miércoles, 22 de junio de 2011

Arrabalización de Puerto Rico

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Arrabalización de Puerto Rico, 
de abajo para arriba
              

En una conversación entre amigos, uno le responde al otro que nos hemos acostumbrado a la “arrabalización “ de Puerto Rico. Hablaban del programa de la Comay. El término me tocó, pues nombra de manera acertada el efecto que producen en el país las maneras que tienen las instituciones, no sólo mediáticas –radio y televisión–, sino también las publicitarias, comerciales y políticas, de acercarse al pueblo. La otrora misión educativa de los medios y los políticos se ha echado a la basura en pos del afán de llamar la atención de la masa. Arrabalizan, desvirtúan y esfuman toda seña de identidad nacional.

Una cosa es el “plebeyismo” de autores importantes del país que en las pasadas décadas reelaboran el lenguaje popular y lo elevan sacándole partido literario, y otra el uso chabacano de quien no alcanza a salir del lodo de lo soez y lo burdo para explotar las pasiones bajas, igual que en el circo de la antigua Roma. Eso hacen por la radio y eso hacen por la televisión. Eso hacen los políticos faranduleros. Los asuntos más serios y graves del país se discuten a título de grito entre Menga y Petraca.

Puerto Rico es un país sometido a intensos procesos disolventes. La desinformación satura los medios, la conceptualización errónea que califica lo “colonial” como “federal”, la explotación de brujos, demonios y miedo, la represión de los derechos a fuerza de macanazos y “pepper spray”, la drogadicción, los suicidios, el desempleo, la explotación laboral, la violencia, la falsificación de la democracia, los procesos políticos impuestos sin discusión pública ni intención alguna de consenso, el saqueo de los fondos públicos y de la riqueza del país de parte de políticos y de empresaurios, la devaluación imparable de la calidad de vida en el país, la institucionalización de la mentira, la deshonestidad, la mediocridad, la desvergüenza. A eso llamo arrabal. A quien con cuello blanco explota, roba, daña, despoja, y no al despojado ni a la víctima que sufre.  

Lo anterior, unido a la progresiva analfabetización de un sistema escolar en retirada que es incapaz de producir candidatos a estudiar en las universidades que sepan quiénes fueron Eugenio María de Hostos o José de Diego, o hayan tenido la oportunidad de ver una sola vez la dramatización de “Fuenteovejuna”, de “La vida es sueño” o "La cuarterona", por lo menos, y que sepan escribir un párrafo con oraciones bien definidas. El colmo es admitir estudiantes en la universidad que ni siquiera saben escribir bien su nombre.

Lo anterior, repito, unido al progresivo empobrecimiento del país, y a la corrupción violenta de la vida pública que sin vergüenza de clase alguna exhibe sus “gracias” en la legislatura y que ha desnaturalizado por completo las instituciones del país, incluyendo al sistema de justicia, hacen de este país un desastre natural. Pero peor que todo lo anterior es la incapacidad del país de indignarse y rebelarse.

¿Arrabal? Sí. Empezando por La Fortaleza, el Capitolio, es decir, de abajo para arriba.

Marcos 
Reyes 
Dávila

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