lunes, 1 de febrero de 2010

El Instituto de Estudios Hostosianos

El Instituto de Estudios Hostosianos, 
          ¡protestemos!
 Por Marcos Reyes Dávila

     En Puerto Rico, como en casi todas las latitudes, la suerte de las instituciones depende en medida considerable de su fundador o de alguna persona que lleva la misma sobre sus hombros, de manera que tras la renuncia o muerte de éste, la institución languidece hasta desaparecer.
    El Instituto de Estudios Hostosianos se fundó en el 1989 gracias a la iniciativa del Comité que se constituyó algunos años antes, bajo la presidencia de Manolín Maldonado Denis, para conmemorar el Sequicentenario (150 aniversario) del natalicio de Eugenio María Hostos. Manolín se encontraba entonces en una época fecundísima y con vientos propicios. Toda la gestión que capitaneó tuvo un éxito deslumbrante. Bien acogido por la administración universitaria de turno, Fernando Agrait en la Presidencia y Fernández en la Rectoría de UPR-Río Piedras, se procedió a la creación de la Cátedra de Honor Hostos y del Instituto de Estudios Hostosianos (IEH). Providencial resultó ser, a estos propósitos, el regreso a Puerto Rico de Julio César López, que pasó a ser el director, por excelencia, del IEH. Sin embargo, tras la muerte de Manolín, se sucede la renuncia de Julio César a la dirección del IEH. La administración universitaria cambió también, pero por fortuna, González Tejera mantuvo su apoyo franco y decidido al IEH. 

      A principios del 1994, y gracias a la insistencia de José Ferrer Canales y el apoyo de Julio César, fui nombrado director del IEH. Acepté la encomienda con reservas pues me encontraba entonces a gusto con la dirección de la Revista EXÉGESIS. No obstante, dado mi amor por Hostos y por el IEH,  la dirección del mismo era para mí algo así como la cumbre de mis aspiraciones profesionales. Siempre pensé que mi gestión sería temporal, de modo que me las arreglé para mantener un pie en UPR-Humacao con un curso ad honorem y como miembro de la Junta Editora de EXÉGESIS. Las tareas del IEH eran absorbentes. A pesar de mi apoyo y mi aprecio por Julio César, me encontré, al asumir la dirección, y tras evaluar los planes y los métodos, con la necesidad de hacer cambios. Julio no apoyó esos cambios. Tuve que enfrentar una resistencia muy fuerte que me obligó a renunciar al iniciarse el 1995. Debo reconocer, no obstante, que tanto Ferrer Canales como el rector González Tejera me apoyaron, al extremo de que éste último asistió a una reunión de la Junta Asesora del IEH para pedirme que retirara mi renuncia.
    He de decir que cuando mencioné la necesidad de hacer cambios no quise implicar que me proponía virar al revés los planes de Julio. Sólo hice enmiendas al proyecto, como añadir un tomo dedicado a la idea matriz de Hostos de la Confederación de las Antillas y otro a La idea de América. Además, era necesario modernizar la gestión editora con equipo y métodos que permitiera digitalizarlo todo y completar el propósito de publicar las obras en el término de una vida útil.
    El IEH tenía asignado los fondos para su funcionamiento administrativo, pero no para publicar las obras. La publicación como tal estaba en manos de la Editorial Universitaria, aunque los fondos de cada tomo provenían de asignaciones legislativas que era menester gestionar cada año.  Yo tuve la suerte de conseguir el apoyo del ex gobernador Luis A Ferré en los tiempos que presidía el Senado Rexach Benítez (PNP). Recordemos que hasta la estatua de Ferré lleva en sus manos la Moral social de Eugenio María de Hostos. Mi paso por la dirección del IEH, a pesar de intentar borrarla, no pudo hacerse del todo. Cualquiera puede ver cuando comienzan a incorporarse en las tapas y en los créditos el logo del IEH que editaba y preparaba los libros, y que antes de 1994 estaba ausente.


    Tras la muerte de Julio César, que se reincorporó al IEH tras mi renuncia, aunque ya no como director, la edición de obras y la publicación de nuevos tomos se suspendió. Le edición de las Obras completas requieren de mucha dedicación, conocimiento y destreza en el lenguaje y en la edición de textos. La nueva administración universitaria, hasta la de ayer, bajo la presidencia de Antonio García Padilla, marginó al IEH y a Hostos. El IEH no pudo hacerle frente ni revertir esa tendencia. Hostos quedó reducido, en la práctica, a la conmemoración del natalicio.
    Desde el 2002 pedimos desde artículos publicados en Diálogo que la UPR conmemorara oficialmente el centenario de la muerte de Hostos el once de agosto de 2003. Nunca respondió García Padilla, ni la rectoría de Río Piedras, ni el IEH. De modo que la Revista EXÉGESIS asumió el encargo. Más tarde se creó en Mayagüez un Comité a esos propósitos, y sin reservas de clase alguna, armonizamos y cooperamos entre nos. García Padilla se negó a hacer aportación alguna, concentrado en celebrar, sin Hostos, el coincidente centenario de la UPR.
    La pasada administración, puesto ya el pie en el estribo, anunció el cierre del IEH. Sus funciones fueron transferidas a la Facultad de Humanidades. La Cátedra de Honor Hostos del presente año no se concedió a pesar de las recomendaciones del comité. La UPR se traiciona a sí misma con estas acciones. Puesto que Hostos es el puertorriqueño más grande de todos los tiempos, su degradación y exilio es la negación del principio rector de la universidad y de su razón de ser. Cuba invierte todo en Martí. Venezuela en Bolívar. México en Benito Juárez. España en el Cid, y así, cada tierra, en las figuras históricas que se constituyen en fortalezas y cimiento de los pueblos. Puerto Rico, por el contrario, se niega a sí mismo, y la administración universitaria, ciega, lo reniega. Hostos tiene mucho que hacer aún por esta tierra.
    ¡Protestemos!

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