jueves, 21 de junio de 2018

LOS DIOSES SIN ADIOSES



Los dioses sin adioses
          
   
   Los dioses no tuvieron más sustancia
                         que la que tengo yo
”, JRJ.

                                                                                        

                A mi madre, Sarah

Los
dioses no tuvieron más sustancia
que la que tienes tú
Ni más cuerpo de prado
Ni memoria de la vega florida
y del manantial
libre de ahogos
Tú tienes
como ellos
alborozo de flor
Espacio de oceano
Ímpetu de tallo y de raíz
Aliento de arcilla
Vida para dar
Y efervescencia

No. Los dioses no tienen más sustancia
que la que tienes tú
que supiste verdearte
como musgo entre las piedras
Los dioses del desierto
y de los bosques
los dioses de los ríos
y las sabanas
Los dioses sin adioses
Los que nunca terminan

Tú eres como ellos
fuga raudal de cabo a fin
Allí estabas allá
Allá estabas aquí
Mas siempre abeja entre las flores
O la pura tibieza de un abrigo
O el puro bodegón
de ese pecho que apuramos
como un pollito
El puro sostén
en el aire de los pájaros
El puro apurar
de un vientre siempre verde
La memoria arcana
y encarnada
de lo que no se agota
ni consume

Aunque seas memoria del fuego
no fuiste testamento de ceniza
sino el soneto en carne viva
y ese soplo que revuelve
las hojas caídas
Fuiste semilla de la aurora
La floresta al mediodía
repartida en diez cauces y caminos
Y ese pino inmenso
en el otoño de la noche
que atiza con su dedo las estrellas
En el recuerdo de tu mirada
ensemillada siempre
nacen en tus manos las reinitas
que te buscan los retozos
y colmenas
Pasas a sotavento
como una danza en la plaza
Pasas a barlovento
como un salón de baile
Pasas al norte
como una feria de libros
Pasas al sur
como un festival para la canción
y la poesía
Y pasas
en todas partes
como delirio en el agua

Háblame mamá del viejo lago
De cómo se torna cristalina
la adolescencia en las mañanas
y de cuánto reposa su tersura
en la mejilla virgen de las aguas
Háblame
de aquella muchedumbre de reinitas
que jugaban con azúcar
por las mesas de la infancia
Y cántame cielito lindo otra vez
que el llanto se me exprime
en el pecho sin olvidos
mientras se disuelve
como un paso de baile
en la sonrisa

Mi madre conoce el salmo de David
y la danza de seda de la sulamita
Recita el salmo de Manuel
lo mismo por la ruta del sol
que de la luna
Dime mamá de los pájaros
del lago de Cidra
Dime como danzan
en la neblina
los rojos y los verdes
en tus hojas de pascua
Cuéntame otra vez
la historia de la flauta
y las cabritas
la crónica sombría en las bodegas
la crónica de las bahías
y los puertos
de los valles del mar abierto
en lontananza
Háblame del vestido y del calzado
de los lápices sobre la mesa del pan
del ascenso y la caída
del impulso y la derrota
del amor y sus racimos
del puente y de la alcoba
de la espera y la llegada

No, los dioses no han tenido más sustancia
ni más tiempo
ni más memoria altiva
ni más cuerpo

que los que tienes tú
desatada de adioses y de olvidos
Mi madre es vientre
y colmena de semillas en la brisa
que van desde la oruga
hasta la mariposa.
Hacia ella vuelan siempre
retozando las reinitas
“en el recuerdo de tu mirada”.



           

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* Mamá (18 de septiembre de 1921, 17 de junio de 2018) murió el mismo día que papá difunto hubiera cumplido 101 años.

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