martes, 29 de mayo de 2018

Décimo Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico


Xmo FESTIVAL INTERNACIONAL 
DE POESÍA EN PUERTO RICO (2018)
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Dedicado a JOSÉ DE DIEGO
Palabras del Moderador.







(LA  VELA)
(Entro con teatro a oscuras, vela y toro de fondo.)

Buenas noches nuevamente. No tenemos que decirles, a ustedes, que la poesía le pone alas a la ostra, que cantamos porque el grito no es bastante, o que la poesía es un arma cargada de futuro, que la poesía es vaticinio y la sangre del alma, que cada palabra dicha es el eco de una muchedumbre que se dispersa a lo largo de los siglos y a su vez nos proyecta, que la poesía nombra lo que no tenía nombre, que abre caminos de solidaridad, que oscila entre la oda y la elegía, o que ilumina en la noche más oscura.
¿Qué debemos decir entonces en la apertura de esta noche?...
Pues lo que quedó expresado simbólicamente en la entrada que hicimos hace un momento con una vela en las manos...
Me explico.
 
El pasado domingo en la entrega de los oscares, José Andrés, un famoso chef asturiano, desplegó una bandera de Puerto Rico que desprendió inesperadamente del calor de su corazón durante la actuación del rapero estadounidense Common.
Esta edición, edición de décimo aniversario del festival internacional de poesía en Puerto Rico, se produce y llega aquí hasta ustedes --detrás de acontecimientos inimaginables. Preciso es decirlo. Como ustedes saben, Puerto Rico atraviesa la devastación más atroz de la que tengamos memoria. En cosa de pocas horas el país que teníamos -y que muchos de ustedes recuerdan - desapareció. La oscuridad reinó absoluta entre nosotros. Si bien cataclismos de naturaleza similar ocurren en todos los países, la diferencia es que en Puerto Rico el estrago abarcó el país entero. No hubo región alguna que pudiera auxiliar a otra. El otrora país señalado por el verde de su nombre tomó colores de ceniza y piedra. El país que ya había naufragado y había sido tomado hasta entonces de manera disimulada y encubierta, fue tomado a fines del año anterior, a cielo abierto, por el Congreso de Estados Unidos a sueldo de los bonistas. En esa situación de quiebra colonial y de saqueo financiero, llegaron los huracanes Irma y María, esta última de categoría cinco.

            Aunque el verde siempre generoso renace a la primera provocación de la lluvia, al día de hoy, seis meses después del azote, medio país continua sin luz eléctrica. En esas circunstancias, y a pesar de todos los rigores, celebramos esta décima edición de aniversario de este festival. Quien les habla alcanzó la luz huidiza hace apenas unos días. El comité organizador no pudo reunirse durante tres meses. Encontramos que las sedes de algunas actividades estaban o están aun devastadas. Algunas cerradas, otras en reparación, todos sin recursos económicos que emplear en cosas que no sean urgencias de agua y de caminos, de líneas eléctricas y alimentos. Los apagones nos sorprenden y nos pueden sorprender en cualquier momento. Incluso en este momento. Las dificultades acechan.

           Pero con luz o sin luz, con caminos abiertos o cerrados, con patrocinios o sin ellos, el Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico ha llegado, como ningún otro, a cerca de cuarenta pueblos del país, de este a oeste, de norte a sur, por toda la costa, sin olvidar la sierra del centro. Este Festival seguirá vinculando y hermanando nuestros países con su arte, y seguirá llegando a distintas comunidades y públicos: niños, jóvenes, universitarios, plazas públicas, égidas, comunidades marginadas o ateneos, con el arte de la palabra iluminada que sobrecoge y despierta.

            La presente edición de este festival de aniversario revela de este modo, con relieve encancaranublado y  sangrigordo, la condición de precariedad con la que siempre hemos lidiado. Solo la perseverancia, la capacidad para resistir las adversidades, la fe inquebrantable en que la poesía, que es aliento de vida, genera fortaleza como la lluvia en el surco, ha podido abrir y hacer camino durante estos diez años. Pero por encima de eso, le debemos este aniversario al apoyo -también inquebrantable -de tantos poetas de países hermanos que han respondido con un ahora más que nunca a esta invitación de lazarillos. Para ustedes, (SEÑALARLOS) que representan a cerca de dos centenares de poetas amigos que nos han visitado en estos diez años, nuestra gratitud y nuestro aplauso.

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            El Comité organizador había decidido desde hace un año dedicar este festival a José de Diego, uno de los poetas más objeto de cariño en Puerto Rico. Algunas de las principales avenidades que atraviesan la capital y muchos pueblos como arterias, así como numerosas escuelas e instituciones, llevan su nombre. Mas aunque lo determinante entonces era que este año se conmemora el centenario de su muerte, Concha Meléndez nos recordaba su decir: "El triunfo es un azar; la lucha un deber". Por eso tenía su "frente acostumbrada a la tormenta". De modo que no hubo esfuerzo alguno en atar a De Diego con los estragos del huracán. Sus endecasílabos afloraron, solos, sin pretenderlo:

"De la tormenta al iracundo empuje
no has de balar como el cordero triste 
sino rugir como la fiera ruge",  

 se lee en uno de los sonetos más extraordinarios de la lengua española, que culmina con este deslumbrante terceto: 

"¡Levántate! ¡revuélvete! ¡resiste! 
Haz como el toro acorralado: muge. 
O como el toro que no muge: embiste."   

Esa idea precisamente es la que expresa Antonio Martorel en el cartel oficial de este Festival: el verbo imbatible del poeta que embiste como un toro y rompe la cerca en trozos disparados.
Que qué debemos decir entonces en esta apertura? Pues, sencillamente, que el eclipse es impotente ante el sol.  Y, desde luego... ¡CUMPLEAÑOS FELIZ !
(Desplegar la bandera.)

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