lunes, 7 de septiembre de 2015

Relectura de El Quijote



Relectura de 
        El Quijote
En su 400 aniversario   

El Quijote cumple 400 años. En la novela, el Quijote dice repetidamente que
sus hazañas serán recordadas en los siglos venideros. ¡Cuánta razón tuvo! Tengo muy claro en el recuerdo la primera vez que se me murió en los brazos en el 1974, hace poco más de 40 años. Tomé un curso graduado sobre él en la UNAM, México. No había vuelto a leerlo completo, íntegro, del principio al final, hasta estos días, y con la fortuna de contar esta vez con la edición del IV Centenario de Alfaguara y la Real Academia Española de la Lengua.
    Al principio no me impresionó el lenguaje. Los sucesos, muy conocidos, revisitados tantas veces, tampoco. Excepto que esta vez lo leí siguiendo el hilo, atento al desarrollo de sus caminos. Esta vez disfrute más de las novelas intercaladas. Tenía más conocimiento de lo que eran, de su vínculo con las novelas ejemplares, del cautiverio de Cervantes, de la estética de la época que aconsejaba esas distracciones, de la magistral redacción de cada una de ellas.
    Vi con más perspectiva la curiosa relación entre Sancho y el Quijote. No decimos “Sancho y Quijote”, sino “Sancho y el Quijote” como quien dice, el Loco, el Santo, el Sabio, el Hermoso. Atributo apelativo. La palabra se refería entonces a una pieza de la armadura que cubría el muslo, y también al cuarto trasero de las caballerías. Es tras la novela de Cervantes que adquiere las conocidas acepciones del hombre de ideales comprometido, y del hombre flaco, alto y grave. Es decir, que la burla del sobrenombre elegido como pieza que protege el muslo y cuarto trasero de las caballerías se transforma en el significado inverso de idealidad militante.
    La relación entre ambos personajes es de las más ricas y complejas que puedan verse. Ambas dinámicas, se transforman, cambian, a lo largo de la novela sin eludir con toda conciencia del autor las paradojas y las contradicciones. Son personajes tan balanceados a pesar de su evidente contrapunto que es muy difícil determinar cuál protagoniza. El título de la novela y la circunstancia que genera las acciones nos obliga a anteponer a don Quijote, pero Sancho, a la verdad, no le va a la zaga, no solo por su gracia y por sus acciones, sino por su complejidad y profundidad, por la riqueza de su lenguaje popular y por la manera como determina la manera como se desarrolla el Quijote. De alguna manera sus reflejos y juegos de perspectiva me recuerdan el cuadro de “Las Meninas” de Velázquez.
    Una vez se adentra el lector en la novela, la riqueza del lenguaje nos sorprende y se nos impone. ¡Qué mezcla tan riquísima e interminable de lenguas cultas y populares!
    Es muy complejo el desarrollo del punto de vista, la manera tan complicada como se mueve el narrador a lo largo de una novela en la que además, juega un papel tan preponderante el diálogo. Todo esto de Cide Hamete, la manera tan obstinada como se inmiscuye la primera parte en la segunda de modo que se novela propia novela dentro de la novela. A esto hay que añadirle la continua interpolación de la novela apócrifa de Avellaneda, con tan impetuosa entrada que seguramente es una de las razones que inclinan a Cervantes a matar al Quijote, y quizás también, a Gabriel García Márquez a borrar del mapa a Macondo. Cerrar la posibilidad de que otros autores le den continuidad a esos mundos sin la altura y sentido originales.
    Me sigue sorprendiendo el papel tan central que juega la visita al castillo de los duques, papel que se extiende, como contrafigura, con el gobierno de Sancho en la Ínsula Barataria. Las burlas de los duques dejan tan mal sabor que la gracia se hace mueca, y el extraordinario desempeño del analfabeta Sancho, cargado tan solo de una sabiduría popular, sentido común, y lo aprendido con el Quijote tras los largos meses de recorrido, resultan inexplicables si no se atiene el lector a las intenciones ocultas de Cervantes.
    Me refiero a que a lo largo de toda la novela Cervantes mezcla los “disparates” del Quijote con acciones cuyo rumbo luce obvio, pues siempre va dirigido en pos de los menesterosos, los pobres, y en contra de los poderosos, a pesar de su aparente respeto a lo que llama reiteradamente figuras “principales”. Aparte de su fascinación con las hermosas siempre rubias y muy blancas, cosa del gusto renacentista de Europa en general, en el Quijote los ricos y poderosos son pintados siempre como gente sin escrúpulos, prestos a la burla y al abuso. Entre estos se incluyen los religiosos. En cambio, los criados, los galeotes, los pastores, los bandoleros, los cautivos, los moriscos españoles, son representados con simpatía. El Quijote vive un mundo en el que los ideales humanistas del Renacimiento se han esfumado y se convierte en motivo de burla aspirar a hacer justicia y defender a los menesterosos y a los caídos. El heroísmo ha sido desplazado por un mundo dominado por el cinismo, la mediocridad y la injusticia. El Quijote es una novela en la que se nivela la condición humana, se aborrece la aristocracia presumida, se abandera la dignidad que nace del esfuerzo y la virtud militante, se afirma la igualdad y se venera la libertad, a siglos de la Ilustración.
    En toda la segunda parte se ve un proceso gradual de reconversión, de modo que las imaginaciones alocadas del Quijote se disipan y ceden. Es decir, que las ventas serán ventas y no castillos, de modo que los gigantes le serán creados al Quijote por los supuestos cuerdos.
    Me sigue pareciendo significativo el encuentro de don Quijote con Roque y los bandoleros de Barcelona. Es inexplicable la actitud de conformidad del Quijote con unos bandoleros que son pintados como gente justa y justiciera. Se hermanan. Y en cierto modo se acoplan, es decir, Cervantes expone literalmente una convergencia entre su actuar de “bandoleros” y el ejercicio reparador de la caballería andante. El Quijote viene de esa feria de burlas que fue su estancia con los duques, y pasa unos días de paz y gracia con bandoleros que lo aprecian. Luego regresa en Barcelona con otro “don” que nuevamente se burla de él. El hecho de que Roque existió realmente, le da un sentido más grave y significativo a estos capítulos.
    En un primer momento, la enfermedad y el acelerado deceso del Quijote parece abrupto. Pero, más allá de la necesidad de dejarlo muerto para que nadie continuara robándole el personaje con intenciones muy diferentes a la suya, y del hecho de saber que su vida se acababa y no podría continuar extendiendo su historia, la muerte del Quijote si estuvo finamente trabajada por Cervantes, quizás desde el inicio de la segunda parte. El cambio gradual en este personaje que se mantiene despierto durante la noche, de modo que es el señor quien vela el sueño del criado-gobernador, va desmantelando poco a poco la esencia del personaje hasta colocarlo en un callejón sin otra salida. La idea de convertirse en pastor no parece abrirle fuerza ni posibilidades a su ejercicio redentor.
    En la lectura del Quijote es necesario tener en cuenta la importancia que tiene la censura y la inquisición. Hay un margen que es imposible transgredir como no sea con el equívoco y la parodia. De ello es obra maestra insuperable El Quijote.


Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!


No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails