sábado, 15 de enero de 2011

UPR -Ni sombra de lo que eras


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UPR 
Ni sombra de lo que eras

La Universidad de Puerto Rico tiene el rostro fundido de los enfermos graves. Cae un diluvio macondiano sobre ella que todo lo deshace y un viento apocalíptico se hace fuerte en su entorno.
Nada tiene que ver esta osteoporosis terrible que recuerda los muros cansados del soneto de Quevedo (“Miré los muros de la patria mía”) con la huelga estudiantil. Los estudiantes, por el contrario, son expresión palpable de la vitalidad de la nación: son los glóbulos blancos que luchan contra una infección viral poderosa que acaso sea más antigua de lo que se piensa.

La desintitucionalización del Instituto de Estudios Hostosianos, decretada bajo la presidencia anterior de García Padilla por una rectora que no vale la pena recordar, pudiera haber sido un síntoma alarmante. Esa misma presidencia, cegada por el oropel de las actividades fastuosas del centenario de la UPR, se negó a cooperar absolutamente, dentro del marco de su propio centenario, con el centenario de la muerte de Eugenio María de Hostos que, no obstante, logramos realizar decorosamente en Humacao gracias a la administración universitaria del recinto. Recuerdo, además, la conferencia crítica de Luis Rafael Sánchez sobre la deshabilitación en el recinto de Río Piedras de los
espacios de tertulia y del teatro, y recuerdo, posteriormente, las palabras críticas de Profesores Distinguidos, como Samuel Silva Gotay, que aprovecharon el foro de su investidura para censurar la práctica masiva de los contratos de servicio para los profesores.

Fundada en el 1903, la UPR se levantó poco a poco a lo largo del siglo. El Departamento de Estudios Hispánicos, cuya desaparición ahora saborean ellos, se convirtió a fines de los años veinte, y bajo la dirección de Antonio S. Pedreira, en escudo y orgullo institucional que proyectó por todo el mundo la calidad de la educación universitaria en Puerto Rico. Jaime Benítez le proveyó durante casi medio siglo la energía necesaria para crecer hasta convertirla en una enorme institución que contribuyó notablemente a levantar este país a pesar de nuestra realidad colonial. El peso desmedido de la crisis del ELA, acelerado tras la eliminación por el congreso colonial de la sección 936 a instancias de Carlos Romero Barceló, minó su fuerza creadora.

La UPR se desmantela. Mas el desmantelamiento no obedece a la crisis presupuestaria, y mucho menos a la huelga, sino a la entronización de prácticas administrativas venenosas para la institución por ser contrarias a los modos universitarios. El talento para manejar la crisis sin destruir la institución está en la universidad. Pero a los doctores y educadores no se les permite proponer la política institucional ni las prácticas universitarias. Estamos para obedecer órdenes absurdas y callar. Estamos ahí para cabar la tumba de la institución y nuestra propia fosa. Nunca antes fue más evidente que la facultad carece totalmente de atribuciones gerenciales. Lo hace ese cuerpo exógeno que se llama Junta de Síndicos, caucus del partido en el centro de mando universitario, y puro veneno.

Como el desmantelamiento es la política del gobierno para todo el país, el fin de la huelga no detendrá el proceso: quizás lo acelere la ausencia de oposición.

UPR: ni sombra de lo que eras.
UPR: todo tiempo pasado fue mejor.
UPR: ¿habrá quien acredite tus restos?

El fascismo, ciertamente, odia la inteligencia. Pero ese, justamente, es el germen de su propia destrucción. La vida rebrotará más pronto que tarde. Con hojas podridas se hace una isla. Y con verdades se hace un pueblo. (Hostos.)

La libertad es un modo absolutamente indispensable de vivir. 

Marcos 
Reyes
Dávila
                          
                       

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