lunes, 19 de diciembre de 2016

Bolívar, Waldo VFrank y el Nacimiento de América



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BOVAR, 


Waldo Frank y el Nacimiento de América
 

Waldo Frank (1889-1967) fue un norteamericano amante del mundo hispano. Narrador, ensayista dramaturgo e historiador, dio a luz lo que a primera vista, y a rasgos generales, es solo una biografía de Simón Bolívar. Su título, “Nacimiento de un mundo”, sugiere sin embargo de inmediato que su propósito desborda la mera biografía del Libertador.
    El libro que hemos leído fue editado por Aguilar en el 1959, versión en español de Amando Lázaro Ros. El subtítulo también da seña de su verdadera intención: “Bolívar dentro del marco de sus propios pueblos”.
    Se trata de un libro extenso de cerca de 560 páginas. De estas, diez corresponden a una abundante bibliografía, y 18 a un índice alfabético de nombres, temas y lugares. Incluye también veinte ilustraciones y diez mapas del escenario de campañas y batallas.
    “Nacimiento de un mundo” es una amplia biografía de Bolívar escrita con un atractivo lenguaje, ágil y poético por ratos. Incluye extraordinarias descripciones del escenario natural en el que se desenvolvió la vida del Libertador, así como profundas semblanzas de algunos de los protagonistas de la historia. Mas la narración fluida y feliz de los hechos no se reduce a las peripecias extraordinarias: el libro explora, desde el inicio, como va creando Bolívar un mundo nuevo, con conciencia de estar haciéndolo. No se trataba solo vencer militarmente la tiranía española y su orden monárquico en las américas, sino de ir estableciendo en cada espacio las nuevas estructuras políticas de un sistema republicano. Su afán republicano lo concibe como una gesta de liberación que deseo llevar no solo a los confines todos del continente, incluidos naturalmente Cuba y Puerto Rico, sino incluso a la propia España. Pero Bolívar se percató muy pronto, tras las primeras victorias y reveses, que el éxito de la liberación de su América dependía de ir despertando en nuestros pueblos la noción, la conciencia, de ser un mundo diferente al español: el nuevo mundo de las repúblicas americanas: el enemigo está dentro de nosotros mismos. Pueblo nuevo: hombres nuevos.

    Las batallas contra los ejércitos españoles de aquí y allá, tras la “Campaña Admirable” que culminó con la primera victoria del dominio español en Venezuela, constituyen seguramente la parte más conocida de su biografía. Pero detrás de ella se impuso la tarea de crear la conciencia de un nuevo pueblo americano que no existía. Las meras victorias militares sobre la tiranía española no podían despertar en los hombres y mujeres la conciencia de que no eran españoles. Solo esa conciencia de ser diferentes, de ser un pueblo americano y no español, podría perpetuar las victoria y afirmar la  independencia.
    La historia narrada por Waldo Frank destaca de manera prominente, que una vez consolidada la independencia de la Patria Grande frente a España, y a las otras potencias que no disimularon su apetito, se desataron las intensas luchas entre los caudillos americanos para ocupar los vacíos de poder. Esas luchas protagonizaron la primera historia de este mundo. Fue precisamente el afán por constituir un nuevo orden republicano, articular la armonía entre los pueblos, y fraguar en los pueblos la noción de la “patria grande”, donde arraigó su gloria mayor y su fracaso, pues la verdadera finalidad de su gesta desbordaba la conquista de la independencia de todo el continente para pretender fraguar además su porvenir y su libertad.  Mas Bolívar tiene el mérito gigantesco e inédito de haber concebido, proclamado y predicado una utopía que estuvo al alcance de la mano. De la punta de su espada y su palabra no solo se cristalizaron cinco naciones de una masa informe, casi como de la nada, sino el plano y diseño, la arquitectura, la armazón misma de un continente unido al que llamó y por el que clamó repetidamente. Toda corona de rey o emperador rechazó, como rechazó todas las riquezas que los pueblos pusieron a sus pies. Esa hazaña, aunque fracasada en vida, fue un sueño eterno, una utopía perdurable –como hemos dicho antes– que orientó victoriosa las luchas del porvenir. Bolívar vio muy claramente que no se debía confundir libertad e independencia.
    En las proclamas de Bolívar difundidas y sembradas por todas partes emergen a la luz las ideas fundamentales de los grandes próceres sucesivos, fueran héroes militares o políticos, pensadores o poetas. Bolívar se abstuvo de ser un sanguinario enemigo de los españoles. Sus perdones se repitieron incansablemente. Bolívar fue en su tiempo el héroe de mayor estatura no solo para la América nuestra, sino para la del norte, e incluso Europa. Mas América era demasiado grande para dominar las riendas recorriéndola a caballo por las intrincadas sierras y selvas, y las casi inaccesibles alturas de los Andes. Además, Bolívar se abstuvo de sacar su espada contra los caudillos americanos que se rebelaron por todas partes.

    La imagen de Bolívar que se desprende del libro de Waldo Frank, sin dejar de ser ponderada y crítica, es deslumbrante. Frank se empeña en comprender la naturaleza e intríngulis de cada uno de sus actos y sus palabras. Tras la lectura se comprende porque Martí en “Tres héroes” nos alecciona con las manos quemadas que debemos “perdonar”  sus “errores”. “Los desagradecidos no hablan más que de las manchas – nos dice–. Los agradecidos hablan de su luz”.
    Aunque escrita y publicada hace más de medio siglo, el libro de Frank gozó y aun goza de una bibliografía extraordinaria para su tiempo afincada en fuentes primarias. Seguramente incompleta, seguramente ajena a la infinidad de textos, interpretaciones y visiones que el tiempo ha ido revelando, basta para dejar en el lector una idea completa e íntegra de quien fue el americano más grande de todos los tiempos. Ya se ha dicho que “todo llevará su nombre”.  Y nuestro Eugenio María de Hostos acotó sobre Bolívar  una expresión inexpugnable:
    “Para conocer la deslumbradora personalidad del Libertador hay que comparar a Bolívar con Bolívar. En realidad fue único...”       




Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!

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