Kirchner:
Testimonio de un ocaso
Hemos sido testigos de un ocaso.
Hemos visto el desfile incontenible de un pueblo compuesto de jóvenes conmovidos, de trabajadores, obreros, mujeres, gente de todos los sectores del país.
La despedida del pueblo argentino a su ex presidente Néstor Kirchner se ha convertido, para sorpresa de todos, en un duelo continental, un dolor hemisférico de la tierra y del cielo.
Un presidente que se definió a sí mismo como “un hombre común con responsabilidades muy grandes” y que convirtió a un pueblo caído en la desesperanza y en la angustia en un pueblo militante y arrojado, movido por la certeza de que todo era posible. Con esa certeza, y con valor, todo un nuevo mundo es, en efecto, posible.
En un video memorable, Kirchner lee este poema de Joaquín Enrique Areta, poeta argentino, detenido y desaparecido:
Hemos visto el desfile incontenible de un pueblo compuesto de jóvenes conmovidos, de trabajadores, obreros, mujeres, gente de todos los sectores del país.
La despedida del pueblo argentino a su ex presidente Néstor Kirchner se ha convertido, para sorpresa de todos, en un duelo continental, un dolor hemisférico de la tierra y del cielo.
Un presidente que se definió a sí mismo como “un hombre común con responsabilidades muy grandes” y que convirtió a un pueblo caído en la desesperanza y en la angustia en un pueblo militante y arrojado, movido por la certeza de que todo era posible. Con esa certeza, y con valor, todo un nuevo mundo es, en efecto, posible.
En un video memorable, Kirchner lee este poema de Joaquín Enrique Areta, poeta argentino, detenido y desaparecido:
QUISIERA QUE ME RECUERDEN
Quisiera que me recuerden
sin llorar ni lamentarse,
quisiera que me recuerden
por haber hecho caminos,
por haber marcado un rumbo,
porque emocioné su alma,
porque se sintieron queridos,
protegidos y ayudados,
porque nunca los dejé solos,
porque interpreté sus ansias,
porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden
junto a la risa de los felices,
la seguridad de los justos,
el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden
con piedad por mis errores,
con comprensión por mis debilidades
con cariño por mis virtudes.
Si no es así, prefiero el olvido,
que será el más duro castigo,
por no cumplir con mi deber de hombre.
Quisiera que me recuerden
sin llorar ni lamentarse,
quisiera que me recuerden
por haber hecho caminos,
por haber marcado un rumbo,
porque emocioné su alma,
porque se sintieron queridos,
protegidos y ayudados,
porque nunca los dejé solos,
porque interpreté sus ansias,
porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden
junto a la risa de los felices,
la seguridad de los justos,
el sufrimiento de los humildes.
Quisiera que me recuerden
con piedad por mis errores,
con comprensión por mis debilidades
con cariño por mis virtudes.
Si no es así, prefiero el olvido,
que será el más duro castigo,
por no cumplir con mi deber de hombre.
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