Xmo FESTIVAL INTERNACIONAL
DE POESÍA EN PUERTO RICO (2018)
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Dedicado a JOSÉ DE DIEGO
Palabras del Moderador.
(LA VELA)
(Entro con teatro a oscuras, vela y toro de fondo.)
Buenas noches nuevamente. No tenemos que
decirles, a ustedes, que la poesía le pone alas a la ostra, que cantamos porque
el grito no es bastante, o que la poesía es un arma cargada de futuro, que la
poesía es vaticinio y la sangre del alma, que cada palabra dicha es el eco de
una muchedumbre que se dispersa a lo largo de los siglos y a su vez nos
proyecta, que la poesía nombra lo que no tenía nombre, que abre caminos de
solidaridad, que oscila entre la oda y la elegía, o que ilumina en la noche más
oscura.
¿Qué debemos decir entonces en la apertura de
esta noche?...
Pues lo que quedó expresado simbólicamente en la
entrada que hicimos hace un momento con una vela en las manos...
Me explico.
El pasado domingo en la entrega de los oscares,
José Andrés, un famoso chef asturiano, desplegó una bandera de Puerto Rico que
desprendió inesperadamente del calor de su corazón durante la actuación del
rapero estadounidense Common.
Esta edición, edición de décimo aniversario del
festival internacional de poesía en Puerto Rico, se produce y llega aquí hasta
ustedes --detrás de acontecimientos inimaginables. Preciso es decirlo. Como ustedes
saben, Puerto Rico atraviesa la devastación más atroz de la que tengamos
memoria. En cosa de pocas horas el país que teníamos -y que muchos de ustedes
recuerdan - desapareció. La oscuridad reinó absoluta entre nosotros. Si bien
cataclismos de naturaleza similar ocurren en todos los países, la diferencia es
que en Puerto Rico el estrago abarcó el país entero. No hubo región alguna que
pudiera auxiliar a otra. El otrora país señalado por el verde de su nombre tomó
colores de ceniza y piedra. El país que ya había naufragado y había sido tomado
hasta entonces de manera disimulada y encubierta, fue tomado a fines del año
anterior, a cielo abierto, por el Congreso de Estados Unidos a sueldo de los
bonistas. En esa situación de quiebra colonial y de saqueo financiero, llegaron
los huracanes Irma y María, esta última de categoría cinco.
Aunque
el verde siempre generoso renace a la primera provocación de la lluvia, al día
de hoy, seis meses después del azote, medio país continua sin luz eléctrica. En
esas circunstancias, y a pesar de todos los rigores, celebramos esta décima
edición de aniversario de este festival. Quien les habla alcanzó la luz huidiza
hace apenas unos días. El comité organizador no pudo reunirse durante tres
meses. Encontramos que las sedes de algunas actividades estaban o están aun
devastadas. Algunas cerradas, otras en reparación, todos sin recursos
económicos que emplear en cosas que no sean urgencias de agua y de caminos, de líneas
eléctricas y alimentos. Los apagones nos sorprenden y nos pueden sorprender en cualquier
momento. Incluso en este momento. Las dificultades acechan.
Pero
con luz o sin luz, con caminos abiertos o cerrados, con patrocinios o sin
ellos, el Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico ha llegado, como
ningún otro, a cerca de cuarenta pueblos del país, de este a oeste, de norte a
sur, por toda la costa, sin olvidar la sierra del centro. Este Festival seguirá
vinculando y hermanando nuestros países con su arte, y seguirá llegando a
distintas comunidades y públicos: niños, jóvenes, universitarios, plazas
públicas, égidas, comunidades marginadas o ateneos, con el arte de la palabra
iluminada que sobrecoge y despierta.
La
presente edición de este festival de aniversario revela de este modo, con
relieve encancaranublado y sangrigordo,
la condición de precariedad con la que siempre hemos lidiado. Solo la perseverancia,
la capacidad para resistir las adversidades, la fe inquebrantable en que la
poesía, que es aliento de vida, genera fortaleza como la lluvia en el surco, ha
podido abrir y hacer camino durante estos diez años. Pero por encima de eso, le
debemos este aniversario al apoyo -también inquebrantable -de tantos poetas de
países hermanos que han respondido con un ahora más que nunca a esta invitación
de lazarillos. Para ustedes, (SEÑALARLOS) que representan a cerca de dos
centenares de poetas amigos que nos han visitado en estos diez años, nuestra
gratitud y nuestro aplauso.
El
Comité organizador había decidido desde hace un año dedicar este festival a
José de Diego, uno de los poetas más objeto de cariño en Puerto Rico. Algunas
de las principales avenidades que atraviesan la capital y muchos pueblos como
arterias, así como numerosas escuelas e instituciones, llevan su nombre. Mas aunque
lo determinante entonces era que este año se conmemora el centenario de su
muerte, Concha Meléndez nos recordaba su decir:
"El triunfo es un azar; la lucha un deber". Por eso tenía su
"frente acostumbrada a la tormenta". De modo que no hubo esfuerzo
alguno en atar a De Diego con los estragos del huracán. Sus endecasílabos
afloraron, solos, sin pretenderlo:
"De la tormenta al iracundo empuje
no has
de balar como el cordero triste
sino rugir como la fiera ruge",
se lee en uno de los sonetos más extraordinarios
de la lengua española, que culmina con este deslumbrante terceto:
"¡Levántate! ¡revuélvete! ¡resiste!
Haz
como el toro acorralado: muge.
O como el toro que no muge: embiste."
Esa idea precisamente es la que expresa
Antonio Martorel en el cartel oficial de este Festival: el verbo imbatible del
poeta que embiste como un toro y rompe la cerca en trozos disparados.
Que qué debemos decir entonces en esta apertura?
Pues, sencillamente, que el eclipse es impotente ante el sol. Y, desde luego... ¡CUMPLEAÑOS FELIZ !
(Desplegar la bandera.)
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