domingo, 19 de septiembre de 2010

Una canción sin fin para mamá


Para mamá

Una canción sin fin

 

    Mamá,
hoy cumples 89 años. Para mí eso es una A completa, por estar tan cerquita del 90.
Ya puede decirse que Papá y tú nos dejan una herencia de 90 años, porque hay que recordar que los 89 años que hoy cumples, son 89 años cumplidos ya. Hoy has empezado a caminar tu año 90.

Y quién eres tú, o quién has sido.
Anticipo que No será fácil hacer tu biografía. Te aseguro que abundarán las historias curiosas, las anécdotas graciosas, los recuerdos alegres y las sorpresas que has repartido día tras día. Una cosa es segura, Mamá: naciste con buena estrella.

A papá le encantaban los circos. Y bien pudiera decirte que recuerdas los circos, no precisamente como la mujer barbuda o el hombre elefante, sino porque para los que fuimos niños a tu lado, y para los que te hemos seguido de cerca, las sorpresas, los asombros, son cosa de rutina. Y empiezo, nada más, con lo más obvio y evidente: tu energía, esa fuerza de vivir que a veces se parece a la de un tornado impredecible. Nunca apocada, enemiga de las esquinas oscuras y silenciosas, tu presencia inunda la habitación donde te encuentres por más que quieras ponerte sordina, porque te preparas siempre para recibir. Eres un abrazo con cintas de regalo.

Por otro lado está tu voluntad incontrolable. Sólo papá podía contenerte, y no porque tuviera él una voluntad más fuerte que la tuya y te doblegara de ninguna manera contra tu gusto: era que tú lo respetaste siempre, era que tu amor fue tan grande como para poder distinguir cuando llegabas a su colmo, y entonces, recogías velas. Siempre lo hiciste. Pero esa voluntad imponente con la que naciste te lleva a hacer cosas extraordinarias, porque le da motor, la fuerza, a otra de tus cualidades más sobresalientes: tu sentido de compromiso, tu determinación de cumplir con lo que consideras que es una obligación. Nada ni nadie puede interponerse ni desviarte de lo que sientas que es una obligación. Te insufla un valor ante los malos tiempos que nos ha sorprendido tantas veces. Eso es muy, pero muy extraordinario en ti. Con esa voluntad tuya, mamá, unido a ese sentido de compromiso, se hacen los grandes heroísmos.

Tu desmedido afán gregario, de vida familiar, de sentido de grupo, te hizo siempre, por otra parte, vivir atenta a los demás. La vida te contuvo un poco, al dejarte medio sordita. Pero fuiste modelo de aquel antiguo legado que instituyó la visita, la retribución, el contacto personal directo,  la cercanía con todo el mundo. Tu principal afán de toda la vida fue instruirte sobre cómo llegar a la gente. Sicología, trabajo social, instituto del hogar, maestra siempre, la inteligencia puesta al servicio, no de las cosas materiales que se consideran útiles, sino de las intangibles, la de la gente. Esa cercana al llanto y a la risa, y al fosforito de las sorpresas.

Escribí esto minutos antes de venir acá y no he podido ser más abarcador y completo, pero hay algo que es imposible dejar de lado. Sabemos que tu amor más grande lo fue papá, pero también que quisiste ser madre sobre todas las cosas. No hay posibilidad de que ninguno de tus hijos e hijas olvide tus acercamientos, y mucho menos la calidad, tan tibia, de tu caricia. Tu buena estrella ha sido nuestro contagio afortunado, de modo que más que estrella has ido creando en torno a ti toda una constelación, y casi, un nuevo cielo.

Hoy que has cumplido 89 años, extraordinarios, reconozco, reconocemos,
cuánto has sembrado. Hacia atrás queda algo tan grande que parece casi como un siglo, un siglo que llevara tu nombre. Durante ese siglo, mamá, nuestras vidas, las vidas de todos nosotros, han construido y construyen, día a día tu más hermosa canción, tu más hermosa ofrenda. 

Una canción y una ofrenda sin fin!
            
                      

Desde izquierda, Miguel, Marcos, Sari, Manolo, Carlos. 
Mamá al centro.
Ricardo y sol ya se habían retirado.
Mrd, 18-09-10

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