viernes, 10 de septiembre de 2010

Juan Mari Brás, In Memoriam


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JUAN MARI BRÁS:
Una vida plena de heroísmo*
                       (1927-2010)
   In Memoriam













(Nota personal:
El texto que sigue a continuación es parte del homenaje que la Junta Editora de EXÉGESIS le ofreció a Juan Mari Brás, en abril del 2004, en ocasión de la presentación del número extraordinario de la revista que recoge las actas del Simposio Hostos, forjando el porvenir americano, organizado por EXÉGESIS para conmemorar el centenario de la muerte de Eugenio María de Hostos. Lo reproduzco ahora, aquí, como homenaje póstumo.)

La noche del viernes 2 de abril de 2004, a muy escasos días de haber sufrido una hospitalización, el licenciado Juan Mari Brás se personó, aún convaleciente, en el Museo Casa Roig para hacer la presentación del número
48-50 de la revista EXÉGESIS que contiene las actas del simposio Hostos: Forjando el porvenir americano. La Junta Editora de EXÉGESIS había acordado invitar a Mari Brás para hacer esta presentación. 

No buscábamos, sin embargo, recibir un servicio, sino una forma de hacerle a Mari Brás, sin notificación ni aviso que le permitiera excusarse, un reconocimiento público. Mari Brás no sólo participó como ponente en este simposio [dedicado a Hostos], sino que hizo los arreglos para permanecer en todas las actividades que durante tres días y dos noches agotó una prolongada y diversa agenda de actividades. El motivo para nuestro reconocimiento, aclaramos, no descansaba en la gratitud por su compromiso pleno con nuestro simposio. No obstante, lo apunta y pone en evidencia. Se trata de que la vinculación de Mari Brás con Hostos ha sido una constante protagónica de su vida, nunca postergada. 

Acaso por ello, en los días cercanos a ese 2 de abril, los participantes en el Quinto Encuentro Internacional de Educación y Pensamiento, en evidente armonía con los motivos de la Junta Editora de EXÉGESIS, declararon a Juan Mari Brás “Educador del Año”. De esta suerte, y como una fatalidad absolutamente previsible, la persona de Mari Brás se nos presentó como la figura emblemática que necesitábamos para presentar las actas del simposio y celebrar con ella la publicación del número 50 de nuestra revista. [Años más tarde, la UPR le concedió de manera especial la Cátedra de Honor Eugenio María de Hostos] ...

Una persona me preguntó hace unos días, por qué invitábamos a Juan Mari Brás para hacer la presentación de este número de EXÉGESIS. Confío en que todos los presentes conocen la respuesta que le di. Roberto Mori lo expuso con excelencia. Y don Juan presentó en su testimonio vivo la evidencia hace un momento. Pero, si me disculpan sólo un segundo, también necesito

testimoniarlo yo.

Le respondí a esta persona que me inquirió sobre por qué Juan Mari, que pocas personas hoy día tienen detrás de su vida, o ante ella, no una época gloriosa de lucha, sino una vida entera llena de los más grandes sacrificios y de las más inconmensurables ofrendas a la búsqueda de la soberanía para nuestro pueblo, que es lo mismo que decir, la dignidad y la libertad. Esos valores constituyen principios que fueron puntos de partida para Hostos y fundamento crucial de sus deberes y de sus principios de moral social. Esos principios, sostenerlos y vivirlos hasta sus últimas consecuencias, conforman el paraje feroz sembrado sin descanso, y con una serenidad y un sentido de ofrenda que francamente nos sobresalta, por Mari Brás. Tan es así, que casi me parece haberle escuchado decir a Juan Mari, tantas veces, a los que señalaban y aún señalan, en estos tiempos posmodernos, la abnegada esperanza que nunca caduca, expresada en aquella canción de Mercedes Sosa:
 
No digas que todo está perdido.
–Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

Acaso a los que luchan como Hostos, o como Juan Mari, toda una vida, acaso porque como dijo Hostos en una ocasión, madrugaron demasiado, llegaron muy temprano al sol de la historia, habría que llamarlos “héroes de los tiempos que no han sido”.

Pero yo pienso, por el contrario, que a la luz de sus ofrendas, es perentorio reconocer, que si luchamos hoy, y si aún somos reprimidos, es porque sigue abierta la brecha y la oportunidad de vencer. Si Juan Mari lucha aún, a sus años, es que no ha podido ser vencido. Por el contrario: Ha tenido Juan Mari la fortuna de ver con sus propios ojos los semilleros que despiertan, el brotar de las semillas donde todo parecía yermo, el crecimiento de un país que se fortalece contra casi todos los pronósticos, de manera que ha tenido que convencerse de cómo nuestro accionar transforma el mundo. Gracias a figuras del hondo calado de Hostos, y de Juan Mari, lo que no había sido antes, entonces, ahora es, o cuando menos, va siendo.


 Hace sólo unos días Luis Rafael Sánchez recordaba en un artículo publicado en periódico a propósito de los bombazos de Madrid, aquella frase con la que Oscar Wilde inicia su libro de prisión, De profundis

El dolor es un momento muy largo”. 

Yo creo que, ante la vida de Hostos, ante la vida de Juan Mari, podemos responderle hoy a Oscar Wilde y a Luis Rafael Sánchez que, sí, en efecto, el dolor es un momento muy largo, pero que aún más largo es el amor, y más largo, hasta confines y por rutas imprevisibles, acaso milenarias, acaso infinitas, repercute la solidaridad activa, la solidaridad militante, ésa que va más allá del pensamiento y la expresión del aybendito, ésa que no puede ser depuesta ni vencida.

Suyo, de Juan Mari, es el vivir simultáneo en dos dimensiones, es decir, en éste y en ese otro país del que nos habla en su hermosa canción Teresa Parodi. El otro país parece a primera vista el país que soñamos, ese otro país que se sitúa más allá de nuestras utopías más afiebradas. Pero en verdad, visto con atención, nos damos cuenta que la canción no habla de una utopía, un lugar ideal o una ciudad del porvenir: 

habla con fruición del país en el que luchamos, del país de nuestras militancias, del país en el que construimos juntos, del país en el que trabajamos, del país de nuestros haceres y quehaceres, del país que podemos transformar con nuestro esfuerzo, del país, ese reino de este mundo del que habló Alejo Carpentier, donde cuentan nuestras acciones y nuestras decisiones, y donde constituye una diferencia la manera como vivimos.

Disculpen que cumpla mi deber de iluso, pero también creo que ese otro país, sanará nuestro largo dolor y provocará en nosotros la inmensa alegría de las esperanzas inmensas, pues ese otro país, como dijo tan visioneramente Juan Antonio Corretjer en Alabanza en la torre de Ciales, el país que construyen las manos que hoy trabajan, nos traerá, consigo, la nueva patria liberada.

Don Juan Mari Brás: 

Al invitarlo a presentar esta noche este número tan especial de EXÉGESIS hemos querido rendirle a usted un homenaje y un aplauso. Está impreso en la expresión de nuestros rostros. Pero para que los recuerde le hacemos entrega de la medalla conmemorativa del simposio acuñada por el escultor Alwin
Riomonte Rivera, que trae consigo una placa que dice:
 
“Para Don Juan Mari Brás, en reconocimiento a toda una vida de lucha abnegada en la defensa de la dignidad y la libertad del pueblo de Puerto Rico.
Otorgado por el Comité Organizador del Simposio Hostos: Forjando el porvenir americano.
Universidad de Puerto Rico en Humacao, 
a 2 de abril de 2004.”

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*Reproducido inmediatamente en el portal de la UNEAC.

Marcos 
Reyes 
Dávila

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