lunes, 23 de marzo de 2015

Francisco Matos Paoli: Las Dos Alocuciones en la APERTURA del FIPPR


Francisco Matos Paoli: 
Las Dos Alocuciones 
en la APERTURA del FIPPR (2015)*

1.
“Ya está transido, pobre de rocío,
este enorme quetzal de la nada.”

Así comienza el célebre “Canto de la locura” de Francisco Matos Paoli. Su obra más emblemática y aplaudida.
   
Queridos amigos y amigas (o, como diría el SubComandante Marcos, el de Chiapas, amigoas. Para que conste: los 43 de Ayotzinapa, también nos faltan aquí esta noche. Puerto Rico, también es, Nuestra América).

Hablar de Francisco Matos Paoli no es cosa sencilla. Carlos Alberty nos alerta de que perdemos a Matos Paoli tan pronto intentamos atraparlo en un resumen, pero también nos alerta al decir que el poeta vive en su obra, se hace presente en el acto de leerlo, que es diálogo vivo, casi encarnación. Es como querer retratar, de un solo tiro de cámara convencional, uno de esos paisajes panorámicos de 360 grados.
Por una parte, abruma la inmensidad oceánica de sus obras. Pero, por otra parte, abruma esa impronta que deja la lectura de sus versos en el alma. Ese eco que no cesa...
¿Cómo decir a don Paco? ¿Cómo, siquiera, nombrarlo?

Yo conocí a don Paco probablemente en el 1972, hace 43 años. Lo había visto muchas veces en su casa, cercana al Recinto de Río Piedras de la Universidad, pues casi invariablemente pasaba gran parte del día en su balcón del segundo piso leyendo y escribiendo. Me recibió con la mayor amabilidad y apertura del mundo. Era un ser jovial, afectuoso, hecho de ternura y cariño. Mantuve una relación constante con don Paco y toda su familia, hasta su muerte. Pero aunque muchas veces me sintiera tratado como un hijo por él, y por doña Isabelita, su compañera, eso  nunca fue, necesariamente, un privilegio personal, pues me consta el amor y cariño de ambos por muchas otras personas.
   
El protocolo de esta actividad me exige ser breve, así que intentaré explicar a don Paco como Einstein explicó, con una fórmula, qué es la energía. Don Paco -es el cruce imposible e inagotable de tres devociones elevadas al infinito: nación, misticismo y poesía. Si pudiéramos pasar por un prisma el haz de luz de su poesía, veríamos salir del prisma la Patria, Dios y, siempre, la Poesía. Hablamos de devociones elevadas prácticamente al infinito por el caudal torrentoso de una obra que no tuvo más límite que el tiempo de su vida.
Luis de Arrigoitia publicó en el 2006 una antología de su obra publicada que quiso limitar a unos diez poemas por libro. La antología, titulada “Raíz y ala”, le salió en 973 páginas.

Según los cálculos de Arrigoitia, don Paco publicó en vida 54 libros de poesía, sin contar once antologías y las prosas. (En mi biblioteca, lucen más o menos así: (-------), y no están todos. Pero don Paco dejó inéditos 210 libros de poesía, para un gran total de 264 poemarios, ninguno folleto u opúsculo. En una ocasión, se dispuso a escribir diez libros corridos de sonetos, de 150 poemas cada uno, a la que siguió otra serie de diez libros de antisonetos de la misma extensión. Don Paco alternaba la escritura en formas estróficas tradicionales y en verso libre. Fue maestro genial en ambos ejercicios. Aparte de ellos, hay un diario poético de varios tomos y una obra en prosa de trabajos de apreciación crítica, que su inseparable compañera, Isabelita Freire, educadora y poeta que también cumple este año su centenario, recogió en 3 volúmenes de cerca de 500 páginas cada uno, a maquinilla.

“Isabel, en ti llevo mi mirada”, le dice el poeta a doña Isabelita.               
Nuestro poeta nació un 9 de marzo en el pueblo heroico de Lares, pueblo emblemático de nuestra historia por haber sido la cuna del Grito de independencia encendido en el 1868. Grito como el de Yara en Cuba o el de Dolores en México, o el de Quito. De alguna manera, esa cuna fue en don Paco semilla que encendió su encuentro con el líder del movimiento nacionalista de Puerto Rico, don Pedro Albizu Campos, mártir heroico de esta patria. Por eso puede don Paco decir en su Canto de la locura: “Pedro se llama el Dirigente. –Piedra de Puerto Rico, Piedra fluvial y alada / con el aroma de la sangre mártir / de un Domingo de Ramos. / Delante de él la fuerza es imposible. / Por más que agitamos las manos / no podemos coger el rocío”.

Pero de cuna también, le brotó el ala de la poesía por la muerte prematura de la madre, hecho que fragua su primer libro de versos, a los 15 años. La censura y represión que trajo consigo el desafío que el nacionalismo albizuista planteó al imperialismo norteamericano tumbó en la oscuridad de la prisión, siempre oprobiosa, a un poeta acusado tan sólo de dar cuatro discursos en la tribuna de la libertad. Eran los tiempos de la “Ley de la Mordaza”, creada por el gobierno de Puerto Rico para aplastar el auge del nacionalismo. La prisión -quebró la salud mental del poeta, y le produjo una locura clínica, una psicosis, de esas de electroshocks.

Mas, victorioso siempre, la locura solo disparó su canto, incontenible, escrito en las paredes y en todas partes. Y la locura se transfiguró, de algún modo milagroso, en una experiencia mística que le permitía ver y oír a la madre muerta y a la misma Virgen María, y que volvería a experimentar con frecuencia. Don Paco, pues, no es entonces menos “beatiful mind”, que John Forbes Nash, aquel Premio Nóbel de Economía de 1994.
   
Yván Silén, se propuso analizar en un libro cómo “la religión, la locura y la política se cruzan y entrecruzan en el acontecer mismo de la poesía”, para producir un “misticismo político que Silén considera la gran innovación de Matos Paoli (“FMP o la angustia de Dios”, EdUPR, 2009, vii y 367). Ciertamente, el carácter místico de la poesía de don Paco es innegable. Él dio continuo testimonio de ello, en verso, prosa y entrevistas. También es innegable su profesado espiritismo.

Quien les habla no cree ni en espiritismos ni en misticismos –excepto cuando está muy oscuro y alguien dice de pronto BUU–, pero eso nunca me impidió fascinarme con la poesía de don Paco, como no le ha restado un ápice a mi aprecio inmenso de la poesía de san Juan de la Cruz, o los frescos de la Capilla Sixtina, por ejemplo. Y es que, en mi opinión, la fortaleza del discurso de uno y de otro está en la fragua de una lengua prístina, enormemente evocadora y fascinante: pura poesía. Don Paco trabajó en pos de “una palabra trascendida” que hiciera “el menor ruido gramatical”. Es decir, en perpetua lucha de fablar lo inefable. A través de la poesía logró liberarse de los barrotes de la prisión y de la locura, como “el viento y la paloma”.

Arrigoitia dice que la poesía de don Paco no es anecdótica ni narrativa, sino asombro, sorpresa, deslumbramiento, arrobo, y exclamación, expresados en imágenes y símbolos. Javier Ciordia ha identificado en su poesía alrededor de un centenar de símbolos fundamentales, por lo que, según su opinión, su lírica se enmarca dentro de las directrices del simbolismo y del surrealismo. Ello  lo lleva a calificar la poesía de don Paco como neosimbolista.

    En su “Luz de los héroes”, libro escrito en la tormenta de la locura y que salió de la prisión escondido en un saco de azúcar, don Paco escribe poseído de gloria:
        “Patria, ¡qué sol entre los árboles se alegra!
        Bebido de pitirres encendidos,
        de loma en loma es huella
        de aquellos que se dieron a la honra
        enardecida de la primavera.
        Patria, mientras el total de tus sueños
        nos hace la madeja
        de unirnos a los lirios
        más altos de tu sierra,
        nosotros invocamos desde el cielo
        la energía de todos los silencios
        sobre el horror de las cadenas...
        Somos el porvenir de las espadas.

        Somos el sándalo de la noche ciega.
        Somos, como nunca, una alegría secreta.”




2.


Queridas amigas y amigos: 
Cuando pienso, y cuando digo, el nombre de Francisco Matos Paoli, siento, claramente, como los pájaros se alborotan...   
    Y es que a pesar del misticismo, y a pesar de ese hermetismo del neosimbolista del que tanto intentó alejarse siempre, nada hay en Francisco Matos Paoli de torre de marfil, de elitismo y de aristócrata. Todo lo contrario. Don Paco fue un místico sembrado en la cuna heroica de Lares, un nacionalista atraído por el clamor obrero y socialista, por la “unción de la tierra”. Poeta del “viento y la paloma”, y de la “locura de la cruz”, pero honró siempre sus hondas raíces. Fue un poeta profundamente solidario y abierto. No era extraño que en respuesta a un libro obsequiado respondiera, ya fuera con los suyos propios, de aquellas muy conocidas ediciones Juan Ponce de León en la que acostumbraba editar sus libros, o que respondiera con una reseña o un artículo sobre el libro obsequiado, si no lo hacía con un poema.
    Una anécdota. En la Universidad de Puerto Rico en Humacao celebramos en el 1991, un simposio dedicado a don Paco para promover en todo Puerto Rico su candidatura al Premio Nóbel de Literatura. Mientras almorzábamos, un compañero se allegó a don Paco para leerle unas décimas compuestas por él sobre Albizu Campos, alusivas a su frase sobre el valor y el sacrificio. Una vez terminó el amigo de leer sus décimas, don Paco se puso de pie y comenzó a glosar, espontáneamente, décimas suyas, improvisadas allí mismo, con serenidad al principio, pero ganando ímpetu, verso tras verso, hasta estremecerse en el aire de tal manera que creí que iba a quebrarse o estallar.
    Don Paco se dolía continuamente de que su misticismo le enajenaba el apoyo y el aplauso de la generación joven de poetas militantes y revolucionarios que el creía que eran ateos. Muchos de ellos del grupo Guajana. Sin embargo, dos de esos poetas se casaron con sus hijas y le dieron el obsequio insuperable de varias nietas.
    Una de sus hijas se llama Susanita. Y don Paco le escribe desde la cárcel:
        “La primera descansaba en el polen.
        Y yo dije: fiat lux de mi semblanza.
        Nadie pudo saber en el último ser
        cómo la miel hacía su intacta llamarada.
        Sé que un nombre forjé para su estrella.
        Y Susana Isabel...
        Oh hija, cuando el árbol se lamenta
        en su vieja constancia, y los nudos recuerdan
        la savia detenida por los astros,
        ¡cómo quisiera entrar en tu morada,
        con los pies - ya descalzos de tanto sollozar
        en la arena fluyente del desierto!

De María Soledad, Marisol, su otra hija, escribe también desde la cárcel:
        “Marisol, la alondra gime
        bajo el árbol de la lluvia.
        Y en los párpados del cielo
        la mirada se desnuda.
        Hija de Borinquen eres.
        Salvada, como ninguna.
        Floración que me penetra
        hasta mi sangre tan última.
        Vengo a despertar contigo.
        Paso a paso, el cielo muda
        su rostro, pero en tu roca
        el agua siempre se azula...



Marcos
Reyes Dávila
¡Albizu seas!



* Estas dos alocuciones se leyeron, separadamente, como parte de la Apertura del 7mo Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, dedicado a Francisco Matos Paoli, el lunes 16 de marzo de 2015.

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