martes, 9 de marzo de 2010

Puerto Rico, nuestra tierra prometida

Puerto Rico, 
nuestra tierra prometida


                           
                            No des tu tierra al extraño,
                                                           por más que te pague bien”...
                                                                            Virgilio Dávila

    Todos los partidos políticos de Puerto Rico, y más aún, todos los puertorriqueños, quieren negociar con Wáshington distintos asuntos. Probablemente pueda decirse lo mismo sobre diversos temas que se desean discutir y negociar con organismos internacionales y con otros países. Sin embargo, y contradictoriamente, se alega que la mayor parte del pueblo de Puerto Rico le huye a la idea de acreditarse como negociador, de adquirir la categoría, la personalidad jurídica necesaria para representar los intereses de un pueblo, es decir, los intereses soberanos de un pueblo.

    En resumen: queremos negociar, pero no queremos negociar.

    El poder para negociar con otros acerca de los intereses de Puerto Rico, es decir, los intereses nacionales de Puerto Rico, lo da la soberanía. La soberanía es un derecho natural de los pueblos directamente vinculado con los derechos humanos. Cuando no se le reconoce a un pueblo, como el nuestro, su soberanía, se le viola un derecho humano y un derecho natural, se le usurpa, o se le “roba”, como dijo Hostos.

    ¿Y para qué sirve la soberanía? Pues un pueblo sin soberanía es un pueblo que construye su porvenir con herramientas de plástico, de juguete, o sin las herramientas fundamentales. Podría compararse con la imagen de construir una casa con instrumentos de cocina en lugar de instrumentos de construcción. La soberanía sería, en consecuencia, la posibilidad de adquirir todas las herramientas necesarias para construir, ya no casas, sino rascacielos.

    La falta de soberanía y la ausencia de identidad jurídica del pueblo de Puerto Rico ha llevado al imperio a hablar de Puerto Rico en términos de “territorio”. Puerto Rico es un territorio norteamericano adquirido como botín de guerra. La gente, el pueblo, no cuenta. Puerto Rico no es el pueblo de Puerto Rico. Porque si lo fuera, ¿cómo podría la claúsula territorial decir que le pertenece a Estados Unidos? ¿En qué sentido, como no sea justamente en términos de esclavitud --que eso es una colonia--, un pueblo le pertenece a otro pueblo?

    Sobre este asunto algunos hablan de Puerto Rico como un pueblo o una nación desterritorializada. Un pueblo nómada, sin tierra. Pero esa idea es una aberración absoluta que no tolera la razón. La carencia del vínculo entre la tierra y el pueblo de Puerto Rico sólo puede remitirnos al concepto de la “tierra prometida”, por Dios, a su pueblo.  Habrá que esperar a ver cuándo, y quiénes serán capaces de reunir a este pueblo con su madre-tierra.


Marcos Reyes Dávila,
"Otro mundo es posible."

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