, o de personajes como los gitanos, el cura que levita, el italiano, o Remedios. Y más allá del entorno familiar inmediato, Martin explora además el pueblerino, así como la historia de la compañía bananera y la Guerra de los Mil Días.
    Las novedades para quien escribe, que no es un lector primerizo ni superficial de GGM, son abundantes. Entre ellas, una explicación de la cara de susto y sorpresa del infante que decora la cubierta de la autobiografía, la formación escolar irregular de un niño que contrario a la precoz alfabetización de Sor Juana, aprendió a leer y escribir a los ocho años, y la descripción precisa de la célebre casona, incluido el castaño, motivo de sus obsesiones, miedos y amores. El desplazamiento fuera de Aracataca del niño que acude a estudios que lo llevarán lejos de sus abuelos y padres, y el lento desarrollo persistente o testarudo del escritor profesional. Gran parte de los 25 capítulos –si incluimos el epílogo–, en tres partes, se estructurarán en torno a los sucesivos libros principales o las diferentes actividades periodísticas, ya fuera en Cartagena, Barranquilla, o Europa, o ya sea, Los funerales de la Mamá Grande, La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, etc.
    Abundantes datos nuevos hay  aquí para todos. Ya se trate de la historia del boom, o la disputa con Mario Vargas Llosa que culminó con un puño que derribó a GGM en México, o su intensa labor política y su participación en infinidad de asuntos de primera línea en el plano internacional como si fuera otro jefe de estado, su compleja relación con Colombia y con Cuba, su amistad inquebrantable con Fidel Castro, o la noticia extraordinaria de un primer amor con una española que terminó encinta de él cuando vivía en Francia “feliz e indocumentado”. No sabíamos que había jugado una pieza con Jimmy Carter para obtener la liberación de Lolita Lebrón y los otros presos nacionalistas en cárceles gringas. Ni que hubiera dedicado tantos recursos económicos y tanto esfuerzo personal en la institucionalización e instrumentación de diversas iniciativas ya fuera en el campo político, periodístico o cinematográfico, en muy diversos países, o en la Unesco.
    De hecho, parte sustancial del libro se dedica a exponer la intensa actividad política que realizó GGM tras la publicación de Cien años de soledad, consciente de la oportunidad que le otorgaba la fama de influir en conflictos nacionales e internacionales. Esta parte del libro es otra revelación para el lector, pues aunque tuviéramos conocimiento de su participación en un sin número de eventos, no sabíamos que ese sinnúmero era tan grande, ni que se había ocupado a niveles tan altos, o secretos, con tantísimos asuntos. El tema no deja de ser harto pertinente pues pone al descubierto otro aspecto de la obra del Gabo que si bien sabíamos que era amplia, no teníamos idea de cuánto. Me refiero a la inmensa obra de naturaleza periodística que va mucho más allá del periodismo del joven costeño en Cartagena, Barranquilla y Bogotá, y de sus “jirafas”, náufragos y secuestros. 
    Extraordinaria es también, por otra parte, la relación de la pasión incontenible por la literatura que lo llevó a grandes sacrificios y a una vida que a ratos se aproxima a una nueva picaresca, pues iba de mal en peor. Extraordinarias son varias de las interpretaciones que hace Martin en torno a algunas obras cuyas fuentes o referencias nos eran insospechadas. Extraordinaria es la magnitud de una fama de la que creíamos estar advertidos hasta leer aquí que cuando se publicó la “primera edición” de la Crónica de una muerte anunciada, la edición colombiana era tan grande que necesito ser exportada en 45 boeings 727. Extraordinario es constatar cuánta curiosidad, creatividad, acción y compromiso desarrolló este hombre a lo largo de su vida, y cómo sólo parece lamentar, al contemplar cuánto se consume en su ocaso, no contar con la misma energía para luchar infinitamente con la vida.   
    No obstante, no compartimos algunos aspectos del análisis de Martin. En algunos casos hay repeticiones, en otros inconsistencias, y en alguna que otra ocasión nos parece que Martin especula en exceso. Así, por ejemplo, en cuanto al posible vínculo entre Fidel Castro y la figura de El otoño del patriarca. O en su análisis sobre la manera como GGM integró y conformó sus concepciones revolucionarias y su concepto sobre el comunismo. Algunos conceptos nos han parecido confusos, como por ejemplo, el de modernismo y modernista. Su interpretación negativa de su última novela,  Memoria de mis putas tristes, creo que deja qué desear. Más allá de la moral conservadora que recusa a priori la pretensión del anciano de regalarse una joven virgen para su cumpleaños noventa, está la bella sorpresa inesperada del primer amor que en lugar de sexo recibe el anciano como regalo de cumpleaños y compensación de una vida gris, sorpresa que pone en evidencia que los afanes de la vida nunca caducan, y que, tal como ocurrió con esa semiparodia de novela rosa que es El amor en los tiempos del cólera, el amor mantiene incólume su fuego a través de todas las edades porque la vida es una flama que se resiste a terminar. Empero, la obra de Martin ayuda a comprender innumerables aspectos de la obra sublime de GGM como muy pocas.
    Para nosotros fue también, finalmente, una revelación, la relación que hace Martin de la decadencia física de GGM. Supimos de sus problemas de salud y tuvimos noticias de un cáncer. Aquél fue del pulmón, operado con éxito en el 1992. Pero no teníamos noticias concretas del linfoma de 1998, cáncer del sistema inmunológico. Martin insiste, además, en subrayar la pérdida de memoria, acelerada quizás, dice, por la quimioterapia, que constató en su entrevista con Gabito, el “Napoleoncito” de su abuelo coronel, en el 1999. En ese sentido considero una suerte de la providencia la inesperada oportunidad que tuve de ver y oír el que quizás haya sido el último discurso público de GGM durante la convención de la Academia de la Lengua Española en Cartagena en el 2007.

    La fama de GGM es un hecho quizás sin precedente. A mi regreso de Cartagena, releí otras tres veces Cien años de soledad, cada vez con la misma fascinación, y también El general en su laberinto. El otoño del patriarca, a pesar del fabuloso texto que puedo disfrutar a trazos y trozos, nunca he podido leerlo completo. Aunque se le compare con Cervantes, y al Quijote con Cien años de soledad, no se puede ignorar el hecho de que Cervantes murió sin los laureles de una fama que sería póstuma. En cambio, el Gabo ha visto agotarse por millones y millones las tiradas insaciadas de sus obras principales. En el libro hay quien asegura que la importancia histórica de GGM es sólo comparable, a pesar de las obvias diferencias, a la de Bolívar. ¡Qué homenaje majestuosamente mutuo éste que se da entre ambos ahora que conmemoramos el bicentenario de la emancipación de Nuestra América!
    Gracias, Gerald Martin.


Marcos 
Reyes 
Dávila

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