A propósito de Julia de Burgos y la biografía de Mayra Santos Febres
CHIQUI VICIOSO
LOS MITOS
Recuerdo que una vez me acerqué al maestro Oviedo a invitarlo a una obra de teatro de mi autoría y un conocido “promotor” de las artes, me dijo con lascivia que estaba “sorprendido”… Sorprendido de qué si usted no me conoce, le repliqué a este horroroso tipo que proyectaba en mí sus fantasías, o sus desinformaciones.
Recuerdo también en Casa de las Américas, cuando un tipo larguirucho y seco se me acercó con una joven y le dijo “esta es la viciosa más grande que hay”. No tomo ni coca cola, le repliqué y entendió que había metido las cuatro patas. Era otro que proyectaba en mí sus fantasías, o retorcimientos, esta vez a partir de mi apellido,el cual me ha hecho sujeto de múltiples chistes y malentendidos.
En otra ocasión, vi a hombres jóvenes, exitosos y atractivos intentando evitar por todos los medios que sus también exitosas y bellas mujeres sostuvieran una extensa conversación conmigo. Pude haber reaccionado como hay que reaccionar frente al irrespeto, pero lo que hice fue mirarlos con compasión. Dios mío, pensé, cómo pueden ser tan inseguros bajo esa fachada de autosuficiencia del hombre burgués, en todas partes.
Creo poder decir, sin equivocarme, que ninguna mujer desata las especulaciones y fantasías eróticas de todo tipo en la población como las artistas. Mientras es difícil encontrar datos biográficos de los grandes escritores que tengan que ver con sus amores, públicos o clandestinos, sus prácticas sexuales, o sus preferencias afectivas, las biografías de las mujeres están plagadas de ese tipo de inuendo, con los cuales pseudo biógrafos intentan explicar su obra literaria, estableciendo de facto una conexión entre sus textos y sus vidas, como si la obra fuese una fotografía de la intimidad de sus autores.
En este año del Centenario de Julia, siguen abundando los mitos sobre esta mujer que murió estando casada, desde hacia una década con Armando Marín, músico y contable, compatriota suyo, dos semanas después de salir de un hospital y como resultado de la experimentación científica a la que se sometió para la cura de la cirrosis hepática, no de un trágico amor que la llevó a dar tumbos de basurero en basurero “derrotada por el alcohol” y el trágico desamor de un dominicano.
Escandalizados porque conoció y siguió a un hombre que la deslumbró con su intelecto, pocos recuerdan que al encontrarse con él ya Julia se había divorciado de su primer esposo Rubén Beauchamp, a quien conoció no en un Bar sino en las luchas nacionalistas.
Según los mitos que abundan, producto de mentes que proyectan en ella sus propias perversiones estructurales, a Julia Juan Isidro la “drogaba con morfina para que practicara sexo grupal con otras mujeres”, calumnia que ponen a circular “las malas lenguas”, pero que repite sin ningún respeto por su memoria una mujer escritora que se supone independentista: Mayra Santos Febres, con pretensiones de biógrafa.
Yo que conocí a Don Juan Isidro, y tuve el honor de ser depositaria de su confianza en lo que se refiere a su relación con Julia, sé no solamente que Don Juan Isidro era un caballero de su época, sino también que amaba a Julita, como le llamaba, hasta el delirio. Y cuando uno ama así no comparte al que ama ni con su sombra.
La otra falacia, fácil de corroborar a partir de los archivos del Departamento de Corrección de la ciudad de Nueva York, es que a Julia, que solo media 5.8, es decir que era más bajita que yo, “le cortaron las dos piernas porque no cabía, como un fenómeno de circo, en el ataúd”. Tanto los rércords de defunción, como el ataúd que finalmente albergó sus restos y fue velado en Puerto Rico, evidencian un sensacionalismo barato que nada contribuye a obras de ficción, o pretendidas biografías, de una poeta que es bandera de lucha de su indomable país, y como tal no merece que lo que se legue al estudiantado de borinquen sean especulaciones, o baratos chismes, de quienes la utilizan y han utilizado, para ganar notoriedad.
A Mayra Santos Febres y a Diógenes Valdez, les remito a las palabras de Don Juan Bosch: “Julia era una mujer muy discreta y muy equilibrada. De unos modales muy correctos. Siempre muy limpia, elegante, alta, de muy buena presencia, y una lectora y estudiante muy buena, porque pasaba horas enteras leyendo allá en la casa, los libros que traía de la Universidad”. “Nunca le oí cotidianidades, o expresiones fuera del buen tono”.
A Julia, afirmo, se le puede aplicar lo que le dijo un sacerdote peruano a Bolívar: “Vuestro nombre crecerá con los siglos, como crece la sombra cuando el sol declina”.
Chiqui VICIOSO
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