Sueño
y realidad
Acabo de soñar una nueva interpretación de los sueños.
Mientras, más dormido que despierto, tomaba en la cama, con los ojos cerrados, una taza de café, concebí algo que quizás venía de un sueño más profundo, pero que ató de una manera, al menos novedosa para mí, lo que es el sueño con lo que llamamos realidad, realidad consciente. La idea, que no es producto de una reflexión sino de un sueño que se miraba a sí mismo, es la siguiente.
El cerebro se educa en el niño construyendo imágenes de la realidad. Esas imágenes son integraciones de percepciones atadas, vinculadas, en diversos planos y dimensiones, que nos permiten comprender a través de perceptos y conceptos lo que vemos, lo que ocurre en nuestro entorno. Comprendemos, por ejemplo, el espacio de nuestro dormitorio, cada objeto y su lugar, el tiempo de la noche y del día por la luz, quien nos acompaña, dónde estamos, quiénes somos. Tanto lo comprendemos que nos basta con un breve atisbo al despertar para identificarlo todo sin tener que hacer un reconocimiento detallado de cada cosa. Sabido es que más pone el cerebro que la mirada en la percepción de cosas conocidas. Más pone el recuerdo, los archivos, que la realidad nueva percibida.
Esa construcción educada de la realidad tiene existencia propia, semejante a una realidad virtual. Y esos son los sueños. Los sueños están compuestos por esas construcciones virtuales que nos interpretan, organizan y hacen comprensible la realidad. Son caóticos y disparatados porque, al soñar, esas construcciones semi virtuales tienen vida propia, independiente y desanclada de la realidad objetiva, de modo que fluyen a la derivada, con la libertad del viento, a veces tempestuosas por incremento del componente emocional
Sin embargo, al despertar, el mismo fenómeno sigue existiendo, sólo que en la vigilia éste está atado a la realidad objetiva, anclado, para imbuirla de sentido, integrarla, para permitirnos reconocerla y comprenderla. En el fondo, es una misma operación mental integradora la del sueño y la vigilia. Atada a la realidad en la vigilia, desanclada y suelta en el sueño.
Acabo de soñar una nueva interpretación de los sueños.
Mientras, más dormido que despierto, tomaba en la cama, con los ojos cerrados, una taza de café, concebí algo que quizás venía de un sueño más profundo, pero que ató de una manera, al menos novedosa para mí, lo que es el sueño con lo que llamamos realidad, realidad consciente. La idea, que no es producto de una reflexión sino de un sueño que se miraba a sí mismo, es la siguiente.
El cerebro se educa en el niño construyendo imágenes de la realidad. Esas imágenes son integraciones de percepciones atadas, vinculadas, en diversos planos y dimensiones, que nos permiten comprender a través de perceptos y conceptos lo que vemos, lo que ocurre en nuestro entorno. Comprendemos, por ejemplo, el espacio de nuestro dormitorio, cada objeto y su lugar, el tiempo de la noche y del día por la luz, quien nos acompaña, dónde estamos, quiénes somos. Tanto lo comprendemos que nos basta con un breve atisbo al despertar para identificarlo todo sin tener que hacer un reconocimiento detallado de cada cosa. Sabido es que más pone el cerebro que la mirada en la percepción de cosas conocidas. Más pone el recuerdo, los archivos, que la realidad nueva percibida.
Esa construcción educada de la realidad tiene existencia propia, semejante a una realidad virtual. Y esos son los sueños. Los sueños están compuestos por esas construcciones virtuales que nos interpretan, organizan y hacen comprensible la realidad. Son caóticos y disparatados porque, al soñar, esas construcciones semi virtuales tienen vida propia, independiente y desanclada de la realidad objetiva, de modo que fluyen a la derivada, con la libertad del viento, a veces tempestuosas por incremento del componente emocional
Sin embargo, al despertar, el mismo fenómeno sigue existiendo, sólo que en la vigilia éste está atado a la realidad objetiva, anclado, para imbuirla de sentido, integrarla, para permitirnos reconocerla y comprenderla. En el fondo, es una misma operación mental integradora la del sueño y la vigilia. Atada a la realidad en la vigilia, desanclada y suelta en el sueño.
Marcos
Reyes
Dávila
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