jueves, 21 de mayo de 2015

Julia a la carta: su propia voz



Julia a la carta: 
            su propia voz

A propósito de “Cartas a Consuelo”, por Julia de Burgos (San Juan: Folium, 2014, 232 págs.)


En el Simposio de Humacao de febrero de 2015, “Julia de Burgos: Me llamarán poeta”, hicimos la primera presentación de estas Cartas... solo que en ausencia. Aun la imprenta no le añadía el detallito insignificante de su tinta. Sin embargo, aquella fue una presentación sublime pues estuvo a cargo de “las burgos”, es decir, la sobrina y las sobrinas nietas de Julia que crecieron bajo la sombra de estas cartas y que cooperaron en la edición definitiva de las mismas.
    Del tan deseado volumen con las cartas de Julia a su hermana Consuelo, solo tuvimos, por décadas, referencias y fragmentos aislados hechos por algunos estudiosos de Julia que tuvieron acceso a los originales. Esta edición incluye 136 cartas de Julia dirigidas a Consuelo y transcritas por Marisol Figueroa; un intrigante y agudo prólogo de Lena Burgos Lafuente; una presentación, previa a todo, de la sobrina, María Consuelo Sáez Burgos, y, como sorpresa, tres cartas de Juan Isidro Jiménez Grullón dirigidas también a Consuelo en el 1942, con motivo de la crítica ruptura entre Juan y Julia que evidentemente tuvo, más para él que para ella, tormentosa cola.
    Como apunta María Consuelo, las cartas, en cierto sentido, escriben la “verdadera biografía” de Julia de Burgos. Si en rigor no la escriben, sí iluminan y resuelven zonas oscuras, especulaciones reiteradas hasta la deformación grotesca, y francos inuendos. Estos textos, se rinden ante nuestros ojos como  testigos presenciales y testimonios de primera plana.
    Es cierto que, como dice Burgos Lafuente, la correspondencia recoge una “ficción del yo”, es decir, esa interpretación sobre nosotros que hacemos  nosotros mismos. Pero ese mismo carácter del texto –de testigo y testimonio– nos permite leer la entrelínea y sondear el autorretrato de Julia como nunca antes pudimos hacerlo. Es cierto también que existe un “Diario” de Julia, pero breve y referido a un período corto: la segunda mitad del abril de 1948. Y, por otra parte, existen esos poemas cuya lectura biográfica es, sino improcedente, y muy arriesgada. Las cartas disuelven en gran parte las “historietas” (Ivette López Jiménez) sobre Julia, y añaden luz al valor artístico de la obra poética.
    Las biografías se hacen ardientes y acuciosas al lector cuando se trata de lo que se llama usualmente un “escritor malogrado”. Pero así como Julia pasó su vida toreando la controversia, lo que podríamos calificar como la vida de su muerte, o la vida tras la muerte, no ha logrado silenciarla.   
    Las cartas comienzan en agosto de 1939, poco antes de su salida definitiva de Puerto Rico, y se extienden hasta el 28 de junio de 1953, es decir, poco antes de su muerte. La mayor parte de ellas, están escritas en Cuba, en los primeros años de su exilio. Tras la ruptura con Juan Isidro, se reduce marcadamente la frecuencia de estas entre el 1943 y el 1946. Véase cuánto: en el 1940 escribió 48 cartas, casi una por semana. En el 41 escribió 31a. Sin embargo, en el año 46 hay solo tres, del 47 solo una, del 48 no hay carta, del 49 solo una, ninguna entre el 1950 y 1951, dos en el 52 y ocho en el 53.
    Cabe preguntarse, como se ha hecho, si estas son todas las cartas. No lo sabemos. Las mismas cartas publicadas sugieren –o desean quizás–  la existencia de otras, sin contar las enviadas por Julia a otras personas, y las recibidas de Consuelo, totalmente ausentes, que no serían, desde luego, cartas a Consuelo. Mas, repetimos, ¿hay cartas, a Consuelo, escondidas?, como lo cree Barradas. ¿O acaso serán simplemente, de haber existido, cartas perdidas? Por otra parte, ¿quién las perdió, de ser ese el caso? Yo no me atrevería a pensar que, una vez decidida la publicación de las mismas, y una vez revelado el rostro oculto, la familia de hoy tuviera el valor de ocultar otras.    
    Me limitaré a hacer algunos breves señalamientos, enumerados, sin mayor discurso ni elaboración:
    1. El lector de este epistolario tiene la sensación de estar frente a Julia, de oír sus razones, de apreciar su manera de interpretar los acontecimientos, con hondura y fineza. Es decir, de estar frente a la Julia que fue, y en cierto modo es, una Julia viva que nos habla.
    2. La Julia que emigra es una mujer enamorada que, por una parte, huye de la maledicencia que la persigue, y por otra parte, aborda con determinación la experiencia mágica del amor que vive. Esa maledicencia, según puede inferirse, se debe principalmente según parece, pero no exclusivamente, a su abierta relación amorosa de mujer divorciada con un hombre casado. Con seguridad su activismo político debió jugar un papel en alguna medida preponderante, y también el canibalismo caín que suele asomar penosamente en  el mundo letrado.
    3. La Julia cubana es una mujer deseosa de educarse y de hacer obra, una mujer ansiosa de crecer intelectualmente. Aparte de varios “doctorados” o licenciaturas que deseaba y comenzará a realizar, proyecta publicar, además de “El mar y tú”, otros tres libros: “Campo”, de temas sociales y proletarios, “El cielo de Julma”, seguramente sobre su amor por Armando Marín, su segundo esposo, y “Autobiografía de una bala”.   
     4. Asistimos ante una Julia siempre comprometida con la patria y con la clase proletaria. Una mujer ansiosa de noticias sobre los conflictos políticos del mundo. Las alusiones al comunismo, su simpatía con connotados escritores comunistas, sus defensas de la Unión Soviética en guerra contra el fascismo, son constantes y no ocasionales o marginales. Asimismo, es persistente su censura hacia el capitalismo “salvaje”, el imperialismo y las tiranías centroamericanas y del Caribe.
    5. Las dificultades económicas que tienen raíces en la niñez pobre la persiguen constantemente. A ella y a su familia. Lena Burgos habla en su prólogo de la “gramática de su pobreza”. Y lo cierto es que las cartas revelan una patente indigencia no solo de Julia sino de toda su familia. Julia confiesa muchas veces, en los tiempos en que está lejos de Juan, no tener qué comer y tener que mendigar. Observamos su incesante preocupación por su familia.
    6. Julia, curiosamente, pretendió vivir durante mucho tiempo de la venta de sus libros y de recitales. De ahí su persistente interés por recibir noticias de lo publicado por otros autores sobre su obra.
    7. A pesar de sus pesares, se muestra muy determinada y firme su voluntad de mantenerse en el exilio. Es decir, que Julia no quiere regresar a Puerto Rico. A ello solo la mueve compartir con su familia. Su salida en el 1939 fue definitiva. Solo mucho después, y a propósito del fin de la segunda guerra mundial en el 1945, habla de querer ir a Puerto Rico a poner su “esfuerzo a liberación nacional”. En esa época de mediados de la década del 40, se encuentra muy activa políticamente.
    8. Juan Isidro conoció a la familia de Julia y se familiarizó con ella. La relación entre Julia y Juan no fue una relación  secreta de amantes, realizada a espaldas de la familia. Se escriben entre sí, y Juan Isidro añade en ocasiones posdatas a las cartas de Julia.
    9. Ese vínculo familiar incluye al padre de Julia, llamado Papotito en las cartas. El vínculo de Julia con su padre es de un profundo y continuo afecto y preocupación.
    10. Es notable que nunca varíe el tono afectuoso y cariñoso de Julia hacia su “Consuelito”. Nunca hay nada que agrie o atormente, nunca, su diálogo con Consuelo.
    11.  Las dificultades con Juan Isidro no tardan en asomarse. Son tempranas. La causa principal es la relación de Juan con sus padres, que no quieren a Julia. También el abandono que le hace él a Julia y que la deja siempre en condiciones de dependencia. Y asi mismo está, repetidamente, la queja sin cicatrizar de un Juan que la quiere sometida a una vida doméstica, “puritana”, y que la cela.
    12. Las cartas a partir del 8 de junio de 1942 delatan con claridad que la ruptura acontece cuando, tras el divorcio de Juan Isidro, este le niega a Julia la posibilidad de matrimonio. Julia se indigna ante la propuesta de Juan de casarse secretamente. Julia hace mención, además, de una enfermedad mental en Juan Isidro que consiste en acusarla de faltas morales por celos. A mi juicio, las cartas de Juan Isidro incluidas, así como las previas quejas que desde mucho antes hace Julia al respecto de que Juan Isidro la quiere mantener encerrada en la casa, confirman el punto de vista de Julia. Esa conducta celosa parece acentuarse cuando Julia finalmente lleva vida de estudiante en la Universidad de La Habana. Juan Bosch, quien convive con ellos, confima esta conducta de Juan Isidro.  
    13. A pesar del profundo dolor de esta ruptura, el epistolario indica, con claridad suficiente, que es decisión inapelable de la propia Julia, y que Julia se repone y continua su vida productivamente. Su matrimonio con Armando Marín luce verdadero y feliz.
    14. Puede observarse también una inestabilidad emocional en Julia que ella misma confiesa desde temprano, desde su primera llegada a Nueva York, la “ciudad de hierro”. A veces pareciera una especie de bipolaridad en el carácter de Julia, pues al júbilo excitado y feliz le sigue abruptamente, pareciera, la tristeza y la depresión; luego nuevamente la exitación del júbilo seguido de la sombra de una tristeza muy agria. El desequilibrio es tan fuerte que en ocasiones ella requiere de asistencia. Si bien puede decirse que no le faltaron razones, es indudable que también parece poner al descubierto cierta debilidad en ese carácter que alardeaba de las teas.
    15. Comprobamos que los poemas tormentosos y de muerte de “El mar y tú” no tienen nada que ver con la ruptura con Juan Isidro. Están escritos antes, mucho antes de esa ruptura, y parecen obedecer a los periodos en que Juan Isidro, en la misma Cuba, está lejos de ella y a sus celos. La lectura que han hecho los biógrafos al respecto, extraída de esos poemas, es entonces infundada.
    16. En las cartas están presentes alusiones a la persecución sufrida por sus
ideas políticas. Julia señala en junio de 1945 que el gobierno de Estados Unidos la “repudia por luchar por el bienestar de la humanidad”. Por el FBI, y además por Trujillo, de quien, sentían, Julia y Juan, que deseaba asesinarlos. En la revista “Centro Journal” se publicó recientemente un interesante artículo sobre la carpeta del FBI de Julia. Por Centro Journal, y así lo informa Lena Burgos en el prólogo, sabemos que esa carpeta del FBI la identificaba tanto como nacionalista como por ser simpatizante del partido comunista en tiempos de guerra. De ello resulta que, irónicamente según el autor, los agentes del FBI fueron los primereros traductores de Julia, aunque bastante pobres.
    18. Se rumoró el año pasado sobre si Julia pudo haber sido víctima del FBI, como lo fue Albizu. No lo sabemos. La posibilidad existe. Pero no las pruebas. Sí sabemos que se sometió, ingenua y desesperadamente, a experimentos médicos en hospitales. El dato está presente en el “Diario” y en las cartas.
    19. Es claro que Julia no es espiritista ni es creyente: “completamente materialista”, se dice (207).
    20. Desde el 1947 hay alusiones a “sus dolencias”, sus crisis de salud y sus hospitalizaciones. Habla de “enfermedades crónicas” y de cirrosis. Las hospitalizaciones parecen inicirse en el 1948. En el 51, informa Yvette Jiménez, Julia habla de su “muerte vencida” a propósito de una fuerte crisis de salud. En el 53 habla de traslados en ambulancia. Pero Julia se ve a sí misma, no obstante, como una mujer valiente, atrevida y luchadora, incapaz de rendirse.
    21. La enfermedad, sin embargo, la hace enmudecer. Se siente “acorralada”. Las cartas muestran un progresivo desvanecimiento, una caída. Ello pudo provocar que no escribiera a su familia durante dos años, pero lo dudamos. La carta del 20 de noviembre de 1952, escrita tres años después de la última anterior de marzo del 49, comienza, tras el saludo a Consuelo, con un simple “desde el sábado estoy”...
    22. Solo en la penúltima carta, del 17 de mayo de 1953, Julia habla de su alcoholismo – que califica como “enfermedad social”–  y de su interés por vincularse con Alcohólicos Anónimos. Está próxima la muerte, pero Julia busca constantemente la ayuda médica.
    23. En la última carta, del 28 de junio, Julia dice, jubilosamente, que espera la llegada de su hermana Consuelo. Sin embargo, ocho días después fallece, repentinamente.
    24. Concurro con la mayor parte de las observaciones ponderadas y sugestivas hechas por Lena Burgos Lafuente en el prólogo.

    Quisiera añadir unas muy breves observaciones sobre el trabajo de Efraín Barradas publicado a propósito de estas “cartas” http://www.80grados.net/carta-a-julia-de-burgos-sobre-sus-cartas-a-consuelo/:
    1. Yo no creo que Julia estuviera pensando en otro lector al escribir sus cartas. Es decir, que las cartas se publicarían un día. Lena Burgos señala la notable conciencia de Julia de su función como escritora, lo que llama su “autofiguración”. Añade que toda carta presupone un cierto grado de “pose”, ya sea con intención o sin intención. Como por ejemplo, que Julia pensara que sus cartas serían leídas algún día por terceros o que llegaran a ser públicas. Pero hay demasiadas indicaciones que sugieren lo contrario.
    2. Es evidente en las cartas su conciencia como escritora, de su importancia como autora, aun joven, muy joven. Con poca obra publicada es evidente la preeminencia que Julia alcanza entre la clase intelectual del país y a nivel popular: Llorens, Palés, Matos Paoli, María Cadilla, Géigel Polanco, Corretjer, Matos Paoli, entre otros. Ese retrato de Julia como “novia del nacionalismo”, esa caracterización llamativa y exitosa que la convirtió en la “novia del río”, tuvo que singularizarla. Su éxito se expandió, sobre todo a nivel de la clase letrada, fuera de Puerto Rico también, pues Julia pudo codearse con escritores importantísimos de Cuba y con escritores visitantes como Pablo Neruda. A ello deben haberla ayudado, aparte de su propia obra, su relación con Juan Isidro y también con Juan Bosch. Y su carácter pujante. También en Estados Unidos, más tarde, comparte tribuna con el presidente del Partido Comunista.
    3. Creo que sí, que se construyó el mito de la mujer destrozada por el amor de su vida. Yvette Jiménez estableció los parámetros en el 1966.  Estas cartas ponen un jaque muy serio a ese mito. Pero el jaque ya estaba presente en otros trabajos publicados, como los de Chiqui Vicioso.
    4. Ignoro por qué pensó Efraín que las cartas presentadas por Yvette en su libro de 1966 fueran una mini-antología, “representativa y fiel” de la totalidad, si las citas de Jiménez en el libro mencionado iban dirigidas exclusivamente a sostener sus argumentos.
    5. Lo de Nilita se refiere a la lucha por atraer a Jiménez Grullón. Julia, que era divorciada, y que se atrevió a ir más allá que otras, debió sufrir una crítica muy fuerte. En esto está comprometida incluso Margot Arce que espera que Julia se comporte y se exprese como una dama. Julia es otra cosa.
    6. A Barradas lo desilusionan las expresiones de Julia sobre los “negros”. Eso lo mueve  incluso a degradar la estimación que tenía de ella. Respecto a este aspecto, Lena Burgos lo refiere como, y cito: “la trayectoria tensa y contradictoria del discurso racial de la poeta”, fin de la cita.       Es cierto que, a la Julia, recién llegada a Nueva York, le choca, le sorprende, al visitar en su función como trabajadora del censo, y al experimentar de cerca, íntimamente, cómo vivían estas poblaciones, este sector de la población. Pero eso no basta, no puede bastar, para llegar a afirmar lo que dice Barradas, para mí inexplicablemente, y las dudas, la percepción de “ambivalencia” al respecto de la que habla Lena Burgos. No basta porque esta veta no se sostiene a lo largo de la obra de Julia en la que vemos lo contrario. En mi opinión, más que un asunto racial, a Julia le choca la cultura y el modo de vida que desconoce y con el que se encuentra. Téngase en cuenta que se trata de la presencia de gente llegada de diversas islas del Caribe, cuyos modos difieren sustancialmente de las poblaciones negras que ella conoce, y con un habla extraña que no es, según dice, ni inglés, ni español, ni francés. Julia está orgullosa de su inglés. Una de sus primeras cartas a Consuelo está precisamente escrita en inglés. Pero ella no los comprende, o tiene dificultades muy grandes para comprenderlos porque hablan un dialecto que Julia califica como “slang”. Julia no vuelve nunca más a expresarse en los mismos términos.




Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!

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