“Me he estrellado contra el cielo esta mañana.”
Consuelo Tomás Fitzgerald
Me estrellé
contra la lluvia
en la terraza de mi infancia
Cuánto viví de su consuelo
cuánto viví de esa nostalgia
Hablo de esa lluvia
que viene siempre de lo alto
de la altura concubina del aire de los cielos
donde no alcanzan mis ojos
donde la transparencia misma
evidencia los secretos tules
de los colores del cielo
Esa lluvia viene presta siempre
y fugitiva
a besar la tierra
a acariciarle el cuerpo entero
a fundirse y preñarla en el surco del barro
que revienta bromelia o ceibo
Y a darle vida a las aguas secretas de esta América
que conocen los surcos y las sementeras
las tierras preñadas
por donde caminan amarillos y verdes
los sueños en la lluvia
A Colón se le desorbitaron los ojos
que vieron mares nuevos
la baja mar
la mar honda
la mar incógnita
la mar tenebrosa
los ríos hipotensos
las cataratas del júbilo
y tras de ellos
los senos y vientres frutales
de amazonas hijas del incienso
Criaturas y especias
que no alcanzó a soñar Marco Polo
Guacamayas de colores nunca vistos
Las sirenas reventaron la armadura de sus pechos
los cíclopes
el quetzal en la nostalgia
los cipreses y los altos pinos
el río alegre que despierta de la lluvia triste
la pirámide de oro que tiembla en medio de la luz
donde yace mi padre inmaculado y tierno
Tras la lluvia los muertos sonríen
y orientan los caminos
El tucán a la puerta de un palacio verde
Los robles del río
los adioses de mano del yagrumo
el devoto silencio
en el templo del lago
el colibrí que mató la ternura fugitiva
para no olvidar
que siempre podemos ser abandonados
otra vez
por lo que más amamos
y por lo que aún no ha sido.
Marcos
Reyes
Dávila
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