miércoles, 22 de febrero de 2012

El Topo y los 50 Años de GUAJANA

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El Topo 
y el Cincuentenario 
de GUAJANA

La hermosa serigrafía de Nelson Sambolín compuesta para el homenaje que le hace el próximo Festival de CLARIDAD a Antonio Cabán Vale, el Topo, me da el impulso final para componer esta nota. Bastará saber que el Topo es uno de los poetas centrales de ese fenómeno histórico-literario que se llama Guajana, grupo de poetas de la generación del sesenta que protagonizó con la fuerza espiritual y el sabor amargo de la cañabrava décadas de literatura puertorriqueña.  Del 1962 al 2012 pasa un registro de cincuenta años de labor ininterrumpida que más allá de la célebre revista contestataria y francamente provocadora, se dio a la tarea de producir muchos de los libros más emblemáticos y notables de estos cincuenta años, fuera ya bajo el sello de la Colección Guajana o con otros sellos editoriales. Me parece que dentro del marco de las actividades de celebración de este cincuentario que planifica el grupo Guajana, la dedicatoria al Topo de CLARIDAD es una muy feliz convergencia que no se reduce al marco nacional. Recientemente la Sociedad de Escritores de Chile (SECh) nos envió, por voz de su presidente, Reynaldo Lacámara, una adhesión a la celebración de este cincuentenario y una expresión de su deseo de ver incorporado a un Puerto Rico libre “como miembro pleno en las instituciones continentales como sus pares de América Latina y del Caribe”. 
    El Topo despertó una fama temprana gracias a la guitarra y a composiciones muy suyas de gran dulzura lírica y sabor popular puertorriqueño. Tanto así, que sus temas han sido objeto de campañas publicitarias tanto para promover motivos de interés público como marcas de productos particulares. Muchos de sus temas merecieron una extraordinaria difusión en vista de la enorme preferencia que le otorgó el gusto del pueblo. Seguramente Verdeluz es la más conocida de sus canciones.
    Pero el Topo hizo también una temprana obra poérica que figuró en la revista Guajana y que se recogió principalmente en dos libros publicados en la década del setenta. Recientemente, publicó un nuevo volumen titulado Lluvia del este.
    En la antología del trigésimo aniversario del grupo Guajana titulada Hasta el final del fuego (1992), anotamos las siguientes observaciones hechas a vuelo de pájaro sobre la obra de Cabán Vale:

    “Antonio Cabán Vale [n. 42]  inicia su colaboración con  Esta mujer... [G.1.5]  poema de reticencias. Son versos de amor, decir sencillo, imágenes buenas y oportunas, verso libre. En esta época encontramos sonetos en los que reverbera el decir clásico o en los que se regodea en una atmósfera un tanto palesiana, con retorno al verso libre, a los motivos inciertos, la soledad, la marginalidad apolítica, la actitud vivencial de "la vida no nos quiere". En el Canto de insurrección [2.7-8] tenemos un texto amplio cuyo ritmo se deshilvana y las palabras se amuecan mientras se amargan y se enervan. De fuerza comparable a éste logra no obstante en otros textos mayor armonía, o abarroca la palabra o la vanguardiza en N.Y. 1972, con versos como ráfagas. Por su parte Savia del tiempo [de G. 20]  funde amor, soledad y redención social. El renglón del verso, la oración y los lexemas se desarticulan aquí, se descoordinan por la acumulación de sintagmas nominales. Hay un evidente afán de recuperar lo vivido por la memoria repasada.

    En su libro Un lugar fuera del tiempo se alterna el verso con la descripción de episodios que la memoria recupera. Luego se poetizan. Es muy bueno el Prólogo, No volveré a la casa camino el desencuentro y Pon más gasa, trasluz, perfil oscuro. Predomina la mirada, el afán de esculpir de una imagen de exteriorismo interno, la construcción de una visión destemporalizada, de litorales o laderas isleñas, que recrean el ámbito de la infancia vinculado a su querencia. En Penúltima salida, Para un hombre que se ha quedado solo de repente, Sonetos de soledad, Cántico isleño, Paisaje desolado y El cuerpo es un camino, apuntan hacia la poética de una interioridad inmarginable en el que la poética guerrerista no asoma sino es a través de la preservación de una incomodidad, una desarmonía o desfasamiento entre el yo y la comunidad que más se ensueña como dulcinea –no obstante–  campesina, que se contempla como labradora en todas sus miserias. Acaso la utopía no sea en Cabán Vale un lugar fuera del tiempo, sino un espacio interior que define la nostalgia.”

    Lluvia del este, por su parte, es un hermoso cuaderno de formato cuadrado y
carpeta dura que contiene 39 poemas en los que persiste el fluir melodioso del verso, ya se facture en métrica uniforme o verso libre. La cadencia se articula principalmente en heptasílabos –a veces combinando versos alejandrinos–  y endecasílabos, incluso sonetos. Aquí están las memorias de otros poetas de Guajana que ya trasmontaron el umbral de la mirada, como Edwin Reyes y Ángela María Dávila, pues el tono íntimo e introspectivo, incluso de elegía, prevalece a lo largo del conjunto como quien da bienvenida a una tristeza fundamental, casi vallejeana. ¿Qué otra cosa suele hacer la lluvia sino recoger y acoger, certificar esos “pensamientos no pensados, recuerdos olvidados”, impactados “por la ausencia, el amor, la vida y la muerte”, como indican los editores en la contratapa?
    Descriptivo y melancólico, hondo siempre, “es la lluvia rondando descalza entre los lirios”. Cabán Vale, tras la biopsia de la “fama irreal”, pregunta con gran tino:
        “¿Quién sobrevive a quién,
        si el olvido es raíz
        razón de la memoria?”
    ¡Enhorabuena!, Antonio Topo. ¡Enhorabuena!, CLARIDAD.


Marcos 
Reyes 
Dávila
(Publicado en CLARIDAD, 
22 de febrero de 2012)

        

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