viernes, 11 de abril de 2014

Revista ÓMNIBUS 
(España), Número 46

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Ómnibus. Revista intercultural n. 46

Poesía de Puerto Rico
Por Marcos Reyes Dávila 

    Puerto Rico es la Antilla Mayor más oriental del Mar Caribe. Contigua a la antigua isla Española, hoy República Dominicana, donde se estableció el primer enclave de la conquista española de América, Puerto Rico vivió las mismas vicisitudes de los tres siglos coloniales comunes a toda Nuestra América, mas quedó, igual que Cuba, fuera del proceso emancipatorio hasta que Estados Unidos se decidió a capturarla como botín de guerra en 1898. La definición legal de Puerto Rico hecha por el Congreso de Estados Unidos es la siguiente: Puerto Rico pertenece a, pero no es parte de, Estados Unidos. El hecho fundamental de la historia puertorriqueña a todo lo largo del siglo XX está determinado por esa condición colonial y una explotación de factura muy diferente a la del resto de los países latinoamericanos. La mitad de la población vive en el exilio. La mitad de la población residente recibe ayudas y subsidios directamente del gobierno. La economía está construida en función de la norteamericana y hacia allá se canaliza toda la riqueza producida. El gobierno de Puerto Rico carece de poderes y controles eficaces más allá de lo que parece franco histrionismo y disimulo. Por eso no puede ocupar una silla en la CELAC o en la UNESCO. Puerto Rico es una nación nómada y desterritorializada en la que sus héroes han muerto encarcelados, asesinados o en el exilio. Pero el vernáculo, en Puerto Rico, sigue siendo el español.
    En la segunda y la tercera décadas del siglo el pueblo de Puerto Rico se armó con una prédica nacionalista para enfrentar al gobierno norteamericano. La respuesta fue una intensa represión y la creación a mediados de siglo de un estatus político ambiguo que cedió a los puertorriqueños ilusiones de autonomía política. Desde entonces sólo se han efectuado retrocesos y una penetración cada vez más absorbente con los instrumentos de la explotación neoliberal.
    Dentro de esos parámetros la poesía en Puerto Rico siguió en el siglo XX derroteros no muy diferentes a los de los países hermanos del Caribe y Centroamérica. El Modernismo a principios de siglo y los subsiguientes movimientos de la Vanguardia rescataron los valores tradiciones de una identidad multicentenaria puesta bajo asedio, el descubrimiento y la afirmación de nuestras raíces afroamericanas e indígenas, el criollismo, el tránsito a la urbe cosmopolita, la emigración y los temas metafísicos. En ese primer medio siglo nombres como José de Diego, Luis Lloréns Torres, Luis Palés Matos, Julia de Burgos, Juan Antonio Corretjer, Francisco Matos Paoli, Evaristo Ribera Chevremont, entre otros, son imprescindibles. Ya para los sesentas, la nueva generación de poetas se vinculó con la fermentación política generada por la revolución cubana, el golpe de estado a Juan Bosch en la República Dominicana, la Guerra de Viet Nam. Entonces se fundó la revista Guajana y otras revistas. El último cuarto de siglo fue una reacción a la militancia política y social, instrumentada con un regreso a la interioridad, una problematización del sujeto y de la identidad, muchas veces desde distintas orillas de la marginalidad social y la profesionalización literaria. Asoma la abulia y la apatía, la asintonía, el desahucio ideológico, el performance, el sincretismo y el canibalismo. No obstante, la intensa reacción que a todos los niveles y en todas partes tiene la celebración del centenario de Julia de Burgos, poeta de la generación del treinta, nacionalista, socialista, transgresora de los convencionalismos chatos de la burguesía y la moralidad doméstica, da cuenta de un espíritu combativo que augura derroteros inéditos para Puerto Rico.
    La selección de poetas pudo haber estado compuesta por otros tantos. Sin embargo, la mayor parte de los nombres hubiera estado presente de todos modos. 

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