sábado, 11 de julio de 2020

Hostos y la masonería


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Hostos 
y la masonería




Probablemente muchos conocedores de la figura histórica de Eugenio María de Hostos habrán oído que era masón. Así se ha sugerido o afirmado públicamente desde hace más de un siglo. 


En la Revista Exégesis (UPR-Humacao, núm. 7, pp. 3-7) publicamos en 1989 un manuscrito inédito de Hostos titulado “Si la masonería influye en la familia”. Con total certidumbre Nelson W. Canals, por ejemplo, afirma la afiliación de Hostos a la comunidad masónica en la revista, masónica, Entre columnas (Año 24, núm. 3, de agosto de 1989, pp. 3-5). Acto seguido, Canals reproduce la primera de dos partes del documento. Sin embargo, es en la segunda parte que Hostos responde la pregunta formulada en el título.


Este trabajo no es un análisis exhaustivo del documento, sino una hojeada a un tema muy poco estudiado por el carácter privado, reservado, de la institución masónica.


Estipulemos primero, que grandes figuras de la historia occidental fueron masónicas, como George Washington y Bolívar, Martí y Betances, Mozart, Winston Churchil, Bakunin, Goethe, Beethoven, Napoleón, Céspedes, una lista muy larga. De modo que no puede extrañar que Hostos también lo fuera, como muchos de los líderes liberales españoles, incluso jefes de gobierno, que fueron sus compañeros de lucha antimonárquica en su época española, como Ruiz Zorrilla, Cánovas, Juan Prim, Mateo Sagasta.


En cuanto a Hostos, ciertamente luce así a primera vista. En 1874, por ejemplo, Hostos le pregunta a Bonicio Tió Segarra si acaso lo es, empleando el símbolo gráfico de los tres puntos en forma de triángulo. La logia masónica Fiat Lux de Coamo envió a los deudos de Hostos en 1903 una nota de duelo publicada en Hostos: Ofrendas a su memoria de 1904.


El Instituto de Estudios Hostosianos halló el mencionado manuscrito de Hostos, inédito e incompleto, titulado “Si la masonería influye en la familia." Al comenzar a leer el texto reconocemos muy pronto que se trata en efecto, por sus ideas y por la manera de desarrollar y analizar el tema, de un texto escrito por Hostos. Inicialmente nos viene a la cabeza la idea de que se trate de un texto primerizo de su obra porque contiene muchas alusiones a motivos religiosos que no solo fueron no son habituales en sus obras completas, sino que son contrarios a su composición de la realidad. Es un texto que se parece más, de entrada, a algunos de los primeros artículos del que hemos llamado joven Hostos, publicados en 1865, y a algunas páginas de sus primeros diarios.

No obstante, la composición conceptual, de ideas y argumentación desmienten la apreciación inicial. Entonces brotó en nosotros cierto desconcierto. El título sugiere que se escribió en respuesta a una interrogante que le fuera planteada por otro, en ese caso, un dominicano, y acaso alguna controversia. La referencia a “nuestra pobre sociedad dominicana” induce a convencer que el texto fuera escrito en alguna de sus estadías en la república dominicana, esto es, a mediados de los setenta, muy poco probable, o la década de los ochenta, o acaso en sus últimos años, pero nada es concluyente. Es un hecho, en cambio, que en 1892, en Chile, Hostos publica una serie de artículos, agrupados con el título, “Quisqueya, su sociedad y algunos de sus hijos” (Obras completas, “La cuna de América, tomo X, pp. 167-244), en los que apunta a la “enseñanza práctica de la fraternidad”, y “la sana influencia que la masonería ha ejercido y ejerce en aquella sociedad”. 



Mas, regresando al manuscrito que comentamos, Hostos repasa primero, con juicio crítico, la historia de la institución masónica, su orígenes y raíces, sus influencias, sus convergencias, sus objetivos y sus beneficios. Destaca el carácter arraigado, hondo en el tiempo, semejante al rito brahamánico y el símbolo cristiano, convergente con las religiones “positivas”, desde Zoroastro, Confucio, los Levitas de Judá, Lamas del Tibet, Delfos, Sócrates, Jesús, el estoicismo, el misticismo y otras doctrinas. Añade también, por ejemplo, al fanático, Esparta y Corinto, y desde Saint-Simon y Owen, por hallarse también “instituido” en las utopías socialistas. (Llama la atención que no mencione a Krause.)


El asunto a plantear lo encarrila en dos vías: si podría influir, y si en efecto influye. Al hablar de “familia” Hostos no se refiere a la unidad familiar básica, sino a la “familia humana”. El principio fundamental de la masonería, explica, es la hermandad, el vivir asociados para el bien de todos, la caridad y la confraternidad. Es, dice, una religión sin altares ni libros sagrados, pero sí una religión o “sacerdocio de los buenos”. Inconmovible, pero vacilante. Por la interacción entre estos dos últimos adjetivos encamina su exégesis. Así, concluye que, aunque sea efectiva, indisoluble, y resista “como eterna”, basada en el principio original de la moralidad humana, para Hostos la masonería trabaja poco, satisfecha de sí, y reducida “fórmulas rituales”. En una reveladora nota marginal, Hostos explica lo que entiende como el “doctrinarismo levítico” que la masonería padece: “ritualismo y sujeción servil a la letra de la ley o doctrina”.


La masonería, arguye, ha debido adherir su organismo al “principio del progreso”. Lejos de la satisfacción y la inercia de toda complacencia, las necesidades de la comunidad humana demandan a su juicio reparación y sacrificio. De modo que, aunque la masonería hermane la familia y prevalezca en ella la intención del bien, “no tiene derecho a dar frutos cualesquiera”. Es entonces que, para nosotros, se revela en el manuscrito, con suficiente transparencia, el Hostos revolucionario que conocemos.


Hostos afirma que la masonería ha sido “irresponsable” al no progresar, cito:


 “… en el sentimiento de una unidad fundamental del ser humano, en la organización del trabajo sin la esclavitud, en la constitución de las sociedades sin despotismo, en el aumento de nociones de verdad, en el ascendiente progresivo de las nociones de moral, en la unión material de los pueblos por medio de las aplicaciones de la ciencia a las necesidades comerciales e industriales, y en la unión moral e intelectual que resulta necesariamente de la mayor comunicación y del mejor conocimiento de la unidad sicológica y geográfica de los habitantes del planeta”.


La condición de texto incompleto de este trabajo no desvía, sin embargo, al lector, de asir la tesis fundamental, perfectamente acorde con las formuladas en “El Tratado de Moral”, aunque en el mismo no se mencione nunca la masonería. No obstante, Hostos formula en el mismo, cierto es, muchas de las premisas y doctrinas de la masonería, pero, sin embargo, no lo hace como tales. Hallamos solo coincidencias dentro de un sistema independiente, muy suyo, producido por elementos ajenos a masonería, puesto que son el producto de un proceso sistemático estructurado por los vectores de su razón.


Ya había Hostos observado y denunciado en múltiples ocasiones el desfase, en numerosos países, entre el desarrollo económico y la moral que ha debido organizarla. En sus luchas por la libertad de las Antillas, en y con España primero, Hostos tuvo que enfrentar y romper con los líderes masones que traicionaron la libertad de las Antillas. Otro tanto debió ocurrir en los viajes por Nuestra América, pues tuvieron que desencantarlo encontrar en sus hermanos masones esa confraternidad individual, pero junto a ella, la ausencia de compromiso ante la angustia vivida por Cuba durante la Guerra de los Diez Años. En Argentina, por ejemplo, durante la presidencia de Sarmiento, tuvo que soportar que se dijera que no podían apoyar la causa cubana porque Argentina tenía con La Habana colonial un comercio de tasajo muy fuerte. 

Hostos vio y vivió muy de cerca que la colonia había sobrevivido en los países ganados a una independencia formal, pero no cierta. Su vida toda estuvo dirigida hacia las metas enumeradas en la cita anterior. Mucho más allá de reducirse a ritos formales, estaba la necesidad de organizar el trabajo sin esclavitud, constituir las sociedades democráticas, sin despotismo, aumentar las nociones de verdad científica, el ascendiente progresivo de las nociones de moral dirigidas a la libertad de individuos y pueblos, la unión material de los pueblos por medio de las necesidades comerciales e industriales, y la unión moral e intelectual que resulta necesariamente de la mayor comunicación y del mejor conocimiento de la unidad sicológica y geográfica de los habitantes del planeta, más allá de las fronteras.


Con certidumbre podemos afirmar que Hostos fue masón, pero la altísima complejidad y plenitud de sus aspiraciones y agendas lo mantuvo distante, en nuestra opinión, de la doctrina ortodoxa de las instituciones masónicas. Nada en Hostos es simple, pero siempre podemos hallarlo en el cauce de la revolución por la libertad.

Marcos Reyes Dávila
¡Albizu seas! 

Publicadso en 80 GRADOS el 10 de julio de 2020:
https://www.80grados.net/hostos-y-la-masoneria/

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