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.-Hostos y Allende:
de la derrota a la victoria
Homenaje a Salvador Allende a propósito del cincuentenario
del golpe de estado de 1973. Placita Hostos, UPR, 11 de septiembre de 2023,
10:00 AM.
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Saludos
Quiero darles
las gracias a todos los presentes, y al Movimiento Independentista Nacional Hostosiano
por la oportunidad que me brinda para dirigirme a ustedes
Nos han
convocado hoy aquí con motivo del aniversario quincuagésimo del golpe de estado
ocurrido en Chile hace 50 años y del asesinato de su entonces presidente,
Salvador Allende. Por una –para mí— inesperada asociación, esta actividad se
celebra justo frente al icónico busto de Eugenio María de Hostos que acaba de celebrar
el 120 aniversario de su muerte. Estoy consciente de que dije celebrar
porque hay vidas que no mueren mientras su recuerdo perdure, y lo que es más
importante, nos hagan evocar utopías, que aunque parezcan perdidas, nunca deben
dejar de ser la estrella polar que ordena un rumbo… que aunque sabemos
nunca se alcanza…, ordena, clarifica y define los pasos a seguir. El rumbo es
más importante que la meta, porque es en el rumbo donde se realiza y toma
cuerpo, ilusión y sentido nuestra vida.
Me exigen
que sea breve, y lo seré. El compañero Carlos Weber nos hablará de la trágica
experiencia suya con la represión de la dictadura militar en Chile que al menos
yo acabo de conocer, de modo que le cedo absolutamente la palabra en ese
aspecto. Respecto a Hostos, eludiré los temas de todos conocidos, como la primera
parada de Hostos en Chile en su periplo suramericano, las conferencias en
defensa de la educación de la mujer, su regreso a Chile a fines de la década
del 80 como rector de los liceos de Chillán, y de Luis Miguel Amunátegui. En su
primera parada en Chile, Hostos hizo grandes amigos… de amigos grandes en
prestigio. Entre ellos, José Victorino Lastarria, Guillermo Matta, Benjamín
Vicuña Mackenna, e incluso el presidente entonces de Chile, Federico Errázuriz
Zañartu, (con Errázuriz Echaurren, hijo de aquel, la historia fue muy distinta).
A tal grado estuvo feliz entonces Hostos, que poco faltó para que anclara allí
el resto de sus días, no solo por los grandes afectos y camaraderías, sino
porque allí tuvo el primer gran amor de su vida, Carmela, una de las hijas de
Lastarria. Según Bosch, en Chile disfrutó en ese entonces uno de los más
plácidos periodos de su vida. Fue época de grandes triunfos intelectuales y
políticos. No obstante, cosa muy distinta ocurrió a su regreso a Chile tres
lustros más tarde.
Propongo tomar
como orden el siguiente principio: la lucha de clases constituye el motor de la
historia. En nuestros días, como en cada distinto momento de la historia… o de
la geografía, la lucha de clases ha tomado formas muy diversas, formas que no
anulan el concepto básico de la diferencia entre los pobres que trabajan y
producen, y los ricos que se apropian del trabajo de los primeros, que son… fatalmente…
muchísimos más. Como ustedes saben, los más poderosos se han enriquecido con la
presente crisis económica mundial en una proporción mucho mayor que antes… a
costa de nosotros.
Es por esta
vía que podemos comenzar a vincular de manera directa la experiencia del
presidente Salvador Allende y la de Eugenio María de Hostos. Para muchos, Allende
fue un presidente de auténtica raigambre socialista. (Verdadera raigambre en
cuanto se puedan armonizar, como hemos dicho, las muy diferentes versiones de
lo que llamamos socialismo.) Pues hablamos de un modo muy diferente a los de
los partidos socialistas europeos que, aguando, a más no poder, lo rojo
hasta el rosita tibio, han rendido o corrompido sus principios
históricos. Tan verdadera fueron las raíces y los frutos de Allende, que pudieron
encontrar sin dificultades mayores vínculos de fraternidad y solidaridad no
sólo con el fuerte Partido Comunista de entonces, sino también con Fidel
Castro.
No digo que
Allende fuera comunista, o que fuera compinche de los comunistas chilenos o
cubanos. Digo que supieron reconocer, no solo hallar, puntos suficientes de
convergencia para no antagonizar unos con otros. Como es sabido, Pablo Neruda, el
enorme poeta que iba ser el candidato a la presidencia del partido comunista
chileno en 1970, pudo definir suficientes compromisos con Allende como para que
el poeta cediera su candidatura en apoyo a Allende. Se aventuraron a lo que
mundialmente se conoció como la vía chilena al socialismo: un experimento
político novedoso que fue capaz de llegar al poder, no a través de las armas,
sino de la lucha política, usando las mismas reglas fijadas tradicionalmente
por la burguesía. Y usando también, y desde luego, el voto. Su gobierno
promovió una nueva Constitución política,
la creación de una Asamblea del Pueblo, el desarrollo de una economía planificada, la nacionalización de las riquezas básicas en manos de
capitales extranjeros y monopolios internos,
la creación de un Área Mixta, de un Área Privada y de un Área de Propiedad
Social (APS), entre varios puntos. Degollada la alianza y la iniciativa, con el
desmedido impulso del capital extranjero, Chile no ha logrado aún desprenderse totalmente
de las redes pinochetistas.
¿Cuál fue el
enemigo mordaz del gobierno de Allende? La oligarquía tradicional, que por conservadora
tiene que por definición ser apropiadora. La derecha chilena, en asociación y
dependencia con los poderes fácticos del capitalismo imperialista, hizo con
éxito una tarea de sabotaje que se realiza siempre con el frío talante de los iceberg:
más fríos y fuertes en lo oscuro y por lo bajo, que a la luz del día: favorecer
los privilegios de la burguesía, el control y sometimiento de las
organizaciones obreras, la explotación de las comunidades indígenas, hasta el
litro de leche que dispuso el gobierno de Allende para cada niño chileno.
Y Hostos,
cabe dilucidar, ¿qué tiene que ver con esto? Pues ocurre que Hostos no fue, ni
en su primer viaje a Chile a principio de los setenta, ni en su segundo viaje a
Chile a fines de los 80, una figura inerte, de esas que no producen reacciones químico-políticas.
Llegó a Chile la primera vez promoviendo no solo una revolución de
independencia antillana, sino también una revolución social de la cual el
triunfo y la existencia misma de la primera dependía. Hostos llegó a todos los
países del sur de las américas que visitó apelando al legado de Bolívar, y
puntualizando su deber de completar su agenda.
La
preocupación de Hostos siempre estuvo en el día siguiente a la independencia.
Eso es lo que explica la estrategia que utilizó en España, porque si usted
busca, por ejemplo, cuáles diferencias existían entre los reclamos de Hostos y
los de Betances, se encuentra con que las demandas expresadas por este último, incluso
después del Grito de Lares, son prácticamente los mismos. Ahí están consagrados
en los famosos Diez Mandamientos de los Hombres Libres. Cumplidos esos
mandamientos, dice el propio Betances, pero solo si se cumplen esos
mandamientos, seremos españoles, y si no se cumplen, entonces: Antillanos. (Desde
luego, anoto al margen, no podemos dejar de recordar hora con pena inmensa el
fallecimiento de Félix Ojeda Reyes, y digo estas palabras en su homenaje.) La
diferencia entre Hostos y Betances, pues, estaba en la estrategia a seguir.
Hostos
trabajó en España no solo porque vivía en España, sino porque había establecido
contactos cercanos con los que serían líderes de los movimientos y fuerzas
revolucionarias antimonárquicas y republicanas. Fueron condiscípulos, fueron
colegas en las redacciones de prensa, camaradas en organizaciones
antiesclavistas y sociales, ateneístas. Hablaban de republicanismo, de
federación, de derechos para las provincias, de derechos civiles y humanos, de autonomía
e incluso soberanía para las Antillas en condiciones de federalización.
Hablaban hasta de socialismo, y traducían a Proudhon. Esto es, del capital y de
la clase obrera, del producto del trabajo y de la distribución de la riqueza,
de igualdad, democracia, república, y derechos humanos. Tan pronto se
produjeron los gritos de Lares y de Yara, Hostos defendió los motivos de las
revoluciones en ambas Antillas, cara a cara con los jefes del gobierno
revolucionario. Algo que pasa más o menos inadvertido, es que, si Hostos
polemiza, le reclama y demanda al gobierno revolucionario español que llegó al
poder con bandera antimonárquica, bandera republicana y bandera federalista, es
que para Hostos, lo que ocurría no le era suficiente, o que desconfiaba del
proceso revolucionario y las promesas recibidas y de sus banderas.
Cuando los
españoles traicionaron sus promesas y principios, incluso los de
republicanismo, Hostos rompe, como sabemos, y opta por la revolución armada. El
detalle de interés es que el 2 de enero de 1870, recién llegado a NY en pos de
armas y balas, Hostos fantasea una noche e imagina la estrategia que utilizaría
de ganar un día suficiente dinero que le permitiera alquilar y armar vapores para
conquistar la independencia con armas, dice. Y añade inmediatamente, en
la misma oración, con armas… y con libros, porque solo con armas y
con libros puede alcanzarse y sostenerse la independencia. Solo unos días
más tarde, el 26 de enero de 1870, habla de cumplir con su deber, que es revolucionar
militarmente a Puerto Rico--, para, añade inmediatamente otra vez,
“ordenarla y, aplicando a su vida mis teorías, verla entrar (la primera) por la
vastísima senda de un nuevo ideal político y social, ese es mi sueño”. (Oc39,
I, p. 240)
En el
Programa de los Independientes que Hostos publica en 1876 en Nueva York, lo
dice literal y claramente:
“Próxima ya
la hora en que combatientes activos y pasivos de la Independencia han de ser
llamados a una obra de razón más larga, ningún patriota de razón puede resignar
la responsabilidad que ha de tocarle en la tarea de constituir en la libertad
la sociedad desorganizada que dejará la guerra y deja siempre la
educación mortífera del coloniaje.” Esa, justamente, era la tarea que agigantó el
carácter histórico de Hostos, y la que un siglo más tarde, Salvador
Allende intentó emprender.
Hostos llegó
a Chile imbuido de los principios revolucionarios que sacudían a Europa.
Principios de republicanismo, de democracia, de derechos humanos y civiles para
todos, de una economía política que buscaba cómo articular los principios
socialistas referentes al trabajo y la distribución de la riqueza. Hostos llegó
a Chile armado de luchas antiesclavistas que estaban dirigidas no solo contra
la esclavitud africana, sino contra la esclavitud de los pueblos originarios y
de los chinos. La segunda independencia que Hostos reclamó indispensable desde entonces,
iba dirigida contra el control no solo cultural, sino político y económico
tanto de los países europeos como de Estados Unidos. Iba hablando de una
segunda independencia, porque la primera, la independencia política formal no
era suficiente, la fundamental, la verdadera.
Deseo pensar
que no incomodo a alguno de los presentes si afirmo que, en rigor, Hostos no
fue fundamentalmente un independentista. Su meta última era la libertad, una
libertad, bien sabía, que TENÍA, TENÍA, enfatizo, que vivirse y practicarse
cada día, en un ejercicio que nunca termina. Todos los países reconocidos como
tales en el planeta eran independientes. Lo era Venezuela, Colombia, Bolivia,
Ecuador y el Perú, países liberados por Bolívar del control de la monarquía
española. Pero, ¿vio o entendió él que eran libres esos pueblos? No. Lo que
vio, y bien sabía desde su época española, era que la colonia había sobrevivido
a la independencia. Por eso habló de la necesidad de luchar por una segunda
independencia, como décadas después lo hizo Martí. Si luchó contra la monarquía
en España fue por la misma razón. País independiente si lo era, pero no un
pueblo libre. Entonces sabía que el patriotismo con el que luchaba en pro de la
independencia antillana, era un derecho del pueblo puertorriqueño, del cubano,
del dominicano, pero también del español. El patriotismo es un derecho de toda
mujer y hombre de cada pueblo del planeta. Por eso, decía, que se esforzaba
también por ser patriota como el mayor patriota colombiano, peruano, chileno,
etcétera, y asimismo lo quiso ser con el patriota español.
En su
segunda visita a Chile, invitado por el presidente Balmaceda, Hostos se
encontró con una sociedad muy diferente. Hubo que vivir entonces con el más
hondo pesar, con arrepentimiento y deseos de regresar a la República Dominicana.
La derrota política del presidente Balmaceda que lo llevó al suicidio, fue a
manos de un congreso dominado por una oligarquía que respondía principalmente a
los intereses ingleses. Puede avistarse, en ambas épocas, cierto paralelismo
entre la situación de Chile y los destinos trágicos de ambos presidentes. Los
partidarios de Allende sufrieron torturas y vieron correr sangre de hermanos y
hermanas. Hostos, vio, ante sí, carretillas, calles y campos repletos de
cadáveres en Cuba y Santo Domingo. Pero como nunca se amilanaba, hizo cuanto
pudo por llevar adelante sus ideas revolucionarias en los planos de la
educación y de las ideas, sufriendo la hostilidad de la clase gobernante. Fue
el inicio de la revolución cubana comandada por José Martí, y el derrotero que
pudo vislumbrar que esta revolución tendría, lo que le impuso la necesidad de
regresar al ruedo militante de las Antillas. La posibilidad de adelantar la
libertades de las Antillas es lo que, en definitiva y última instancia, define
toda su gesta histórica.
En dos
tiempos históricos diferentes, separados casi por un siglo, las luchas de
Allende y la de Hostos lucen a mis ojos paralelas, convergentes y hermanas: la
segunda independencia. La independencia de los regímenes coloniales que
impulsan imperios extranjeros con la complicidad de las oligarquías nacionales.
Y ambas luchas advierten de la necesidad de tomar con cautela la adopción de
modos y fines que pretendan darse el lujo de dejarse magnetizar por los guiños
seductores del poder y las veredas sinuosas, y en el fondo estériles, que
convierten lo rojo en rosa. Si no estamos alertas ni tenemos claridad y fuerza
suficiente, una virtual independencia en Puerto Rico pudiera, lejos de resultar
hostosiana, caer con facilidad en manos de los actuales líderes de los partidos
coloniales, es decir, otra versión del paraíso de la explotación y la servidumbre.
El armazón político, social y cultural solo puede construirse a través de una
democracia radical, verdaderamente anclada en la igualdad social, que solo produce
el ejercicio irrestricto, permanente y sin pausa, de los derechos civiles y
humanos. Esa es la independencia hostosiana… la misma que anheló también
Salvador Allende. Allende murió de un balazo. Hostos, de la agonía prolongada
de beber ríos de sangre.
Ambos,
Allende y Hostos, reclaman de nosotros, sus herederos, asumir como propia una
herencia de libertad e igualdad… para todos… que siempre es de futuro y
está por venir. No se trata de gozar de días radiantes, dijo, sino de
contribuir a que esos días lleguen.
Allende nos alentó
asegurando que, “mucho más temprano que tarde, se abrirán
las grandes alamedas por donde pase el hombre libre
para construir una sociedad mejor". Y por su parte, Hostos, nos alentó asegurando que…
Cito: “La
libertad es un modo absolutamente indispensable de vivir”;
cito: “lo
importante no es disfrutar de ese día radiante, sino de contribuir a que llegue
el día”;
cito: “la
revolución permanente”.
Juan Antonio
Corretjer, hostosiano profundo, nos alentó con esta sentencia que vale igual
respecto a las experiencias de Allende y de Hostos: (cito)
“Porque hay
un tiempo infinito.
El tiempo triunfador.
Tiempo Bolívar
que no acaba”. Que nunca acaba.
Esa lucha,
el legado invencible de una lucha permanente, es su victoria y la nuestra.
Muchas
gracias.
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